Más allá de las palabras
No soy este cuerpo que ven los amantes,
soy esa alegría y felicidad que sientes por
dentro al escuchar mis palabras o mi nombre.
Citado en Jalal al-Din Rumi
A continuación, se relata una crónica de la histórica llegada del maestro a la costa oeste de Estados Unidos, donde cincuenta y tres años antes los dos primeros buscadores americanos fueron aceptados por el Gran Maestro para iniciarse en la práctica del Shabad:
Aquí, como en otros estados de América, la dulce sonrisa del maestro, su fino sentido del humor, su afectuoso proceder y sobre todo el amor hacia sus discípulos, generaron tal atmósfera de cordialidad que se derribaron todas las barreras de la etiqueta. Los satsanguis tenían la impresión de haber conocido a Maharaj Ji durante años, y de que este encuentro era simplemente la reanudación de una antigua amistad. El maestro disipó tan rápidamente las dudas acerca de la manera de actuar y de hablar en su presencia, que los satsanguis olvidaron enseguida su timidez y quedaron cautivados por la radiante felicidad que le rodeaba.
Después de la llegada a Los Ángeles (…) Maharaj Ji dio las gracias a todos por su grata bienvenida y hospitalidad, con las siguientes palabras:
Para mí, personalmente, este acontecimiento tiene una enorme trascendencia (…) porque hoy me encuentro en aquella parte del suelo americano que puede decir que guarda la más antigua relación con Dera. Fue la costa oeste el lugar al que llegó Sant Mat por primera vez en el primer cuarto de este siglo, cuando alguien, en nombre de Hazur Maharaj Ji, nuestro Gran Maestro, inició al primer americano. Es aquí donde arraigó lentamente la filosofía de Radha Soami en América y donde, según creo, tenemos la mayor concentración de satsanguis americanos.
El maestro continuó diciendo: “Traigo los saludos cordiales de Radha Soami y los mejores deseos de los cientos de miles de satsanguis de la India”. Luego, refiriéndose al programa de su visita de seis semanas, Maharaj Ji dijo que se esforzaría por encontrarse con el mayor número posible de satsanguis, tanto individualmente como en grupos, bien en la residencia de sus anfitriones o en sus mismos hogares. También pidió a aquellos cuyas casas no pudiera visitar que procuraran comprender y valorar las dificultades prácticas, y aseguró al sangat –un grupo de unas ochocientas personas entre satsanguis y buscadores– que como predijo el Gran Maestro: “Sant Mat tiene un gran y prometedor futuro en este maravilloso país”. Para finalizar el discurso, dijo: “Debemos procurar ser un ejemplo vivo de los principios de Sant Mat”.
El programa apretado y agotador de la visita a Estados Unidos comenzó en Los Ángeles, donde además de un satsang y una sesión de preguntas y respuestas, el maestro concedió entrevistas desde las ocho y media de la mañana hasta la una de la tarde, y nuevamente de seis a siete y media de la tarde (…) En palabras del vicemariscal del Aire, Sr. Sondhi: “A nadie que solicitara una entrevista personal con el maestro se le denegó, y no se estableció ningún límite de tiempo para los encuentros, que a veces se prolongaban hasta pasada la medianoche”.
El Sr. Sondhi añadió: “Para él no tenía importancia alguna el hecho de tener que estar preparado a la mañana siguiente, desde muy temprano, para empezar en el mismo centro otro programa igualmente intenso o para viajar en avión varios cientos de kilómetros hasta el siguiente centro. No hay duda de que tal ritmo suponía un enorme esfuerzo físico que habría agotado a cualquier mortal corriente. Pero el maestro es capaz de mantener el esfuerzo durante muchas horas, lo que es tan asombroso como su habilidad para tener al final una apariencia completamente fresca, relajada, jovial y vigorosa.
(…) En las sesiones de preguntas y respuestas en Los Ángeles, al igual que en las de otros centros de Estados Unidos (…) sus respuestas eran sencillas, precisas y profundamente comprensivas y compasivas, de modo que siempre eran de mucho estímulo para los discípulos. Su vivo sentido del humor, cautivadora sonrisa y cordial afecto, le acercaron aún más al sangat. Sus respuestas a las preguntas iban invariablemente mucho más allá de las palabras, y suponían una comunicación sutil, profunda y directa que llegaba al corazón de los asistentes.
Y aunque todas las preguntas cuidadosamente elaboradas son realmente en vano, son grandes los grupos de personas que las siguen haciendo. Nos damos cuenta de que necesitamos formularle preguntas, una tras otra, no tanto por sus respuestas sino para retenerlo con nosotros, poder oírle y verle, ya que estar en presencia del maestro es la respuesta.
En una de las reuniones, un satsangui le preguntó: “¿Por qué me parece que no puedo pensar en nada que decirte?”. Maharaj Ji respondió dulcemente: “Aquí no se necesitan las palabras”. Y es que realmente todas las comunicaciones entre maestro y discípulo están más allá de las palabras.
El cielo en la tierra