Darshan y meditación
Desde el día en que mi amado me dio
su darshan, mis ojos siempre ansían
un vislumbre de su rostro una vez más.
A él buscan y arden de dolor.
Su imagen, después de atraer a mi corazón,
sigue doliéndome como un dardo acerado.
Sin verle, con certeza perderé mi vida.
Solo la hierba curativa de su mirada
puede mi sufrimiento remediar…
Mira, la divina amante
Una mañana suena el teléfono…, al otro lado del auricular se oye a alguien entusiasmado y feliz porque el maestro acaba de anunciar una visita sorpresa dentro de unos días: ‘Buenas noticias: ¡que viene Baba Ji!’.
¡Que viene Baba Ji! Pegamos un salto y brota en nosotros una alegría inesperada, ¡cómo no sentir felicidad por ver al maestro! Colgamos el teléfono y sin pensarlo más, preparamos el viaje para verlo. Empezamos a buscar billetes de avión, de tren, etc., hacemos lo que haga falta porque queremos estar ahí.
¡Viene Baba Ji! ¿Cómo no vamos a ir? Justo cuando más lo necesitamos viene a aliviarnos un poco. Y en el fondo, vamos con expectativas: ‘Maestro, dime algo para que vuelva a casa con una recuerdo inolvidable que me ayude a seguir adelante con fuerza en la vida’. ’Por favor, deja una fuerte impresión en mí’. Vamos con la expectativa de que el maestro nos haga sentirnos especiales y queridos. Que nos dé una indicación de dónde estamos en el sendero. Y anhelamos tener un darshan tan especial, que no cesen las lágrimas y la alegría al mismo tiempo.
Por fin llega el momento y estamos en la sala: entra el maestro, está ahí, frente a nosotros… Está ahí, pero no sentimos nada. ¡Nada!, ¡cero! Comienza el satsang y prácticamente nada de lo que dice nos llega al corazón. Nada nos llena. No dice nada que nos llene de emociones y nos sirva de recuerdo hasta la siguiente vez que volvamos para recargar nuestras baterías. ¡Ningún milagro!
Se acaba el satsang. Y después de contestar muchas preguntas a buscadores de todo tipo, saluda, se levanta y se va. ¿Ya está? ¿Es todo?
¡No me puedo creer que se haya acabado así! Entonces es cuando nos damos cuenta de que aún y estando en su presencia, nuestro vacío interior continúa. Y a raíz de este vacío, empezamos a sentirnos culpables de no sentir nada y entristecidos pensamos:
‘No siento amor por ti maestro… ¿Por qué me haces esto? No me das lo que busco, y por otro lado no me dejas ir. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué…?’.
Y ¿qué es lo que el maestro quiere de nosotros? Él no quiere nuestras emociones, él quiere nuestro amor, nuestro tiempo y nuestra dedicación. Además es un amante muy celoso, y por lo tanto quiere nuestra plena atención. Ahora bien, el amor está ahí: es la misma esencia de nuestro ser. En cuanto a la dedicación y tiempo, unos damos poco y otros damos más, pero todos tenemos la capacidad natural de dar lo mínimo exigido: dos horas y media de meditación diaria. Es decir, tenemos la materia prima. Ahora, lo que quiere el maestro es que la utilicemos para embellecer a nuestra alma.
El maestro nos pide madurez espiritual. Nos pide que comprendamos el verdadero darshan. Que salgamos de lo externo y nos hagamos conscientes de lo que es real. Y ¿qué es real?: ¿Su cuerpo físico? NO. Real es su forma radiante. El maestro que está en nuestro interior en su forma radiante. Entonces, en vez de decepcionarnos y sentirnos entristecidos cuando no llegamos a su ‘satsang sorpresa’, cuando esa visita no resulta ser como esperábamos o cuando no lo podemos ver físicamente, él nos pide que sintamos y vivamos esa tristeza, ese dolor, esa impaciencia y ese anhelo por verlo en nuestro interior cada día. Que sintamos esa necesidad de estar con él, de verlo todos los días de nuestra vida, y que eso nos motive a meditar más y más y más.
Eso es lo que está intentando transmitirnos el maestro: ‘entra en tu interior, que ahí te espero todos los días. A esa cita no fallo nunca. Ahí no hay expectativas ni sorpresas. Ni tercera fila, ni cuarta, ni última. Solo tú y yo. Ahí me encuentras siempre’. El maestro, con cada visita que nos hace quiere reiterar precisamente eso: ‘Da ese paso. Elimina la distancia que nos separa. Ya es hora de que madures y comprendas tu propia capacidad de hacer las cosas’.
Antiguamente, cuando nuestros mayores querían que valoráramos algo nos privaban de ello. Habremos oído la historia de varios santos, por ejemplo la de Bulleh Shah, quien estuvo alejado de su maestro durante mucho tiempo, y fue la distancia lo que intensificó su anhelo. Cuando no se tiene el privilegio de ver al maestro físicamente, la única forma de saciar la sed del ‘darshan’ es mediante la práctica de la meditación. Y aunque el maestro cada vez nos visita más y más, lo que espera es que algún día tomemos conciencia de nuestra meta espiritual y empecemos a tomarnos en serio nuestra verdadera tarea interior.
Pero preguntémonos, ¿lo está consiguiendo? ¿Vamos de darshan en darshan ‘recargando baterías’ o vivimos verdaderamente Sant Mat en nuestro día a día? ¿Entramos en la tienda, nos echamos el perfume hasta que la fragancia se desvanece con el tiempo, o adquirimos el frasco y nos lo llevamos a casa para tenerlo siempre con nosotros? En el libro Así hablo el maestro, un buscador le pregunta al maestro: “Dices que el Padre crea ‘la llamada’ en nuestro interior. Nos atrae. Crea anhelo. Él es el que nos da el amor y la devoción. Entonces, ¿por qué a veces sentimos amor por el Padre y otras veces no sentimos nada?”. Y el maestro responde:
Hermano, es debido a nuestros karmas. Los karmas son como nubes: van y vienen. Cuando el cielo se nubla, no podemos ver el sol. Pero cuando se despeja el cielo, volvemos a ver el sol. El Padre siempre nos está llenando de amor y devoción, pero a veces una capa de karmas cubre la luz divina en nuestro interior y no sentimos devoción alguna. Para eliminar ese velo de karmas que nos obstaculiza tenemos que atender a nuestra meditación.
Entonces, la cuestión es: ¿vamos a ver al maestro para sacar algo de él o sencillamente porque lo amamos? Baba Ji suele decir que si a la hora de mirar al maestro no lo hacemos consumidos por el amor, en realidad no estamos haciendo su darshan. Darshan es estar absortos en el amor de la persona que amamos. La forma física nos motiva a querer ver su forma radiante haciéndonos más receptivos a su gracia.
Ahora bien, si el darshan físico no jugase un importante papel en nuestra meditación, ¿por qué nos lo daría el maestro? ¿Por qué se desplaza también él miles de kilómetros? ¿Para darnos una charla, para recordarnos nuestro compromiso…? Todo esto podría hacerse mediante un video o un texto escrito. Pero existe algo en la presencia que no puede sustituirse con ningún medio externo: es esa poderosa atracción y magnetismo que desprende su persona lo que es irremplazable y lo que nos atrae interiormente. El darshan se da, no se toma. El maestro decide cuándo y cómo nos lo quiere dar. Nuestra ocupación a este nivel consiste en esforzarnos por ser receptivos, y él se encargará de derramar su gracia sobre nosotros.
En el libro Mira, la divina amante, se dice que Mira estaba tan enamorada de su maestro y anhelaba tanto su darshan que ese anhelo se convirtió en su único oficio. Pasaba las noches sin dormir dando vueltas en la cama, como un pez privado del agua. Perdió el apetito. Tan profundo era el anhelo de Mira que cuando un astrólogo le ofreció darle una predicción de su futuro, lo único que tenía en mente era ‘cuándo me encontraré con mi querido Señor’. Por supuesto, el astrólogo no tenía respuesta alguna a esa pregunta.
En una sesión de preguntas y respuestas de marzo de 1989, Maharaj Charan Singh Ji dijo: “Una vez alguien le dijo a Mira que se olvidara de su gurú, cuyo recuerdo le causaba tanto dolor. Ella contestó: ‘Llévate todo lo que tengo, pero no me quites este amor que siento por mi gurú. Aprecio esta separación que mantiene viva la llama de mi amor y no puedo abandonarla”.
Solo cuando estamos separados de nuestro amado, nos damos cuenta de la profundidad del amor que sentimos por él. No hay unión completa sin separación. La verdadera intimidad con el maestro la alcanzaremos en la meditación, pero mientras tanto el maestro, un ser realizado e iluminado, ha venido a visitarnos con un solo propósito: inspirarnos a meditar; con su presencia él quiere que le busquemos dentro, donde la realidad de su amor iluminará el nuestro. Tan solo hemos de visitarle todos los días en nuestra meditación, sencillamente como él nos ha indicado que debemos hacerlo, y empezaremos a saber lo que es el verdadero amor.
Que tu amor por la forma culmine en el amor por el que no tiene forma.
M. Charan Singh, Legacy of Love