Tiempo de crecer
La semilla del Nam se planta dentro de cada iniciado y debe germinar. Nos aconsejan proteger esta cosecha y preservar la santidad de este tesoro. En un campo abierto, la mies crecerá ciertamente sin protección, pero permanece vulnerable y es saqueada fácilmente. Por consiguiente, debemos rodear nuestra cosecha, a la que hacemos crecer a través de la meditación, con la cerca del satsang, la compañía de los maestros, los santos y sus devotos.
M. Charan Singh. Muere para vivir
Enero de 2021. Seguimos encontrándonos en unas circunstancias sanitarias de índole mundial que han provocado un parón en el ritmo frenético de la vida, y con ello también la limitación de la interacción social. Hoy la posibilidad de disfrutar de la práctica del satsang y del encuentro físico con el maestro no son para la mayoría de nosotros una realidad que esté al alcance. El satsang, esa valiosa reunión en la que recordamos las enseñanzas y donde encontramos fortaleza e inspiración para practicar la meditación –el Gran Maestro en Joyas espirituales lo define como “el agua que mantiene el bhajan fresco y verde”–, hoy no es posible. Como tampoco lo es el darshan, la mirada y presencia del maestro que inspira devoción y amor en nuestro corazón, ayudándonos a intensificar la práctica de la meditación.
Estos encuentros externos destinados a fortalecer el sentimiento de devoción y amor por el maestro, esas buenas prácticas externas, ya no podemos vivirlas ni en la forma ni con la regularidad que solíamos hacerlo. Sin embargo, como buenos discípulos estamos llamados a esforzarnos por mantener igualmente un buen ambiente en el que vivir la meditación y en la presencia del maestro.
El maestro, consciente de lo necesario que es proporcionarle a la mente influencias asociadas a las enseñanzas, ha puesto en marcha una poderosísima influencia: aprovechando la tecnología y utilizando uno de los canales audiovisuales de difusión más modernos de estos tiempos, se muestra accesible y cercano a todos sus discípulos. ¡Y lo ha conseguido! Contentándonos más allá de lo que podamos expresar, nos ofrece semanalmente vídeos de preguntas y respuestas. Nos los ofrece con la actitud del sevadar más entregado a su propio maestro y con el amor más profundo hacia sus discípulos, sosegando así sus anhelantes corazones en estos tiempos de ausencia. Su intención, su mensaje a través de sus respuestas es único: recuperar y luchar por mantener la objetividad que tan a menudo nos arrebata nuestro enfoque acusadamente mundano; recordarnos que por encima de todo tenemos una meta espiritual, y que él está a nuestro lado ayudándonos de verdad.
Naturalmente este es un sendero interior, y estaríamos minimizándolo y debilitando su propio fundamento si nos olvidamos de que nada externo puede en realidad sustituir a la fuerza y poder de toda la gracia interna que el maestro derrama en nosotros. Como Maharaj Sawan Singh dice en Joyas espirituales:
El maestro interior da toda la gracia y ayuda que el discípulo es capaz de recibir, sin importar donde pueda estar. El maestro está dentro de él.
No podemos olvidar el poder ilimitado del maestro interior; esta es la grandeza del maestro y de las enseñanzas que seguimos.
Pero, efectivamente, alejados de estas bendiciones externas del satsang y el darshan, el maestro imprime en nuestras conciencias un claro sentimiento de que es tiempo de manejar nuestras vidas en la dirección y objetivo espiritual, es tiempo de cuidarnos a nosotros mismos para que no decaiga la espiritualidad en el día a día. No es que nuestro maestro no nos cuide; nada de eso, ¡sin duda, en la ausencia y en la distancia él nos está empujando con más fuerza hacia él! Ese cuidado que como discípulos debemos esforzarnos en tener, significa que a pesar de todo y sin excusas tenemos que seguir avanzando en el sendero. Nuestra situación se parece a la de los niños cuando aprenden a caminar; en sus primeros pasos necesitan andadores, y después sin necesidad de ellos empiezan a caminar de forma natural. Igualmente, el maestro ha considerado que es tiempo de crecer, es el momento de forjar la madurez, porque sin el apoyo del satsang externo y ante la imposibilidad de verle físicamente, el reto es vivir igualmente la espiritualidad en toda nuestra vida. Ahora es cuando él nos deja ver a cada uno de nosotros la sinceridad e interés por el sendero, la profundidad de nuestro amor por el maestro. En Spiritual Perspectives, vol. III, leemos:
En presencia del maestro, sentimos siempre que lo amamos porque no hay nada que nos separe y estamos cargados de amor y devoción. ¿Pero qué profundidad tiene? Solo podemos saber si realmente le echamos de menos, y tenemos el mismo sentimiento de amor y devoción por el maestro, cuando estamos separados de él y completamente ocupados en las actividades y apegos del mundo. Si entonces todavía anhelamos su forma física, podemos estar seguros de que realmente lo amamos. Si fuera de su vista lo olvidamos, entonces podemos ver la profundidad de nuestro amor.
Es tiempo de dar prioridad a lo que es importante y reconfortante para nuestro espíritu, ¡y podemos hacerlo! Comencemos por lo más básico y sencillo, por lo que sí podemos hacer. Empecemos el día con agradecimiento al Señor, estemos presentes durante el tiempo regular de la práctica de la meditación y ofrezcamos nuestro más precioso bien: ‘la atención’; démosela a él entera y por completo. Después, no olvidemos ese sagrado encuentro: atesoremos todas las bendiciones y caminemos por la vida reflejando el amor que sentimos por el maestro en cualquiera de los pensamientos y acciones que forman parte del día. Todo el día puede ser meditación si se lo ofrecemos al maestro: “Cada una de nuestras acciones debe reflejar las enseñanzas y construir la atmósfera sagrada con la que atender a la meditación, y hacernos receptivos a su bondad y su gracia”, nos recuerda Hazur Maharaj Ji en Muere para vivir.
A cada instante tenemos nuevos retos para mantenernos en sintonía con el maestro, pero uno es especial: practicar el simran. Y como ha explicado Baba Ji en muchas ocasiones, primero hemos de esforzarnos en crear el hábito de practicarlo. No lograremos un simran constante de la noche a la mañana, hay que perseverar y crear el hábito, primero esforzándonos por repetirlo en una situación, luego en otra, y así continuamente siempre que la mente esté libre. Hazur Maharaj Ji nos dice en Muere para vivir:
Los hábitos son fáciles de adquirir y pronto se convierten en parte de nuestro quehacer diario, de modo que luego echamos en falta esas cosas cuando las omitimos.
Al final el simran estará todo el tiempo rondando en nuestra mente y se convertirá en parte integrante de nuestra vida. Como leemos en el libro El peregrino ruso: “… la oración se vuelve vida, para que la vida se vuelva constante oración”. Estamos llamados a profundizar en nuestra relación con el maestro. Ahora que las puertas externas están más cerradas que nunca, y oímos menos el alboroto de la vida, procuremos serenarnos y profundizar en su recuerdo. ¡Ahora es más fácil! No deberíamos olvidar la meta que un día escogimos y que ha ilusionado y dado interés a nuestra triste vida. En el libro Sant Mat esencial leemos:
Sant Mat es un camino elegido libremente, no impuesto. Sant Mat es un camino para aquellos que sienten que la vida no comienza y termina en el mundo material, y están preparados para elegir con conciencia y madurez el compromiso de la práctica espiritual.
Suele ocurrir en este mundo que cuando los hijos están lejos de la casa de sus padres, ellos se preocupan más y ponen en marcha muchos recursos para mantener viva la relación con sus hijos, sea como sea. En esta relación de amor con el maestro, igualmente debemos sentirnos felices bajo su cuidado, pues él ahora en la distancia está con nosotros expresando así que nos quiere como nadie. Acaso ¿no sentimos en la distancia física su cercanía interior? Él está más que nunca con nosotros, las circunstancias son propicias… Esforcémonos y entreguémonos a la presencia que irradia luz en nuestras vidas. “Es suficiente que lo nombres para que su presencia sea una realidad tangible…”, leemos en El peregrino ruso.
Es tiempo de crecer, pues con tanto amor a nuestro alrededor y en el interior, no podemos permitirnos no responder a su llamada. Su fuerza ahora es más poderosa y atractiva, no sucumbamos y bajemos la guardia, no nos entreguemos a un mundo que solo nos cansa y agota, y que, en definitiva, nada de valor nos ofrece. El Gran Maestro nos recuerda en Joyas espirituales.
No estás solo; el maestro siempre está contigo, cuidándote. […] Dedica el mayor tiempo que puedas a la repetición, haciéndola con cuidado y atención, y no permitas que surja ningún pensamiento en tu mente durante ese tiempo. A medida que tu concentración aumente con la repetición, gozarás de más paz y mayor alegría.
Sin la espiritualidad, sin el maestro, nuestros pasos en el mundo andan por el más estéril de los desiertos; es soportar la experiencia humana en medio de la nada. Aunque nos sobrevenga el hastío, aunque no haya nada todavía que llene nuestro vacío y conforte nuestro anhelo, y aunque, a veces, nos sintamos inclinados a darnos media vuelta en el camino, perdiéndonos en los falsos oasis de este desierto del mundo, no tenemos más opción que responder a su amor, a esa poderosa llamada que nos sostiene, y seguirle con gran aliento por encima de cualquier vicisitud. Con una gran dosis de realidad, el Gran Maestro nos recuerda en la siguiente cita de Joyas espirituales:
Cuando estamos alejados del maestro y del satsang, el mundo imperceptiblemente influye en nosotros hasta tal punto, que a pesar de que dediquemos regularmente tiempo al simran y al Nam, a menudo empezamos a sentirnos desanimados, sin inspiración y tristes. En este estado, la fe y él son nuestro apoyo, y si la fe es firme, el maestro responde. Él está siempre con nosotros, en nuestro interior, nos vigila igual que una madre vigila a su hijo. Mientras estamos en esta parte del foco no lo vemos actuar, pero él está cumpliendo con su deber.
Honestamente, ¿nos hemos parado a reflexionar en quién es el responsable de que a pesar de los años, de los vacíos, de la lucha y las dificultades, de los extravíos y de tantas etapas de desequilibrio a las que la mente nos ha llevado, sigamos conservando el ansia y el anhelo por él? El maestro y solo el maestro es el responsable:
“Él crea el deseo. Crea el amor. Él es el que nos atrae desde el interior. Nos induce a llegar al tercer ojo. Nos da las facilidades, las oportunidades, el ambiente correcto y muchísimas circunstancias convenientes para que lleguemos hasta él, y para crear ese deseo dentro de nosotros de llegar hasta el tercer ojo…”, nos dice Hazur Maharaj Ji en Muere para vivir.
¿Todavía no nos hemos dado cuenta de su inmensa generosidad? Seamos agradecidos y recordémosle; él nos provee de todo, no le olvidemos y hagámosle un hueco a nuestro lado. Seguir caminando agradecidos y cogidos de la mano del maestro en el desierto de la vida nos proporciona plenitud y bienestar. Como dicen los místicos, conoceremos la profundidad de nuestro amor por el maestro, si a pesar de la distancia le recordamos. Si a pesar de que no estamos juntos le recordamos, si él llega a convertirse en el aliento del día, si estamos perdidos sin él y no sabemos a dónde ir, entonces este amor ha crecido, ha echado raíces en lo profundo de la tierra, la llama ha prendido… Entonces estaremos en el punto al que él siempre ha querido llevarnos, como el Gran Maestro lo expresa en Joyas espirituales: “Cuando tu amor por ese poder sobrepase a tu amor por ti mismo, y el ‘yo’ haya sido sustituido por el ‘tú’, la forma del gurú se hará visible en tu interior”.
Este es un camino para ir al reencuentro definitivo con nuestro amado maestro, solo nos separamos para volvernos a encontrar. Nos hemos separado muchas veces, pero ahora ya no tiene razón de ser esta aventura. El amor nos ha reunido, el amor concluye el viaje. Finalmente, estaremos juntos y nuestros antes erráticos pasos ahora solo caminarán con firmeza hacia él, ¡solo hacia él!
Cuanto más echamos en falta a alguien, más cerca estamos de él. Solo nos separamos para encontrarnos; nunca estamos separados.
M. Charan Singh. Spiritual Perspectives, vol. III