No hay razón para preocuparse
No puedes alterar el curso de los
acontecimientos dictados por el destino. Sin
embargo, mediante la obediencia al maestro y
atendiendo a la meditación, permaneces feliz
y relajado mientras pasas a través de ellos.
Aceptas cuanto llega a tu camino como una
gracia del maestro. Él es ahora el timonel en
tu vida, que solo tiene tu felicidad y el mejor
interés en el corazón.
M. Charan Singh, Muere para vivir
En el libro Luz divina, Maharaj Charan Singh, le escribe a un discípulo:
En la vida de cada uno se presentan, en una u otra época, altibajos en los negocios o en los asuntos personales, o en ambas cosas al mismo tiempo. Son el resultado de nuestros propios karmas pasados y hay que hacerles frente con valentía y buen humor. Los tiempos cambian. Lo mismo que los días buenos no permanecen con nosotros para siempre, así también los malos pasan después de algún tiempo. No te preocupes. El Señor derramará su gracia. Tú haz sencillamente lo que puedas en las presentes circunstancias, y atiende a tu bhajan y simran regular y diariamente, con amor y fervor.
No conocemos la carta que llevó al maestro a dar esta respuesta. Pero podemos ver que la persona que la escribió, sin duda, estaba pasando por momentos de dificultad; por situaciones que en un momento u otro de nuestra vida todos sufrimos y que pueden hacernos caer en depresiones, o cuanto menos en ansiedades infinitas. Por esta razón, porque a todos nos afectan las dificultades en mayor o menor medida, si reflexionamos sobre la naturaleza de la preocupación aparecen estas preguntas: ¿Qué es lo que la ocasiona? y ¿por qué, la mayoría de las veces, nos obsesiona tanto…?
En esta carta, Hazur Maharaj Ji escribe: “No te preocupes. El Señor derramará su gracia”. No son simples palabras, es un consejo sabio que hay que recordar en esos momentos y no después de que hayamos perdido el equilibro y la paz. Teóricamente sabemos que la preocupación es perjudicial, sin embargo cada día nos preocupamos por algo, ya sea importante o no. Quién de nosotros no ha dicho alguna vez: “Uf, este dolor es terrible… ¿será debido a una grave enfermedad? o “seguro que este examen no lo aprobaré ¿y entonces qué estudiaré?” o tal vez, “no puedo afrontar este pago ¿qué voy a hacer ahora?, etc.
Veamos qué hay detrás de todo esto: Según la definición del diccionario, ‘preocuparse’, quiere decir: Producir intranquilidad, temor, angustia o inquietud por algo que ha ocurrido o va a ocurrir, de modo que se hace difícil admitir o pensar en otras cosas.
Temor, angustia, inquietud… ¿Sufrimos aún todas estas emociones a diario sin haber pensado en cómo resolverlas? ¿Es posible, que teniendo los sabios consejos del maestro a nuestro alcance, permitamos que cualquier cosa perturbe nuestro equilibro y rompa nuestra paz sin hacer caso de lo que él nos dice? Esa es la gran cuestión a resolver.
Como vemos, muchas veces es nuestro miedo al futuro, a algo que va a ocurrir, y otras nuestro pesar por el pasado, lo ya ocurrido, lo que hace difícil estar en paz con uno mismo. De esta manera el presente, ese momento que es el único que es nuestro, se nubla y olvidamos un talismán maravilloso que el maestro nos regaló en la iniciación para que lo usáramos continuamente: el simran. Precisamente nos lo dio para mantener la paz y la alegría en la mente. Además los maestros nos recuerdan que no vale la pena derramar ni una sola lágrima por nuestras aflicciones porque nada es verdadero y un día u otro todo pasará, como pasan las nubes. Hazur Maharaj Ji, escribe en Luz divina:
Lo mismo que los días buenos no permanecen con nosotros para siempre, así también los malos pasan después de algún tiempo. Y añade una vez más: No te preocupes. El Señor derramará su gracia.
Las preocupaciones no duran siempre, se producen para poder ajustar viejas situaciones kármicas y para hacernos más libres después de pasarlas. No deberíamos preocuparnos, porque incluso a lo que más tememos, la muerte, tenemos la promesa del maestro de que como iniciados de un maestro perfecto ya no tendremos que sentarnos ante Kal, el juez de la muerte, para dar cuenta de nuestros hechos. El maestro controla nuestro karma, y en todos los sentidos se ha hecho responsable ante Dios de llevarnos de vuelta a casa.
El milagro más maravilloso de esta creación es la misericordia de Dios para con el ser humano: es permitir que el maestro vele por la vida de su discípulo hasta tal punto que ya no dependa de la justicia ni del karma, sino tan solo de la compasión que le llega a través de su maestro. Precisamente, la máxima expresión de la misericordia y amor de Dios por nosotros es la iniciación de un maestro espiritual. Pero, ¿valoramos debidamente la iniciación…, entendemos su significado? Porque la iniciación significa ser conscientes de que no debemos seguir creando karmas para otras vidas; significa saber que estamos pagando las últimas cuentas con Kal y que, por la gracia de Dios, dependemos del maestro que es todo amor y no justicia. Por tanto, hay que tomar los altibajos de la vida de una manera más positiva y desapegada. Hay que preocuparse principalmente de atender nuestra práctica espiritual y actuar con honradez, dejando que todo se resuelva como está destinado, porque como dice Hazur Maharaj Ji: “El Señor derramará su gracia”. Es más, ya la ha derramado, solo tenemos que ser más perspicaces para ver dónde se encuentra, y así ampararnos en ella.
Los maestros nos explican muchas veces que nuestra vida fue planeada, hasta en el detalle más insignificante, antes de que nosotros naciéramos. Y eso implica que todo está destinado: el país donde nacemos, los padres que nos educan, los hermanos con los que hemos crecido, las escuelas a las que hemos asistido, los amigos, el esposo o esposa, los hijos que tenemos… Todo, absolutamente todo está destinado. Y la cuestión sobre la que los místicos quieren que recapacitemos (para que veamos qué poco sentido tiene preocuparse) es ver que si toda nuestra vida fue predeterminada antes de nuestro nacimiento, ¿qué porcentaje de libertad nos queda para decir que nosotros tenemos control sobre nuestras vidas?
Jesucristo nos dice en el Evangelio según San Mateo:
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? (6:27)
Hazur Maharaj Ji comenta este pasaje del Evangelio en el libro Luz sobre San Mateo, diciendo lo siguiente:
Incluso si deseáis todas las cosas mundanas, si día y noche estáis anhelando los bienes y logros del mundo, a pesar de todos vuestros esfuerzos no podréis añadir un codo, ni siquiera una coma a vuestro destino. Ya le pidáis al Padre, o dejéis de pedirle, os sucederá todo lo que os está destinado, todo lo que tenéis almacenado en los karmas de destino. No podéis ni añadirle ni restarle nada. Podéis estar preocupándoos, planeando y pidiéndole al Padre día y noche; pero solo ocurrirá lo que él quiera. Él os ha dado un determinado destino, un determinado papel que desempeñar en esta vida, y no podréis dejar de desempeñarlo”.
Pensemos un poco… En esta vida solo tenemos que jugar bien nuestro papel; somos hombres o mujeres debido a nuestro karma y nacemos en esta forma para realizar un destino específico. Hay que ser conscientes que no tenemos prácticamente ningún control de lo que pasa. Somos como marionetas, y así lo han expresado los místicos en numerosas ocasiones.
Seguir preocupándonos por lo que puede ocurrir o no en nuestras vidas es un gasto inútil de energía, porque no tenemos ningún poder para cambiarlas. Las cosas son y ocurren como están destinadas. Y además nuestras plegarias a Dios son egoístas, cuando pretendemos cambiar lo que no nos gusta en lugar de aceptarlo; son como la pataleta de un niño que no quiere tomarse su medicina porque está amarga. Pero justo cuando la tomamos, es cuando nos curamos. Debemos alentar nuestra fe en el maestro; no dañarla con juicios mentales que no nos corresponden. Así solo debilitamos nuestra fuerza interior, en vez de fortalecernos agarrándonos a él mediante el simran. Tenemos la facultad de usar apropiadamente la plegaria, cuando aceptamos humildemente lo que pasa y practicamos con amor la única oración que está verdaderamente ayudándonos en la dificultad: el simran, esas palabras de consuelo que un día el maestro nos regaló. En una carta del libro Luz divina, Hazur Maharaj Ji escribe:
Podemos pedir al Señor bienes materiales, pero eso con toda seguridad será un obstáculo en nuestro progreso espiritual. Si hacemos nuestra meditación con el fin exclusivo de realizar a Dios, conseguiremos antes nuestro objetivo, sin ningún género de dudas. Nuestras oraciones a Dios suplicándole bienes materiales están todas promovidas por la mente.
Pedimos que el Señor satisfaga los deseos de nuestra mente, en lugar de pedir a la mente que se resigne a la voluntad del Señor. Él conoce mejor lo que es bueno para nosotros. ¿No sería mejor dejarlo todo en sus manos? Cuanto más exclusivamente nos refugiemos en él, tanto más abundante será la gracia que él derramará sobre nosotros. Pedir y rezar por cosas materiales es un gran obstáculo en nuestro progreso espiritual porque así gastamos nuestro tiempo, pero sobre todo porque llevamos nuestra energía hacia las cosas del mundo, dejando que nuestra atención se disperse lejos del centro de ojo. En una carta del libro Joyas espirituales, el Gran Maestro con muchísimo amor le escribe a un discípulo:
… Él te ha escogido para que recibas el Nam y vayas con el maestro a Sach Khand. Tienes que llegar allí, nada puede impedírtelo, pero puedes acelerar el proceso o retrasarlo, como tú quieras.
Definitivamente es lo mismo que Hazur nos decía, tendrás lo previsto en tu destino, pero tienes que trabajar para conseguirlo; tenemos que esforzarnos para recibir la fortuna de nuestro Padre. En otras palabras, si malgastamos nuestro tiempo, lo más probable es que tendremos que volver otra vez a esta creación para terminar lo que no hemos hecho: nuestra meditación. Tenemos esta forma humana y el privilegio de conocer a un maestro perfecto. No malgastemos la oportunidad que se nos presenta. Él nos ha iniciado, ya no llevamos los bultos del karma sobre nuestros hombros. Estamos subidos en el tren del Shabad, por su gracia, ¿por qué nos empeñamos en seguir llevando nosotros el peso? Tan solo deberíamos preocuparnos de viajar en este maravilloso tren espiritual.
Relajémonos, pasaremos horas fantásticas con bellas vista y también túneles llenos de oscuridad durante el trayecto. Ahora bien, no seamos torpes, viajemos cómodamente confiando en que pasemos por donde pasemos, llegaremos a nuestro destino de la forma más fácil. Hagamos que nuestro simran, nuestra meditación sea la única preocupación, porque como nos dicen los santos, realmente así es. Démosle el uso apropiado a nuestra mente, vivamos la vida con naturalidad pensando en nuestros deberes responsablemente, pero sin permitir que arruinen nuestro último viaje, un viaje que de la mano del maestro se ha de convertir en un placer. Recordemos que es el viaje del Shabad, el viaje del amor a Dios. Hazur Maharaj Ji dice en el libro Luz divina:
Debemos atender diariamente nuestra meditación con tanto fervor, que llegue a ser realmente una parte de nuestra vida. Si no practicamos nuestra devoción al menos durante el tiempo mínimo de dos horas y media al día, no estamos realizando el propósito para el cual se nos concedió este cuerpo humano.
Es interesante leer en el libro Cartas espirituales, cómo el maestro Sawan Singh antes de convertirse en maestro tenía también preocupaciones en la vida. Podemos comprobarlo en la carta nº 110, donde su maestro Baba Jaimal Singh le escribe:
No tengas miedo de nada. Y no te preocupes por el trabajo de los hornos. Es trabajo del gobierno, y el trabajo del gobierno se cuidará por sí mismo. Tú estate atento a cumplir tu tarea; el compasivo Radha Soami hará por sí mismo todo el trabajo. Sigue trabajando con un corazón honesto: el mismo Radha Soami te ayudará y te otorgará su gracia y misericordia. (…) Quita de tu corazón todo recelo y trabaja valientemente. Has de saber que no debes estar preocupado más que acerca de tu meditación.
Baba Jaimal Singh nos dice en esta carta que todo lo que hacemos es el trabajo del Señor, y que cuando lo realicemos no debemos olvidarnos de que él conoce nuestra situación mejor que nosotros, por eso hemos de hacer nuestras tareas en el mundo incluso como un deber relacionado con el trabajo espiritual. El trabajo mundano tiene que hacerse con eficacia y esfuerzo, con gusto y con ganas, pero sin olvidarnos que los resultados dependen del Señor. Como suelen aconsejarnos todos los maestros, ‘utilicemos el sentido común’, y después de hacer lo correcto no sigamos preocupándonos, pero sobre todo recordemos que nuestro verdadero trabajo es la meditación.
Hace unos años en una sesión navideña en Dera, Baba Ji le habló a un discípulo sobre lo inútil que resulta preocuparse. Y le explicó que si estás preocupado no debes prestarle atención a lo que te preocupa. Si piensas en ello, si le concedes atención, estás alimentando el motivo de tu preocupación; por tanto, en su lugar cambiemos el foco de nuestra atención, llevémosla hacia otra cosa que nos haga sentir felices, y como bien sabemos eso es el Shabad, la corriente audible de la vida.
La atención es la clave. Si nos enfocamos en el mundo, el resultado es la tristeza, pero si nos enfocamos en el Shabad solo obtendremos alegría interior.
Y volviendo a las preguntas planteadas inicialmente ¿Qué es lo que ocasiona la preocupación y porque nos obsesiona tanto? Hemos visto las respuestas claramente. El pesar lo ocasiona la temporalidad de las cosas, su falta de estabilidad, el cambio permanente que desde pequeños hemos sufrido y el temor intrínseco a la muerte. Y ¿por qué nos obsesiona tanto? Porque hemos perdido el enfoque correcto de nuestra atención y estamos identificados con el mundo temporal en vez de dirigir la atención al Shabad, la ambrosía interior que por herencia nos pertenece.
Como dicen los maestros, nada de lo que ocurre a nivel externo en realidad es demasiado importante, y si comenzamos a analizarlo tampoco llegaremos a entenderlo, solo entraremos en argumentos sin límite en los que siempre habrá justificaciones para nuestra angustia y temor. La solución está en hacer aquello que es eficaz para calmar nuestra angustia. Cortar esta preocupación, ya que en realidad solo hay una pregunta que debemos hacernos, y es: ¿Cómo podemos dejar de preocuparnos? La respuesta es muy simple: Comprendiendo que tenemos un maestro que nos cuida.
Él nos dice que es el responsable de nuestro destino. Que cuida y cuidará siempre de nosotros por mandato divino y, por tanto, nos proporcionará todo lo que necesitemos para vivir a nivel físico y espiritual.
No hay de qué preocuparse, solo debemos poner nuestro esfuerzo en el simran, en el bhajan, y no hay duda de que aparecerá el contento, esa virtud que adorna a los santos y a sus discípulos devotos.
Tus problemas y preocupaciones son las preocupaciones del maestro. Déjaselos a él, mientras tú permaneces despreocupado dedicándote a tu verdadero trabajo que es cultivar su amor. Él no va a dejarte ir a la deriva. No te preocupes, a su debido tiempo, te elevará.
M. Sawan Singh, Joyas espirituales