Nuestra verdadera edad
Lo que nos indica la evolución de un ser humano es la conciencia que posee de pertenecer a un todo mucho más vasto que él, esmerándose en no desarmonizarlo con su actividad, sus pensamientos, sus sentimientos y su ruido interior.
Omraam Mikhael Aivanhov. El yoga de la nutrición
En un mundo donde los números a menudo definen nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás, supongamos que dos personas se encuentran frente a un formulario en el que tienen que escribir su edad. Y que, en lugar de responder de manera automática, se detienen y se sumergen en una reflexión profunda que va más allá de la mera cifra cronológica, más allá de un simple dato físico:
Desde una perspectiva más profunda, la edad del ser humano puede no limitarse a los años vividos en esta vida, sino abarcar una vasta historia que se extiende a través de los anales del tiempo cósmico. Es una edad que se moldea con cada experiencia a lo largo de un viaje espiritual, que trasciende las limitaciones de la existencia física. En este contexto, la edad del ser humano se convierte en un reflejo del eterno fluir del alma a través de los ciclos de renacimiento. Efectivamente, según escribe el maestro Maharaj Sawan Singh en el libro Joyas espirituales:
Las almas han estado errando en este mundo durante millones de nacimientos y muertes, desde el principio de la creación.
Más adelante el maestro continúa diciendo:
Nadie puede decir cuántos cuerpos ha tenido que asumir cada alma hasta ahora. Algunas veces fue en el reino vegetal, otras en el mundo de los insectos, otras veces tomó la forma de pájaro, otras la de un animal, a veces la de un hombre, un ángel, un dios o un demonio, etc.
Lo primero que nos dice el maestro es que las almas estamos aquí desde el principio de la creación. Encarnados en diferentes tipos de cuerpos y también en diferentes planos. En el plano físico hemos encarnado como pájaros, humanos y demás, y en los planos interiores como ángeles, demonios, etc. Si tenemos en cuenta esta explicación, en concreto sobre el plano físico, y la unimos a las actuales investigaciones científicas veremos que, por una parte, por las palabras del maestro sabemos que estamos aquí desde el inicio del universo y, por otra parte, el mundo científico calcula que esta creación tiene aproximadamente 14 000 millones de años, sin tener en cuenta creaciones anteriores: solo esta. Así pues, si estamos aquí desde el inicio, ¿cuál es nuestra edad real?
Nuestra verdadera edad es incomprensible, se trata de una edad enorme. Tengamos en cuenta que la edad está hecha de tiempo y que el tiempo solo existe en el reino de Kal, que es el reino de los cambios, del tiempo. Si fuésemos capaces de elevarnos por encima de Kal, y tuviéramos consciencia del reino de sach kand, del reino ‘sin tiempo’, entonces simplemente entenderíamos que no es que seamos muy viejos, es que no tenemos edad, que simplemente somos. ¡Somos… Él! Somos parte de ese Ser que no tiene inicio ni final, que no tiene tiempo.
En el libro Así habló el maestro, Hazur Maharaj Ji responde a esta pregunta de un discípulo: “¿Está el maestro dentro de una persona antes de ser iniciada?”.
El Verbo está siempre dentro de nosotros. Desde el mismo comienzo de la creación el Verbo ha estado siempre con nosotros. (…) Así que el maestro está siempre en nuestro interior. El Verbo está siempre en nosotros. Tenemos que hallarlo en nuestro interior. Únicamente cuando lo encontremos podremos hacer uso de él.
Hazur Maharaj Ji nos da una explicación muy simplificada de cuál es nuestra situación. Por una parte, nos dice que estamos aquí desde el mismo principio de la creación. Pero por otra parte, también nos dice que nunca hemos estado solos. Viene a decir que el maestro y el Shabad son lo mismo: que lo podemos encontrar en nuestro interior y además hacer uso de él. Podemos usar el Shabad, utilizar el Shabad.
Todos los maestros verdaderos nos hablan sobre lo compleja que es esta creación. Muchas veces la comparan a una inmensa obra de teatro. Otras veces nos dicen que se trata de su juego, del juego de su amor, del juego de Dios.
Sobre el porqué el Señor hizo esta creación, porqué nos ha metido en su juego, citaremos una respuesta que dio el Papa Francisco y que Baba Ji mencionó con agrado. El Papa explicó que en una ocasión un niño le preguntó: “¿Qué hacia Dios antes de hacer la creación?”. Y él tuvo que hacer una pausa antes de responderle: “… Antes de la creación Dios amaba, y era tan grande su amor que se desbordó, no lo pudo contener. Y así surgió la creación, y así es como Dios ama a todos los seres de su creación”. Esa es solo una simple explicación, aunque muy bella, que nos dice que estamos viviendo su juego, su juego de amor.
Si nos fijamos en cómo es la creación, cómo funciona la ley del karma y la rueda de la reencarnación, veremos que es como si Dios nos hubiera puesto en una especie de escape room (juego de escape), un juego que consiste en entrar en una habitación en la que, para salir de ella, debes solucionar una serie de pruebas y acertijos en un tiempo determinado. En el escape room del Señor solo se abre la puerta de salida a través del amor verdadero, del amor divino. Esa es la única salida de la rueda de las reencarnaciones, a través del amor divino.
En este inmenso juego, el Señor nos está atrayendo hacia él desde nuestra primera encarnación, cuando probablemente éramos una simple bacteria. Y por su fuerza de atracción, hemos llegado hasta la actual encarnación humana. Y ahora, como seres humanos, tenemos la capacidad de completar ese juego. Como seres humanos tenemos la capacidad de unirnos a la conciencia divina antes de morir. Es así, y solo así, como se resuelve su juego. Uniéndonos a la conciencia divina antes de morir.
Quizás a veces pensemos que este juego no tiene ninguna gracia, que nos da como claustrofobia jugar, que no hacía falta que el Señor nos regalase esta aventura. Es verdad que con una mirada superficial podemos llegar a esta conclusión, pero cuando profundicemos en nuestra conexión con el Shabad, entonces nuestra mirada cambiará, nuestra compresión cambiará. Cuando empecemos a amar empezaremos a entender el porqué de este juego divino.
Hazur Maharaj Ji dice en Así habló el maestro:
… nunca hemos estado solos, el Shabad siempre ha estado con nosotros, pero si no lo hallamos en nuestro interior, ¿de qué nos sirve?
Y esta es la cuestión: ahora tenemos la oportunidad de experimentar ese poder que tenemos en nuestro interior. Así, como dice el maestro, podremos hacer uso de él, podremos usar el Shabad. Nuestra evolución en la creación nos ha llevado a un punto en el que ya no somos bacterias, somos humanos, y es ahora cuando podemos ser conscientes de este poder que ya está en nosotros.
Por eso, los místicos insisten en la idoneidad de nuestra condición actual para que nos garanticemos la experiencia del Shabad. Ellos afirman que nuestro verdadero ser no es el cuerpo, y que no somos humanos, sino almas encarnadas en un ser humano. Y nos piden y animan a que entremos en la esfera espiritual para que reconozcamos nuestro verdadero ser. Igualmente, el maestro verdadero tampoco es el cuerpo humano: es el Shabad. Aunque lógicamente el Shabad tiene que expresarse a través de una forma humana para poder guiarnos hacia su verdadera forma. La misión del maestro en su forma humana es enseñarnos, guiarnos sobre cómo tenemos que sintonizarnos con el Shabad. El maestro, con su ejemplo, despierta nuestro surat (facultad de escuchar), nuestra consciencia. Y cuando el surat despierto capta la melodía, somos conscientes de la forma Shabad del maestro.
¿Cómo lo hacemos?, ¿cuál es el método? Con la meditación que nos enseña el maestro. A través de una práctica esmerada, basada en la repetición del simran, aprendemos a silenciar nuestra mente. Entonces desaparecen los pensamientos, las palabras; no hay miradas que nos distraigan ni ruidos que nos perturben. Cuando logramos alcanzar un estado de inmovilidad física y quietud mental, damos paso a la interiorización. En este espacio interior de serenidad, los pensamientos se desvanecen completamente. Es en el silencio interior donde la verdadera meditación florece, liberando a la mente de cualquier distracción para encontrar la paz profunda y la conexión con el Shabad. Es así como podemos entrar en un estado sin pensamiento, en el que solo existe la contemplación, la conexión con el Shabad, la superconsciencia.
En ese estado, de simple contemplación del Ser, es cuando se abre la décima puerta, es cuando podemos escapar de esta enorme habitación, es cuando ya no volveremos a encarnarnos porque habremos resuelto su juego: el juego de su amor.
Ciertamente ese estado es difícil de alcanzar, pero no imposible. Porque la verdadera dificultad, más que en interiorizarse, está en ordenar nuestras prioridades. El camino interior es muy difícil si no le damos nuestra máxima prioridad. Solo podremos avanzar si lo colocamos en primer plano y, sobre todo, si tenemos la suficiente humildad para agradecer la indispensable ayuda que recibimos del maestro físico, en quien el Shabad se manifiesta como una realidad. Necesitamos determinación y humildad para aferrarnos al Shabad. Pero antes, necesitamos persistir en el simran, pues esta práctica es lo que nos permitirá conectarnos al Shabad, a la corriente del Uno, a la corriente de su amor.
Así pues, en el supuesto formulario, citado al inicio, en el que dos personas tienen que rellenar el campo de la edad, simplemente, deberán escribir: ‘No tenemos edad’. Esa compresión llega cuando se activa conscientemente nuestro vínculo con el Shabad y nos sumergimos en él.