Introducción
El ego es ese sentido de individualidad de nuestra existencia con el que más nos identificamos; es lo que más conocemos de nosotros mismos, y sin él no podríamos llevar adelante nuestro destino en esta vida. Sin embargo, en cuanto seguidores de un sendero espiritual, los maestros nos explican que debemos desenvolvernos en este plano material solo con el mínimo ego necesario. Justamente las expresiones de los místicos de ‘no involucrarse en los asuntos del mundo más allá de lo necesario’, también la evocadora imagen del pato en el estanque que conserva sus alas secas y alza el vuelo en cualquier instante’, nos sugieren cómo debería vivir el discípulo en este mundo mediante el apego de su espíritu al Shabad.
Basar nuestra vida en la práctica de la meditación en el Shabad y además mantenerla en nuestra mente, nos mantiene sintonizados con el Creador y hace que no nos involucremos en lo creado. Es en verdad esta práctica la que gradualmente y con eficacia no solo nos descarga de ego sino que lo reorienta, ayudándonos a vivir en el mundo entendiendo nuestro papel y misión en la creación:
Amarla y respetarla en cuanto obra de Dios pero no poseyéndola, puesto que nada ni nadie de ella nos pertenece; esta nueva conciencia nos permite estar alertas y dedicarnos plenamente a completar nuestra misión de regreso al Creador en la vida humana.
Aquel que se ha teñido en el tinte del Shabad,
no puede mancharse.
Puede vivir en el mundo,
realizar sus deberes mundanos y actividades,
pero su corazón y mente permanecen equilibrados.
Kabir. Citado en Philosophy of the Masters, Vol. I