Creer, saber
Así también la fe, si no tiene obras,
es muerta en sí misma.
Santiago 2:17
Los místicos suelen establecer ciertos paralelismos para explicar lo imprescindible que resulta la experiencia personal, no solamente en un sendero espiritual sino en cualquier aspecto de la vida. Por ejemplo, planear un viaje fabuloso, tener el deseo y las ganas de llevarlo a cabo, disponer de la información, los planos y detalles y hacer la debida preparación no significa tener un conocimiento real del lugar que visitaremos, porque todavía nos falta llegar y tener la experiencia personal de ese destino. Igualmente ocurre en el sendero espiritual: inicialmente nos encontramos en el terreno de las ideas y de los conceptos, y la iniciación es el comienzo a partir del cual podemos llevar esos conceptos a la práctica y obtener –con la debida dedicación– la experiencia personal.
En este sentido, hay una conocida expresión del Gran Maestro, del libro Joyas espirituales, donde él dice: “… recibir el Nam significa más que si hubieras heredado un millón de dólares. Eres uno de los afortunados hijos de Sat Purush…”. La expresión de ‘afortunados’ utilizada por los maestros, es una expresión que proviene de algo que ellos saben y conocen con certeza, porque han alcanzado la madurez espiritual que les ha permitido recibir esa fortuna. Los santos han experimentado esa verdad, así lo expresan sus escritos, así lo demuestran sus ejemplares vidas, y su intención es alentarnos a que alcancemos también esa madurez.
Efectivamente, si estamos en este camino y tras los años seguimos perdidos en las opiniones, emociones, en las palabras y el análisis pero nuestras experiencias, nuestra firmeza al caminar el sendero no se ha forjado, entonces podemos preguntarnos: ¿qué estamos obteniendo de estas enseñanzas de Sant Mat? ¡No podemos quedarnos toda la vida en los conceptos!
Los místicos hacen hincapié en que no son las experiencias de los demás las que nos darán convencimiento y las que necesitamos, sino las propias. No es la experiencia del maestro, sus emociones, su felicidad, equilibro y paz lo que debe contentarnos, sino la que personalmente somos capaces de conseguir nosotros. El maestro puede ser muy sabio, pero eso no nos hace sabios a nosotros. Él puede ser la persona más equilibrada del planeta, pero es su equilibro personal, no el nuestro. Si nosotros caemos en el desaliento porque nos falta fuerza y equilibrio, el equilibrio del maestro no nos ayudará a retomar el control de una situación.
Los maestros están aquí para enseñarnos, ellos son ejemplos de humanidad; pero lo son por sus propios logros y realización espiritual. Cuando tenemos la suerte de conocerlos y nos relacionamos con ellos, nosotros también queremos ser igual que ellos. De ahí que como suele explicar Baba Ji, todo en la vida funciona en base a una necesidad. Primero tenemos que sentir la necesidad de querer cambiar, de ser mejores; sentir la necesidad de la espiritualidad como lo primordial en la vida, después es cuando consecuentemente podremos abordarla con el esfuerzo que requiere y cuando pasaremos a la acción.
En este sentido, en el Bhagavad Gita leemos como Arjuna le dice a su amado maestro Krishna: “Dices cosas muy grandes, lo explicas todo muy bien, pero todavía persisten dudas en mi mente, porque no he experimentado lo que explicas. ¿Por qué no me das alguna experiencia y así mis dudas desaparecerán?”.
Krishna respondió que así lo haría, e ipso facto su persona se hizo enorme, y miríadas de mundos comenzaron a girar a su alrededor. La escena fue aterradora y Arjuna pensó que se estaba volviendo loco. Atemorizado gritó: “Por favor, vuelve, vuelve a tu condición humana; tengo miedo”.
Krisna volvió a su forma humana y le dijo: “Sabía que no estabas preparado”.
Esta historia nos muestra que nuestras facultades limitan lo que somos capaces de entender. Nos dan una idea, un concepto acerca de la naturaleza de las cosas, pero no pueden transmitirnos la realidad. Nos dan únicamente un concepto. La realidad espiritual solo podremos conocerla una vez que nuestra conciencia tenga la capacidad para percibirla. Y esa capacidad solo puede desarrollarse mediante la práctica, la acción.
Esa necesidad de pasar a la acción, ese estimulo e interés por llevar nuestras creencias a la práctica –aquello que el maestro nos ha explicado, lo que hemos leído en los libros y que forma parte de nuestros conceptos–, tenemos que sentirlo con mucha fuerza para poder así realizar la práctica, sin desfallecimiento y con interés cada día de nuestras vidas. En el libro Meditación viva leemos:
Únicamente a través de la acción podremos experimentar cómo el sistema de los maestros Shabad nos puede ayudar a convertirnos en verdaderos seres humanos, obtener conocimiento directo del Ser interior inmortal y realizar la divinidad. Los maestros Shabad nos aseguran que si seguimos su método plenamente, pasaremos de un mundo de conceptos a uno de experiencia espiritual.
Baba Ji también nos recuerda la diferencia entre creer y saber. Ciertamente, el planteamiento entre creer y saber ha sido motivo de reflexión y debate durante siglos entre pensadores y filosóficos. Creer no es saber. Creer implica un nivel teórico y conceptual. Y como explican los maestros, nosotros tenemos muchas creencias, muchos conceptos, pero solo cuando llevamos esos conceptos a la práctica, entonces, sabemos, entonces tenemos la experiencia de la realidad. Precisamente, lo importante de las enseñanzas de Sant Mat es la posibilidad que nos ofrecen de lograr una experiencia personal de primera mano, una vez que ponemos en práctica aquello que creemos. No se trata de unas enseñanzas donde creemos a fe ciega, porque entonces equivaldrían a un dogma, un credo, y nada más lejos de esto, como dice el Gran Maestro en Joyas espirituales:
Sant Mat no es una religión, con ceremonias o rituales, ni tampoco una teoría o una fe ciega. Es una ciencia que conecta al alma con su fuente.
En relación con este punto, los maestros nos explican que la fe verdadera solo vendrá de la experiencia, y que es posible que ciertos aspectos del sendero no los comprendamos totalmente porque su naturaleza es algo que trasciende nuestra comprensión. Sin embargo, esto no contradice el hecho de que debemos procurar satisfacer nuestro intelecto hasta el punto que no suponga un obstáculo para nuestra práctica, y además debe proporcionarnos el suficiente estímulo para mantener el anhelo por alcanzar la verdad. El Gran Maestro explica en Joyas espirituales, que inicialmente debemos mantener ciertos planteamientos a modo de hipótesis para después verificar su realidad:
Sant Mat está basado en el verdadero conocimiento que estimula una sincera investigación. (…) Trata de verdades eternas que están más allá del alcance de la mente y del buddhi (intelecto), y por ello solo pueden ser debidamente comprendidas cuando un estudiante se interioriza y alcanza cierta perspectiva con experiencias espirituales personales. Para empezar te pide que aceptes algunos conceptos fundamentales, solamente a modo de hipótesis de trabajo (…) Hasta entonces tenemos que tener fe, pues si no el trabajo sería imposible. Si los grandes exploradores y aventureros del mundo, que ensancharon el horizonte de nuestro conocimiento, no hubiesen tenido fe en sus empresas, no habrían podido ser capaces de continuar…
Nos gusta que la convicción surja interiormente como resultado de la propia experiencia personal. Deja que el estudiante dedique el tiempo suficiente, y que trabaje como se ha prescrito. El resto vendrá por sí solo.
Los maestros de Sant Mat no nos piden que creamos a ciegas, por lo contrario, siempre nos animan a pasar a la acción para obtener la experiencia personal que nos sostendrá en la vida, no los conceptos. Nunca, en ningún sentido, deberíamos tomar la muleta de las palabras ni la de los conceptos, porque en algún momento se romperá; ¡que sean nuestras acciones las que hablen y nos sostengan!
Baba Ji nos recuerda que el maestro nos da su apoyo, sus consejos, pero no puede vivir por nosotros la espiritualidad. Es como el caso del niño al que sus padres matriculan en una buena escuela. El niño está inmerso en un ambiente propicio para sacar adelante su formación; la escuela es de muy buena reputación y los profesores son también buenos, pero es indispensable que él estudie.
El Gran Maestro solía dar el ejemplo referido a un estudiante que se dedicaba con esmero a sus estudios, de manera que cuando sus amigos le decían que saliera de fiesta con ellos, él se negaba porque entendía que ese era el tiempo para estudiar y obtener su graduación. Definitivamente, lo que el maestro resalta en este ejemplo es que el estudiante tiene muy clara cuál es su prioridad y, por eso, es capaz de asumir ese esfuerzo y disciplina en esta etapa de su vida. Igualmente tenemos que hacerlo nosotros, y eso implica renunciar a lo que no es necesario, a lo que compromete el sendero, porque como explica Baba Ji, esta forma humana, tras muchos nacimientos se nos ha dado para el propósito de realizar a Dios, para ser conscientes de la divinidad. Esta forma superior, que cuenta con la facultad del discernimiento –vivek–, es para que comprendamos la necesidad de dedicarnos prioritariamente a ese propósito superior.
En este sentido, hay un dicho muy apropiado de autor desconocido que expresa:
La ocasión es un pájaro
que se posa una sola vez en la rama.
Y en el libro Luz sobre Sant Mat leemos:
No todas las veces se puede nacer como ser humano, ni siempre resulta posible el contacto con un santo o un maestro perfecto. El nacimiento humano y el encuentro con el maestro son el premio de nuestras buenas acciones de vidas pasadas. Por consiguiente, aprovechemos al máximo esta oportunidad cultivando la devoción al Nam –Surat Shabd Yoga–, fundiendo el alma con el Shabad.
Si en lugar de ser estudiantes aplicados, priorizamos la vida social, económica y familiar, entonces no estamos aprovechando esta oportunidad. Y parece ser que eso es lo que estamos haciendo, porque continuamente olvidamos nuestra meta espiritual al involucrarnos excesivamente en el mundo. Tenemos tiempo para todo, pero para meditar… ¡Uf! Recordemos que la causa de Dios requiere tiempo y atención, cosas que solo en la forma humana nos ha sido dado administrar con responsabilidad.
¿Qué nos aportan las cosas del mundo para que continuamente sean el motivo por el que ponemos el trabajo espiritual en segundo plano? Tenemos que darnos cuenta de lo que es más importante…
En el libro Meditación viva leemos:
Nuestro verdadero ser no tiene límites. Pero hemos trasladado nuestra atención desde esa naturaleza absoluta y sin límites a la condición ordinaria, relativa y limitada de nuestras personalidades. Mientras mantengamos nuestra atención alejada de nuestra verdadera naturaleza, continuaremos viviendo en la dualidad, ignorantes del gozo interior que está a nuestro alcance.
Desperdiciamos nuestras vidas distraídos por el mundo y sus objetos. Una y otra vez, caemos bajo los encantos y las ilusiones del mundo material.
Hay una historia atribuida al místico sufí Rumi, en la que se explica que nuestra situación es parecida a la de un sirviente que un rey envía a un país para desempeñar una labor determinada. El sirviente va a ese país y hace muchas cosas asombrosas y maravillosas, y después vuelve con el rey. Ya de regreso en la corte, el rey le pregunta: “¿Realizaste la labor que te encomendé?”. El súbdito responde: “Su majestad, antes de nada permítame darle las gracias, conocí a una joven bellísima, me casé, tuve hijos, abrí una tienda…”. El rey lo interrumpe y le pregunta: “¿Pero qué pasó con la labor que te encomendé? ¿La hiciste o no la hiciste?”. A lo que el sirviente contesta: “Lo siento, mi señor, me olvidé…”. Y el rey lo interrumpe diciendo: “¿Cómo te pudiste olvidar de la única cosa que te mandé hacer?”.
Y en el libro Meditación viva continuamos leyendo:
A medida que pasa la vida y que los años transcurren, confundimos nuestras prioridades y nos distraemos con los asuntos del mundo, alejándonos más y más de nuestro objetivo espiritual. Pronto ya no podemos distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es. La meditación es esencial. Si nos olvidáramos de todo lo demás y recordáramos esta única cosa esencial, entonces todo iría bien en nuestra vida. Si hiciéramos otras mil cosas maravillosas y nos olvidáramos de esta única cosa esencial, entonces, al final de nuestras vidas, no habríamos hecho absolutamente nada.
De vez en cuando estaría más que bien que nos diéramos una sacudida y volviéramos a ordenar nuestras prioridades; lo cual hacemos perfectamente cuando ponemos ante nuestra vista el objetivo espiritual. Los maestros insisten en que debemos vivir esta vida lo mejor que podamos, sin necesidad de recluirnos ni volvernos ascetas; eso sí, pero sin olvidarnos nunca de nuestro objetivo, teniéndolo en mente, de manera que sea la brújula que oriente todos nuestros pensamientos y acciones. Entonces todo estará bien. La siguiente cita del libro Meditación viva, resume el aspecto de las prioridades:
Nuestras vidas reflejan nuestras prioridades. Nuestras acciones hablan más fuerte que nuestras palabras, pues todo lo que hacemos, lo hacemos de acuerdo a nuestras prioridades. La hora en que nos levantamos, lo que comemos, lo que pensamos, lo que hacemos y lo que nos abstenemos de hacer, todo proviene de nuestras prioridades. Por nuestras acciones, determinamos cuál es nuestra prioridad principal, y esto se convierte en lo más importante que queremos en la vida.
Nos llamamos iniciados en el sendero o discípulos del maestro. Pero recordando lo que decía Cristo, en el Evangelio de San Mateo: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?”, dice Jesús. Y Hazur Maharaj Ji comentando esta cita, según se recoge en el libro Luz sobre San Mateo, explica: “… mi única madre y hermanos son los que viven en la voluntad del Padre, los que siguen el sendero y están apegados al Shabad y Nam”.
Seguir su voluntad significa ‘seguir sus enseñanzas’. Y deberíamos estar agradecidos de haber recibido unas enseñanzas que nos ofrecen la posibilidad de comprobar por nosotros mismos nuestra fe o creencias. Porque eso es lo que nos sostendrá en la vida, y lo que nos hará comprender qué hacemos aquí y cuál es el sentido de la vida..
La meditación nos da la fortaleza para pasar por los altibajos de la vida con comprensión, para afrontar el karma de destino que a veces se nos hace tan incomprensible y difícil de soportar. Es nuestro apoyo para vivir la vida en su verdadera dimensión, con entendimiento y comprensión.
Cuando hayas contactado con esta forma interior, comprobarás que el maestro está presente en todas partes, y tu mente se hará tan fuerte, que apenas serás capaz de reprocharle sus faltas a los demás cuando las veas. Tu felicidad no dependerá de tu entorno. No estarás agitado por los altibajos del mundo.
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
Movido por la necesidad de revelarse,
la perla, pura y única en su esencia,
se convirtió en cielo y tierra.
Llevando el vestido de la razón y el intelecto,
nadie puede decir cómo el Amado,
que está más allá de la razón e intelecto,
vino a habitar en el mundo del ‘cómo’
y el ‘porqué’.
Mohammad Shirin Maghribi, del libro Sultán Bahu
El maestro está en el mundo para bien y guía,
ya que sin un maestro, ¿quién nos enseñaría?
Al hombre solo le puede enseñar otro hombre.
El maestro es desinteresado, sin prejuicios,
desea nuestro bien y es nuestro benefactor.
Está con nosotros en este mundo, en las regiones
espirituales e incluso en la corte del Altísimo;
pero esto solo lo podemos experimentar cuando
se retira el velo de la mente.
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
La Verdad, o Shabad, no se puede conseguir
mediante la lógica o el intelecto. El camino
del intelecto no nos lleva más allá del plano
mental. El camino para ir más allá de la mente,
y lograr acceder a la percepción directa o a la
experiencia espiritual de la realidad, es
parar las corrientes del pensamiento
mediante la práctica de la meditación,
con amor y devoción.
Meditación viva