¿A quién servimos?
Cualquier esfuerzo que un devoto hace para llegar a la meta, es servicio a su maestro.
M. Sawan Singh. El amanecer de la luz.
La mayoría de nosotros dedicamos toda nuestra vida a amar y servir a los demás: familia, amigos, comunidad, nación y a personas desconocidas que lo necesitan. Nuestro amor, atención y servicio tienden a dirigirse hacia afuera.
Pero los santos entran en nuestras vidas y expanden nuestra conciencia y comprensión. Nos dicen que tanto el amor como el servicio funcionan en dos ámbitos: interior y exterior. Este concepto está bellamente explicado en la Biblia. Una vez, un buscador le preguntó a Jesucristo: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?”. Y Cristo –citando la Biblia hebrea– respondió:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente’. Este es el primer y gran mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Con nuestra perspectiva limitada, podríamos pensar que el amor y el servicio funcionan en dos áreas separadas: internamente hacia el Señor y externamente hacia el prójimo. Pero los místicos nos guían hacia una comprensión más amplia y profunda: dicen que el amor se origina en el interior, y solo el amor por el Señor puede crear en nuestro corazón amor verdadero por nuestro prójimo. ¿Por qué? Porque como explica Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol. III:
Amar al prójimo significa ver al Señor en todos, en todas partes. Y eso solo lo puedes hacer si has cumplido el primer mandamiento.
Por eso es significativa la secuencia de estos mandamientos. El primero, el mandamiento principal, es amar al Señor, porque el amor por el Señor nos llevará de regreso al Señor, y el amor por otros seres fluirá automáticamente de esto. Amor significa ver al Señor en todos, y esto se logra a través de la meditación. Si en cambio nos enfocamos únicamente en amar y servir a los demás, la comprensión de que el Señor está en todos puede no surgir necesariamente en nosotros, y nuestro apego a los demás puede mantenernos atados a la creación.
Los santos nos ayudan a entender mejor quién es nuestro ‘prójimo’. Hazur Maharaj Ji explica en Spiritual Perspectives, vol. III:
Cuando hablo de mi ‘prójimo’, no me refiero solo a quien vive al lado de mi casa. Si vivo en una casa, la casa contigua es mi ‘prójimo’. Si vivo en una ciudad, la ciudad próxima es mi ‘prójimo‘. Si vivo en un país, la nación adyacente es mi ’prójimo’. Si vivo en un continente, el continente próximo es mi ‘prójimo‘. Esto significa que todo el universo se convierte en mi ‘prójimo’.
Hazur Maharaj Ji también aclara en el mismo libro, que nuestro prójimo no son solo otros seres humanos, sino todas las criaturas. Cuando le preguntaron por qué se recomienda una dieta vegetariana en el sendero espiritual, respondió:
Cristo dijo, ama a tu prójimo. Todas las criaturas son nuestro prójimo: Cuando amas a alguien, no lo matas; y cuando amamos a toda la creación, no podemos matar intencionadamente, ni sentir en nuestro corazón el peso de que alguien lo haga por nosotros.
Entonces, la guía de los santos es primero amar y servir al Señor. Esto nos permite ver al amado ‘en todos, en todas partes’ y despierta en nosotros el instinto natural de amar y servir a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Pero ¿cómo podemos amar y servir al Señor desconocido e invisible? ¿Y cómo podemos saber cuál es la actitud correcta con la que servir a nuestro prójimo? Para esto necesitamos un maestro verdadero. Los santos y los místicos son los ejemplos supremos del servicio: son sevadares del Señor. Ellos vienen a este mundo para servir a aquellos que buscan al Señor, y al unir las almas con Dios llevan a cabo el servicio más elevado. Su compasión y amor nos reflejan un espejo donde descubrimos el mismo potencial de amor y servicio en nosotros mismos. Aprendemos de ellos cómo servir tanto al Señor como a los demás seres.
Por lo tanto, la respuesta de ¿a quién servimos? es que servimos al maestro verdadero. Maharaj Sawan Singh dice en Philosophy of the Masters, vol. I:
Se debe prestar todo tipo de servicio a los seres queridos del Señor [los místicos], porque ninguna riqueza, soberanía ni posición elevada en la vida pueden igualar la recompensa de este servicio… El maestro o el gurú es el custodio de la riqueza de Dios. Por lo tanto, si servimos a nuestro maestro, alcanzaremos sin duda alguna la realización de Dios.
El maestro nos enseña cómo servir al Señor y cómo servir a los demás.
Extracto del libro Seva