El sentido espiritual del seva
La recompensa del seva es inmediata. Pero la recompensa es espiritual; es interior, no exterior, y por lo tanto no siempre es evidente para nosotros. Ambicionamos recompensas tangibles, ventajas y privilegios pequeños que no tienen un significado espiritual y son mucho menos valiosos que lo que realmente recibimos por nuestro servicio.
Seva
En la web de RSSB podemos encontrar el documental ‘Seva de amor’, que explica e ilustra el significado del seva o servicio desinteresado desde distintas perspectivas, y muestra la gran cantidad de actividades de seva que tienen lugar en Dera Baba Jaimal Singh, así como en sus centros afiliados tanto en la India como en otros países.
En el documental se recalca la esencia central de las enseñanzas de Sant Mat, esto es, que el seva físico o externo es un medio para alcanzar el verdadero seva interno de la meditación, y a continuación se resume la explicación de Hazur Maharaj Ji:
Verás, el verdadero seva es la meditación. Los otros sevas son medios para lograr este fin. Queréis ser humildes, queréis ser útiles, queréis tener un corazón compasivo para poder invocar la gracia del Señor en vuestra meditación.
Todos estos son medios para lograr el fin.
La práctica espiritual es el fin principal del seva, del servicio a los demás, y es la mayor expresión de amor y servicio que podemos prestar al maestro y al Señor.
La meditación tiene el poder de transformarnos, y hace que nuestras debilidades disminuyan para que podamos llenarnos de más paz y gratitud. Si no meditamos, entonces llevamos nuestras debilidades dominantes a nuestro seva, donde todavía nos rige el corazón emocional en lugar del corazón espiritual –en el centro de los ojos–.
Hazur Maharaj Charan Singh explica en Muere para vivir:
Servir a la humanidad es algo bueno; estás limpiando el ‘recipiente’. Pero nuestro enfoque es que si amas al Señor, todas las buenas cualidades entran en ti como la crema sobre la leche.
Si amas al Señor, te vuelves amable, cariñoso, generoso y útil para toda la humanidad. Pero si solo intentas ayudar a la creación, entonces te involucras y apegas a ella, lo cual no te ayuda a amar al Creador en absoluto.
La meditación es la base sobre la que se construyen todos los demás sevas y saca lo mejor de nosotros.
Sin duda los maestros son el mejor ejemplo de entrega y amor desinteresado. Ellos ya han cumplido con su misión espiritual y nosotros debemos estar dispuestos a cumplir con la nuestra. Es decir, debemos meditar para realizar a Dios, y poner nuestro esfuerzo en hacerlo todos los días durante dos horas y media, pues por muy inútil que a veces parezca nuestro esfuerzo, el maestro lo valora.
Estar dispuestos significa estar conscientemente orientados o inclinados hacia las enseñanzas que deseamos seguir y poner en armonía nuestra vida con las enseñanzas. Eso es lo que por nuestra parte podemos hacer, y nuestro maestro nos dice que hagamos algo más que poner armonía y buena disposición, nos pide que pongamos todo nuestro esfuerzo. Los maestros no nos hacen responsables de los resultados. Nos dicen que los ignoremos, pero que tenemos que intentarlo, porque ellos saben de qué hablan cuando nos lo piden.
En las sesiones de preguntas y respuestas con el maestro, siempre hay algún discípulo que, llevando muchos años en el sendero, le transmite cierto sentimiento de desánimo por los infructuosos resultados en la meditación, incluso por esa sensación de haber perdido la fe en el sendero.
Baba Ji suele responder que esto ocurre porque no podemos evitar estar pendientes de los resultados. Y podemos preguntarnos, ¿por qué…?, ¿por qué tenemos esa imperiosa necesidad de obtener resultados? Pues está muy claro, porque esto es lo que hemos aprendido en el mundo, porque nuestro trabajo en el mundo siempre está dirigido a obtener resultados, así que del sendero espiritual seguimos esperando lo mismo, resultados.
Y por más que insistimos, el maestro nos sigue diciendo que deberíamos hacer nuestra meditación porque él nos lo pide y como una expresión de amor, y no para lograr experiencias espirituales.
Annie Besant, una autora y teósofa inglesa que escribió sobre asuntos espirituales, dijo que si el maestro nos diera experiencias espirituales a cambio de nuestra meditación, nuestra meditación se convertiría en ‘una transacción comercial: tanta adoración a cambio de tanta dicha’. Y luego, con mucha convicción, añadió:
Donde no hay gratuidad no hay lugar para Dios.
Solo así, nuestra meditación se convertirá en el regalo para nuestro maestro en forma de tiempo y atención, dados libremente, sin ataduras, solo porque él nos lo pide.
Por eso el maestro nos dice que nos sentemos, comencemos nuestro simran, concentremos nuestra atención y nos dejemos llevar.
En el libro del yo al Shabad, el autor explica la importancia y la función del simran de la siguiente manera:
Baba Ji dice que hacer simran es para el alma como desatar un globo de la cuerda que lo sujeta. Una vez que el globo está desatado, naturalmente comienza a elevarse. No podemos forzar a nuestra consciencia a subir a niveles superiores. Todo lo que podemos hacer es desatar lo que mantiene el globo abajo. La consciencia subirá por sí misma como resultado natural de haberse liberado de su absorción con el mundo. Una vez que la atención empieza a subir, Baba Ji nos aconseja que nos dejemos ir.
¿Dejando ir qué?, podemos preguntarnos. Dejando ir las expectativas, los deseos, las esperanzas de tener éxito en el simran. Dejando ir todo excepto los cinco nombres dirigidos al maestro que son nuestro regalo para él, entregado libremente.
Los maestros están en este mundo, pero no pertenecen a él. No se identifican con el cuerpo, sino con el Shabad, mientras que nosotros, sus discípulos, todavía nos identificamos con el cuerpo y la personalidad, cuando en realidad no somos ninguna de las dos cosas sino una ilusión que debemos trascender.
En el libro citado del yo al Shabad, cada capítulo termina con una historia llamada ‘Cuento cósmico del Café Maya’, que ilustra ciertos conceptos a través de una interacción ficticia entre el murshid (el maestro) y su discípulo Jiva mientras toman una taza de té en el Café Maya. En uno de los pasajes del cuento, Jiva le pide al murshid que le explique las enseñanzas en pocas palabras, a lo que el murshid responde:
Las enseñanzas dicen: Mi gurú me inició en el conocimiento de mi verdadera naturaleza. No soy mi cuerpo, ni mis sentimientos ni mis pensamientos. Soy el resplandor consciente, sin forma, del Shabad. Eso es lo que soy y eso es lo que dicen las enseñanzas.
Por eso en las enseñanzas de Sant Mat se explica que el alma es el verdadero devoto y el Shabad es el verdadero gurú, y que cuando nuestra alma se funda en la corriente del sonido interior a través de la meditación, también nosotros nos convertiremos en verdaderos sevadares.
El proceso de poner nuestras vidas en orden poco a poco, y paso a paso transformarnos espiritualmente, ha de ser visto como una evolución permanente de toda nuestra vida hacia la meta, pues no debemos olvidarnos de quiénes somos y adónde vamos mientras caminamos en nuestro viaje por la vida.
Tenemos que aprender a vivir conscientemente, de modo que nos podamos percatar de las consecuencias de todo lo que hacemos.
Si olvidamos la meta, la finalidad, nuestras acciones se volverán simples rituales vacíos. Recordando nuestro objetivo nos inspiramos; olvidándolo, nos convertimos en víctimas de la rutina. Olvidando la razón por la que hacemos lo que hacemos, nos volvemos vulnerables a la duda o nos convertimos en dogmáticos.
Tiene que haber un motivo para todo cuanto hacemos, el maestro siempre nos lo recuerda.
Nuestro progreso es gradual y así tiene que ser. La mejor forma de recorrer este camino es hacerlo de manera lenta y constante con el fin de llegar a estar preparados, realmente preparados, para el viaje interior.
La meditación diaria es el camino lento pero firme que ha dispuesto el maestro para que escuchemos el sonido, el Shabad.
Hay una cita popular que expresa:
Dime algo y lo olvidaré, enséñame algo y lo recordaré, hazme partícipe de algo y entonces lo aprenderé.
Esto es lo que ha hecho el maestro con nosotros, nos hace partícipes de un camino que nos lleva hacia la armonía y hacia el encuentro con uno mismo. Un camino que nos da la oportunidad de ir tomando consciencia de quiénes somos. Y solo hay una dirección que conduce al aprendizaje: el viaje hacia el interior de uno mismo.
Un trayecto que cuesta aprender, pero que compensa con creces; que eleva nuestro estado de consciencia y nos hace ver el mundo desde otra perspectiva, de manera que algún día podamos entender muchas cosas que hasta ahora no hemos entendido.
Nos gusta este mundo, porque todavía somos de aquí, porque todavía no hemos alcanzado ese estado de consciencia que nos permitirá ver nuestra verdadera naturaleza o como decía el murshid, tener conocimiento de que:
No soy mi cuerpo, ni mis sentimientos ni mis pensamientos; soy el resplandor consciente, sin forma, del Shabad.
Y cuando eso ocurra, cuando seamos conscientes de nuestra verdadera naturaleza, porque un día ocurrirá, se acabarán nuestros problemas, podremos ver con claridad que este mundo no es un lugar para desear volver, que ya no queremos repetir la experiencia de vivir, y entonces, solo entonces, es cuando vamos a reconocer el verdadero valor de tener un maestro y el verdadero valor de tener la oportunidad de vivir una vida espiritual.
Tratar de moldear la propia vida de acuerdo con las enseñanzas de un maestro verdadero requiere tiempo y determinación e implica luchar contra nuestras debilidades: esos hábitos de actuar y pensar que están muy arraigados en nosotros y que pueden ejercer un fuerte control sobre nuestras mentes. La meditación nos ayuda primero a reconocer nuestras debilidades y luego a convertir esas debilidades en fortalezas, pero esto no es trabajo de un día. ’Despacio y con constancia se gana la carrera’.
Sant Mat esencial