Prioridad: Ir al interior
Cuando los maestros verdaderos hablan de Dios se refieren al amor –un poder amoroso, una energía amorosa– y no a un amor sentimental o selectivo restringido a una persona u objeto en particular, se refieren al amor divino infinito. Ese amor universal es en realidad nuestro derecho de nacimiento. Ya está dentro de nosotros, como un tesoro en una cueva. Es lo que somos. Es nuestra esencia.
Si queremos usar una frase que suene menos religiosa en lugar de Dios (o Shabad, o la Palabra, etc.), podríamos hablar de la suprema energía o poder del amor que sustenta y está presente en todo el universo, incluyendo nuestra propia consciencia. Cualquiera que sea el término que usemos, y ya sea que pensemos en Dios como hombre, mujer, ambos o ninguno, estos son solo nombres; palabras que significan una realidad que aún no hemos experimentado por nosotros mismos.
En una ocasión, una persona le preguntó a Maharaj Charan Singh: “Algunas personas consideran a Dios como la madre divina. ¿No es el mundo un lugar hermoso donde podemos ver cómo se manifiesta ese espíritu divino en todas partes?”. A lo que el maestro respondió:
Bueno, hermano, esa madre, poder o Dios, como quiera que le llamemos, reside dentro de todos nosotros. A menos que conozcamos ese poder o a esa madre dentro de nosotros, no veremos ese poder manifestado dentro de nadie. Una vez que lo hayamos descubierto, entonces, dondequiera que miremos encontraremos ese amor, ese afecto, esa devoción, ese padre y esa madre en todo el mundo. Pero para llegar a ese nivel –vivir en el mundo sin sentirnos afectados ni apegados a él–, primero tenemos que esforzarnos en el camino espiritual en nuestro interior, y luego dondequiera que miremos encontraremos esa dicha y amor en todas las personas. Hemos de llegar a ese conocimiento interior a fin de manifestarlo en el mundo.
Spiritual Perspectives, vol. III
Mientras estemos preocupados las veinticuatro horas del día con cuestiones ‘externas’ –como nuestras posesiones, relaciones, reputación o profesión–, no podemos tener un entendimiento real de lo que significa el amor divino. Podemos amar a alguien o algo, pero ese amor siempre tiene como objeto algo del mundo. Nada en el mundo es duradero, así que nuestro amor se ve empañado por el miedo a la pérdida y por el deseo de poseer lo que sabemos que en el fondo nunca puede ser nuestro. El amor verdadero, dicen los maestros verdaderos, yace íntegro pero invisible dentro de cada ser humano, como el magnetismo en el hierro. Tenemos que experimentarlo, tenemos que ser conscientes de él, y para lograrlo –para que sea una realidad en lugar de solo un concepto– tenemos que aprender a aquietar y retirar nuestra mente, nuestra atención, de los amores y preocupaciones temporales de este mundo e ‘ir al interior’. Y esto, en pocas palabras, es para lo que un maestro verdadero nos prepara. Como dice el maestro actual: “Lo único que importa es ir al interior. Todo lo demás son historias”.
Sant Mat esencial