Introducción
La felicidad, según los místicos, no se alcanza con la satisfacción y el goce sensual de la vida, sino con el compromiso espiritual. El desarrollo espiritual nos desapega del mundo y de la esclavitud a los sentidos, y como consecuencia podemos llevar vidas bien dirigidas espiritualmente, logrando fortaleza interior y convirtiéndonos en mejores personas, más útiles, más serviciales y compasivas con nuestro prójimo.
Tarde o temprano nos damos cuenta de que basar la búsqueda de la felicidad en el ámbito de la familia, la profesión o la posesión mientras ignoramos nuestra relación con el Creador, no es el mejor camino para encontrarla. Si de verdad aspiramos a ser felices y a tener una vida plena, no hay otra opción excepto la de dedicar nuestra vida a la experiencia de lo divino y al servicio a la humanidad. Así lo demuestran las vidas de aquellos que de verdad admiramos: los maestros espirituales, cuyo ejemplar e impecable comportamiento cautiva, contagia y convence. Sus vidas derraman una efusión de fortaleza interior, humanidad, servicio, compromiso y renuncia personal en pro de la misión espiritual de redención que llevan a cabo.
Los maestros espirituales son la auténtica expresión del potencial de la vida llevado al máximo grado de desarrollo, por eso su eficiencia es inequívoca y su comprensión, compasión, bondad y amor ilimitados.
Un maestro verdadero nos capacita para ser mejores personas (…) Nos ayuda también a elevar nuestra conciencia sobre las esferas de la mente y la materia. Siguiendo sus instrucciones contactamos interiormente con la energía de Dios. Es la magia de esta energía la que nos libera de todas nuestras limitaciones.
Espiritualidad básica