Necesitamos un maestro
Cuando las personas están gravemente enfermas consultan a un buen médico, siguen su consejo, se toman las medicinas que les receta y hacen todo lo posible para superar la enfermedad y curarse. De la misma manera, debes curarte de las enfermedades del karma, de las emociones negativas y del sufrimiento, siguiendo las prescripciones de un médico experimentado –el auténtico maestro– y tomándote la medicina del Darma.
Patrul Rinpoche. Citado en Budismo: Camino al nirvana
De acuerdo con la naturaleza de nuestra tradición democrática, algunos buscadores contemporáneos pueden sentirse incómodos con la idea de un maestro espiritual. Pueden sentir que tener un maestro implica perder su individualidad para someterla a otra persona que no parece diferente a nosotros. Sin embargo, si vemos cual es nuestra situación real en la vida, nos daremos cuenta inmediatamente de que para aprender cualquier cosa importante buscamos un maestro o un guía que sea experto en la materia. Necesitamos pensar que somos aprendices de alguien que domina las habilidades que queremos aprender.
En el mejor de los casos, aquello que podemos obtener de los libros es limitado. Los hechos que relatan, sus datos e informaciones pueden exaltar nuestra imaginación. Pero los libros no tienen la capacidad de transformarnos de corazón como lo hace el contacto con un maestro extraordinario (y el maestro espiritual verdadero es el único maestro capacitado en la ciencia espiritual). El camino espiritual puede ser peligroso si lo emprendemos en solitario; necesitamos un guía cualificado.
El otro aspecto importante de nuestra verdadera condición es que en la actualidad no tenemos libertad, no tenemos independencia, no tenemos el control real de nuestra mente. Nuestra mente no es nuestra. El maestro nos enseña a controlar nuestra mente apegándola a la Palabra. Él ilumina y purifica nuestra mente para que podamos ponerla en contacto con nuestro verdadero ser, la divinidad de nuestro interior.
El Dr. Julian Johnson explica este punto en El sendero de los maestros, poniendo como ejemplo el caso de un paciente que necesita las manos expertas de un cirujano que le cure. Si el paciente no se somete a la operación y no confía en la competencia del cirujano, morirá: “Una persona pone sus más altos intereses en las manos de un experto…, rendirse completamente al maestro es la única posibilidad o camino para alcanzar la completa liberación”.
Aquí tenemos una paradoja divina, con la rendición absoluta al gurú, obtendrás tu libertad. Dándoselo todo, lo obtendrás todo. Solo es libre el ser humano que camina detrás del gurú.
Solo es libre el que cumple siempre la voluntad del maestro. Porque la voluntad del gurú es la voluntad del Padre supremo.
Gurú significa literalmente “el que lleva la luz a la oscuridad”. Solo un gurú, un maestro espiritual, puede disipar la oscuridad de la ignorancia sobre las preguntas primordiales de la existencia.
El maestro abre nuestro ojo interior y elimina nuestras dudas sobre la vida y la muerte. Él nos muestra la luz espiritual, la Palabra interior, y de esta forma nos convence definitivamente de nuestra divina esencia. Por nosotros mismos no podríamos alcanzar esta meta, porque estamos atrapados por las limitaciones del intelecto. Necesitamos la ayuda de alguien que haya ido más allá del intelecto y que haya realizado la unión con lo divino, y que, entonces, sirva como intermediario o medio para ese propósito. Maharaj Sawan Singh escribía:
En realidad, el gurú no es el nombre de un hombre. Él es el poder que se manifiesta en este cuerpo temporalmente. Él es nuestro verdadero ideal en la luz, en quien el progreso espiritual verdadero se ha realizado…
Nosotros no podemos percibir al Señor o realizar con éxito este camino sin un maestro espiritual verdadero. Nosotros, que estamos atrapados por la mente y los sentidos, no tenemos el poder de elevarnos o ir más allá de la mente. Funcionamos en este mundo a través del intelecto y los sentidos, y estamos limitados por ellos. No podemos trascender nuestra propia individualidad, nuestra separación, nuestro ego.
Necesitamos la ayuda de alguien que emane de las regiones del espíritu puro, cuya morada esté en las más altas regiones y que pueda enseñarnos que el reino del espíritu es lo que es real y verdadero.
Somos como flores en un jardín, rodeadas y ahogadas por la mala hierba. Por nuestra propia voluntad no podemos regar el campo donde estamos o arrancar las malas hierbas que nos asfixian; no podemos segar los tallos crecidos que nos ocultan la luz del sol. El maestro es como el jardinero; riega la tierra, arranca la mala hierba, siega los tallos altos… Entonces podemos florecer y crecer hacia el sol sin obstáculos.
Para explicarnos la necesidad de un maestro vivo, Maharaj Charan Singh nos cuenta un relato similar en el que el rey envía a su único hijo a un pueblo muy pobre, lejos del palacio real, pensando que así apreciaría mejor los privilegios que le otorgaba su nacimiento. Sin embargo, a causa de un ataque de locura, el príncipe, que se había mezclado con los habitantes de la aldea, olvidó que era el hijo del rey. Pensó que también era un aldeano.
Entonces, el rey envió a uno de sus nobles para llevar de regreso a su hijo a palacio. Al principio el noble intentó hablar con el príncipe, pero todo fue inútil. Finalmente, el noble consiguió ganarse la confianza del príncipe vistiéndose y actuando como un aldeano y, poco a poco, una vez que el príncipe confió en él, fue apartándolo de la vida de la aldea hasta conducirlo nuevamente de regreso al trono de su padre. Nosotros somos los hijos del rey, vivimos en el exilio, en la inmundicia del mundo. El maestro viene para desapegarnos de nuestras costumbres mundanas y llevarnos de vuelta a la corte del Señor.
La enseñanza de todos los místicos es siempre la misma: busca a un maestro vivo verdadero de tu tiempo y aprende la práctica mística de él. No te confundas con rituales y ceremonias externas. No te ciegues con la lealtad y la creencia en dogmas inciertos. Siéntate en meditación, sigue el camino interior por ti mismo y experimenta qué significa realmente que tu alma se una a Dios.
El Nombre sagrado