No le cierres la puerta a Dios
Solo puedo desearte que al conseguir la concentración entres en tu interior, y que cuando el maestro empiece a hablar contigo y responda a todas tus preguntas interiormente, desaparezcan todas las penas… Hasta que no se vea al maestro en el interior, el alma oscilará entre el abatimiento y el desánimo.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
Desde que un discípulo se inicia en las enseñanzas de Sant Mat, comienza a caminar por un sendero espiritual para el resto de su vida. A lo largo del camino, necesariamente, afrontará diferentes etapas. A continuación nos referiremos a esas etapas de oscuridad, de sin sabor y sequedad especialmente en la práctica de la meditación.
En este texto trataremos de proporcionar entendimiento a la luz de las enseñanzas, y sobre todo el aliento que todos los discípulos en un momento u otro necesitamos. Son siempre las sabias palabras de los maestros espirituales las que pueden iluminarnos y sacarnos verdaderamente de la oscuridad en la que la mente nos encierra. ¡Basta con que desde nuestras limitaciones y preocupaciones nos encomendemos, sin dudarlo, a su misericordia e infinita bondad y no dejaremos de recibir su bálsamo curativo y restaurador! Su amor nos enderezará en el camino y nos devolverá la fuerza y confianza que hemos perdido.
El Gran Maestro nos habla de este aspecto en una carta del libro Joyas espirituales:
El maestro toma esta forma para guía del hombre: para hablarle, para congeniar con él, para hacerse su amigo, para desarrollar confianza y fe en él, para inducirle a buscar la paz y la felicidad en su interior, para mostrarle el camino, para enseñarle con el ejemplo, para desarrollar en él atributos divinos y para elevarlo de su forma física a su forma astral.
(…) mientras el discípulo no se haya puesto en contacto con la forma astral del maestro, en otras palabras, no se haya independizado de su propia forma física, será un ser limitado. Así pues, estará sujeto a las influencias de su entorno y a los altibajos de la vida, que trastornan su intelecto, le hacen dudar, y con frecuencia lo desvían del verdadero camino. Para disipar sus dudas y buscar el apoyo para mantenerse en el camino, el discípulo tendrá que acercarse al maestro…
En el libro Muere para vivir, leemos la respuesta de Hazur Maharaj Ji a un discípulo, que le pregunta, justamente, por esos períodos en los que podemos llegar a descuidar la meditación. Y el maestro le responde:
Ante ti llegan nubes oscuras y densas y quedas absorto en esa oscuridad y no ves la luz, pero pasarán si tú continúas la meditación. (…) La meditación es un “deber” y todos esos períodos pasarán.
Pensemos en esas etapas en las que se nos complica la vida de tal modo que somos propensos a dejar de meditar. Tal vez porque todavía no somos conscientes de la crucial importancia que la meditación tiene en el camino espiritual… Así, en momentos verdaderamente difíciles nuestro plan diario se va al traste, no somos capaces de dedicar el tiempo diario a la práctica, como solemos hacer cuando la vida transcurre más o menos sin complicaciones. También puede suceder que no sintamos el ánimo para meditar o que nuestra fe se tambalee porque un gran sufrimiento sacuda nuestras creencias básicas, y entonces llenos de debilidad dejamos de meditar un día, dos días… y ya no se sabe cuánto tiempo le hemos cerrado la puerta a Dios.
Sí, le hemos cerrado la puerta porque la meditación, la oración, es lo que nos permite acceder a él y a su vez que él acceda a nosotros. Todo lo que el Señor tiene para nosotros pasa por la puerta de la meditación, a través de la cual la conciencia unificada y concentrada se hace receptiva a él. Hay una forma de dar y de recibir en espiritualidad, dicen los místicos, y es por medio de la meditación.
El don de Dios, la gracia del Señor viene del interior; llena nuestro ser y revitaliza nuestra débil existencia. Las cosas del mundo externo son el resultado de nuestros karmas que siempre seguirán su curso. Sin embargo, la riqueza interior, el vivificar al alma para que despertemos del sueño del mundo y solo queramos volver a Dios, y a ningún sitio más, es el don que nos llega con la interiorización, la meditación. Nada más, excepto la meditación, puede acceder a las profundidades del amor que Dios nos tiene reservado.
El amor a Dios es nuestra salvación, ¿por qué, pues, desatender lo único que puede ayudarnos? Cuando meditamos, estamos literalmente amando a Dios. Entonces, ¿cómo podemos abandonar esa necesaria tarea que hará que la causa de todos nuestros problemas –nuestro apego al mundo y sus seres– desaparezca? ¿Qué enfermo de gravedad cometería la locura de renunciar a su tratamiento? Eso es lo que hacemos cuando renunciamos a la meditación; la grave enfermedad de la mente solo se cura con la meditación. Practicar la meditación nos ayudará a que dejemos de sufrir y nos orientará con firmeza en el sendero de regreso a Dios. Solo con la meditación acabarán las idas y venidas a esta creación, y nuestros lazos con el mundo y sus seres se irán aligerando cada vez de forma más evidente. Es así como llegaremos al punto en que ya no habrá necesidad de volver a este mundo nunca más.
La gracia del maestro junto con nuestra práctica fiel restaura al alma y destierra a la mente definitivamente. Nos hace culminar el destino o meta de la iniciación, atándonos al amor verdadero a nuestro Creador, el amor que nos redime de este mundo.
Pero si le cerramos la puerta a Dios, si no meditamos, entonces entrará el mundo en nuestra consciencia, y con él la alegría y la tristeza, el afán por la posesión y el pesar por la pérdida, el apego y el desamor… todos los pares de opuestos que nos mantienen expuestos y vulnerables dentro del círculo del nacer y el morir. Sentiremos el peso de la vida, el pesar de la existencia por el que el alma sufre soportando la carga de la mente.
Todo esto ya forma parte de nuestro bagaje en esta creación, esta forma de apego al mundo está en nuestra piel desde tiempo inmemorial, por eso sufrimos… Sin embargo, debemos darnos cuenta de que si seguimos desatendiendo la practica espiritual, al final el sufrimiento se agudizará y nos llevará nuevamente al único punto de partida, de donde nunca teníamos que habernos alejado.
Entonces suplicaremos por Dios, por su amor, por su fuerza, y deberemos abrir nuevamente la puerta y rezar y meditar… Pedir perdón por el tiempo que no estuvimos ahí y nos ausentamos, confundidos por las cosas que nos pasan en la vida.
En el Apocalipsis 3:20 leemos:
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
El maestro no nos obligará, no nos forzará, él espera a que abramos nuestro corazón para que podamos compartir con él ese manjar celestial de la espiritualidad. Su voz, el Shabad, nos dará la suficiente intimidad y proximidad para unirnos con él. Irresistiblemente, la percepción de la música y luz interior que emanan de este Shabad nos atraerán hacia él.
Esta cita del evangelio pone de manifiesto esa invitación especial y única que el maestro le hace a cada uno de sus iniciados. ¿Somos conscientes de lo que nos estamos negando a nosotros mismos cuando no meditamos? La expresión: “… si alguno oye mi voz y abre la puerta entraré a él…” es una metáfora llena de inspiración. Es la constante invitación que nos hace el maestro para que nos abramos a la experiencia del Shabad y alcancemos la comunión con el maestro interior. La “puerta” no es física, y simboliza el acceso a una dimensión más profunda de la conciencia; es la entrada al interior donde no reuniremos con el maestro interior.
“… entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”, simboliza la promesa de una relación íntima con lo divino. La comida, en muchos contextos espirituales, representa la nutrición espiritual y la comunión. Esto implica compartir una conexión profunda y personal con el maestro en la que recibiremos el alimento de su amor, llenándonos de claridad y orientación.
Estas poderosas palabras enfatizan la importancia de la meditación para abrir interiormente nuestra consciencia, y es nuestra respuesta también a la llamada divina. Nos invita a los buscadores a escuchar su voz, a transformarnos y establecer así una relación personal y permanente con el maestro interior.
Tal es el aliento y ánimo que deberían infundirnos estas palabras, porque lo que nos espera es grande, ¡ni siquiera podemos imaginarlo! Por eso, no deberíamos desfallecer, y ante cualquier problema o situación adversa que amenace la práctica de la meditación, debemos continuar meditando siempre y recordar que tarde o temprano todo pasará. Detrás de nuestra lucha, por más ardua y dura que sea, se esconde la luz, la promesa y maravilla del encuentro glorioso con el maestro interior; es para lo que nos hemos iniciado, para fusionarnos en ese abrazo interior de las conciencias donde todo se vuelve uno.
Ahora bien, si nos perdemos este festín que está reservado para cada uno de nosotros, veamos lo que ocurre y el daño que nos hacemos cuando no meditamos.
De forma muy explícita, Hazur Maharaj Ji le responde a un discípulo en Perspectivas espirituales, vol II, sobre este aspecto:
[La meditación] es la demostración más elevada de amor. Por eso, Cristo dijo, la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede perdonarse. Esa es la enseñanza fundamental de Cristo. Si damos la espalda a la meditación, al Shabad y al Nam, no se nos perdonará nunca. ¿Perdonados por qué?
Por lo que se interpone entre nosotros y el Padre: nuestros karmas, nuestros sinchit karmas. Si le damos la espalda a la meditación nunca se nos perdonarán esos karmas. Únicamente la meditación invoca el perdón del Padre. Solo mediante la meditación podemos arrepentirnos de lo que hemos hecho en el pasado o pedir su perdón. Y entonces, al final, llegaremos a ser uno con el Padre. Él dice que se pueden perdonar otras cosas, porque la meditación nos ayuda a obtener el perdón del Padre por cualquier cosa que hagamos en esta vida. Pero si no practicamos la meditación, entonces, ¿cómo puede perdonarnos? Por tanto, la meditación es lo principal.
En definitiva, tenemos que entender de una vez por todas que lo que hoy nos separa es el resultado de una forma de vivir anclada en el mundo, donde a falta de una perspectiva más elevada hemos ignorado lo vital, que es mantener viva la relación con Dios a través de la meditación.
Como dice el Gran Maestro en el libro La llamada del Gran Maestro:
El Creador ha determinado cómo tenemos que volver con él y nosotros no podemos tomar ningún atajo o una ruta distinta. Ha prescrito que hemos de buscar a un maestro verdadero y ser iniciados por él mientras el maestro y el discípulo están vivos. A continuación, a través de la meditación, tenemos que complacer al maestro, tenemos que eliminar nuestro ego y sumergirnos en el Padre, hacernos uno con el Creador. De forma que la meditación es el único camino.
Si no atiendes a tu meditación de ninguna forma, ¿cómo puedes ser perdonado?, nos pregunta el maestro.
Necesitamos su perdón, es esencial para volver a Dios. Un perdón que solo puede producirse cuando dejamos de repetir los mismos errores. El maestro nos explica que si seguimos repitiendo los mismos errores, no cambiaremos y seguiremos orientados hacia el mundo. Recordemos que hoy estamos aquí, en este mundo, por nuestros errores, porque no hemos meditado, porque no hemos caminado por la senda que nos lleva a la unión con Dios.
Solo la meditación girará nuestro rostros hacia él, poco a poco. Es labor ardua, que requiere constancia, firmeza y confianza en el maestro y en nosotros mismos, pero tengamos esperanza, no nos debilitemos. Si el maestro ve nuestra sinceridad y compromiso al atender la meditación, ese perdón será automático, y no dudará en llevarnos con él.
El Gran Maestro dice en Joyas espirituales: “… solo tengo una misión, y es cuidar de las almas hambrientas de alimento espiritual y liberarlas del nacimiento y la muerte”.
¡Dejemos que él nos cuide y seamos obedientes!
No hay nada que iguale a este camino y que proporcione más alegría verdadera y satisfacción que cualquier otra cosa del mundo. Pero para conseguirla tienes que entrar dentro de ti mismo; no puede conseguirse en el exterior… Se consigue con una meditación constante, y manteniendo nuestra atención en el foco del ojo, sin fluctuaciones.
Cuando aprendas a hacer esto, poseerás conscientemente el tesoro que ya te pertenece, y descubrirás mucho más de lo que puedas haber soñado. No permitas que nada te detenga ni obstaculice, ni que ningún obstáculo del mundo impida que entres. Dedícate firmemente a conseguirlo y haz que todo lo demás se subordine a esto.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales