Un mantra para cruzar
Si tuvierais fe como un grano de mostaza,
podríais decir a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar”;
y os obedecería.
Lucas 17:6
Había una mujer que servía a un santo y que vivía frente a su casa, al otro lado del río. Le llevaba leche todos los días, y volvía a su casa después de escuchar su discurso.
En las zonas montañosas es costumbre construir puentes provisionales en invierno para cruzar sobre las corrientes. Los puentes se destruyen en verano, cuando la nieve se derrite y el río crece. Entonces ya no se puede cruzar el río de un lado al otro. El santo vivía en una de esas zonas.
La mujer había servido al santo durante algún tiempo. Un día, fue a verlo y le dijo: “Maestro, te he traído la leche todos los días, pero mañana destruirán el puente y ya no podré venir”.
Al escucharla, el santo le dio un mantra a la mujer y le dijo: “Recita este mantra y podrás caminar sobre el río igual que caminas sobre el puente”.
De modo que siguió llevándole la leche al santo.
Un sacerdote de un templo cercano escuchó hablar de los hechos milagrosos de la mujer.
La llamó y le preguntó: “¿Qué recitas para no hundirte?”. La mujer se lo contó.
Ahora bien, el poder de un mantra proviene del contacto con el poder de Dios, no de escribirlo o leerlo. Sin embargo, ¿cómo podía una persona enredada en rituales comprender esto? Totalmente decidido a probar el experimento, el sacerdote reunió a sus discípulos, se ató una cuerda a la cintura y les ordenó: “Por favor, si empiezo a hundirme, sacadme”. Apenas había entrado en el agua, cuando el sacerdote empezó a hundirse. Gritó aterrorizado: “Sacadme, sacadme”.
Los discípulos lo sacaron inmediatamente.
El éxito solo es cuestión de fe, mucho esfuerzo y, sobre todo, de la gracia del maestro. El maestro ayuda a los que tienen fe en él. Solo el Nombre que nos da un maestro perfecto tiene verdadero poder.
Cuentos del Oriente místico
En esta narración, constatamos el poder de la fe. Y a propósito de la fe, Hazur Maharaj Ji comenta en el libro Luz sobre San Mateo: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza’, es decir, si pudiéramos desarrollar un poco de fe –como un grano de mostaza– en el maestro, conseguiríamos tanto poder interiormente que podríamos mover montañas de un lugar a otro”.
Son las montañas de karmas que nos apartan de nuestro Creador las que podemos mover teniendo fe en la meditación. Con fe y confianza en el maestro podremos mover ese gran obstáculo que la mente ha interpuesto entre alma y Creador, podremos volver a él. Hazur Maharaj Ji comenta también en este pasaje, que los discípulos rezan todos los días sin tener la más mínima fe en que el Señor les está escuchando, o en que pueda concederles sus deseos. Efectivamente, nuestra fe es pequeña, nuestra fe es débil y nos sentamos a meditar con una visión muy limitada de lo que esta práctica significa. Muchísimas veces nos desanimamos y decimos: Maestro no puedo seguir adelante…, pero ¿qué nos responde el maestro? Si tuvieras una fe sincera en el maestro… Si tuvieras la firme creencia de que él te está dando toda la gracia que eres capaz de asimilar. Si cada vez que te sentaras a meditar, no pasaras por alto que él está ahí presente en tu interior, escuchándote y viendo la sinceridad de tu meditación… ¡Esa fe que nos une en íntima conexión con el maestro es lo que se necesita!
Sin embargo, infravaloramos el poder del maestro a través de los nombres que nos ha dado; esos nombres tienen la fuerza del maestro para llevarnos interiormente con él, y eso debe bastarnos. Ese debe ser suficiente incentivo para sentarnos cada día a meditar con entusiasmo y con una visión esperanzadora, pues todo el poder está con nosotros. Y si el poder del maestro es nuestro aliado, nada puede vencernos.
Además, la fe a la que el maestro se refiere debe estar en la práctica de la meditación y también en la vida diaria. Aferrándonos a los cinco nombres del maestro, podremos caminar por la vida sin que nos afecten las deficiencias, los imprevistos y las calamidades. Solo así podremos mantener la fe y la esperanza en todas las circunstancias de la vida.
… Antes de comenzar este sendero debemos encontrar al guía adecuado –un santo perfecto, un maestro verdadero–. Después, por diversos medios y especialmente por la meditación, debemos desarrollar fe y confianza en nuestro maestro. Esta relación de amor entre discípulo y maestro ocupa un lugar primordial en Sant Mat.
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