Las cuatro etapas de la vida
Una oportunidad tan excepcional y valiosa
como es la vida humana se obtiene solamente
por muy poco tiempo, por consiguiente, es
importante hacer el mejor uso de ella.
M. Charan Singh. El maestro responde
La tradición india, divide la vida humana en cuatro ciclos o etapas: la niñez, la juventud, la edad adulta y la vejez, y Gurú Nanak basándose en esta tradición, en el libro Gurú Nanak: Sus enseñanzas místicas nos ofrece un himno que nos abre los ojos a la realidad de la vida, donde la infancia se pasa en juegos, la juventud en placeres sensuales, la edad adulta en adquisiciones mundanas y la vejez en achaques y desilusiones. De este modo, el raro privilegio de la vida humana se malgasta en actividades inútiles y frívolas al servicio del cuerpo y de la mente.
Para entender mejor este himno, él equipara las cuatro etapas de la vida humana a las cuatro vigilias en que está dividida la noche, y le da a cada una de ellas un profundo significado espiritual. Acertadamente, la vida humana ha sido comparada con la noche: para comprobarlo solo tenemos que cerrar los ojos y sentir esa oscuridad interior, por eso los santos nos alientan a despertar al espíritu, a la luz y al sonido o Shabad, antes de que llegue la muerte para así poner fin a nuestra ignorancia espiritual. Por lo tanto, teniendo en cuenta que nos encontramos en la penumbra, deberíamos buscar incansablemente el camino interior para lograr el verdadero despertar espiritual. En la primera etapa del himno: la niñez, el santo nos dice:
En la primera vigilia de la noche,
¡oh mi amigo mercader!,
fuiste ignorante como un niño.
Mamaste leche y te mimaron tus padres,
¡oh, mi amigo mercader!,
pues eras el hijo de tu padre y tu madre.
Tu padre y tu madre te amaron a ti, su hijo,
inmensamente, mas todo apego nace del engaño.
Viniste a este mundo gracias a la buena suerte,
cosechando el premio de tus pasadas obras;
pero sin el Nombre del Señor no alcanzas la salvación
y quedas ahogado en la dualidad.
Dice Nanak: El hombre se libera en la primera vigilia
meditando en el Señor.
En la infancia, de manera inocente, vamos descubriendo poco a poco todo lo que el cuerpo e intelecto son capaces de hacernos sentir. Nada más nacer, nos halaga el cariño y cuidado que nos muestran nuestros padres, y el apego aparece sinuosamente creyendo que gracias a ellos existimos. De esta manera, olvidamos que son nuestros pasados karmas lo que en realidad han hecho posible que reencarnemos y que estemos al cuidado de nuestros padres, al margen del deseo que sintieron ellos por nuestra existencia.
Todo apego nace del engaño, dice Nanak, y así es. Engañados por el mundo material, nuestras necesidades físicas y mentales reclaman afecto todo el tiempo; de ahí nuestro continuo apego. En la niñez vamos despertando a realidades temporales buenas y malas que llaman nuestra atención todo el tiempo, y así nos olvidamos totalmente del espíritu. Lo más sobresaliente es que el apego es la primera trampa que nos ata a la creación: de ahí que vivamos nuestra infancia dependiendo del cuidado y amor de unos padres y familiares que a través de su apego nos enseñan rápidamente a desarrollar el nuestro. En Filosofía de los maestros, vol. I, el Gran Maestro dice:
… el apego consiste en atarse mentalmente a algo. El liberarse de ese apego es salvación. Permanecer desapegados mientras se vive en el mundo (…) quiere decir, vivir y realizar nuestros deberes en el mundo, pero sin ser del mundo.
Pero ¿cómo no ser arrastrados por el mundo? ¿Cómo? Apegándonos al Nombre del Señor, a ese regalo que está impreso en nuestra alma desde nuestro nacimiento. En esta primera etapa de nuestro viaje en la oscuridad, Nanak nos recuerda que si no meditamos en el Shabad, permaneceremos ahogados en este mundo dual, donde la mente brinca a sus anchas entre el amor y el odio, la dicha y el infortunio, etc., sin alcanzar ese desapego del que nos habla el Gran Maestro.
Gurú Nanak continúa hablándonos de la adolescencia:
En la segunda vigilia de la noche,
¡oh, mi amigo mercader!,
te embriagaste con el vino y la juventud.
Día y noche estuviste inmerso en la lujuria,
¡oh, mi amigo mercader!,
y estabas ciego para el Nombre de Dios. (…)
Peregrinaciones, ayunos, veracidad y represión
no aportan la salvación, ni tampoco actos de piedad,
virtud y adoración.
La liberación de nacimiento y muerte, ¡oh Nanak!,
viene por amor y devoción al maestro;
todo lo demás conduce a la dualidad.
En esta segunda etapa de la vida aparece la figura del maestro como eje central, y eso nos vincula a la etapa anterior de la niñez donde nos hablaban del apego al Nombre del Señor para desapegarnos del mundo. Durante la juventud el cuerpo y la mente se engrosan y piden continuas satisfacciones para el ego. La mente, en esta etapa, generalmente ignora al alma y exprime todo el tiempo al cuerpo entre vicios y pasiones. Nanak, como hemos visto, es crudo mostrándonos sin rodeos ni disfraces los riesgos de esta edad igual que lo hacen los místicos. Ellos conocen esta etapa tan apasionada porque han sido jóvenes, y por tanto han sentido el mismo entusiasmo por disfrutar la vida. Hemos oído muchas veces a Baba Ji preguntar a los jóvenes por sus novios o novias y hacerles bromas al respecto porque él también ha vivido esa etapa humana, pero también hemos oído como les insta a ser buenos seres humanos y a obedecer a sus padres para lograr que la moralidad sea el marco donde su juventud pueda expresarse sin problemas. El maestro también ha sido una prueba de cómo una persona joven puede disfrutar sanamente de la vida y al mismo tiempo buscar ayuda espiritual.
El himno también nos avisa del peligro de una búsqueda espiritual equivocada, y más en la juventud que como hemos dicho es una etapa donde todo se exalta sin querer, por eso nos habla del riesgo de caer en peregrinaciones, ayunos, rituales y ceremonias para llegar a la unión con el Creador en lugar de buscarlo sencillamente en nuestro interior. Nos dice que nuestras virtudes por sí solas no nos llevan al Señor, y envueltos siempre en nuestros deseos no sabemos cómo deshacernos de ese ego tan prepotente que sentimos y que nos aleja de encontrar el camino correcto hacia Dios. Este camino verdadero implica, como dice Nanak, la entrega del ego a un maestro verdadero a través del amor y la devoción.
En Discursos sobre Sant Mat, vol. I, el Gran Maestro le dice en una carta a un discípulo:
… El primer paso que nos conduce hacia nuestro hogar es desapegarse del mundo. Se deben descartar los placeres lujuriosos transitorios gradualmente, ya que el alma encuentra imposible unirse con el Nombre durante el tiempo que persisten. Alejándose de las vehementes sensaciones, la mente automáticamente se inclinará hacia el lado espiritual, porque su naturaleza es la actividad incesante. Después de obtener la iniciación por un maestro, es el deber del discípulo saber qué placeres son tabú y los que no necesitan freno urgente.
Desarrollar amor por el maestro y escuchar sus discursos constituye tu propio trabajo. A medida que superamos las tentaciones mundanas y nos entregamos completamente a él, nos liberamos de todas las faltas y debilidades que nos perjudican.
El Gran Maestro en esta carta dice que necesitamos conocer qué placeres son tabú y los que no necesitan freno urgente, y con estas sabias palabras vemos cómo los maestros no esperan de nosotros un cambio espiritual de la noche a la mañana… El mundo tira mucho, sus ilusiones son espejismos que nos atraen irresistiblemente. Por eso, el maestro, conociendo la naturaleza humana, nos dice que siguiendo Sant Mat podemos trabajar y adquirir bienes, viajar, casarnos, tener hijos, y también cantar y reír sin que eso menoscabe nuestro amor a Dios. Pero pone énfasis en ser buenos seres humanos como base para crecer espiritualmente.
Categóricamente, Nanak al final de la etapa de la juventud, nos recuerda que la liberación de la reencarnación viene por el amor y la devoción al maestro; el resto nos lleva a seguir prisioneros de la dualidad del mundo. Y el himno avanza y nos habla de la edad adulta o madurez, diciéndonos:
En la tercera vigilia de la noche, ¡oh, mi amigo mercader!,
cisnes de blancos cabellos descienden
al lago de tu cabeza;
declinó la belleza y triunfó la edad,
¡oh, mi amigo mercader!, y disminuyeron tus días.
Al final de tu vida te arrepentiste, ¡oh, tú, ciego!,
cuando el mensajero de la muerte había llegado
para llevarte por la nariz.
Llamaste propias a todas tus adquisiciones,
pero en un momento se tornaron ajenas. (…)
Dice Nanak: Contempla al Señor, ¡oh, amigo!,
en la tercera vigilia de la noche.
En la tercera etapa de nuestra noche oscura, ya hemos observado que Nanak siempre le habla a un supuesto amigo mercader… ¿Por qué? Porque en este mundo actuamos como tal queriendo siempre sacar beneficio y ganancia de todo y todos. Somos comerciantes de ilusiones y bagatelas… Y justo en la edad adulta nos creemos tan astutos, que pretendemos tener dinero, posesiones y amor para asegurar nuestra vejez al menor precio posible. Cuando nuestro pelo empieza a blanquear y nuestra belleza decae, nos paramos ante nuestra propia vida y hacemos un cálculo comercial con ella. Pensamos: "Bueno, con 50 años ya debería de tener un coche más grande, o una casa más bonita para que mi familia se sienta orgullosa de mí, o un trabajo mejor pagado, o un negocio más rentable… o… o… Muchos ‘os’ que visualmente son igual que los ceros. Porque cero será nuestra ganancia como mercaderes si no recordamos que, sobre todo, nuestra vida debe establecerse bajo los principios espirituales del maestro y de la práctica del Shabad.
En el libro Filosofía de los maestros, vol. II, se cita la siguiente expresión de San Agustín:
Es para el hombre un gran mal el deseo de gozar de las cosas que debiera desechar, y desechar cosas que debiera disfrutar.
Y así es. La palabra sánscrita equivalente a espiritualidad significa: “logro supremo”. Por consiguiente, hay que distinguir entre el logro supremo y un beneficio corriente. ¿Deseamos un beneficio corriente, algo fácil de adquirir y fácil de perder? No; lo sabemos porque siempre luchamos por conseguir que las cosas sean nuestras el mayor tiempo posible en un mundo donde nada perdura; incluso nosotros somos como aves pasajeras… Por eso, ante la continua insatisfacción que nos produce la temporalidad de las cosas, deberíamos analizar el deseo de inmortalidad, de eternidad que tenemos dentro, y comprender que la razón de esa sinrazón es porque Dios ha depositado algo eterno en nuestro interior: el alma, y eso hace que inconscientemente sintamos ese impulso de eternidad. De ahí que viendo la transitoriedad de todo lo que existe deberíamos ser más humildes y admitir que los místicos son los únicos que nos ofrecen un beneficio verdadero y eterno, de lo contrario finalmente nos arrepentiremos de haber desperdiciado tan generoso ofrecimiento.
Y aquí, a estas alturas de la llamada ‘madurez’, deberíamos haber avanzado lo suficiente a nivel espiritual como para poder disfrutar de la compañía del maestro y, como decía Nanak, contemplar al Señor, o sea meditar en el Surat Shabad. En la tercera vigilia de la noche, es el tiempo, el momento apropiado en el que teniendo el privilegio de este cuerpo humano podemos disfrutar del alma, pero si olvidamos la práctica espiritual nos arrepentiremos cuando finalmente llegue la hora de la muerte y queden cortadas nuestras respiraciones definitivamente. Nanak continúa su himno, hablándonos de la vejez. Dice:
En la cuarta vigilia de la noche, ¡oh, mi amigo mercader!,
tu cuerpo se hace viejo y débil,
no puedes ver con tus ojos,
¡oh, mi amigo mercader!, ni oír puedes con tus oídos.
Tus ojos se han vuelto ciegos y tu lengua
no puede gustar; se fueron tu actividad y poder.
Vacío de toda virtud, ¿cómo puede uno obtener paz?
Siendo esclavo de tu mente,
prosigues yendo y viniendo en la transmigración.
Cuando la “cosecha” del cuerpo madura,
se inclina, se rompe y perece;
¿por qué presumir, entonces,
de aquello que solo viene y se va?
Dice Nanak: En la cuarta vigilia conoces el Verbo
por la gracia del maestro.
Recapacitando sobre estas palabras, podríamos decir: ¡Oh, amigo mercader!, ¿cómo puedes ser feliz al final de tu vida si todo aquello que conseguiste se te escapa entre los dedos? Tu cosecha es escasa y aquello de lo que estabas tan orgulloso, durante la vejez se ha quedado atrás. ¡Despierta!, aún queda un poco de tiempo para reconocer que al igual que tu cuerpo se hace decrépito y tu mente torpe, tu recolección de triunfos en la vida es insuficiente para hacerte feliz… ¿Cómo puedes presumir entonces de nada? Por mucho que tengas ahora, comprende que en un momento u otro todo desaparecerá, así que ¡despierta amigo mercader y haz el negocio de tu vida con el Nam! Corre, no te detengas ni dudes ante nada, porque si el maestro te otorga su gracia puedes experimentar el Verbo de Dios antes de la muerte. En el libro: La ciencia del alma, Sardar Bahadur Jagat Singh le dice a alguien que se había jubilado recientemente:
… Debes considerar este día como el más feliz de tu vida. Has interpretado bien tu papel. Todas tus obligaciones profanas han concluido. Ahora tienes que hacer algo para ti mismo. Hasta hoy has estado ejecutando el trabajo de otros. Ahora haz el tuyo. Tienes que alejar de tu mente todos los apetitos y deseos mundanos. Dile a tu mente que has terminado tu juego en el mundo, y que ahora le toca el turno a Dios…
Dedícale ahora a Dios –y solo a Dios– todo tu pensamiento, tu tiempo y tu atención. Hazte suyo ahora. Purifica tu mente y todo lo demás. Piensa día y noche en el bhajan [la meditación] y en nada más. Trabaja diligentemente. Combate a la mente con valentía. El gurú está contigo. Sométela con su ayuda.
De eso se trata pues: de meditar con más fuerza y ahínco que nunca y de frenar las miserias de la ancianidad que nos abruman con toda clase de ansiedades y achaques. Si practicamos el Verbo, las preocupaciones de la vejez no nos darán temor, sino que por el contrario la gracia del maestro hará que por fin podamos acercarnos a él de manera más profunda y ser suyos de una vez por todas.
La vejez es el tiempo del reencuentro con el maestro, de volver a nuestra Casa original y de disfrutar de una vida sencilla, feliz y relajada. Eso no quiere decir vivir como ascetas, sino por el contrario enfocar nuestro tiempo libre en actividades en el mundo que nos ayuden a ser más humildes, a ser mejores seres humanos. Eso implica dedicarnos a hacer servicio a los demás sin olvidar el servicio más importante: la meditación, que es el más urgente y necesario. Así, con nuestro tiempo libre podemos ser más útiles a la familia, a la comunidad, al sangat, pero sobre todo a nuestra alma: meditar ha de ser la prioridad. Recordemos que la meditación también se llama práctica espiritual, y como en cualquier otra actividad cuanto más la practicamos más satisfacción logramos. ¡Es un tiempo maravilloso que nos merecemos disfrutar diariamente!
Como resumen, Gurú Nanak con este himno nos ha enseñado que al nacer: “… El hombre se libera en la primera vigilia meditando en el Señor”. Y en la juventud, “… La liberación del nacimiento y muerte, viene por amor y devoción al maestro; todo lo demás conduce a la dualidad”. Por eso, en la madurez nos aconseja: “… Contempla al Señor, ¡oh, amigo!, en la tercera vigilia de la noche”. Para definitivamente decirnos en la vejez: “En la cuarta vigilia conoces el Verbo por la gracia del maestro”.
Yo sé, alma querida, que has estado afligida.
Afligida desde que te olvidaste del Shabad
e hiciste amistad con la mente.
La engañosa mente te ató al cuerpo
y te hechizó con el goce de los sentidos.
Familia y parientes son todos causa de dolor,
y en su compañía te has extraviado.
¿Cómo has podido, siendo una entidad
consciente, enredarte tanto en un mundo inerte
que no es nada más que ilusión?
Por tanto, esta vez ten presente a Dios
y vuelve a tu hogar,
o continuarás vagando
en las cuatro formas de vida.
Asiste al satsang, encuentra tu verdadero
camino y fúndete en el amor de tu maestro.
Él te ayudará a encontrar
el tesoro del Nam en tu interior
y a reorientar tus pasos
en los cielos interiores.
Hazlo ahora, en esta misma vida,
y el maestro se ocupará del resto.
Sigue el consejo de Radha Soami
para acabar con tus miserias
y así encontrar el camino hacia la paz.
Sar Bachan poesía, Bachan 14, shabad 10