Una copa sin fin
El deseo y la felicidad no pueden vivir juntos.
Epicteto de Frigia
Hay una antigua historia que habla de un rey muy poderoso y generoso que tenía el deseo de complacer a uno de los hombres más sabios del reino con algún regalo. El rey le preguntó al hombre sabio qué regalo quería, y el sabio respondió que quería que le llenara la copa que le mostró con monedas de oro. El rey pensó que esta era una manera fácil de complacer al sabio, así que empezó a llenar la copa, pero, ante su sorpresa, no importaba la cantidad de monedas que echaba, la copa nunca se llenaba. En su frustración, el rey le preguntó al sabio cuál era el misterio de esa copa, a lo que este respondió:
“Esta copa es como el corazón de las personas que nunca están satisfechas. Llénalo con lo que quieras: riqueza, fama, familia, sabiduría, honor…, con todo lo que existe en este mundo y nunca lograrás llenarlo. En realidad, este corazón no está pensado o concebido para satisfacerse”, concluyó el sabio.
Ciertamente, la atracción y el ansia de la mente por las cosas y atractivos de este mundo es tal, que nunca cesa en sus demandas. No nos concede tregua; día y noche continúa con su afán por poseer todo cuanto desea. Y este comportamiento siempre será así, porque nada de este mundo podrá satisfacer todos nuestros deseos. Es más, apenas satisfacemos uno surge una lista de más y más deseos que no acaba nunca. Pero llega un momento en el que nos damos cuenta de que por más que busquemos satisfacción externa, nuestro vacío persiste; sentimos un desasosiego y soledad a la que nada de este mundo pone fin. Precisamente ese vacío está ideado, a propósito, por nuestro Creador para que lo experimentemos, y así sintamos la necesidad de la búsqueda de lo permanente.
Los místicos les hablan a esas personas que tienen sed y ansia de algo que va más allá de las cosas de este mundo. Sus copas, como nos relata la historia, aún y teniendo todo cuanto desean siguen estando vacías. Tales personas escuchan las palabras de un maestro espiritual y entienden que aunque dediquen sus días a formar una familia, ejercer una profesión, acumular posesiones, incluso a hacer el bien a la humanidad, seguirán insatisfechos, vacíos e incompletos.
Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol. I, dice:
La soledad interna es un instinto natural, ya que el alma siempre se siente inclinada hacia su fuente. Este sentimiento de soledad nunca te abandonará hasta que el alma se funda con el Padre.
Y continúa:
Si no fuese por este sentimiento, este instinto del alma hacia su propio origen, nadie encontraría al Señor en absoluto. Si no le echamos de menos, si no sentimos la separación, si no nos sentimos solos en el mundo, jamás pensaremos en el Señor. Es un instinto natural que el Creador ha puesto en nosotros. Nos hace formar parte de esta creación pero él permanece alejado, aunque conserva ese vínculo con nosotros. Él ha puesto el sentimiento de volver a él, la urgencia natural de regresar a él y esto nos fuerza a buscarle, a encontrarle.
Los místicos nos explican que sentir ese vacío y soledad es algo afortunado en la vida de una persona. Si en ese momento, y por su gracia, nos encaminamos en la búsqueda de Dios, daremos con los medios y el camino para encontrarle, y poner fin a la desdicha de nuestro corazón. Ahora bien, si sintiendo esa soledad buscamos en la dirección equivocada y seguimos intentando satisfacer nuestros deseos y necesidades como hasta ahora lo hemos hecho, envueltos en las formas, colores y entretenimientos de este mundo, entonces nos volveremos víctimas de los sentidos y cada vez seremos más infelices.
Nos conviene ser perspicaces y poner fin a la ilusoria pretensión de querer poseer a todas las personas y cosas de este mundo, pues jamás podrán ser nuestras. Aparte del Señor nada nos pertenece. Por lo tanto, esforcémonos, una vez que tenemos su gracia, en establecer esa relación verdadera con él a través de la meditación y en mantener la presencia del maestro en nuestras vidas. Gradualmente nuestros deseos se reducirán y a cambio su cercanía interior nos hará sentir plenos. Cuanto antes demos los pasos en esta dirección, más felices seremos.
Mientras a lo largo de nuestras vidas acumulamos deseos, temores, apegos, etc., estos nos ocultan nuestra naturaleza original de Shabad, y así perdemos cualquier recuerdo de quienes somos en realidad.
Esta falsa identidad es la que nos hace sentir separados de la unidad que hay en todo, y es la causa principal de que nos sintamos solos y temerosos. Si comprendiéramos que en realidad nosotros somos la energía consciente y sin forma que es el Shabad, estaríamos en paz, libres de temor, de ansiedad y de deseo.
del yo al Shabad