Reír y sonreír iluminan la vida
Son muchos los caminos que nos conducen hacia lo divino. Yo he elegido los del canto, la danza y la risa.
Jalal ad-Din Rumi
Vemos a un amigo que camina hacia nosotros por la acera y las comisuras de nuestros labios se elevan. Un niño nos da flores y no podemos evitar sonreír. Un amigo nos gasta una broma bien intencionada. Caemos por completo en una broma tonta que nos gastan el Día de los Inocentes y sacudimos la cabeza y sonreímos ante nuestro propio error. Alguien dice o hace algo que nos hace gracia, y nos reímos en voz alta por razones que no podemos explicar.
Gracias a Dios son muchas las excusas que tenemos tanto para reír como para sonreír, porque ambas nos iluminan la vida: las preocupaciones desaparecen, aunque solo sea por unos pocos minutos, un momento tenso se vuelve menos tenso, sentimos esperanza, conexión y positividad, y nuestros corazones se alegran a medida que estas cualidades se van arraigando en nosotros. Nos cuesta menos aceptar y juzgamos con menos dureza. Compartir risas une a las personas y fortalece las relaciones.
Son muchas las razones que explican por qué abordar la vida de una manera alegre es lo correcto. Un enfoque alegre de la vida, nos proporciona un remedio natural para el estrés, la depresión y la ansiedad. Cuando nuestro estado de ánimo mejora, estimula el sistema inmunológico y se producen analgésicos naturales. La risa mejora el flujo sanguíneo y es beneficiosa para todos los órganos. La sonrisa no solo mejora nuestro estado de ánimo sino también el de los demás; todos sabemos que la sonrisa es contagiosa.
Científicos, maestros espirituales y nuestra propia experiencia nos enseñan que el simple acto de sonreír puede cambiar nuestro mundo: el cerebro envía señales que dicen “sé feliz” al liberar neuropéptidos (pequeñas moléculas que permiten a las neuronas comunicarse) que ayudan a combatir el estrés; las hormonas y neurotransmisores que nos hacen sentir bien (moléculas mensajeras) se activan; la frecuencia cardíaca y la presión arterial disminuyen y nos relajamos.
Sin embargo, a veces estamos lejos de sentir alegría porque tenemos una pena, un dolor profundo. Es natural. No tenemos por qué estar siempre sonriendo. A veces, necesitamos darnos permiso para sentirnos mal o para lamentarnos…, ya llegarán las sonrisas; recordarlo es parte esencial en la sanación del dolor.
Aun así, gran parte de nuestra vida transcurre entre rutinas y los ritmos del día a día: trabajo, escuela, familia, amigos, quehaceres, recados, citas, etc. Dentro de estos ciclos cotidianos, una actitud alegre puede añadir un toque de dulzura, ¿por qué no? El caudal del río puede aumentar, el vuelo no despegar o la electricidad fallar. ¿Qué podemos hacer nosotros? Nada, a menos que seamos hidrólogos, pilotos o electricistas. Gran parte de la vida escapa a nuestro control; podemos elegir preocuparnos o podemos elegir aceptar, y si la aceptación viene con una sonrisa, mejor. Qué manera tan bonita de hacer que nuestros días sean más felices y fáciles.
Pero tenemos otra respuesta importante a la pregunta: ¿Por qué tener un corazón alegre? Como nos decía Rumi, tener un corazón alegre (elegir el camino del canto, la danza y la risa) es una forma de acercarnos a nuestro Creador. No tenemos por qué cantar o bailar literalmente, aunque ¿por qué no? La risa es, sin duda, esencial en nuestro camino hacia lo divino. Las imágenes del Buda riendo, de los maestros espirituales vivos, que sonríen de una forma tan hermosa y con tanta frecuencia, y las de los sabios de cada tradición, nos recuerdan que viven con un espíritu alegre, aunque estén en un mundo lleno de penas. El paso del tiempo, el giro de las galaxias, el ir y venir de la vida… son tantas las cosas que no están en nuestras manos, que ¿por qué preocuparnos por lo que no podemos cambiar? En lugar de eso lo que sí podemos hacer es adaptarnos a los inevitables altibajos de la vida, cambiando nosotros mismos o cambiando nuestra actitud y, al hacerlo, liberarnos de cargas. Algunas de esas cargas son mochilas pesadas que llevamos sobre los hombros, y el dolor de hacerlo es agotador. Llenamos esas mochilas de piedras al juzgar personas y situaciones, pensando que sabemos más de lo que realmente sabemos, cuando la verdad es que muy a menudo no tenemos ni idea.
¿Podemos saber algo con tanta certeza que cambiar de opinión sea incorrecto e impensable? Bueno, tal vez sepamos que el sol sale por el este y se pone por el oeste cada día, pero luego escuchamos que los astronautas que viajan alrededor de la Tierra, en la Estación Espacial Internacional, ven quince o dieciséis amaneceres y atardeceres cada veinticuatro horas. Su perspectiva es diferente a la nuestra. Pensamos que el tiempo es un concepto en nuestras mentes para después aprender que está alterado por la gravedad. Al tocar la mano de un amigo estamos seguros de que eso es lo que estamos haciendo, hasta que descubrimos que los electrones de nuestras manos se repelen entre sí, y de que todo lo que podemos hacer es acercarnos a la mano de otro y experimentar la gran ilusión del tacto creada por nuestro cerebro.
Usando un ejemplo más práctico, solemos pensar que nos conocemos a nosotros mismos y a los demás, emitimos juicios y formamos opiniones para después ver como nuestro mundo se tambalea al obtener información que cambia por completo nuestra perspectiva: el hombre al que considerábamos impasible está sufriendo por una pérdida trágica; la mujer a la que creíamos amable, a puerta cerrada, tiene un carácter violento. A medida que aprendemos, y de mil maneras diferentes, vamos ajustando tanto pensamientos como sentimientos. Filósofos y sabios de todos los tiempos han remarcado que si lo supiéramos todo de los demás, lo perdonaríamos todo. Incluyéndonos a nosotros mismos.
De todos es conocida la famosa frase de Sócrates:
Solo sé una cosa: que no sé nada.
A medida que entendemos que realmente no sabemos nada, nuestros juicios y expectativas empiezan a desvanecerse. Nuestra mente se tranquiliza, nuestro corazón se ablanda, nuestro espíritu se eleva. ¿Por qué no relajarnos, cantar, bailar y reír en nuestro camino de regreso a casa? El Creador es el que tiene el control.
Why Do The Right Thing?