Seguir intentándolo
Camino lento, pero nunca camino hacia atrás.
Abraham Lincoln
En una reunión de la tarde en Dera, una persona le preguntó al maestro actual si recomendaba realizar la meditación en una habitación insonorizada con cortinas opacas; donde no penetrasen olores, luz o sonido.
Y él dijo (parafraseando) que no hay circunstancias ideales, que tenemos que meditar en el entorno que nos ha tocado. Comentó que el único entorno perfecto llegará cuando estemos muertos. ¿Queremos esperar hasta entonces? En otras palabras, tenemos que meditar aquí y ahora. Aprender a concentrarnos a pesar de los ruidos que podamos oír en nuestras casas y fuera de ellas, y a pesar de las molestias de nuestro cuerpo.
La persona que hizo la pregunta siguió comentándole entonces lo fácil que es perderse en un libro o una película hasta el punto de que si alguien nos llama por nuestro nombre, en ese momento, tiene que repetirlo varias veces antes de que le oigamos. Entonces, ¿por qué es tan difícil estar absorto repitiendo el simran?
Y la respuesta es que nosotros siempre queremos que todo ocurra instantáneamente. El simran lleva tiempo. Únicamente tenemos que seguir practicando. Esto implica que, en un momento dado, podremos concentrar nuestra atención en el centro del ojo si simplemente seguimos haciendo simran.
Si lo hacemos así, un día nos concentraremos tanto con el simran durante la meditación que si se produce un gran estruendo a nuestro lado no lo oiremos. Pero para eso necesitamos aquietar no solo la mente, sino también el cuerpo.
Baba Ji ha enfatizado la importancia de estar alerta para calmar la mente. Esto quiere decir que hemos de estar atentos y prever posibles peligros. Uno de esos peligros es que la mente y los sentidos desvíen nuestra atención del centro del ojo. Es precisamente eso lo que estamos intentando controlar.
Maharaj Charan Singh dice en Luz sobre Sant Mat:
… Ser capaz de elevarse por encima del mundo y de la mente y los sentidos no es tarea fácil. En primer lugar hay que convencer a la mente para que, en lugar de oponerse abierta o silenciosamente, ofrezca ayuda. Esto también facilita la tarea del satgurú.
Para que la mente nos ofrezca ayuda en lugar de oposición, como sugiere Hazur Maharaj Ji aquí, tendrá que convertirse en nuestra amiga.
El maestro nos dice que, en realidad, la mente no es feliz en este mundo, y por eso sigue buscando cosas nuevas que la mantengan ocupada y luego se decepciona. Esto se debe a que, al igual que el alma, la mente no pertenece a este lugar. Su origen se encuentra en la segunda región espiritual, y a través del viaje espiritual deberá quedarse allí. Por tanto, la mente también anhela ir a su hogar, aunque no sea consciente.
Si podemos mantener la mente el tiempo suficiente en el centro del ojo, comenzará a disfrutar de la meditación, porque empezará a sentir la dicha que emana del Shabad en nuestro interior: esa fuerza creativa de Dios que es sonido y luz y todo amor. Y a medida que la mente empiece a saborear esta dicha, nos impulsará a meditar más y más. Este anhelo de la mente por volver a su origen ayuda al satgurú, el satgurú interior que nos espera dentro para unirnos de nuevo al Shabad.
El Gran Maestro explica en Joyas espirituales:
… Mientras nuestra atención no desarrolle la capacidad de desapegarse del mundo, vaciar las nueve puertas del cuerpo y recogerse en el centro del ojo, ni siquiera hemos llegado al punto de partida del sendero que lleva al mundo mental y espiritual.
Así pues, el comienzo del camino interior es el centro del ojo, está diciendo y debemos ir allí primero.
Y el Gran Maestro continúa diciendo:
Desde este punto –el centro del ojo–, la atención se adhiere a la corriente del sonido y la sigue por todo el mundo mental hasta el mundo espiritual y hasta Dios. El maestro, que conoce el sendero, actúa todo el tiempo de guía.
Una vez que llegamos al centro del ojo, nuestro trabajo está hecho. Nuestra meditación, nuestro simran, nos lleva al centro del ojo, y tanto el maestro interior como el Shabad nos impulsan durante el resto del camino. Así es como experimentamos la realidad de quiénes somos, a través de una experiencia interior personal. Así es como traspasamos el velo de la ilusión de esta vida irreal que llevamos. Solo lo interior es real.
Logramos este objetivo trabajando duro cada día a fin de aquietar el cuerpo y concentrar a la mente, a pesar de lo inexpertos que podemos sentirnos sobre la calidad de nuestra meditación, y también de la capacidad para alcanzar nuestra meta.
En el libro The Path of Least Resistance*, el autor Robert Fritz cuenta una historia de su propia experiencia, que muestra cómo la fe en el maestro y el esfuerzo diligente conducen al éxito.
Cuando el autor estudiaba en el Conservatorio de Música de Boston, uno de sus profesores era Attilio Poto, el segundo clarinetista de la Orquesta Sinfónica de Boston. El Sr. Poto le dio a Fritz un libro con seis ejercicios, cada uno más difícil que el anterior. Su profesor le dijo que se fuera a casa y practicara el primer ejercicio –que según Fritz superaba en dificultad el nivel técnico que él tenía–, y que volviera en una semana.
Así lo hizo, y volvió para recibir la segunda clase. El Sr. Poto le dijo que empezara a trabajar en el segundo ejercicio, a pesar de que Fritz le dijo a su profesor que creía que necesitaba otra semana para perfeccionar el primer ejercicio. Sin considerar sus dudas, Fritz se fue a casa y se puso a trabajar en el segundo ejercicio, que, lógicamente, era más difícil que el primero.
A la semana siguiente, volvió a ver al Sr. Poto y se quejó de nuevo de que una semana no era tiempo suficiente para dominar el ejercicio, pero su profesor se limitó a sonreír y le pidió que se fuera a casa a practicar el tercer ejercicio. Así Fritz siguió cada semana: se iba a casa e intentaba dominar lo que consideraba ejercicios muy por encima de su capacidad.
No obstante, a pesar de sus sentimientos de fracaso, no se rindió. Tenía un objetivo: perfeccionar su habilidad como clarinetista. Y confiaba en su experto profesor.
Finalmente, al cabo de seis semanas, su profesor le dijo que volviera a tocar el primer ejercicio. ¡Lo tocó magistralmente!, mucho mejor que si hubiera trabajado en ese ejercicio durante las seis semanas.
Nuestro maestro nos ha dado una tarea que puede parecer que está completamente fuera de nuestra capacidad, cuando nos sentamos en meditación cada día y nos esforzamos por completar rondas de simran: una ronda de simran tras otra. Algunos días, incluso puede parecer que estamos retrocediendo, sin progresar.
Y nos preguntamos cómo nuestros modestos esfuerzos pueden llevarnos alguna vez al centro del ojo. Pero esto es lo que queremos hacer, ¿verdad?: alcanzar el centro del ojo y encontrarnos con el maestro Shabad en nuestro interior. Y confiamos en el maestro, nuestro experto maestro. Creemos en sus enseñanzas; tal vez no entendamos cómo el simran desenfocado y nuestro cuerpo inquieto pueden estar haciendo algo, pero seguimos adelante porque es lo que el maestro quiere que hagamos. Seguir intentándolo, incluso en ausencia de cualquier progreso perceptible. ¡Solo hazlo!, como él nos aconseja. No busquemos resultados, no están en nuestras manos. Solo el esfuerzo está en nuestras manos.
El Gran Maestro es muy alentador cuando dice en el libro Joyas espirituales:
… Aquellos de vosotros que permanezcáis fieles y continuéis trabajando todo lo posible, un día, os daréis cuenta de lo grande que es el trabajo que habéis realizado y de lo grande que es la recompensa que os espera.
Y al responder a una persona que habla sobre lo difícil que puede ser el camino, Maharaj Charan Singh dice en Muere para vivir:
… Es una lucha constante con la mente…
Y luego continúa con una afirmación que refleja la importancia de una dedicación esmerada a la meditación:
… pero vale la pena.
En el libro Jewels of Remembrance, que es una selección de poemas de Rumi incluidos en el Masnavi (seleccionados y traducidos por Camille y Kabir Helminski), se dice:
Tu mente está dispersa como fragmentos de oro entre miles de deseos y preocupaciones. Recoge todas estas partes dispersas a través del amor, y cuando el oro de tu atención se haya reunido, entonces el sello real podrá estamparse en ti.
Rumi, el famoso poeta y místico sufí, a menudo utilizaba imágenes y metáforas para transmitir enseñanzas espirituales y filosóficas. En esta ocasión, utiliza la metáfora del sello real que se estampa en un documento para demostrar que ha sido aprobado por el propio rey. (En el pasado, este sello se creaba con cera y se estampaba un sello con el símbolo del rey).
El significado es que nos insta a concentrar nuestra atención en el centro del ojo, para que el rey la reclame como suya en el interior. Es decir, tenemos que reunir el ‘oro’ de nuestra concentración, para que la presencia divina la reconozca y autentifique con el Shabad en nuestro interior.
¡Qué hermosa imagen! Nuestra atención es como el oro. Tiene un valor incalculable. Rumi dice que debemos recogerla a través del amor. ¡El amor por nuestro maestro es tan importante! Al principio, cuando comenzamos en este camino de Sant Mat, es posible que no lo amemos realmente; el sentimiento de amor que experimentamos aparentemente surge y se desvanece, a veces es fuerte, a veces débil. Más bien se trata de un sentimiento de gratitud intensa. Sin embargo, es justo a través de esa gratitud como podemos adentrarnos en nuestro interior.
Si estamos agradecidos de que, entre millones de almas en esta creación, no solo tenemos un cuerpo humano sino que hemos sido elegidos para regresar a casa en esta misma vida, esa gratitud seguramente nos impulsará a realizar nuestra meditación. A través de ella, el amor crecerá hasta el punto de que realizaremos su amor en el interior.
La señal más segura de un amante consiste en que si pierde cualquier cosa material o del mundo, no le produce pena alguna, sea lo que sea, pero si pierde el tiempo sin haber meditado, orado o recordado al amado, entonces siente un inmenso dolor.
Filosofía de los maestros. (Abreviado)
*Fuente (parafraseada): Robert Fritz, The Path of Least Resistance. Ballantine Books, 1989.