El satsang nos revitaliza
Lo más importante en el satsang es que cuando salgamos, estemos llenos de amor y devoción y disfrutemos de esa dicha y de la atmósfera que creamos, lo que debería inducirnos a volver a casa y practicar nuestra meditación. Ese es el ambiente que debemos crear en satsang.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. III
En el Bhagavad Gita, en la sección conocida como el ‘Udhav Gita’, el Señor Krishna comparte con su amigo Udhav enseñanzas espirituales de gran profundidad. En estas enseñanzas, Krishna le revela los secretos para alcanzar la iluminación espiritual. Le dice:
Oh Udhav, ni el yoga, ni la amistad, ni el conocimiento, ni el estudio de las escrituras, ni la renuncia, ni la caridad, ni el trabajo social, ni la adoración ritualista, ni el peregrinaje, ni el ayuno, ni ningún otro medio consiguen que tengas la mente bajo control, ni que incrementes tu amor por mí como lo puede hacer la compañía de mis sinceros devotos.
En su conversación con Udhav, el Señor Krishna explica que, aunque prácticas como el yoga y el estudio de las escrituras son valiosas, el camino más efectivo para cultivar el amor divino es la asociación con personas devotas. Este es el secreto del crecimiento espiritual. Lo esencial de esto radica en reconocer el poder del satsang, cuyo significado es “asociación con la verdad”, y el maestro espiritual vivo es la encarnación de esa verdad.
Cuando se enciende un fuego por primera vez, la llama necesita atención y cuidado para no apagarse. De manera similar, la espiritualidad interior es como una pequeña llama: frágil y vulnerable en sus comienzos. Así como el viento puede extinguir un fuego recién encendido, los desafíos de la vida pueden desviar o apagar la débil chispa interior de nuestra espiritualidad.
Un maestro espiritual es nuestro guardián y nos ayuda a proteger esa chispa interior. Él nos ofrece guía y apoyo para mantenerla viva y fuerte. A través del satsang, o reunión espiritual, el maestro proporciona un escudo protector alrededor de nuestra chispa interior para preservarla.
El satsang nos acerca a la verdad y nos ayuda a comprender el propósito de la vida. Fomenta el amor y la armonía en la comunidad, recordándonos que todos somos parte del mismo rebaño, guiados por un mismo maestro que nos ama y cuida a cada uno por igual. El satsang es una escuela de espiritualidad, que tiene la particularidad de estar dirigida por un alma realizada: un maestro espiritual que es uno con Dios.
En el satsang aprendemos sobre nuestra verdadera naturaleza y meta en la vida. Descubrimos cuál es nuestra relación con el Creador y cómo regresar a él. Comprendemos de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos. Es un amparo disponible cada semana —o con la frecuencia con la que asistamos— donde nos reunimos para escuchar, aprender y absorber la atmósfera de paz y amor que podemos llevar con nosotros.
A continuación, se cita un fragmento de un poema de Mira Bai sobre el satsang, el cual nos invita a reflexionar sobre su profundo significado. Mira Bai fue una princesa del siglo XVI, originaria del reino Rajput de Mewar. Su gurú, Ravidas, era un humilde zapatero, lo que generó la desaprobación de la corte real. Sin embargo, ella mantuvo firme su devoción hacia él. La fe inquebrantable de Mira Bai, su valentía al desafiar las expectativas sociales y su profunda conexión con lo divino hicieron que la gente la reconociera como una santa.
Prueba el néctar del satsang, oh amigo,
saborea el elixir del satsang,
al principio sabe fuerte y amargo,
pero pronto, como el mango,
se vuelve jugoso y dulce.
Mira Bai anima a su amigo a experimentar la belleza del satsang. Compara esta experiencia con el sabor del néctar o de un elixir especial. Nos da a entender que al principio el satsang puede parecer difícil o incómodo, como un sabor amargo o punzante. Pero a medida que continuamos asistiendo al satsang de manera regular y comprendemos el camino espiritual, se vuelve cada vez más placentero, como un mango que comienza siendo ácido, pero se vuelve jugoso y dulce. En pocas palabras, Mira Bai nos está diciendo que aceptemos los desafíos iniciales del satsang, porque nos conducen a una experiencia hermosa y gratificante que nos acerca a la dicha espiritual.
La atmósfera del satsang es única, y todos se benefician de ella, incluso aquellos que se encuentran en un estado mental negativo. En el libro Discursos espirituales, vol. II, Hazur Maharaj Ji dice: “En el satsang de los maestros no recibimos más que beneficios y bendiciones; es impensable que haya pérdidas”.
Él solía usar la analogía de un jardín de flores para explicar los beneficios del satsang, diciendo que si un ciego va a un jardín no podrá gozar de la belleza de las flores, pero con toda certeza disfrutará de la fragancia, que calmará su mente turbada. En efecto, los seres humanos, que sufrimos la negatividad de la mente, necesitamos las palabras reconfortantes de consuelo y ánimo del maestro. Su dulce y melodiosa voz, así como su presencia física, nos traen paz y calma, y generan una atmósfera de amor en nosotros.
Debemos intentar mantener esa atmósfera de amor y devoción a nuestro alrededor, y debemos procurar vivir en ella. Si nos alejamos de esa atmósfera, la mente nos arrastra de nuevo a los pensamientos mundanos. Crear esa atmósfera es esencial para la meditación. En el libro Muere para vivir, Hazur Maharaj Ji cita al Gran Maestro a propósito del satsang, y dice:
El Gran Maestro solía llamar a esa atmósfera de la meditación [que creamos a través de la lectura de libros, reuniéndonos con buenos satsanguis y asistiendo al satsang] una valla alrededor de la cosecha. Las cosechas pueden crecer sin una valla, pero siempre existe el peligro de que alguien arruine la cosecha si no está protegida. Así que tenemos que proteger cualquier meditación que hagamos, manteniendo esa atmósfera de amor y devoción a nuestro alrededor.
Los maestros de Sant Mat suelen describir este mundo como un profundo y peligroso océano en el que nosotros, las almas luchadoras, intentamos llegar de una orilla a otra, siendo zarandeados de un lado a otro por sus embravecidas olas. En Perspectivas espirituales, vol. III, Hazur Maharaj Ji describe el satsang como una gran ancla en medio de la turbulencia de nuestras mentes. Dice:
Verás, si estamos en un barco en medio de una tormenta y alcanzamos la orilla, nos sentimos muy aliviados. Todos estamos en la tormenta de nuestra mente, y cuando asistimos a los satsangs de los místicos nos damos cuenta de que podemos llegar a la orilla. ¡Qué aliviados nos sentimos! El satsang es una gran ancla.
En términos sencillos, asistir al satsang nos ayuda a mantener la mente enfocada durante la meditación, evitando que nos distraigamos fácilmente o que nos apartemos del camino. Además, nos guía para ser mejores personas en nuestra vida diaria, previniéndonos de comportamientos equivocados. Escuchar acerca del Señor es una gran fuente de consuelo para nosotros en este tormentoso océano del mundo, y a través del satsang podemos encontrar paz y serenidad.
El relato sobre la transformación de Vailía en el santo Valmiki, nos conecta con la importancia de asistir al satsang. Nos muestra cómo la influencia de un sabio iluminado puede conducir a grandes y significativos cambios en la vida de una persona. El sabio Valmiki es una figura central en el hinduismo. Es conocido sobre todo por componer el poema sánscrito titulado Ramayana, uno de los más grandes clásicos de la literatura hindú, que narra la historia de Rama y enseña lecciones espirituales y éticas al pueblo.
La transformación de Vailía en el santo Valmiki es la siguiente: la vida de Vailía estaba marcada por la violencia y actividades criminales. Era un ladrón temido por todos aquellos que se cruzaban en su camino. Sus acciones eran temerarias, y no dudaba en robar o matar a viajeros inocentes. Un día, Narada Muni conocido por su sabiduría y devoción, y considerado uno de los más grandes devotos del hinduismo, visitó el pueblo de Vailía. La llegada de Narada Muni causó gran expectación entre los aldeanos, que se reunieron a su alrededor en busca de guía y bendiciones. Vailía, intrigado por la agitación que despertaba la reunión -el satsang- con Narada Muni, decidió acercarse y hacerle una pregunta a él.
Se sintió atraído por el sabio debido a la serenidad y sabiduría que transmitía. Vailía, con un sentimiento de culpabilidad en su corazón, le hizo la siguiente pregunta al sabio: “¿Hay alguna esperanza para una persona como yo, que ha cometido tantos pecados?”. Narada Muni, dándose cuenta de la sinceridad de Vailía, decidió guiarlo. Le respondió: “Aquellos para quienes cometes estos pecados, es decir, tu esposa y tus hijos, ¿estarían dispuestos a compartir parte de tus pecados?”. Esta pregunta hizo que Vailía reflexionara profundamente. Se dio cuenta de que sus acciones no solo le perjudicaban a él mismo y a los demás, sino también a su propia familia.
Lleno de culpa y con deseo de redención, Vailía corrió a su hogar para preguntar a su esposa e hijos si estaban dispuestos a compartir el peso de sus pecados. Se sorprendió cuando ellos se negaron. Comenzó entonces a preocuparse seriamente por todas las malas acciones que había cometido. Este rechazo, proveniente de su propia familia, fue una llamada de atención. Abatido por el remordimiento, tomó una decisión que cambiaría su vida: abandonar su vida de delincuencia y seguir el sendero de la espiritualidad.
Vailía buscó la guía de Narada Muni, comenzó a asistir al satsang y a pasar tiempo en la compañía del sabio. Así, experimentó una profunda transformación. Dedicó su vida a la meditación, la devoción y la autodisciplina. Este cambio tan profundo ocurrió gracias a haber asistido a un solo satsang. Su curiosidad inicial, motivada por la expectativa que causó el sabio en el pueblo, lo llevó a formular aquella pregunta sobre sus pecados.
En resumen, el recorrido de Vailía —de criminal a devoto— nos enseña que la compañía de personas sabias y espirituales, y la asistencia al satsang, pueden transformar por completo a una persona. Incluso las personas con el corazón más endurecido pueden despertar su potencial interior y convertirse en mejores seres humanos. Los santos nos enseñan que escuchar una sola palabra de verdad en el satsang puede cambiar nuestras vidas para siempre. Y eso fue exactamente lo que le ocurrió a Vailía.
Asistir al satsang trae enormes beneficios, incluso cuando el maestro no está presente físicamente. El satsang y la meditación van de la mano. Cuando nos reunimos en satsang, aunque el maestro no esté físicamente con nosotros, su presencia espiritual permanece. Como dijo Cristo (Mateo 18:20):
Porque donde se reúnan dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Así, cuando nos reunimos en nombre del Señor o del maestro, él está espiritualmente presente entre nosotros. He aquí dos razones fundamentales para asistir al satsang, incluso sin la presencia física del maestro:
Primero: las reuniones de satsang tienen un efecto purificador en la mente. En nuestra vida cotidiana, alejados del satsang, nuestras mentes tienden a perderse en pensamientos mundanos. A veces olvidamos al maestro, sus enseñanzas, y nos volvemos perezosos con nuestra meditación. Pero tan pronto como asistimos al satsang, volvemos a encontrar inspiración. El satsang nos revitaliza, fortalece nuestra fuerza de voluntad y nos ayuda a retomar el camino. Este es el efecto inmediato de asistir al satsang. Ya sea que el maestro esté presente o no, asistir regularmente al satsang ayuda a mantener la continuidad de nuestra práctica espiritual. Nos ayuda a estar conectados y comprometidos con nuestro viaje espiritual.
Segundo: el satsang proporciona una atmósfera de apoyo, donde personas con aspiraciones similares se reúnen y reflexionan sobre las enseñanzas del maestro. Incluso sin la presencia física del maestro, estar en la compañía de otros buscadores crea un sentido de pertenencia y comunidad. Es una fuente de inspiración y motivación. Nuestra participación en el satsang no debe depender de si el maestro está o no presente. Si creemos que él está en todas partes, también debemos creer que está con nosotros cuando nos reunimos en su nombre.
El maestro a través del satsang también nos infunde disciplina. Si no podemos comprometernos a dedicar cuarenta y cinco minutos o treinta minutos al satsang para inspirarnos, ¿cómo podemos esperar dedicar tiempo a la meditación? El satsang nos entrena: al sentarnos en silencio aprendemos a estar quietos, lo cual es fundamental para la meditación. Todos los maestros han subrayado la necesidad de la meditación por encima de cualquier otra consideración. Cada carta de un maestro a sus discípulos enfatiza la necesidad de la meditación diaria. Sin ella, seguimos atrapados en el ciclo de nacimientos y muertes. El satsang nos ayuda a mantener esta práctica, aportando disciplina y constancia a nuestra vida espiritual.
A veces decimos: “Hoy no voy al satsang, pero meditaré en ese tiempo”. El satsang y la meditación son como las dos ruedas de un carro: ambos son necesarios para avanzar hacia la meta. Al asistir al satsang, fortalecemos nuestra práctica regular de meditación. El satsang es un recurso invaluable para nosotros y, muchas veces, aun cuando tenemos las sesiones de satsang a la vuelta de casa, la pereza nos impide aprovecharlo.
En Dera, las personas de las aldeas remotas caminan toda la noche con temperaturas bajo cero para llegar al satsang a la mañana siguiente. Llevan algo de pan seco y una manta para cubrirse, y cantan shabads durante el camino. Llegan a Dera horas antes de que comience el satsang, se lavan y esperan ansiosos el darshan del maestro. A veces, ni siquiera hay certeza de que el maestro estará presente. Aun así, hacen el esfuerzo de ir y asistir al satsang. Esa dedicación es un acto de amor y devoción.
Hazur Maharaj Ji dice en Discursos espirituales, vol. II, citando a Gurú Nanak Sahib: “observa cuidadosamente toda la creación. Nada es digno de tu amor, devoción o amistad, a excepción del único Dios. Nos percatamos de esto después de asistir al satsang de los maestros y pasar algún tiempo en su compañía”.
Es frecuentando la compañía de los santos como se despierta en nuestro interior el verdadero amor por el Señor y el anhelo por encontrarle. El conocido dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, refleja la importancia del satsang en nuestras vidas. La compañía moldea nuestro carácter. Así como la cercanía con personas nocivas puede desviarnos, la compañía de los santos nos eleva.
El satsang es la herramienta más accesible para orientarnos hacia la iluminación. Quizá no produzca un cambio instantáneo, pero poco a poco nos ayuda a convertirnos en mejores personas. Nadie es perfecto, todos cometemos errores. El satsang nos enseña a mejorar cada día, a medida que la disciplina de la meditación purifica nuestra mente. No es fácil encontrar a Dios. Es un proceso por el cual retiramos la atención del mundo exterior para concentrarnos en el interior. Así pues, para inspirarnos, darnos fortaleza y ayudarnos a mantener nuestra meta espiritual a la vista, los santos nos ofrecen el hermoso regalo del satsang.
Para finalizar, veamos a través de la siguiente narración el poderoso efecto del satsang en nuestras vidas:
Un hombre que asistía regularmente al satsang le dijo a su amigo: “He estado yendo a satsang durante veinticinco años, y en todo ese tiempo habré escuchado unos dos o tres mil satsangs. Pero no recuerdo ninguno. Siento que estoy perdiendo el tiempo, y los oradores también”.
Su amigo le respondió: “Viví con mi madre durante treinta años. Ella cocinó entre treinta y cuarenta mil comidas, pero no recuerdo el menú de ninguna. Sin embargo, sé que todas me nutrieron y me dieron fuerza. Si no me hubiera alimentado, no estaría vivo. Del mismo modo, amigo mío, si no hubiera asistido al satsang, hoy estaría muerto espiritualmente”.
Eso es lo que significa asistir al satsang: nos mantiene vivos espiritualmente.