Del yo material a la divinidad
Puedes ser un anfitrión de Dios o un rehén de tu ego. Es tu llamada.
Wayne Dyer. El cielo es el límite
En las sociedades contemporáneas, el materialismo reinante contribuye al culto del ego. La importancia de la adquisición de bienes materiales y el éxito externo –como indicadores de felicidad de este enfoque– refuerzan la idea de que la realización personal y la satisfacción provienen de la acumulación de posesiones, reconocimiento social y logros externos. En contraste, las filosofías espirituales abogan por la desconexión del materialismo y la búsqueda de la satisfacción interior a través de la comprensión de uno mismo y de la conexión con lo espiritual. Redefinir los valores y encontrar significado más allá de las posesiones materiales es fundamental para contrarrestar el impacto negativo del materialismo en el culto al ego. Vamos a reflexionar sobre las consecuencias de esto y la alternativa que nos ofrece el misticismo de este sendero.
En efecto, el culto al ego es destructivo porque nos aísla mentalmente de lo espiritual y nos reduce a meros robots orgánicos. En el libro Sultán Bahu, este gran místico persa, expresó la siguiente idea:
Ninguno de los incontables libros que has leído en tu vida ha destruido tu brutal ego. En efecto, nadie sino los santos pueden matar a ese ladrón interior, que destroza la misma casa en la que vive.
Bahu nos dice que solo los santos pueden eliminar el ego. Afortunadamente, cuando seguimos el sendero espiritual, recibimos la enseñanza de un santo que nos instruye en un sendero de devoción mística, lo cual significa venerar un misterio más grande que uno mismo, entregarse a algo que en esencia supera nuestra razón. Pero primero debemos usar la razón para acercarnos a ese misterio.
Lo más destacado de este sendero místico es el maestro como puente hacia el Verbo, y el Verbo como puente hacia Dios. En términos bíblicos es la Trinidad del Padre, el hijo y el Espíritu Santo. El maestro es quien nos da la clave para practicar la devoción mística y es quien nos conecta con nuestra esencia espiritual. La unidad de estos tres elementos se expresa en varias partes de la Biblia. Sobre la unidad del Verbo y Dios dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. (…) Todas las cosas por él fueron hechas… (Jn. 1:1-3). Respecto a la unidad del maestro y el Verbo dice: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros… (Jn. 1:14). Y por último, sobre la unidad del Padre con el hijo, Jesús dijo: Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. (Jn. 14:11).
Del mismo modo, como hemos visto anteriormente, Sultán Bahu expresa que solo los santos pueden eliminar el ego, Jesús dice algo similar:
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. (Mt. 16:25).
O sea que quien viva a través del ego perderá la vida espiritual, pero quien pierda su ego siguiendo las instrucciones de su maestro espiritual, la encontrará. El maestro vivo es una muestra de la plenitud espiritual. Él da fe de la unidad del alma con Dios a través de su propia experiencia. Además, nos enseña cuál es la forma de venerar a ese gran misterio que es Dios.
La forma de veneración que nos enseñan los maestros de este sendero consta de dos partes. La primera, llamada simran o recuerdo, sirve para reemplazar la narrativa del ego que nos mantiene atados al mundo por algo que no tenga relación con el mundo exterior, para así poder llevar la atención al interior. Para este fin, los maestros nos dan cinco nombres sagrados que podemos repetir en cualquier momento del día, y que además los repetimos durante la primera parte de la meditación.
La segunda parte tiene que ver con conectar la consciencia con su propio origen, que es el Verbo. El Verbo, también llamado Shabad, Palabra o Nombre de Dios, es el misterioso poder mediante el cual Dios sostiene la creación. Dado que es el poder que sostiene todo y a todos, puede percibirse dentro de todos nosotros en forma de sonido. Jesús hizo referencia a él cuando dijo: El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va (Jn. 3:8). La audición del sonido es la segunda parte de la meditación. Esta práctica de escuchar atentamente se llama bhajan, y significa literalmente ‘adoración’. A través de esa devoción, podemos recordar que somos de la misma esencia que ese gran misterio.
El nombre para la práctica impartida en este sendero es Surat Shabad Yoga, que significa unión del alma o atención con el Shabad o Verbo. Integrar esta práctica mística en nuestra vida diaria pone nuestra mente en equilibrio, nos capacita para vivir lo cotidiano con mayor plenitud, y hace que nuestras vidas sean más plenas y armoniosas. Con la ayuda de esta práctica comenzamos a sentirnos menos aislados del resto del universo, porque somos conscientes de ese poder que unifica y lo sostiene todo.
Desde esta perspectiva el sendero es práctico y conveniente, nos proporciona los medios para un fin, que es día a día eliminar lo que reconocemos como nuestro yo, hasta llegar a la infinita divinidad de Dios.
Aquí cabe mencionar que este sendero no es para escapar de nuestro pasado, ni para escapar del destino que todavía nos falta por vivir en este mundo. Al contrario, es para hacer frente a esta vida con mayor plenitud, con más paz y estabilidad mental. Para eso, hay que reconocer primero el punto en el que estamos, aceptar nuestra condición actual, nuestras fortalezas y debilidades, y de manera gradual y cuidadosa ir corrigiendo las faltas, ir sanando las heridas, ir descubriendo y desarrollando nuestras virtudes, e ir así avanzando hacia la meta de vivir una vida en constante conexión con el Shabad.
El culto a la materia y al ego es un culto a maya, la ilusión o ignorancia espiritual, y por lo tanto es un veneno para el impulso natural del alma por regresar a la conciencia original divina. El culto al ego es contrario al progreso espiritual porque el ego depende de la creencia de que somos un personaje separado del cosmos, que además tiene derecho a imponer su voluntad por encima del mundo.
Por otro lado, la realidad espiritual es que este personaje es solo una pequeña parte del cosmos y tiene un humilde papel que desarrollar, y además ni siquiera somos tal personaje, sino un alma -una partícula de conciencia pura de la misma esencia que el Creador- que viene solo a percibir temporalmente la creación desde la perspectiva limitada de uno de sus seres. Pero esa realidad se vuelve casi imposible de recordar bajo la influencia del veneno de maya o ilusión. Y como estamos constantemente expuestos a ese veneno, en este sendero nos dan el antídoto, y remarcan la importancia de aplicarlo cada día. De ahí la necesidad e importancia del maestro vivo en este sendero. Porque el maestro vivo es el primer puente hacia Dios que encontramos en el mundo. Él es el Verbo hecho carne que habita entre nosotros y nos pone en contacto con el Verbo interior.
El maestro es quien nos incita a dejar la esclavitud del materialismo y encontrar la paz dentro, siguiendo sus enseñanzas. Ver la gracia con la que él brinda su servicio, inspira devoción en nosotros. Así como un estudiante de violín se inspira al ver y escuchar a un maestro interpretar a Vivaldi o a otro gran compositor, a los buscadores espirituales les despierta el anhelo espiritual ver a un maestro que vive en comunión constante con el Verbo.
El maestro tiene ese don de despertar en nosotros la consciencia del Shabad y hacer que nos fundamos finalmente en él. Al respecto, en el libro de Gurú Nanak, sus enseñanzas místicas, leemos: “El gurú nos bendice con el Nombre del Señor, y nos hace fundirnos en él, igual que hace al agua mezclarse con el agua”. El Nombre del Señor con el que nos bendice el gurú se refiere al Verbo y también al mantra y la práctica necesaria para sintonizarlo.
Dado que un maestro del Shabad ya fundió su consciencia en el Verbo, la devoción a él tiene el poder de hacer lo mismo por sus discípulos. Además, el consagrarnos al gurú tiene el efecto de disolver el ego, que es el principal obstáculo en la realización de Dios.
En realidad, los maestros solo nos aconsejan renunciar a los apegos mundanos para que podamos recobrar la libertad espiritual de nuestra alma, la cual es invaluable. En palabras de Jesús: Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? o ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? (Mt. 16:26).
El hecho de que el placer y el poder mundano no brindan felicidad duradera ha sido constatado por místicos y mundanos por igual. Pero han sido solo los místicos quienes han sabido trazar el camino que sí lleva a la felicidad a través de la devoción al gurú.
En el libro Kabir: The Great Mystic, él expresa perfectamente el valor del don de la devoción, dice:
Si solo entregando tu cabeza puedes obtener devoción al gurú, incluso entonces ten eso como una ganga.
Incluso más que una ganga es un regalo de valor incalculable. Porque ¿cómo se le puede dar valor a aquello que nos libera de la esclavitud del ego y a la vez nos da acceso a Dios?
Los místicos nos enseñan que practicar esta triple devoción al maestro, al Verbo y a Dios, es el antídoto para toda preocupación mundana.
Y Gurú Arjan en el Adi Granth nos da la receta, diciendo:
Lo que sea que el Señor haga, lo tomo por dulce; esta sabiduría he aprendido de los místicos.
Y no es coincidencia que el remedio sea básicamente lo opuesto al hábito típico del ego, que es resistirse a lo que sucede y desear lo que no sucede, ya que en realidad toda preocupación y sufrimiento mental viene de resistirse al momento presente. Aceptar lo que no podemos cambiar, y actuar sobre aquello que sí, es una famosa receta para la paz mental.
Se podría decir que la actitud clave en el misticismo es la humildad, mientras que la actitud característica del materialismo es el egoísmo, y ambas llevan nuestra consciencia a polos opuestos de la creación, o sea el polo positivo y el negativo, respectivamente. Los místicos nos indican que la creación es mucho más grande que lo que percibimos como mundo físico, y que está organizada como una serie de esferas concéntricas que se proyectan “una sobre la otra” por así decirlo, yendo del mayor grado de consciencia, mayor fulgor espiritual y mayor permanencia, al menor. Pero más que lugares, estos planos de existencia son estados de consciencia que podemos percibir incluso mientras vivimos nuestra vida actual.
Mediante la meditación que nos enseña un místico vivo podemos acceder a esos estados de consciencia. Y cuanto más elevamos nuestra consciencia hacia Dios, más podemos percibir el amor, la belleza, la verdad, y muchas otras virtudes, incluso en este mundo aparentemente tan roto. Esto se debe a que vamos descubriendo que nuestra alma es de la misma esencia que Dios, y Dios, que es el origen de todo cuanto existe, es puro amor, belleza y verdad.
El maestro nos enseña que apegando nuestra consciencia al Verbo podemos elevarla de vuelta a su origen, que es Dios. Mediante la devoción que nos enseñan los místicos podemos dejar atrás el culto a la ilusión del ego materialista, y recobrar la plenitud espiritual de nuestra alma, que es nuestra herencia divina, para vivir en constante paz y felicidad.