Una mirada inocente en la vida
De cierto os digo, que si no os volvéis y os
hacéis como niños,
no entraréis en el reino de los cielos.
Mateo 18:3
A lo largo de los años, vamos viviendo la vida y teniendo experiencias; en relación al sendero espiritual los primeros tiempos, especialmente, solían parecernos esperanzadores y llenos de infinidad de cosas por descubrir. Emociones llenas de alegría, dicha y plenitud invadían fácilmente nuestros días, todo parecía estar impulsado por una especie de energía que nos venía dada. Eran, ¡sí!, los primeros días de una senda que empezábamos a andar hasta el final de la vida. No entendíamos la dimensión del compromiso que adquiríamos, porque nos impulsaba el entusiasmo, el sentido de lo nuevo y especialmente el sentir de que habíamos dado con algo definitivo e inmensamente encomiable.
Después, el tiempo ha pasado y nos damos cuenta de que no es fácil conservar la ilusión y entusiasmo de esos primeros días… ¿Qué nos ha pasado? Desorientados, le expresamos al maestro que el sendero y la vida se han vuelto monótonos.
El maestro nos explica exactamente lo que nos pasa, y nos dice que somos nosotros los que tenemos que ponerle entusiasmo al caminar el sendero, nadie lo hará por nosotros; es una cuestión totalmente nuestra. Seamos conscientes de que en la vida todo es cambiante y que la mente se encarga de que las rutinas acaben quitándole el encanto a nuestras vivencias. Sin embargo, seamos realistas y no nos olvidemos de que la vida es siempre rutina, la vida se compone de pequeños hábitos que repetimos cada día y que llegan a llenar el día entero.
Igualmente, el sendero espiritual es una dedicación para toda la vida, pero es nuestra elección, y si al principio no faltaba entusiasmo ni emoción, a base de disciplina sentiremos una alegría y entusiasmo renovados y más profundos. Porque la meditación es el combustible que hace funcionar la vida de cualquier ser humano en las mejores y más óptimas condiciones. Así que ese entusiasmo y alegría que un día sentimos, el maestro nos enseña a mantenerlo a base de disciplina, con la práctica de la meditación ocupando el corazón de nuestra vida.
El Gran Maestro dice en Joyas espirituales:
La paz y la felicidad derivadas de los objetos y las compañías mundanas, son transitorias porque no son duraderas; cambian y con el tiempo desaparecen (…) A medida que nos interiorizamos y nos elevamos, vamos independizándonos de las cosas que cambian, y encontramos la paz en las regiones espirituales. La paz es sublime, pero se consigue con esfuerzo.
Las emociones son fugaces, son como una flor que dura de la mañana al atardecer, sin embargo, la belleza de este sendero reside en la estabilidad y fortaleza que nos proporciona la meditación. La meditación nos hace conscientes de que esa alegría y entusiasmo que creíamos haber perdido provienen de nuestro interior, y que solo nos basta acudir a ese centro de fortaleza interior para sentirlos nuevamente. Es entonces cuando comprendemos que está en nuestras manos hacer las cosas infinitamente mejor, esforzándonos por vivir en un ambiente completamente positivo, en el que el maestro vibre como la nota primordial de cada instante de nuestra vida.
Independientemente de lo que hagamos o de las situaciones en las que nos encontremos somos como esa flor de loto, descrita por los místicos, que mantiene intacta la belleza de sus flores aunque sus raíces están sumergidas en el agua: inmersos en los quehaceres y responsabilidades de la vida, nuestro espíritu respira desahogado, libre, feliz y en paz gracias a la meditación.
En Discursos espirituales, vol. II, Hazur Maharaj Ji dice:
Así como la flor de loto permanece sobre el agua, mientras sus raíces se encuentran sumergidas (…) aquel que realiza la práctica del Surat Shabad permanece desapegado del mundo y de su influencia, mientras vive y trabaja en él.
Y Kabir expresa:
Aquel que se ha teñido en el tinte del Shabad,
no puede mancharse.
Vive en el mundo,
realiza sus deberes mundanos y actividades,
pero su corazón y mente permanecen equilibrados.
Hazur Maharaj explica en el libro The Master Answers:
Cuando tenemos alegría en nuestro interior, encontramos alegría y belleza a nuestro alrededor; y si no hay alegría, paz o felicidad en nuestro interior, ni siquiera las cosas más bellas nos atraerán.
Muy directamente relacionado con cómo podemos mantener el entusiasmo, van los comentarios del maestro cuando expresa que el ritmo de nuestras sociedades y nuestra involucración en el mundo ha provocado que estemos totalmente programados, hasta el punto que hemos perdido la espontaneidad, la capacidad de gozar de la sencillez de la vida; de algún modo hemos perdido la inocencia.
Esa programación nos vuelve autómatas, incapaces de percibir el atractivo de la vida. Muchas veces sentimos que ya lo hemos hecho todo y que nada queda por hacer, y el maestro nos vuelve a recordar que nadie hará que la vida sea atractiva o estimulante para nosotros, tenemos que hacerlo nosotros; cada día es un nuevo día.
Tenemos que revivir la inocencia en nuestras vidas para que verdaderamente cada día pueda ser un día nuevo.
¿Qué tiene que ver la inocencia con el sendero espiritual y con la meditación?, podemos preguntarnos…
Precisamente la inocencia es el estado del alma limpia, como la define el diccionario de la Real Academia, y alude a un estado que según la tradición bíblica hace referencia a la gracia original.
Y nuevamente aquí la meditación es la respuesta, porque nuestra alma no está limpia debido a que la mente ha perturbado el estado de gracia original. La mente ensombrece al alma; es tan grande su peso, es tan hiperactiva que nos arrebata un enorme porcentaje de atención con su continuo pensar, preocuparse, planear… Nos aparta del momento presente y lleva nuestra atención a su remolino de actividad pensante, donde apenas nos queda energía y atención para estar centrados en el presente, disfrutando sencillamente de las vivencias del momento.
Nuestra capacidad de estar presentes de forma plena en el ahora y, por tanto, de ser testigos conscientes de la experiencia de la vida depende de tener dominio sobre la atención mental, y eso tiene un nombre: es pureza mental y acercamiento al estado natural de gracia. Cada día puede ser un nuevo día lleno de ilusión solo si aprendemos a controlar a la mente; solo si llevamos nuestra atención al centro de calma y quietud donde deja de estar expuesta al torbellino del descontrol mental. Y esto nuevamente es disciplina, meditación, repetición y evocación del maestro.
Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
Si hacemos feliz este instante, nuestro pasado se hace feliz automáticamente y no tenemos tiempo para preocuparnos del futuro.
Para un maestro espiritual la mente no es un impedimento, su mente está totalmente en calma, aquietada, y por eso el maestro despliega y muestra plena capacidad en cada uno de sus actos: el goza como nadie, ama como nadie, está presente como nadie. Eso es pureza de mente y el pleno potencial de la atención concentrada en acción. ¡Es un estado de gloria!, y ¡él es la gloria!
Hay una comparación que nos ayuda a comprender el papel distorsionador que juega la mente y cómo nos arrebata toda paz y alegría: si observamos a un niño pequeño, veremos que está inmerso y fundido completamente en el juego, no hay problema ni distracción para él. Más allá del hambre o de cualquier otra necesidad básica el resto es acción y fusión, porque su mente todavía no ha desarrollado la hiperactividad habitual en el adulto que le impide fundirse con el objeto o situación en la que se está desenvolviendo.
Es precisamente esa inocencia, la que nos otorga una mirada y una visión reveladora en cada instante de la vida, con la que sin prejuicios, sin juzgar y sin arrogancia somos capaces de recibir lo que nos acontece como algo nuevo, profundo y con más sentimiento de alegría y plenitud. No hay mancha, no hay impureza, no hay suciedad mental que nos impida abrirnos a vivir la experiencia de la vida y recibirla tal como es, gozando de ese estado de inocencia, de ligereza kármica en el que la meditación se convierte en la tarea más ansiada del día. Desde esta perspectiva, cada día puede ser un nuevo día en el que ya no surge la necesidad de preguntarle al maestro ¿por qué el sendero y la vida se han vuelto monótonos?
Tres consejos que la reina dio a su hijo Gopi Ghand cuando este renunció al mundo en busca del conocimiento espiritual:
“… Construye una fortaleza a tu alrededor con el satsang y la compañía de tu gurú. Las palabras del maestro nos mantienen en el camino correcto (…) Permanece despierto y practica la meditación día y noche hasta que ya no puedas mantenerte despierto. En ese estado, incluso las espinas y las piedras te parecerán terciopelo suave y te resultarán más confortables que una cama de flores. Por último, intenta mantenerte con hambre, o por lo menos come frugalmente; entonces incluso un mendrugo de pan seco te resultará delicioso.
‘No tengo otra cosa que darte, hijo mío, salvo estos consejos. Por favor, llévalos siempre contigo”.
Extracto del cuento: Los consejos de la reina madre, Cuentos del Oriente místico
Por lo tanto, la felicidad o la tristeza en la
vida son un resultado de cómo reaccionamos.
En efecto, nuestra vida es moldeada por
nuestra manera de reaccionar ante ella. La
consecuencia final de las acciones positivas
es la felicidad, nunca el sufrimiento, y la
consecuencia final de las acciones negativas es
el sufrimiento, nunca la felicidad.
Espiritualidad básica
Si un hombre hace el bien,
dejadle que lo haga una y otra vez.
Dejadle que ponga su corazón en ello.
La felicidad es el resultado
de la buena conducta.
Dhammapada, citado en Vida honesta
Hemos de vivir en el mundo cumpliendo
nuestros deberes; pero nuestro corazón
tiene que estar con Aquel a quien pertenece.
Si conservamos nuestra atención,
nuestra mente, nuestro corazón para el Señor,
podremos gozar del mundo entero;
si le olvidamos, el mundo entero
se convertirá en infelicidad para nosotros.
Maharaj Charan Singh, The Master Answers