Cómo ganar el partido de la vida
Somos lo que hacemos repetidamente.
La excelencia, entonces, no es un acto, sino un
hábito.
Aristóteles, citado en Vida honesta
El otro día un exentrenador de balonmano comentaba tras su experiencia deportiva, lo importante que es estar preparado para los momentos bajos, para los malos días. Porque esos días también toca jugar y también hay que ganar. Esto nos hace reflexionar sobre nuestra partida diaria, la que disputamos contra la mente y que también hay que ganar: sea un día bueno o sea un día malo. Y en nuestro caso, ganar no es ni más ni menos que meditar. Si conseguimos meditar cada día dos horas y media: ya hemos ganado.
Resulta muy interesante esto de entrenarse para los momentos bajos porque forman parte de la vida de todos, y cuando lleguen estaría bien que nos encontraran en la mejor forma posible. Meditar cuando te sientes inspirado, cuando estás enamorado del maestro, cuando la vida te sonríe, se puede hacer con relativa facilidad. Pero no siempre estamos en racha, como se suele decir. Pasamos por momentos en los que todo es oscuridad, donde el maestro, por el motivo que sea nos queda tan lejos, que a lo mejor ni oímos su llamada. Hay momentos en los que el torbellino de la vida se presenta tan voraz, que parece que no quede lugar para el recuerdo del maestro ni tiempo para la meditación.
¡Esto pasa! Y no por ello somos mejores ni peores. Las rachas de karma vienen unas detrás de otras, hechas a medida. Justo para nosotros. A veces se presentan karmas blancos como la paloma de la paz, rojos como la sangre, negros como la muerte o azules como el cielo. Todos son bienvenidos, porque de todos ellos hay que rendir cuentas. Unos karmas son pesados, otros más ligeros, pero siempre podemos sobrellevarlos, tengámoslo muy presente, porque si no fuera así no se presentarían: todos los karmas son llevaderos y todos, si somos capaces de sobrellevarlos con dignidad, nos acercan más a nuestro objetivo.
Hazur Maharaj Ji dice en el libro Spiritual Perspectives, vol. I:
Se necesita de la meditación para quemar todos los karmas. ‘Bueno’ o ‘malo’ son solo palabras comparativas. Puede ser que lo que tú llamas bueno sea malo. Puede que lo que llamas malo resulte que es bueno. Solo son palabras. Pero los karmas son karmas. Cuando nos encontramos en una situación buena, creemos que es el resultado de los buenos karmas. Cuando estamos en medio de una situación desafortunada, creemos que es el resultado de los malos karmas. Pero esta es nuestra clasificación. Los karmas son karmas.
Hay que estar preparado para lo que venga y seguir meditando a pesar de todo. Este es el reto… Como los jugadores de un equipo de balonmano: a veces juegan en casa, a veces en campo contrario, a veces les sale bien la jugada, a veces no. Pero todas esas cosas son cosas que pasan, no tiene más importancia. Aquí es donde Hazur Maharaj Ji nos diría: “… Los karmas son karmas”.
Lo importante no es tanto lo que pase, sino cómo se gestiona. Porque hay que salir a jugar todos los partidos y ganarlos.
Este exentrenador explicaba, a través de unos gráficos, lo importante que es entrenarse para los días malos, porque no todo van a ser días buenos. Un equipo puede ser muy bueno, tener muy buena técnica, estar muy compenetrado, pero si resulta que cuando va perdiendo se desanima, tira la toalla y juega a medio gas porque cree que no hay nada que hacer, entonces, puede ser que incluso un equipo mediocre le gane.
Hay que prepararse para seguir meditando en tiempos de adversidad. Que, como dice Maharaj Ji, puede que ni siquiera sean karmas malos. La cuestión es que hay que seguir meditando en esos momentos en los que meditar se hace complicado. Esto es lo importante. Y la manera de hacerlo es a través de la disciplina. La disciplina de la que tanto hablan los maestros.
Cuando se tiene buena salud, los miembros de la familia están bien y se tienen unos ingresos estables que permiten vivir con tranquilidad, es fácil dedicar tiempo a la meditación. Y hay que aprovechar estos momentos para hacerlo de la mejor manera posible, porque estamos sentando las bases para poder seguir meditando cuando las circunstancias sean adversas. Y la única manera de conseguirlo, decíamos, es a través de la disciplina. La disciplina personal o autodisciplina es aquella que se compone de una serie de pautas y de comportamientos que alguien lleva a cabo de manera constante y férrea, en beneficio de una estabilidad y de la consecución de los objetivos que se ha marcado. Esta podría ser su definición.
Por ejemplo: Es relativamente fácil levantarse cada mañana para ir a trabajar porque lo hacemos cada día, sabemos que hay que hacerlo y no le damos más vueltas… Pero en algunas ocasiones en las que ir a trabajar se hace verdaderamente complicado, después de un puente largo o el primer día de vacaciones, sí que cuesta madrugar porque hemos roto el hábito. Y volver a empezar exige más esfuerzo por nuestra parte.
Lo mismo sucede cuando se empieza a ir al gimnasio o a correr. Al principio se acaba agotado, pero si uno persevera, si consigue que hacer ejercicio acabe formando parte de su rutina diaria, lo que al principio era un suplicio acaba convirtiéndose en un auténtico placer.
Es una cuestión de disciplina personal más que de habilidad. Cada día la persona tendrá más resistencia, y poco a poco nuestro cuerpo y nuestro espíritu se fortalecen también un poquito más. Así, día tras día, casi sin darnos cuenta nos sentimos fuertes, rejuvenecidos y valientes. Este es el poder del hábito, la fuerza del poquito a poco y cada día.
¿Y no es eso también lo que nos pide el maestro? ¿Que meditemos poquito a poquito y cada día? No hay que ser ni el mejor, ni el más listo, ni el más fuerte. Solo hay que ser discípulo.
La palabra disciplina deriva del latín discipulus, que significa discípulo; quien recibe una enseñanza de otro. Eso es lo que hay que ser: discípulo. Y no hay otra manera de ser discípulo que siendo disciplinado.
La disciplina es la manera ordenada y sistemática de hacer las cosas, siguiendo un conjunto de reglas y normas estrictas que, por lo general, rigen una actividad; en este caso las enseñanzas de Sant Mat.
La disciplina es el antídoto contra los momentos bajos. Cuando se tienen ganas de todo menos de meditar, cuando el amor y la devoción parece que están dormidos, entonces hay que tirar de la disciplina. En esos momentos lo que sacará adelante nuestra meditación será la disciplina. El hábito que habremos ido forjando día a día. Esa disciplina no solo sacará adelante la meditación, sino que también nos sacará a nosotros del atolladero.
Hazur Maharaj Ji dice en el libro The Master Answers:
Cuando formamos el hábito de algo, automáticamente tenemos éxito.
“Automáticamente –dice– tenemos éxito”. Y en otro momento explica también:
Si intentas hacer algo cada día, adquieres el hábito de hacerlo. Si lo descuidas y lo dejas para otro momento –si lo pospones– te sales del hábito de meditar. Si pierdes el hábito, luego tienes que trabajar duro para recuperarlo. Eres tú el que sale perdiendo. A menos que adquieras el hábito de meditar, no conseguirás ningún resultado.
Es muy fácil perder el hábito de meditar, hay muchas y variadas maneras de hacerlo, desde las más creativas a las más sutiles, la mente es muy original.
A veces uno rompe el hábito de golpe y sencillamente no medita: es que estoy fatal, porque tengo un problema y no me puedo concentrar, es que tengo sueño, es que no tengo tiempo, es que me han cambiado de turno en el trabajo, es que cuando me siento me duele la espalda, es que ya estoy harto… es que hay mucho ruido en la calle…
Otras veces el hábito se debilita con mucha sutileza, casi sin darnos cuenta, por detalles aparentemente diminutos: si me quedo cinco minutos más durmiendo…, por terminar cinco minutos antes no pasa nada…, hoy y solo hoy voy a meditar tumbado que me va mejor…, dejo la meditación para más tarde, que un día es un día…
Estas pequeñas transgresiones empiezan por ser indisciplinadas en aquello que favorece la meditación: las horas de sueño, la alimentación, el satsang, el seva… Cada uno sabe qué es aquello que favorece su meditación, y hay que ser muy cuidadoso y disciplinado para preservarla.
La mayoría de las veces nadie quiere romper el hábito a propósito, ¡claro que no! La meditación es el mejor regalo que nos ha hecho el maestro, y lo sabemos. Pero puede suceder en el momento más impensado: por descuido, por dejadez, por aflojar la disciplina o por tensarla demasiado. A veces también sucede por esto último, cuando el nivel de exigencia o las expectativas son demasiado altos, cuando queremos forzar la marcha a toda costa.
Ahí va una pregunta: Supongamos que hay dos satsanguis que han dormido poco una noche porque había una fiesta en la calle y había mucho ruido. ¿Cuál de ellos tiene más posibilidades de recortar la meditación unos minutos al día siguiente?
El discípulo que el 95% de las veces se sienta a la hora en punto y termina a la hora en punto.
El discípulo que el 50% de las veces se sienta a la hora en punto y termina a la hora en punto.
Estadística pura: Ante una misma adversidad, el segundo iniciado tiene el 50% de posibilidades de perder esos valiosos minutos de su meditación, mientras que el primero solo el 5%. Sí, ambos pueden fallar pero digamos que el primer discípulo solo se ha caído de rodillas, porque su autodisciplina, la fuerza del hábito que ha ido forjando a lo largo del tiempo han tirado de él hacia arriba y le ayudan a meditar con más facilidad. El otro iniciado se ha caído de bruces, su hábito de meditar no es lo suficientemente fuerte para sostenerle cuando las cosas se complican. Lo único que ha conseguido es darle ventaja a la mente, y por tanto cada vez lo tendrá más complicado. Le costará más meditar puntualmente.
¿El segundo discípulo es peor que el primero? ¿Tiene menos capacidad? Rotundamente NO. Sencillamente no está tan entrenado para los contratiempos, solo tiene que mejorar su disciplina personal. Recordemos las palabras de Maharaj Ji: “Cuando formamos el hábito de algo, automáticamente tenemos éxito”.
La disciplina es la clave para sobrellevar la adversidad y seguir meditando a pesar de todo. Porque estamos aprendiendo, y en el proceso caemos, fallamos, nos equivocamos. La cuestión aquí, es hasta dónde. ¿Hasta dónde nos permitimos caer? ¿Hasta dónde nos permitimos transgredir con la meditación, y con los buenos hábitos que la favorecen cuando las cosas no van bien? Es importante observar eso.
Así que aprovechemos todo lo bueno que nos brinda la situación actual para fortalecer el hábito de la meditación. Seamos sistemáticos y disciplinados mientras todo es fácil. Tomémonos este entrenamiento muy en serio para poder seguir ganando el partido de la vida de la mano de nuestro maestro, incluso cuando las cosas se compliquen. Y para cuando no se compliquen también. Porque esto de la disciplina trae consigo un regalo añadido: si realizamos con esfuerzo nuestra práctica espiritual en los momentos adversos, acaba siendo mucho más eficiente en situaciones favorables. Venga lo que venga de la mano del karma nuestra meditación nos protegerá: este es el regalo.
¡Amigos míos!: En este sendero es imprescindible trabajar duro. La puerta no se abrirá si no ponemos todo el esfuerzo y trabajo que podamos y empujemos enérgicamente.
Sardar Bahadur, La ciencia del alma