Redescubrir nuestra divinidad
Me buscaréis y me encontraréis
cuando me solicitéis de todo corazón.
Jeremías 29:13
Es muy fácil convertirse meramente en un seguidor de la doctrina, y perder de vista la realidad a la que apunta la doctrina. La mayoría de la gente tiene una doctrina en la que cree —por muy vagamente formulada que esté—, ya sea religiosa, espiritual, científica, política, social, financiera, o lo que sea. Les proporciona un marco cómodo en el que vivir. El misticismo también puede enfocarse como una doctrina, pero para el meditador sincero, la intención siempre es elevarse por encima de la doctrina y buscar la experiencia de la realidad. A veces, sin embargo, uno puede perderse en el camino y dar a la doctrina más importancia de la que le corresponde. La vida, sin embargo, tiene una forma de empujarnos, sacudirnos o catapultarnos del letargo espiritual a una percepción más inmediata de la realidad.
Estar cerca de un maestro espiritual y en su compañía es recibir un flujo continuo de inspiración espiritual. Su sabiduría espiritual, su enfoque y dedicación, su ejemplo, su forma de afrontar las dificultades de la vida, su sentido del humor y la risa y, sobre todo, la poderosa atmósfera de espiritualidad que le rodea, se combinan para elevar al alma anhelante sin que aparentemente sea necesario un pequeño esfuerzo. Tanto para el principiante como para el veterano puede parecer que no hay mejor lugar en el que estar, y puede que así sea. Sin embargo, tal proximidad tiene sus propios peligros, ya que el verdadero guía y maestro no es la forma humana física, por muy fascinante que sea, sino el espíritu sin forma y universal que habita en el interior y que impregna cada ser, cada forma, de hecho cada partícula de la creación. Centrarse demasiado en la forma humana del maestro puede distraer a la mente del espíritu universal y sin nombre que es la verdadera guía del alma: (…) Este espíritu universal que trasciende todas las doctrinas y religiones, místicas o no, y que es la herencia común de cada ser humano.
Como el propio Hazur Maharaj Ji escribió poco antes de morir, a un devoto discípulo que había pasado muchos años en su compañía personal:
Que tu amor a la forma culmine en el amor a lo sin forma.
Los místicos nos dicen con gran sencillez que la realidad superior es un espíritu trascendente, universal, ilimitado e inagotable, al que se refieren con muchos nombres, el más común de los cuales es “Dios”. Y como parte de este gran panorama, los místicos también observan que los seres humanos somos en realidad seres espirituales que nos hemos enredado en la existencia material.
Si están en lo cierto, el propósito de la vida está claro: redescubrir nuestra naturaleza espiritual innata y nuestra verdadera relación con lo divino. Esta es la realidad superior que buscamos y que todo lo abarca, la que dará sentido a la vida.
Desvelar esta realidad por nosotros mismos es el objetivo último de las muchas formas de práctica espiritual que se encuentran en todas las tradiciones religiosas y espirituales del mundo. En su forma más elevada, estas prácticas se conocen genéricamente como meditación o contemplación. Por estos medios, redescubrimos lentamente nuestra espiritualidad inherente y, al mismo tiempo, desarrollamos una comprensión cada vez mayor de su naturaleza universal.
Y parte de esta comprensión es que el propósito de la vida es, en efecto, la búsqueda de la felicidad, pero de una felicidad superior a la que se encuentra en las cosas y actividades externas y materiales, incluso cuando estas sean de naturaleza elevada o noble. Porque llegamos a entender que el espíritu en sí mismo es pura felicidad, dicha, belleza y amor, tanto dentro de nosotros como a nuestro alrededor, y que cuanto más tenemos experiencia de nosotros mismos como espíritu, más cerca nos sentimos de lo divino, la fuente de toda alegría.
Es así como comprendemos que la búsqueda de la felicidad en la existencia material es en realidad un anhelo mal dirigido y confundido de la dicha y el gozo espirituales que le pertenecen por naturaleza a nuestro ser más profundo.
Extractos del libro Awareness of the Divine