Dos preguntas
Si queremos descubrir la naturaleza de la
verdad, ¿a qué lugar del mundo iremos?
Si queremos saber lo que somos,
¿a quién podremos acudir?
M. Charan Singh. Discursos espirituales, vol. II
Hay dos preguntas fundamentales que se encuentran en la raíz de todo lo importante y significativo en la vida: ¿Por qué? y ¿cómo?
En lo que se refiere a la espiritualidad, las respuestas a estas dos preguntas pueden llevar al ser humano en la dirección correcta, lejos de las tinieblas de la ignorancia, hacia la luz de la Verdad, hacia la comprensión, y fuera de toda confusión y duda. Respuestas que pueden enseñarle a vivir de ‘adentro hacia afuera’, a cómo lograr una alegría real y permanente en la vida que nunca disminuya. Comencemos con la primera y más importante pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué estamos siguiendo este camino espiritual?
¿Por qué asistimos a los discursos de las enseñanzas de los maestros de esta ciencia del alma; la ciencia que explica la unión del alma con el Señor? ¿Qué es lo que, por ejemplo, nos saca de nuestra confortable cama un domingo por la mañana, para ir a escuchar un discurso espiritual?
Tarde o temprano, llega un momento en nuestras vidas en que sentimos que algo no está bien. Puede ser un sentimiento o una intuición de algo que hemos pasado por alto en medio del ajetreo de nuestras vidas… No sabemos exactamente lo que es, pero sabemos que algo nos falta. Y por eso buscamos la solución.
El mundo moderno de hoy nos ofrece muchas maneras de llenar este vacío, con la esperanza de darle sentido a nuestra existencia. Los medios de comunicación y la tecnología actual afirman tener muchas respuestas, oímos hablar de aplicaciones que dicen ayudar a reducir el estrés y la ansiedad, programas que enseñan yoga, técnicas de respiración e incluso el arte de la meditación para ayudarnos a mantener el equilibrio –algunos incluso afirman ayudar a silenciar la mente–, y todos nos prometen alguna forma de ‘paz interior’.
Pero no importa lo que intentemos o cuán satisfechos parezcamos con todo esto, ¿podemos decir sinceramente que en el fondo estamos satisfechos, que estamos en paz y con contento? Si es así, ¿por qué en lugar de sentir plenitud y satisfacción, hay cada vez más confusión y vacío en nuestro interior?
En la revista Spiritual Link (UK) 92, leemos: "Hubo una vez un tiempo en que lo único que existía era oscuridad total; no había mundos, ni sol, ni luna, ni noche, ni día, ni aire, ni agua, ni fuente de vida, ni principio, ni final, ni crecimiento, ni decadencia. Solo Dios existía. Y en este tiempo cuando nada más que Dios existía, no había dualidad; no había separación. Solo existía Uno. Y mediante su Voluntad, Palabra o Shabad existió la creación. A través de su Voluntad, cada alma –cada uno de nosotros– fue enviado a la creación para conocerla, para experimentarla.
“Pero poco a poco, el Uno fue olvidado y un mundo de dualidad, de opuestos y separación empezó a existir: hombre-mujer; dolor-placer; cielo-tierra, nacimiento-muerte; parte-todo…”.
Y después en la revista se citan las siguientes palabras de Maharaj Charan Singh:
El mundo entero se aleja lentamente sin dedicar ni un momento de su pensamiento a su Creador.
En el Masnavi, el místico sufí Rumi ha descrito la vida en la tierra como el cautiverio del alma. Esta es la razón (explica) de esta condición universal, humana, de ‘descontento interior’.
Imaginemos una olla con agua en el fuego… A medida que el fondo de la olla se calienta, las moléculas de aire atrapadas en el agua comienzan a formar pequeñas burbujas. Cuando el agua está caliente, estas burbujas aumentan hasta que son lo suficientemente grandes y ligeras como para flotar en la parte superior. Finalmente, cuando el agua alcanza el punto de ebullición, las burbujas estallan y el aire atrapado en su interior se libera y eleva fusionándose con la atmósfera.
Igualmente, el alma, como el aire atrapado dentro de esa burbuja es completamente libre para moverse, pero se ha convertido en una cautiva de su entorno (de este mundo, de esta maya o ilusión), perdiendo así su libertad. Solo cuando hay confusión y se es consciente de que nos falta algo –cuando el agua comienza a hervir–, entonces, el alma dentro del cuerpo –como el aire dentro de esa burbuja– comienza a expandirse para despertar y buscar el camino hacia arriba despojándose de su peso kármico.
En la revista Spiritual Link, seguimos leyendo: “La inquietud e insatisfacción del hombre surge de este cautiverio, de un profundo anhelo de ser libre y de regresar a esa unidad”.
Nuestra existencia en esta forma humana no es un suceso aleatorio como una hoja llevada por el viento o una ola en la corriente; ni tampoco hemos nacido para comer, beber, reír, procrear y luego morir: hemos sido creados para algo mucho más preciado. El nacimiento humano tiene un doble propósito: recuperar nuestra identidad espiritual; darnos cuenta de que no somos este precioso cuerpo; somos alma. Y encontrar la salida de esta creación para contactar con nuestro Creador, para conocerlo y volver con él.
Como expresa Marianne Williamson en A Return to Love:
Nacimos para manifestar la gloria de Dios que está en nosotros.
Este es nuestro destino; la meta espiritual de todas las almas. Solo cuando lo logremos, alcanzaremos la felicidad verdadera.
En la revista Spiritual Link 90, verano 2002, se cita a Sant Paltu, místico del siglo XVIII, diciendo:
Hombre eres Dios, despierta y comprende tu glorioso destino.
Esto nos lleva a la segunda pregunta: ¿Cómo podemos despertar? ¿Cómo contactar con este Dios? En la Biblia: Corintios 3:16 leemos:
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
¿No sabes que Dios no se ha escondido en los templos exteriores creados por el hombre? Él vive en este cuerpo humano; en el templo que él mismo ha creado. ¡Búscalo dentro de ti! Ahora bien, ¿cómo podemos hacer esto?
En el momento en que nos hacemos esta pregunta: ¿por qué estoy aquí?, en el momento en que cuestionamos la importancia, el valor y el significado de nuestra existencia aquí, y anhelamos conocer la Verdad; en ese momento, estamos listos. Y cuando el anhelo de saber y buscar las respuestas se apodera de cada uno de nuestros pensamientos, somos llevados a los pies de un maestro espiritual… Somos llevados ante alguien que conoce todas las respuestas, alguien que está completamente despierto y en contacto interior con ese Espíritu de Dios. Lao Tzu dice: “Solo quien conoce la paz interior puede dársela a los demás”.
El maestro enseña al buscador un método simple de práctica espiritual: el método del Surat Shabad Yoga o corriente del sonido. Este es el método de volverse hacia adentro, de volverse ‘consciente de sí mismo’, consciente del alma –nuestra verdadera esencia–, para luego conectarse con ese Shabad que creó y sostiene cada partícula, cada átomo, alma y vida de esta creación.
La práctica de este método de meditación es una oración mental que nos permite concentrar todos nuestros pensamientos y atención en el centro de los ojos. Con tiempo y esfuerzo continuo la atención se eleva a un estado de consciencia donde no existe ningún pensamiento, donde la mente se queda perfectamente quieta permitiendo que el alma sea consciente de sí misma.
En el libro Gospel of Jesus leemos:
Una vez que el alma llega a conocerse a sí misma como realmente es, como una partícula de Dios, entonces Dios también será conocido, porque los dos son uno; y experimentará amor y bienaventuranza. Hasta que el hombre no llega a conocerse a sí mismo, vive en un estado de pobreza y limitación espiritual.
Así que cuando un buscador de la verdad llega a este punto, se enfrenta con la siguiente pregunta: ¿cuál es el siguiente paso a dar? Se enfrenta a una elección: permanecer en este estado de limitación o tomar la mano del maestro y aprender a liberarse. Y es en este momento donde comienza una batalla con la mente: ‘¡No sé si estoy hecho para este largo y difícil proceso! ¿A qué tendría que renunciar? ¿Podré verdaderamente alcanzar esta meta de la realización de Dios?, ¿comenzar algo que no se si podré terminar? ¿Se trata de otra religión?’.
El buscador está acosado por miedos: miedo al cambio, miedo a liberarse de lo conocido y entrar en lo desconocido. El miedo al compromiso, a tener que renunciar al tiempo personal y moldear su vida hacia un camino que parece prometer tanto…, que quizás sea imposible de alcanzar. Sí, nos volvemos temerosos de asumir los riesgos, las decisiones necesarias, y las acciones para salir de esta pobreza espiritual. Pero los maestros nos dicen que los miedos son simplemente creencias falsas creadas por la mente, porque no está lista para salir de su zona de comodidad.
Desde el principio del tiempo, la mente ha tenido el control del alma y no está lista para renunciar a su control. La mente es como un caballo salvaje que no está gobernado por nadie, y está acostumbrado a seguir su propio camino todo el tiempo.
Cuando un domador trata de tomar las riendas de un caballo salvaje y dirigirlo, este se resiste ferozmente. Se necesita mucho tiempo y entrenamiento antes de que se rinda y permita que el domador sea el líder. Del mismo modo, cuando el alma comienza a despertar y se le presenta la oportunidad de regresar a casa, la mente se opone violentamente, se defiende de todas las maneras posibles, impidiéndole tomar cualquier forma de acción. ¡Cuanto mayor es la meta, mayores son nuestros temores, más fuerte es la resistencia de la mente!
La meditación es la técnica que ayuda a controlar a esta mente salvaje y nos enseña a enfrentarnos a estos miedos. Con la práctica constante, la mente puede ser entrenada hasta que finalmente se queda quieta, y permite que el alma esté al mando.
Sí, es una técnica difícil, pero no es imposible. Toda esta práctica o viaje puede ser tan fácil o tan difícil como decidamos hacerlo. Si pensamos en los maestros espirituales –en aquellos que han caminado por el sendero espiritual–, vemos que ellos han pasado por estas mismas luchas y han logrado ya la libertad: han experimentado la unidad y viven sus vidas conectados a ella. Ellos empezaron como nosotros: como sencillos buscadores… Con ese mismo sentimiento de que algo faltaba en sus vidas, con ese deseo de salir de esa burbuja de cautiverio y encontrar la verdad y el sentido de la vida. Sin embargo, no se detuvieron en la lectura, la investigación y el cuestionamiento. Una vez que su intelecto quedó satisfecho, fueron más allá.
De las historias que conocemos de esos maestros, vemos que ellos también encontraron obstáculos y experimentaron los mismos miedos –una y otra vez también cayeron en la desesperanza–, pero se levantaron nuevamente. En lugar de desanimarse, frustrarse o darse por vencidos, cogieron “impulso”. La principal diferencia entre el viaje de estos maestros y el que nosotros como buscadores y discípulos hacemos es simplemente que ellos ponen su intención firmemente en su meta; le dan la más alta prioridad y no quitan sus ojos de esa meta: ellos nunca pierden su ímpetu hasta que la alcanzan.
Los grandes maestros espirituales a lo largo de la historia no vinieron a enseñar religión. Jesús no era cristiano, Buda no era budista… No, ellos vinieron a enseñarnos cómo controlar a la mente para así liberar al alma, y nos proponen el mismo método que ellos siguieron con el poder de la gracia; en soledad, mirando hacia adentro –meditando–, hasta que descubrieron que eran infinitos y uno con la conciencia universal, con el Shabad.
Esta es la esencia de las enseñanzas de todo maestro espiritual verdadero y realizado: que todos somos seres espirituales, y que somos iguales a Dios. Ninguno de nosotros tiene ese potencial divino en mayor o menor cantidad. Todos somos igualmente capaces de realizar a Dios. Por tanto, nuestra intención tiene que ser clara: en lugar de esperar a que la luz brille sobre nosotros y nos muestre el camino, tenemos que caminar hasta el interruptor y encender la luz nosotros mismos.
Es un acto de gran valor reconocer y mostrar un sincero deseo de conocer la verdad, tomar la decisión necesaria y la acción de seguir un camino espiritual cuando el mundo constantemente nos está llevando en la dirección opuesta, diciéndonos que no seremos capaces de hacerlo.
Los maestros son la prueba viviente de que es totalmente posible para todos nosotros, como buscadores de la verdad, comenzar el viaje. Demos ese primer paso valiente en el viaje del autodescubrimiento…, que no nos frenen nuestros miedos y debilidades. Si damos ese paso sin detenernos hasta llegar a nuestro destino, el poder de su gracia fluirá completa e incondicionalmente sobre nosotros y finalmente nos uniremos al Padre.
Tenemos una responsabilidad con nosotros mismos. Nadie más podrá recorrer el camino por nosotros. Tenemos que recorrerlo nosotros mismos. El maestro espiritual nos ayudará mucho, pero nosotros debemos poner el esfuerzo.
Espiritualidad básica
Cuando estemos meditando tenemos que
sentir que nuestra mente está presente. La
mente debe estar absorta en la meditación.
Si la mente está vagando, es una meditación
mecánica. No tiene que practicarse una simple
meditación mecánica. Cuando la mente está
absorta en la meditación, sentimos de forma
natural amor y devoción por la meditación.
Muere para vivir
No busquemos consuelo en la práctica de la
oración, sino más bien hagámosla motivados
por amor y porque Dios así lo quiere.
Hermano Lawrence, citado en Meditación viva
El amor es el fruto de la devoción. La
meditación es la manera de encender la
devoción. La meditación es donde encontramos
la profundidad del amor. La meditación creará
en nuestro interior la verdadera devoción que
nos llevará al corazón y al manantial
del Shabad, al hogar del Dueño de nuestra
alma, a nuestro Radha Soami.
Meditación viva