Llenar el vacío interior
El Señor derrama sus bendiciones allí donde encuentra los vasos vacíos.
Tomás de Kempis. La imitación de Cristo
En el libro Perspectivas espirituales, vol. II, se recoge una pregunta al maestro Hazur Maharaj Ji sobre una cuestión que con los años de práctica en el sendero, puede que muchos compartamos:
Maestro, en ocasiones siento, especialmente desde que estuve en Dera, una sensación sobrecogedora de que todo es un juego y es irreal. Me siento muy incómoda diciendo cosas así, pero siento que me falta algo a lo que solía aferrarme en la vida.
Y Hazur Maharaj Ji le responde:
Hermana, es natural cuando sabemos que el entorno con el que tenemos que lidiar, el ambiente en el que tenemos que vivir, no es más que una obra de teatro y nosotros solo somos espectadores.
No estamos apegados a nadie, y cuando no estamos apegados a nadie sentimos un vacío en nuestro interior. Entonces, ¿a quién pertenecemos? Es natural sentirse vacío. Si no, siempre nos engañaríamos a nosotros mismos.
Todos necesitamos sentir que pertenecemos a algo, y por eso buscamos personas o cosas que nos hagan sentir seguros y felices.
A veces nos aferramos a nuestra familia, nuestros amigos, nuestra casa, el dinero o cualquier cosa que nos haga sentir bien. Nos gusta tener cosas que hacer para no sentirnos solos.
Pero cuando empezamos a entender que nada de todo esto es realmente nuestro para siempre, y que la vida es como una obra de teatro donde solo actuamos un rato, podemos llegar a sentir un vacío, como si algo importante nos faltara. Esa sensación es una señal de que, tal vez, necesitamos encontrar algo más profundo a lo que agarrarnos para sentirnos realmente en paz.
Hazur Maharaj Ji continúa diciendo:
El desapego crea esa sensación de vacío. En cierto modo, es el Señor que nos está preparando para algo a lo que aferrarnos.
En relación con este comentario del maestro, todos podemos entender la siguiente comparación: si queremos llenar un recipiente con algún líquido o producto, primero tenemos que vaciarlo; de otro modo, no podrá entrar nada en él. Esto es lo que nos explica el maestro: el Señor nos está preparando para llenarnos con algo definitivo, con el Shabad. Pero para que esto sea posible, primero debemos vaciarnos. Así, el desapego también implica que nuestro “recipiente” esté vacío y que, lógicamente, sintamos que algo nos falta.
Cuando logremos interiorizarnos y entrar en contacto con el Shabad, llegará el momento en el que: “Nada en el mundo volverá a significar algo para nosotros, no habrá nada a lo que aferrarnos”, tal como afirma Hazur Maharaj Ji.
Esta afirmación del maestro es poderosa y profunda; nos hace ver que estamos en un camino sin retorno, ya que, al alcanzar el desapego por medio del Shabad, las mismas cosas y los mismos intereses que antes teníamos en el mundo dejan de tener sentido para nosotros. Ya no son importantes ni nos atraen. A menos que el maestro nos ayude a aferrarnos al Shabad en nuestro interior, nos será difícil superar ese sentimiento de vacío. Sin embargo, cuando lo logramos, sentimos interiormente que estamos percibiendo la realidad de nuestro verdadero ser. Comprendemos que el alma es lo real y que pertenecemos a este Shabad.
Igualmente, y como consecuencia del desapego, nos damos cuenta de que la meditación crea una distancia entre el transcurrir de la vida –las escenas y los acontecimientos que suceden en ella– y nuestro ser en quietud, que permanece distanciado de las diversas circunstancias o situaciones.
Hazur Maharaj Ji, en el libro Muere para vivir, explica que a través de la meditación desarrollamos una conciencia que nos hace darnos cuenta de ese distanciamiento. Incluso percibimos que no somos nosotros, sino que es otra persona quien se está desenvolviendo en las diferentes situaciones. En este sentido, una discípula le comenta al maestro que después de practicar la meditación regularmente, cuando después debe cumplir con sus obligaciones, se da cuenta de que, en algún lugar en la parte posterior de su cabeza, el simran (repetición de los cinco nombres) se repite automáticamente. Entonces le pregunta:
Maestro, ¿tiene eso algún valor real para ti, cuando se hace automáticamente?
Y Hazur Maharaj Ji responde:
Hermana, llegará una etapa en la que ocurrirá automáticamente. Incluso si estás hablando con la gente sentirás que estás haciendo el simran; y debemos crear ese hábito, porque solo entonces podremos concentrarnos en el centro del ojo. Solo eso nos ayudará a volvernos inconscientes del mundo, de lo que ocurre a nuestro alrededor. Entonces nos moveremos como lo hacen los actores en un escenario.
En ese estado sentiremos que no hay realidad. A veces estarás hablando con una persona y sentirás que no eres tú, que es otra persona la que camina y habla con esa persona. El simran ayuda a separar tu individualidad de ti mismo.
Entonces todo el día verás el mundo como un escenario, como si otra persona estuviera actuando, hablando, cumpliendo las obligaciones de esposo, esposa o hijo, y que tú eres alguien diferente de ti mismo. Y eso ayuda. Ese es el efecto del simran, y eso es lo que finalmente queremos conseguir. Queremos ‘separar nuestro ser verdadero de este mundo’.
El maestro nos está hablando de un logro que en sí mismo es una consecuencia directa de la meditación. A través de la práctica, experimentamos un desapego y una distancia que antes no existían. Sentimos que ya no estamos tan apegados a la vida, lo que nos permite darnos cuenta de que existimos más allá de las experiencias que vivimos; de que somos algo distinto al cuerpo y la mente.
Esta comprensión es fundamental, y es justamente lo que todos los místicos enfatizan, pues solo en la forma humana tenemos la oportunidad de meditar y descubrir nuestra verdadera identidad. Esta identidad es distinta a la que hasta ahora habíamos creído tener, cuando estábamos completamente inmersos en las experiencias del mundo. Al meditar, nos fundimos con la realidad esencial: el Shabad, que es el vínculo eterno con nuestro Creador, del cual nuestra alma es una chispa.
Los maestros nos explican que, para avanzar en la comprensión correcta de la vida y su propósito, es muy importante que en el día a día hagamos algo más que cumplir con nuestras obligaciones y responsabilidades. Es fundamental mantener un enfoque espiritual a lo largo del día, ya que de lo contrario la meditación regular será difícil de realizar de manera efectiva. Por esta razón, los maestros nos hablan de un estilo de vida en el que procuremos mantener siempre presente ese enfoque. Para lograrlo, el maestro nos otorga una herramienta y ayuda invaluable en el momento de la iniciación: el simran.
En el libro del yo al Shabad leemos:
Si practicamos el simran durante el día, podremos calmar a la mente y de alguna forma estaremos más conectados con nuestra naturaleza original, con el alma, con el Shabad. Pero tenemos que practicarlo cada día. Tenemos que poner nuestra atención en el simran.
Sería poco sincero por nuestra parte decir que no tenemos dificultades al practicar el simran durante el día; todos las tenemos. Cuando pensamos que nuestra mente ha estado habituada a funcionar libremente, este proceso de reconducción y de control sobre ella, no es fácil. Sin embargo, el éxito radica en crear un hábito sólido.
Y crear un hábito no es algo que logremos de un día para otro. Es un proceso gradual que requiere establecer pequeñas normas de repetición en periodos cortos e ir aumentándolas progresivamente y, sobre todo, perseverar en lo que vamos consolidando. ¡Es muy importante llegar a crear el hábito del simran!
Se trata de comenzar con la práctica de la meditación en el periodo regular, y luego continuar con ese esfuerzo aplicando el simran en las actividades cotidianas. Por ejemplo, al caminar, mientras esperamos el transporte, al vestirnos o en cualquier momento en que nuestra mente esté libre.
Cuando hacemos simran, nuestra mente se calma. Esto nos ayuda a pensar mejor, responder con más tranquilidad y actuar de una forma más amable y positiva ante las cosas que nos pasan. También nos volvemos personas más amorosas y eficaces en lo que hacemos.
Leemos también en el libro del yo al Shabad, parafraseando a Baba Ji, lo siguiente: “el simran es para el alma, como desatar un globo de la cuerda que lo sujeta. Una vez que lo desatamos, se eleva de forma natural”. Por tanto, si no adquirimos ese hábito, nosotros no podremos retirar inmediatamente la atención. Sabemos que no podemos forzar a nuestra consciencia a elevarse cuando ha estado todo el tiempo descendiendo y dispersa. Por eso, como ocurre con el globo, tenemos que ir quitando todas esas ataduras. En el libro La práctica de la presencia de Dios, del Hermano Lorenzo de la Resurección, leemos:
Convertí en costumbre estar en presencia del Señor a lo largo del día, tanto como en el tiempo dedicado a la oración. Aparté de mi mente todo cuanto pudiera interrumpir mi pensamiento de Dios.
Hice esto todo el tiempo, cada minuto, incluso en los momentos de mayor actividad del día.
Necesitamos practicar el simran para evitar que entren influencias innecesarias en nuestra mente. Esa práctica funciona como una barrera o control que nos protege. Gracias a esa ‘precaución’, podemos mantener un estado de interiorización en medio de las actividades del mundo, y cuando llega el momento de la meditación regular, estamos más abiertos y receptivos para que el Shabad nos llene interiormente.
Por tanto, se trata de orientarnos hacia esa interiorización de la conciencia, todo el tiempo y tanto como podamos. Sin la meditación no hay forma de salir del ciclo de nacimiento y muerte; sin práctica espiritual no hay reconexión consciente con nuestro ser superior y eterno, no importa las actividades que hagamos, lo bien intencionados que seamos…, solamente esta práctica es lo que nos ayuda.
En el libro del yo al Shabad, leemos:
No es poca cosa comprender que, en realidad, tú eres Shabad. Fúndete en tu propia consciencia y conviértete en el misterio.
Nos hemos referido a la importancia del desapego para salir de la ilusión y el afán por el mundo. Y con ello, llega a nuestra vida el desencanto, la desilusión y el profundo vacío, y esto es una señal positiva; de eso va el despertar espiritual. De desvelar la ilusión para que no nos atrape nunca más.
Los místicos dicen que la realidad no son las palabras, es la madurez que vamos adquiriendo al seguir el sendero espiritual. Puede que, inicialmente, hayamos pensado que este sendero espiritual implica exclusivamente un recorrido de luz y éxito, sin embargo, antes de que llegue la luz nos damos cuenta de que nos toca atravesar un denso y profundo proceso de limpieza, en el que nos vemos a nosotros mismos, con nuestras debilidades y carencias, con nuestras fortalezas. Nos damos cuenta de lo apegados que estamos a la vida y de la necesidad de desprendernos de ella.
Es necesario vaciarnos del mundo, eso es lo que afianza el sentido de nuestra búsqueda. El vacío nos impulsa a profundizar en el esfuerzo en la meditación y a anhelar el valor de vivir una vida espiritual, preparándonos para el objetivo final: la muerte. De este modo, la afrontamos con experiencia y con la certeza de que la vida ha sido bien vivida, sirviendo al propósito para el que el Señor nos la ha otorgado.
Solo al desprendernos de los apegos mundanos, creamos el espacio interior donde el Shabad puede llenarnos plenamente, convirtiéndose en la fuerza que nos guía de retorno a nuestro hogar.
Cuando la mente estaba en armonía con el Shabad,
se volvió desprendida y carente de pasiones.
Apareció la luz en el interior, y de ella emanó
el sonido celestial que me convirtió en el devoto
del Señor verdadero.
M. Sawan Singh. Filosofía de los maestros (abreviado)