No faltan oportunidades
El maestro sabe muy bien que con nuestros
débiles pies y manos no podremos realizar
este viaje, ni aun cuando viajemos durante
cien mil años. Él quiere hacernos ver que si
no interviene la gracia del Señor, nadie puede
caminar por el sendero de la inmortalidad.
Sardar Bahadur Jagat Singh, La ciencia del alma
Citando una de esas historias que los maestros nos relatan, con la intención de hacernos reflexionar sobre algún aspecto de las enseñanzas, se cuenta que una vez había un mendigo que fue aceptado en la corte de un rey como sirviente, y su esmerado trabajo y buen comportamiento le granjearon el afecto del rey. Cada día, sin excepción, cuando el sirviente finalizaba sus tareas se retiraba a su habitación, la cerraba cuidadosamente con llave y miraba el interior de un baúl que guardaba desde el primer día que llegó a palacio.
Los demás sirvientes, celosos del trato predilecto que el rey profesaba al sirviente, buscaron una excusa para desacreditarle. Fueron a ver al rey y le dijeron que el sirviente escondía un baúl en su habitación con objetos robados del palacio. Extrañado, el rey inmediatamente fue a la habitación del sirviente y le exigió que le enseñara el baúl que tenía guardado. Con humildad, el sirviente abrió el baúl y le mostró al rey lo que contenía, diciendo: “Mi señor, guardo aquí la ropa de mendigo con la que llegué a palacio para no olvidarme de quién era, de mis orígenes y de que si en la actualidad soy alguien te lo debo únicamente a ti; a tu generosidad”.
Tal humildad complació al rey de tal manera que lo nombró visir del reino.
En esta historia, el sirviente reconoce que es el rey quien le ha dado la posición que ostenta y que no se debe a ninguno de sus méritos sino a la generosidad del rey. Ahora mirémonos a nosotros mismos con una mirada introspectiva: ¿Qué virtudes tenemos? ¿Qué nos ha hecho dignos de recibir las enseñanzas de Sant Mat? ¿Qué nos ha traído al sendero, a la compañía de un maestro espiritual? ¿Qué ha movido la misericordia del Padre para que nos interesemos por él? Si no fuera por Dios ni siquiera pensaríamos en él, afirman los místicos. Maharaj Charan Singh dice en Muere para vivir:
Si no fuera por la semilla del amor y devoción que el Señor siembra en nuestro interior, jamás pensaríamos en el Padre. Siembra la semilla y luego nos proporciona las condiciones, la atmósfera y las circunstancias oportunas con las que se fortalece nuestro amor y nuestra devoción al Padre.
Examinemos este aspecto desde la siguiente perspectiva: ¿Qué posibilidades tiene el que se ha perdido en la más profunda oscuridad de la noche, donde no hay luz alguna, de encontrar el camino de regreso a su hogar? Necesitamos una luz que nos ayude a ver en la oscuridad. Esa luz tiene que venir de alguien que estando también a nuestro nivel disponga de luz, y ese alguien es el maestro espiritual o gurú. La palabra gurú proviene de la combinación en sánscrito de otras dos: ‘gu’ que significa ‘oscuridad’ y ‘ru’ que significa ‘lo que destruye’; es decir lo que destruye la oscuridad, lo que te ayuda a atravesar esa oscuridad. Cuando llegamos a la compañía de un maestro espiritual nos damos cuenta de que hasta antes de encontrarlo hemos estado literalmente perdidos en la oscuridad, y que por nosotros mismos no hemos sido capaces de encontrar el camino.
Hazur Maharaj Ji comentando el pasaje1:5-9 del evangelio de San Juan, sigue diciendo en el libro Muere para vivir:
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre enviado de Dios llamado Juan y vino para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
Cristo dice que había un hombre enviado por Dios, y que en aquel tiempo era Juan el Bautista. Él envió a alguien desde su nivel a nuestro nivel para decirnos cómo eliminar ese velo de oscuridad y cómo ver la luz que está en nuestro interior A menos que ese hombre fuera enviado a nuestro nivel, a menos que nos dijera cómo eliminar esa oscuridad, ¿cómo podríamos ver la luz? Así, ¿qué es lo que hemos hecho nosotros? Y empleando otra metáfora, Hazur Maharaj Ji explica también en Muere para vivir:
Cuando te enamoras de alguien, automáticamente suspiras por esa persona, pero ¿quién hace que te enamores? (…) Hay algo dentro de ti que te empuja a amar a esa persona (…) ¿Qué es lo que tú haces? Si deseas arrogarte el mérito de ser tú el que corres tras el amado, estás equivocado. Si no fuera por ese amor, nunca suspirarías por el amado.
Ciertamente, es el amor del Padre, el amor del maestro lo que nos atrae para buscarle. Primero él tiene que infundirnos ese deseo o anhelo por él, si no fuera así seguiríamos ignorándole y continuaríamos anhelando el amor de este mundo. El Señor tiene sus formas de atraernos hacia él, como explica el Gran Maestro en Joyas espirituales:
La primera señal de su misericordia hacia cualquier persona es que crea en ella el descontento con la rutina mundana, y un anhelo por buscar la verdad.
Baba Ji suele explicar que cada momento o experiencia de vacío o insatisfacción en la vida manifiesta el sentimiento de bireh o anhelo por Dios, porque nos damos cuenta de que la felicidad a la que aspiramos es inalcanzable en este mundo, y que solamente la hallaremos junto a él. No importa cuánto nos haya dado materialmente el Señor, ni cuántos deseos satisfagamos, siempre sentiremos ese vacío porque lo que verdaderamente nos hará felices será la reunión con él, tras atravesar el dominio de la mente.
Antes de conocer al maestro estábamos hundidos en el mundo, esclavizados por las pasiones en mayor o menor grado y, lo peor de todo, sin conciencia alguna de que la clase de vida mundana que llevábamos no respondía al propósito que Dios tiene pensado para un ser humano. Nuestro encuentro con el maestro aquí, en este nivel, es una oportunidad. No solo tenemos la bendición de haber nacido en forma humana, sino que además nos ha otorgado el don de la iniciación. Y esto es la consecuencia y el resultado de su amor hacia nosotros. Él no cesa de darnos oportunidades; la cuestión es si las vemos, si sabemos aprovecharlas.
Hace poco, alguien le preguntaba al maestro si vendría a buscarle en el momento de la muerte. Él comentó que el maestro siempre viene, ¿cómo podría dejarnos solos, cómo podría actuar de otra forma? ¿Cómo un padre abandonaría a sus hijos en un momento tan crucial? El maestro siempre viene, la cuestión es si nosotros nos enteraremos, si seremos conscientes de su presencia. Y la forma de enterarnos, como él mismo señaló, es haciendo la debida preparación con la meditación diaria.
Por tanto, en esta relación como discípulos nos corresponde responder a la acción que siempre inicia el guía o maestro espiritual. Nosotros tan solo respondemos a su llamada. Y eso es lo que nos toca hacer como discípulos: responder a este gran amor para que llegue el día en que lo experimentemos en toda su inmensidad.
No podemos seguirle el juego a la mente y a las pasiones y al mismo tiempo vivir en su amor. Se requiere una sola dirección y determinación en el día a día, manteniéndonos en el esfuerzo por contener a la mente y llevar la atención al interior. Por eso, Baba Ji nos dice que el simran es lo único que está en nuestras manos: el resto es una consecuencia natural. El simran tiene el propósito de canalizar la energía dispersa y calmar nuestra mente, entonces de forma natural podemos ver y contemplar al maestro.
Cuando los maestros hablan del darshan nos dicen que no es solo mirar, ¡es algo más! Y para poder atesorarlo, nuestro recipiente tiene que estar vacío y limpio. Pero, ¿por qué la necesidad del darshan externo? Contemplamos la forma del maestro porque su forma auténtica es el Shabad, es el Verbo hecho carne, y contemplando su forma nos apegamos al Shabad interiormente, a la corriente audible de la vida, que el maestro personifica.
Hazur Maharaj Ji explica en Muere para vivir:
El darshan físico del maestro es de mucha utilidad para el propósito del dhyan o contemplación. (…) El darshan hace una llamada irresistible al ser interior del satsangui (…) Recibir bendición del mero darshan del maestro es algo grande, dado que esto indica que el buscador tiene amor, lo cual es muy esencial para la vida espiritual (…) da como resultado una atracción más profunda del devoto hacia el maestro en el plano interior.
Es con la contemplación como somos capaces de retirar nuestra conciencia hasta el centro del ojo y fijarla ahí. Y cuando estemos en el centro del ojo estaremos en contacto con el sonido y la luz interiores, que nos atraerán hacia arriba. Tal es el propósito de la contemplación o dhyan. El sonido es el que nos redime, nos purifica y nos lleva a la unión con el Padre. El darshan está ahí para nosotros, pero para recibirlo tenemos que ser receptivos.
Sin embargo, parece que nos cuesta mucho hacer la parte que nos corresponde en esta relación con el maestro: disciplinar a la mente, no dejar que nos extravíe. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo ser más perseverantes en la práctica del simran? Se nos olvida que el maestro se ha encargado de que estemos en un ambiente y condiciones favorables para que, precisamente, se cumpla otra de las señales de su misericordia: “que el iniciado empieza a trabajar diligente y fielmente en la corriente del sonido, y emprende su viaje espiritual”, como señala el Gran Maestro en Joyas Espirituales.
Baba Ji nos ha explicado muchas veces que para conseguir una interiorización real en el momento de meditar, es decir, para retirar realmente la atención, tenemos que dirigirla todo el día en la misma dirección. Es importante cómo vivimos, cómo pensamos, cómo nos comportamos durante todo el día, y si mantenemos al maestro y los cinco nombres en nuestros pensamientos en lo que quiera que hagamos y a pesar de todas las dificultades que se nos presenten. Esa firmeza y determinación nos corresponden a nosotros.
Él no se cansa de darnos oportunidades. Ahora bien, ¿las aprovechamos? ¿Hacemos un buen uso de ellas? Él nos ha dado la oportunidad de un modo de vida respetuoso con el resto de seres, con unos valores dignos que en la medida en que nos ceñimos a ellos mejoramos como personas. Baba Ji nos explica que siendo discípulos debemos vivir de tal forma que seamos como un libro abierto, en el que no nos escondamos de nosotros mismos, y así todo lo que escribamos en él no nos avergüence sino que nos honre.
El maestro también nos da la oportunidad del satsang, porque en él recibimos esa fuerza que nos ayuda a considerar y fortalecer el sentido de la iniciación y nuestros pasos en el sendero. En el satsang gozamos y asimilamos la mejor influencia espiritual que podemos conseguir en el mundo. No hay discurso más elevado para el propósito de la realización de Dios que aquel donde a través de las palabras del maestro se ensalza el Nam.
El Gran Maestro dice en Filosofía de los maestros (abrev.):
Cuando un tema en particular se trata en el satsang, todos los oyentes piensan al mismo tiempo en ese tema, y como resultado el ambiente se satura con las corrientes de ese pensamiento. Todos los oyentes se benefician de esto y el tema deja una impresión duradera en las mentes de los presentes. En otras palabras, el hecho es que las corrientes de atención de los oyentes se enfocan en las verdades que se están comentando, lo cual carga la atmósfera de significado y beneficia a todos los que escuchan en proporción a la concentración de su atención.
Y la oportunidad del seva ¿para qué? El seva es un acercamiento al maestro. El seva es una oportunidad de hacer algo que nos relaciona con el maestro, que nos da sentido de proximidad con él, con las enseñanzas, con el sendero y, por tanto, nos ayuda a interiorizarnos repercutiendo favorablemente en nuestra meditación, de forma que podemos atenderla con una actitud más alejada del mundo y de los comportamientos habituales en él.
Sobre la oportunidad de la meditación, lo importante es cómo y con qué actitud la atendemos. Meditamos para complacer al maestro; sin cálculo ni expectativa alguna, meditamos, sencillamente, porque el maestro nos lo ha pedido. Él ha depositado su confianza en nosotros porque sabe que tenemos esa capacidad, aunque no debemos olvidar que únicamente con nuestros esfuerzos no podemos lograrlo. Él lo hará, recordemos que nuestra meditación es una súplica para invocar su gracia, nada más. Esa es la actitud correcta.
Y sobre todo, no olvidemos lo más importante: dedicar el tiempo requerido a la práctica diaria. ¡No hay excusas! Como suele decir el maestro, en la vida tenemos tiempo para hacer lo que nos gusta. Para eso, siempre tenemos tiempo. Por tanto, ¿acaso no nos gusta complacer al que es la persona más importante de nuestra vida? ¡Claro que sí!
En el libro A Wake up Call leemos:
… El maestro reafirma el hecho de que la meditación diaria es un proceso. Es un proceso gradual que lentamente nos desapega de lo físico y nos apega a lo espiritual. Este proceso nos ayuda a lidiar con los pesares cotidianos de la vida sin vernos afectados, sin dejar que las situaciones nos desequilibren. La práctica de la meditación actúa como un amortiguador durante los tiempos turbulentos. La conciencia que obtenemos a través de la meditación nos trae ecuanimidad y genera fuerza interior.
La meditación es nuestra responsabilidad. Tiene que ser un esfuerzo personal. Nadie más puede hacerla por nosotros. Nadie puede hacernos sentar para la práctica de la meditación. Tenemos que elegir hacerlo. Es una elección que hacemos libremente, por amor.
Un discípulo le preguntó una vez a su maestro: “¿Puedes hablarme de Dios?”.
El maestro respondió: “Medita”.
El discípulo estaba asombrado: “¿Solo una palabra?”.
El maestro repitió: “Medita”.
El discípulo estaba perplejo y dijo: “Sigues repitiendo lo mismo”.
El maestro dijo de nuevo: “Medita, no hay nada más que decir, tienes que meditar, tendrás que meditar”.… Dios está más allá de las palabras. Pero a Dios se le puede conocer meditando. Como se lee en la Biblia: “Estad quietos y sabed que yo soy Dios”.
Así que solo tenemos que hacerlo. La única instrucción es: ¡Haz la meditación!
Baba Ji en una ocasión habló de nosotros, los iniciados, en el contexto de esas oportunidades que tenemos de estar en su presencia en Dera o en los programas de satsang, y expresó que no podía encontrar mejores personas en el mundo, pues era consciente de la dura batalla con la mente que estamos llevando a cabo. Sin embargo, consideraba que nos faltaba algo, y ese algo era llevar esa experiencia, esa atmósfera que vivimos en su presencia a nuestros hogares, con nuestras familias, en nuestros trabajos… Si lo hacemos, todo puede convertirse en una experiencia dichosa y la vida tener un significado pleno.
¡Aprovechemos esa luz que con el maestro ha venido a la oscuridad de nuestras vidas! Esta es nuestra oportunidad para despertar, para ser conscientes. Solo se trata de eso, no tenemos que ir a ninguna parte, solo llegar a la consciencia de nuestra verdadera naturaleza, de quién somos y a quién pertenecemos, para no confundirnos nunca más. Si lo logramos, mediante la experiencia personal en la práctica interior de la meditación, el trabajo estará hecho.
Un satsangui mayor comparó el mitti seva (transportar tierra), con nuestra meditación.
Dijo, (…) tal y como incontables pequeñas canastas de tierra pueden con el tiempo llenar un gran barranco (…) cada momento de nuestra meditación nos llena con más amor por el Señor…, y con el tiempo transforma el paisaje de nuestro corazón, de una tierra árida en un bonito jardín adecuado para él.
The Enigma of Love