La soledad; impulso hacia Dios
La primera señal de Su misericordia hacia
cualquier persona es que crea en ella el
descontento con la rutina mundana, y un
anhelo por buscar la verdad.
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
Un hombre aunque había triunfado en la vida y lo tenía todo, sufría de una profunda melancolía, una tristeza muy grande. Así que fue a visitar a los mejores médicos de su país para tratar de solucionar su problema, pero todos los médicos fracasaban cuando intentaban curarle. Al fin, llegó a la consulta de un médico muy famoso, y el médico le sugirió que el fin de su melancolía podría llegar con el amor de una mujer. Pero el hombre le respondió que estaba casado felizmente y que era amado como nadie en el mundo, y aun así la profunda tristeza le dominaba.
A continuación, el médico le sugirió que quizá debería emprender un viaje y ver otras partes del mundo, otras culturas para renovarse. El hombre respondió que, sin exagerar, había estado en todos los rincones del mundo, que había visitado todo lo que valía la pena ser visitado en el mundo. El doctor buscó otras opciones y le recomendó que practicase actividades como el arte o el deporte. El hombre le respondía a cada uno de sus consejos de la misma manera: ya lo había hecho y no encontraba ningún alivio para su tristeza.
Entonces, el médico tuvo una última inspiración y le dijo: “¡Ah! Ya tengo la solución perfecta: tienes que asistir a la función del mejor cómico de nuestra época, te encantará, te reirás tanto, que olvidarás totalmente tu melancolía. ¡Tienes que asistir a la obra de teatro del Gran Garrick!”. Entonces el hombre contempló al doctor con la mirada más triste imaginable y dijo: “Si finalmente eso es lo que me recomiendas, estoy totalmente perdido. No tengo remedio, porque… ¡el Gran Garrick soy yo!”.
Esta famosa anécdota de un antiguo actor y cómico inglés que se llamaba David Garrick, explica muy bien un estado de ánimo al que, tarde o temprano, todos llegamos. En mayor o menor medida todos sentimos que por mucho que nos dé este mundo, nada nos es suficiente. Se trata de un sentimiento de estar incompletos, un sentimiento de estar acompañados de muchas personas queridas, de personas que nos quieren y a las que nosotros queremos y al mismo tiempo estar solos. La sensación de que aunque lo tengamos todo, nada es suficiente.
En el libro Spiritual Perspectives, vol. I, podemos leer varias repuestas de Hazur Maharaj Ji sobre la soledad. Una vez le preguntaron: “¿Cómo podríamos sobrellevar la soledad?”. Y el maestro dio una respuesta muy explícita, que empieza así:
¿Sobrellevar la soledad? Todos estamos solos en este mundo. Es un error pensar que alguien nos pertenece, o que pertenecemos a alguien. No es más que un autoengaño. Llega el momento en el que nos damos cuenta de este autoengaño, cuando despertamos de nuestro profundo letargo.
Nos sentimos solos porque el alma es la esencia del océano divino, y esta soledad nunca abandonará al alma a menos que se sumerja en el océano.
Bien, el maestro nos dice cual es el origen de nuestro sentimiento de soledad. Nos dice que en este mundo estamos solos, todos, todos estamos solos aquí. Y básicamente porque no somos de este mundo, y como no somos de este mundo, por muy buenas compañías que tengamos, aquí, siempre nos sentiremos solos. Si realmente queremos acabar con nuestra soledad, tenemos que volver a nuestro origen, tenemos que sumergirmos en el océano, en ese océano que está hecho de lo mismo que estamos hechos nosotros; nos tenemos que sumergir en la compañía de nuestra esencia, en la compañía de lo que realmente somos. Cualquier otra compañía nunca será suficiente.
Es verdad que todos tenemos la suerte de tener a nuestro lado a algún familiar, a algún amigo, y con ellos compartimos esta aventura de la vida humana, pero ese sentimiento de soledad, este sentimiento de estar incompletos siempre estará ahí.
El maestro también nos dice que a todos nos llega ese momento en el que nos damos cuenta de que nada de este mundo nos pertenece ni nosotros pertenecemos a nadie. Nos dice que ese momento llega cuando nos despertamos del sueño profundo en el que estamos, de ese profundo letargo, de esa especie de hibernación en la que estamos sumidos. Sentirnos solos, en realidad, es síntoma de que estamos despertando de nuestra hibernación, de ese sueño tan largo.
Hazur Maharaj Ji continúa su respuesta diciendo:
Este sentimiento de soledad nos fuerza a seguir el sendero que nos lleva de vuelta a Dios. Si no fuera por esto, nadie pensaría en volver a él. Esta sensación de soledad nos está empujando hacia el sendero, nos mantiene directos hacia Dios. Por tanto, solo es cuestión de tiempo darnos cuenta de que estamos solos.
En esta parte de su respuesta el maestro nos dice que, en el fondo, este sentimiento de soledad, de sentirnos solos tiene un objetivo, tiene un sentido. Si no tuviésemos la sensación de que nos falta algo, pues simplemente no buscaríamos nada. El maestro continúa diciendo:
Pensamos: Pertenezco a mi madre, mi madre me pertenece a mí… Tengo hermanas, hermanos, muchos amigos, mi esposa, mis hijos, mis bienes, mi propiedad… Tengo mucho y pertenezco a muchos. Sin embargo a todo el mundo le llega en la vida la oportunidad de darse cuenta de que está realmente solo, de que nada le pertenece y de que él tampoco pertenece a nadie. Creo que este es un momento muy afortunado en la vida de cada uno.
Si nos sentimos solos es que somos afortunados. ¡Vaya!, parece ser que estamos viviendo un momento muy afortunado, aunque es difícil de aceptar que la tristeza que produce pueda ser algo positivo para nosotros. Pero en verdad, cuando nos damos cuenta de que nada nos pertenece, de que nadie nos pertenece, entramos en una especie de crisis y todo el sentimiento de estar en la tierra, de tener raíces en la tierra, ese sentimiento de que somos seres humanos y tenemos familia…, esas sensaciones pierden fuerza, se aflojan. El sentimiento de posesión empieza a fallar y nos sentimos tristes por perder todas nuestras propiedades, nos sentimos tristes por perder algo que no era nuestro. Nuestras propiedades no son nuestras y lo peor, nuestros familiares no son nuestros, no son de nuestra propiedad. No poseemos nada. Estamos separados de todo y de todos. ¡Estamos solos!
Y el maestro nos dice que cuanto antes nos demos cuenta de que estamos solos, mejor. Nos dice que tenemos que superar ese autoengaño de intentar acabar con la soledad mediante los sentidos, los familiares, las posesiones. No podemos poner ese peso en nuestros familiares, no es justo, porque por muy buenas personas que sean, por mucho que nos quieran, no van a poder acabar con ese sentimiento de soledad. Y los sentidos tampoco lo harán. Así que cuanto antes lo superemos, mejor para nosotros. Tenemos que dejar de aferrarnos a nuestros familiares, a nuestros amigos, a nuestros sentidos. Podemos disfrutar de ellos, podemos compartir nuestro tiempo con las personas que son importantes para nosotros, pero sin aferrarnos a ellas. Porque no nos pueden dar lo que buscamos. El maestro continúa su respuesta diciendo:
Si en ese momento, y por su gracia, buscamos la compañía correcta, estaremos en el sendero que lleva hacia el Padre. Pero si para superar esa soledad nos dejamos arrastrar por las malas compañías, entonces nos volveremos víctimas de los sentidos y caeremos.
Esta soledad puede dirigirnos hacia los sentidos y puede, también, dirigirnos hacia el Padre. En ese momento la gracia es necesaria. Si la gracia está ahí, entonces tendremos la oportunidad de estar en la compañía o en la atmósfera que nos permita andar en el sendero hacia el Señor. Si no es así, queriendo superar esa soledad caeremos víctimas de los sentidos. No podremos superarla, sino que seguiremos cosechando más karmas y más pecados.
El maestro nos explica que en este momento afortunado de nuestra vida, se nos abren dos caminos. Podemos intentar salir de ese sentimiento de soledad de dos maneras: buscando al Señor o dejándonos llevar por los sentidos. Si seguimos la opción de los sentidos no conseguiremos nuestro objetivo, porque lo que ofrecen los sentidos no es más que un entretenimiento, un juego para pasar el rato y no aburrirnos; los sentidos son un simple placebo. Como no podemos tener a nuestro Padre, nos conformamos con los placeres de los sentidos. Los sentidos son como el chupete que se da a los bebés, para que no se angustien mientras llega su mamá.
En cambio, si intentamos la otra opción, la de volver al Padre –y tenemos que recordar que solo por su gracia podremos obtener esa opción–, entonces podremos utilizar ese sentimiento de soledad de una forma positiva, útil y feliz. Esto solo es posible con su gracia, porque el Señor está oculto, nuestro hogar verdadero está oculto. Es como si estuviésemos dormidos. Tenemos tan poca conciencia, que no conocemos ni el uno por ciento de la realidad. Estamos en un letargo, nuestra conciencia está aletargada aunque empieza a despertar. No tenemos la conciencia suficiente para saber dónde está nuestro hogar. Sin su gracia nunca le encontraremos, nunca tendremos suficiente conciencia para entenderle, para encontrarle, para sumergirnos en él.
Hazur Maharaj Ji también nos dice que necesitamos la compañía adecuada. ¿Quién es esa compañía y por qué la necesitamos?
Pensemos un poco: en esta tierra nos acompañan nuestros familiares y nuestros amigos. Por otra parte, si conseguimos sumergirnos en el océano espiritual nos acompañará el Padre. Pero ¿y por el camino? ¿Quién nos acompaña en el camino que va de esta tierra hasta la casa del Padre? Para ese camino necesitamos una buena compañía. Una buena compañía que esté en este mundo y al mismo tiempo con el Padre. Tal compañía no es otra que la de un maestro completamente realizado en el Shabad. Cualquier otra compañía quizá no sea una mala compañía, pero sí será una compañía que no nos librará de ese sentimiento de soledad, que no nos acercará a nuestro objetivo. Y el maestro acaba su respuesta con estas últimas palabras:
El sentimiento de soledad se supera únicamente cuando nos fundimos en el Padre. Si no, nunca podremos superar esa soledad. Es una bendición oculta, diría yo. Cuanto antes podamos darnos cuenta de que estamos solos, tanto mejor para nosotros. Entonces intentaremos pertenecer a aquel que nos pertenece y a aquel a quien pertenecemos, y ese no es otro que el Padre, el Señor. Él nos pertenece y podemos tenerle. Aparte de él nada nos pertenece y nada podemos poseer. Se trata simplemente de un engaño. Cuanto antes lo superemos y nos demos cuenta, más afortunados seremos, diría yo.
¿Qué nos dice aquí el maestro? Nos dice que los familiares, los amigos, etc., no nos pertenecen, pero también nos dice que el Padre, el Señor sí que nos pertenece. Aquí estamos solos y siempre sentiremos que nos falta algo, pero con el Señor no estamos solos porque él sí nos pertenece y nosotros le pertenecemos a él.
El maestro nos dice que cuanto antes nos demos cuenta de que aquí estamos solos y cuanto antes superemos el engaño de que las cosas nos pertenecen…, mejor. Tenemos que aprovechar esa oportunidad, esa soledad es una fortuna escondida. No intentemos esconderla, aceptémosla, busquemos su origen y pongamos solución.
Si convertimos ese sentimiento de soledad en un desafío, en un camino de retorno a nuestra verdadera identidad, eso es aprovechar nuestra magnífica oportunidad. En cambio, si nos perdemos en los placeres del mundo desaprovechamos esa oportunidad, si convertimos este sentimiento de soledad en tristeza, en mala suerte, estamos perdiendo nuestra oportunidad.
Cuantas veces hemos oído esa historia de un niño que disfruta de la alegría de la feria mientras está de la mano de su padre, pero justo en el instante en el que se suelta de su mano la feria deja de interesarle, se siente solo y, de hecho, la feria le parece horrible.
Esta historia nos dice que podemos disfrutar de la feria, esta feria puede ser una maravilla, nos lo podemos pasar muy bien, pero solo con una condición: no podemos perder la mano de nuestro Padre verdadero. Lo más importante de esta feria es la mano de nuestro Padre, y no perderla tiene que ser nuestra prioridad absoluta.
Así que podemos disfrutar de este mundo, claro que sí, podemos disfrutar de los sentidos de manera sana y natural, pero respetando las prioridades: primero es la mano del padre. Y tenemos que disfrutar por partida doble: de dar la mano a nuestro Padre y también de pasear por la feria de su mano.
Baba Ji siempre nos recuerda que mientras no lleguemos a nuestro destino, tenemos que disfrutar de nuestro viaje, tenemos que disfrutar del camino de vuelta. Pero, claro está, sin complicarnos la vida, sin crear nuevos apegos, sin dañar a nada ni a nadie, para no crear nuevos karmas. Pero tenemos que disfrutar de volver a casa y de toda la feria que hay de camino a casa.
Baba Ji es el mejor ejemplo de sus propias palabras. Todos somos testigos de su sentido del humor, siempre encuentra una broma que nos haga reír. ¿Qué mejor ejemplo? ¿Cuándo lo hemos visto quejarse, lamentarse? Así es que, disfrutemos del sendero espiritual sin soltar su mano. Ahora bien, ¿cómo dar la mano al Padre y no soltarla? Como antes decíamos, necesitamos de la gracia del Padre y de una buena compañía. La compañía de un maestro realizado en el Shabad. Necesitamos la compañía de un maestro, porque él le está dando la mano al Padre todo el tiempo, y nosotros podemos copiar su ejemplo.
Cuando cerramos los ojos, el mundo se tranquiliza y podemos concentrarnos en sentir esa guía, ese magnetismo del maestro interior. El maestro es nuestro ejemplo también dentro. El maestro interior es un estado de conciencia al que tenemos que llegar. Así que tenemos que retirar la atención de nuestro estado de ánimo temporal, de nuestra sensibilidad y sentimiento del momento e intentar elevarnos hasta el suyo. El maestro es el ejemplo que tenemos que seguir. No se trata de copiar sus gustos, su forma de ser, sino de copiar su estado de ánimo, su positividad, para llegar a su estado de conciencia.
El maestro es como un diapasón, ese objeto metálico que cuando lo golpeas vibra y emite una nota musical, la nota precisa para que, por ejemplo, una coral cante en el mismo tono o unos instrumentos estén todos afinados. El maestro es como un diapasón que el Señor hace sonar para que todos copiemos su nota. Cuando el maestro hace sonar su diapasón espiritual, si dirigimos nuestra atención hacia esa vibración, hacia esa música de las esferas o Shabad, entonces, compartiremos su estado de conciencia, compartiremos su música interior, su nota precisa… y esa nota justa en el centro del ojo espiritual es la que nos lleva al Padre.
Baba Ji nos da una sugerencia en más de una ocasión; él nos dice que el discípulo y el maestro tienen que caminar hombro con hombro. Nos explica que si él va delante y nosotros le seguimos, irá tan rápido que le perderemos enseguida y, por otra parte, si somos nosotros los que vamos delante, pues no se sabe a dónde iremos a parar. Así que lo mejor es que vayamos juntos.
Vayamos juntos: el maestro es el ejemplo que tenemos a nuestro lado y lo podemos seguir en el exterior, en el mundo, pero además y lo más importante es que está en nuestro interior, y lo podemos comprobar a través de la meditación. Porque es así como le daremos la mano al Padre, es así como no nos soltaremos de su mano, incluso es así como la feria del mundo se vuelve alegre y nos divertimos. Siguiendo este sendero de la mano de nuestro maestro es como convertiremos nuestra soledad en alegría y disfrutaremos del camino de vuelta a Sach Khand.