Necesidad de paz interior
Busca el sonido que dura siempre.
Busca el sol que nunca se pone.
Maulana Rum, del libro Sultán Bahu
Si echamos un vistazo a la creación y a la condición de la vida de las personas, nos damos cuenta de que todo el mundo carece de paz duradera. Es decir, no encontramos un estado de satisfacción o de estar bien con nosotros mismos que nos estabilice de forma permanente. Nuestros estados de ánimo son muy cambiantes. Esto se debe, según nos explican los maestros espirituales, a que nuestro destino está gobernado por la ley de causa y efecto; por los karmas. Los resultados de las acciones que hemos realizado en el pasado los recibimos en esta vida como efectos, que se manifiestan en situaciones, condiciones, encuentros, vivencias: fáciles, agradables, muchas otras difíciles, desagradables, dolorosas… De ahí que la vida de nadie es un infierno ni tampoco un paraíso, es una continuidad de causas y efectos que se suceden, sin embargo no encontramos esa estabilidad y paz que tanto ansiamos. Hazur Maharaj Ji dice en el libro Luz divina:
… Los cimientos del mundo descansan sobre karmas buenos y malos (…) Si solo tuviéramos karmas buenos en nuestra cuenta, estaríamos gozando los placeres de algún cielo o paraíso. Si nuestra cuenta hubiera estado enteramente ennegrecida con acciones malas, entonces estaríamos sufriendo las torturas de algún infierno. La mezcla de karmas buenos y karmas malos hace que estemos aquí en este mundo.
… Vemos, pues, que en este mundo jamás ha habido paz completa, ni nunca la habrá. (…) el placer y el dolor persistirán en tanto estemos en el cuerpo físico.
A pesar de conocer el escenario en el que nos encontramos, seguimos buscando el ideal, la paz en el mundo, pero nunca la encontraremos porque no se encuentra en él. Para ilustrar este aspecto, viene al caso recordar el apuro de un hombre que perdió la llave de su casa. Y dice así:
Una noche, un hombre regresó a su casa y encontró a un vecino debajo de una farola buscando algo afanosamente.
“¿Qué te ocurre?”, preguntó el recién llegado. “He perdido mi llave y no puedo entrar en casa”, contestó este. “Yo te ayudaré a buscarla”, dijo el hombre.
Al cabo de un rato de buscar ambos concienzudamente por los alrededores de la farola, el buen vecino preguntó: “¿Estás seguro de haber perdido la llave aquí?”.
“No, perdí la llave allí”, contestó el aludido, señalando hacia un oscuro rincón de la calle. “Entonces, ¿qué haces buscándola debajo de esta farola?”. Dijo el vecino que le había ayudado, muy sorprendido.
“Es que aquí hay más luz”, contestó el preocupado dueño de la casa.
Justamente, esta anécdota ilustra nuestra búsqueda equivocada: nos fascinan los atractivos fáciles y deslumbrantes del mundo, buscamos ese placer fácil que aparenta ser brillante aunque superficial, y nos perdemos en él. De algún modo, pensamos que la vida es una especie de fiesta, de lugar donde hemos venido a disfrutar. Pero ¿qué pasa cuando viene el tiempo del sufrimiento que ocasiona la pérdida, la enfermedad, la muerte…? Si alguien estuviera amenazado de una tormenta, ¿no buscaría refugiarse en algún lugar? Los santos comparan este mundo con un océano en el que todos nos estamos ahogando y donde nadie está a salvo, pero nosotros no tenemos esa percepción, no lo vemos así. Por eso continuamos buscando fuera y como consecuencia sufriendo. El Gran Maestro, dice en Joyas espirituales:
El mundo es una espesa selva, densamente poblada, donde todos han perdido su camino, y se encuentran corriendo incesantemente y sin objetivo, vida tras vida, acosados por las cinco pasiones: la lujuria, la avaricia, la cólera, el apego y el orgullo. Lo más notable de estas pasiones es que la gente se relaciona con ellas alegremente, a sabiendas de que el resultado de esta asociación es el sufrimiento, y no tienen el valor para alejarse de ellas. Toman el veneno y lloran, y vuelven a tomarlo de nuevo.
Afortunado es quien empieza a comprender el juego de estas pasiones; más afortunado el que trata de separarse de ellas, y el más afortunado de todos es quien encuentra a un maestro y guía que le pone en el sendero de la corriente del sonido, le saca de este desierto y le conduce a su eterna morada de paz y felicidad en Sach Khand.
La vida tiene un significado y propósito mayor que el que le damos. Los maestros nos enseñan que así como es parte de la misma naturaleza del mundo el estar cambiando constantemente, de la misma manera, es nuestro privilegio, como seres humanos, el experimentar la naturaleza inmortal, inmutable y dichosa de nuestro propio Ser verdadero.
Reflexionemos ahora sobre nosotros como satsanguis o seguidores de las enseñanzas de Sant Mat. ¿Quién de nosotros puede decir que su equilibrio depende principalmente de su estado interior en la meditación o de su fusión consciente con el Shabad? No es cierto que busquemos la felicidad en el interior, todavía seguimos obteniéndola de la familia, dinero, posesión, reconocimiento, vida social, profesión… Lleva tiempo aprender a canalizar la atención y lograr transferirla del exterior al interior; de ahí la importancia de la meditación, de la interiorización y definitivamente de la experiencia.
Nos empieza a fallar o faltar algo y nuestra vida se desmorona, y nos caemos como las fichas de un dominó. Ahí es donde podemos darnos cuenta de cuán necesario es conseguir la estabilidad y la dependencia de la práctica interior de la meditación. ¡Qué nuestra fuerza y alegría en la vida vengan de cómo nos va en el interior: de la relación con el maestro interior, de la dosis de paz y audición del sonido, y no de cuánto o qué nos funciona en el mundo! El Gran Maestro, en Joyas espirituales dice.
Deseo que todos los que han recibido la iniciación puedan entrar dentro del centro del ojo, convertirse en los moradores de las hermosas mansiones que el Creador ha hecho para todos, y ser dueños de estas por derecho propio. (…) la mente puede ser entrenada para mantenerse en el centro del ojo y gozar de esa dulzura y felicidad que no ha experimentado antes.
Hasta que no encontremos a alguien que nos ayude a ver claramente que estamos buscando esa paz en un lugar equivocado, y nos eche una mano para salir de la trampa en la que nosotros mismos nos hemos encerrado, seguiremos con un enfoque equivocado y dirigido a los placeres y banalidades de este mundo. Es cierto que tenemos cierta comprensión: creemos entender el karma, somos conscientes de la temporalidad de los acontecimientos y de las cosas y sabemos que el apego a los seres del mundo conlleva sufrimiento, pero como suele explicar el maestro, tener más información no implica necesariamente actuar correctamente.
En el libro Meditación viva, leemos:
La meditación es la manera de darse cuenta de la naturaleza pasajera y transitoria de la vida humana, de todos nuestros apegos, de nuestros afanes e incluso de la vida misma.
La meditación es lo que aparta el velo de la ilusión, quita la confusión, aclara nuestra visión y nos otorga la comprensión de que no vale la pena seguir atrapados en este mundo. Igualmente cierto es, que sin meditación continúa la confusión.
Deberíamos dejar de vivir con una visión tan pobre de la vida, y entender que así nunca podremos satisfacer nuestra necesidad de paz y felicidad verdaderas. Mientras no nos encaminemos hacia el interior, habrá tristeza, estaremos incompletos, algo nos faltará y sentiremos un vacío en nuestro interior. Ese vacío que los místicos identifican con la oportunidad para buscar la Verdad.
Y así es, siempre cuando miramos a nuestros adentros y paramos nuestro ritmo de la vida, sentimos un vacío, una insatisfacción interior. Nuestras sonrisas y alegrías no pueden eternizarse, apenas duran momentos y pronto se ven ensombrecidas por la tristeza. Hoy las cosas van bien y, una y otra vez, caemos en la trampa de olvidarnos de que no durarán; nos absorbemos en esas vivencias placenteras y, entonces, viene el golpe del dolor y nos sacude hundiéndonos en la desesperación.
La cuestión es ¿quién nos quita ese dolor?, ¿quién conforta nuestro corazón?, ¿quién llena esa soledad que ni la mejor compañía de este mundo puede apartar de nuestro interior?
Nada ni nadie de este mundo puede proporcionarle solaz al alma; solamente cuando encontramos a un maestro espiritual y él nos da su compañía comenzamos a recibir el amor que nos aliviará y sustentará.
Hazur Maharaj Ji dice en Luz sobre Sant Mat:
El alma está en Dios y Dios en el alma. Pero la constatación de que nosotros estamos en Dios y de que Dios está en nosotros, solo se obtiene cuando podemos desarrollar esa visión mediante la gracia del maestro y la práctica de sus enseñanzas.
El amor de Dios que el maestro despierta en el discípulo es tan poderoso que atraviesa el obstáculo de la mente y llega hasta el alma. Es un amor que nada ni nadie de este mundo puede darnos. La esencia del alma es de la misma naturaleza que Dios, y solo lo que es de su misma esencia puede comprenderla y otorgarle la dicha suprema..
Recordemos unos fragmentos de un verso de Soami Ji, del libro Sar Bachan Poetry:
Fuera del agua el pez se retuerce de dolor
… ¡A quien le contaré el dolor de mi separación!;
nadie lo entiende.
… Solamente Radha Soami
me puede conceder su gracia,
solo él conoce los secretos de mi corazón,
él que todo lo sabe.
Un maestro conoce la situación en la que nos encontramos, él sabe lo que nos pasa, y nos lo ha dicho: el alma está hecha del Señor y hasta que no vuelva a él no encontrara paz ni felicidad. Como el pez sin estar en su medio se retuerce de dolor, igualmente nosotros sin el amor del maestro, sin dedicarnos en esta vida a la devoción a él, a sentir y vivir en su amor, estaremos afligidos, desconsolados y sentiremos soledad. No podremos apartar de nosotros ese sentimiento de estar separados del Ser al que verdaderamente pertenece nuestra alma. Este dolor, esta soledad que los seres humanos confundimos e intentamos llenar con las cosas del mundo, solo puede consolarse cuando empezamos a ocuparnos del alma mediante la devoción al maestro.
Continúa Soami Ji, en el mismo verso:
… Decididamente me he dedicado a su bhakti
cortando así infinidad de ataduras de mi mente.
… ¿Cómo describiría yo su ilimitada compasión?
Día a día recibo la dicha de una gracia única.
… Desde que me refugié en Radha Soami,
mi destino cambió a mejor.
Mi destino cambió a mejor. ¿Qué quiere decir a mejor? Es justo empezar a sentirnos a nosotros mismos y a vivir por lo que hemos venido a este mundo. Inmediatamente que tomamos esa dirección, sentimos de un modo u otro el beneficio, la plenitud de vivir por el objetivo de unirnos a Dios.
Hasta que encontramos a un maestro, nuestra vida es como un tren que siempre ha transitado por vías de segunda, que solo conducen a laberintos que no llevan a ninguna parte. Ahora el tren de nuestra vida está perfectamente orientado en la vía que conduce de vuelta a nuestro verdadero hogar, y en el viaje de regreso no para de sentirse la paz y la alegría del reencuentro. La paz por haber cortado definitivamente con esa búsqueda mundana protagonizada por la mente, que nos ha llevado en la dirección del placer cuyo precio es el dolor y el vacío, que solo ha consumido nuestra energía y nuestros días de esta preciosa y valiosa vida.
Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol III, dice:
… Ahora al menos sabemos en qué dirección ir. No estamos mirando la oscuridad. Obtendremos la verdadera felicidad cuando lleguemos a nuestra casa, pero solo saber la dirección y el camino que lleva de vuelta a casa nos hace felices. Cuanto más cerca estamos de nuestro destino, más felices nos sentimos.
Hazur Maharaj Ji, en una reunión de preguntas y respuestas el 13 de Octubre de 1988, cuando le preguntan sobre los resultados en la práctica de la meditación dice:
“Los resultados van y vienen. Muchas veces no has visto nada, pero te sientes tan feliz, tan en paz…, hay tanta alegría en tu interior que sientes el efecto de la meditación en ti. Te sientes desapegado de todo; empiezas a sentir el efecto de la meditación”.
“La meditación significa que estamos entrenando a la mente a ir al interior, adentro y hacia arriba. Estamos creando esa tendencia en la mente. Traerla de afuera hasta el centro del ojo. Ese es el propósito: crear esa tendencia”.
Hazur Maharaj Ji explica que todo consiste en invertir la tendencia, hacia ahí se orienta el trabajo en la meditación, no en otro tipo de resultados que queramos medir de alguna forma.
A continuación el discípulo pregunta: “¿Crear esa tendencia es importante de cara a cuando llegue la muerte para llevarnos al interior?”. Y el maestro enfatiza lo crucial que es invertir la atención respondiéndole:
“Es más que suficiente. Porque tu tendencia no está en el mundo, en la creación. Se trata de crear la tendencia hacia el interior y hacia arriba, y entonces no vuelves a esta creación”.
Y Hazur Maharaj Ji desarrolla un poco más su respuesta:
“Verás si no has logrado mucho progreso pero no tienes apegos, no volverás. Si por el contrario has hecho progreso pero estas apegado, volverás para pagar esos apegos”.
“El apego crea desapego. El desapego no crea apego. Esta es la diferencia entre el Vedanta y Sant Mat. Ellos abandonan hogar, familia, hijos, van a la jungla, se ocultan. Hay supresión y llega un momento que están más indefensos que incluso los seres humanos corrientes”.
“Sant Mat es muy diferente dice: ‘Apégate al Nam y automáticamente te desapegaras del resto”.
En el libro Luz divina leemos:
Las acciones, buenas o malas, nos mantienen atados al mundo de la ilusión; pero la devoción al elixir de la inmortalidad, que es el Nam, nos otorga para siempre la liberación de este mundo.
Cuando el Shabad penetra en lo más profundo de nuestro corazón, quedan saldadas todas nuestras cuentas kármicas. Estamos presos en nuestros cuerpos precisamente por causa de nuestros karmas. Sin embargo, los místicos nos explican que no importa lo grande que sea un montón de paja, pues una pequeña chispa de fuego lo reduce a cenizas en un instante. De la misma manera, nuestros karmas se eliminan por la práctica del Shabad.
Hazur Maharaj ji dice en Luz sobre Sant Mat:
… Los santos no eluden ni rechazan a los pecadores. Dicen: ‘No rechazamos a nadie. Sabemos que todos los seres son esencialmente puros, que son chispas de la divina fuente. La adicción al deleite sensual los ha vuelto impuros; pero el Nam los convertirá de nuevo en santos e inmaculados. Puede que esto no se consiga en una sola vida; puede que esto lleve dos o tres vidas; pero con certeza algún día serán uno con Dios’. Por esta razón los santos nos impulsan a que entreguemos nuestra mente con amor exclusivo.
Por tanto, si algo nos ha quedado claro tras esta lectura es que debemos hacer todo lo posible por vivir con la prioridad de ‘esa interiorización’, fomentándola con todas las formas que sepamos y que estén a nuestro alcance.
El maestro es el único puerto seguro y estable en la tempestad del océano de la vida, refugiémonos en él. Su amor no duele, solo reconforta, proporciona alegría y paz duraderas; lo que siempre hemos buscado, lo que siempre hemos necesitado y que nos devuelve a la realidad: al verdadero propósito de nuestra vida
Puedes traer madera de aquí y de allá
y apilarla en un montón.
Verás cómo un poco de fuego
lo reduce todo a cenizas.
Así de rápido se consume
el vasto almacén de nuestros karmas,
cuando los santos aplican al discípulo
la ardiente chispa del Shabad del Señor.
Gurú Ram Das, del libro Luz divina