Presunción o entrega
El Nombre es su mandato.
Cuando lo escuchamos, conocemos
su voluntad; cuando lo vemos,
conocemos la Verdad.
San Paltu: su vida y enseñanzas
Se cuenta que cuando Sheikh Farid era joven se sentía lleno de fervor espiritual, por lo que fue a ver al conocido Khwaja Muinud-Din Chishti para pedirle la iniciación. Cuando Farid llegó a Ajmer, en Rajputana, donde vivía Chishti, se encontró al gran maestro apoyado en un árbol que estaba totalmente seco. A Farid le sorprendió que el árbol en el que descansaba un gran santo estuviera seco. Queriendo mejorar las cosas, miró al árbol con su poder espiritual e instantáneamente se volvió verde y lleno de vida. El Khwaja vio lo que había ocurrido y, sin decir nada, le dirigió una mirada al árbol, y volvió a secarse inmediatamente. Farid, todavía descontento con que el árbol estuviese muerto, volvió a mirarlo y lo resucitó de nuevo. Entonces el Khwaja lo secó otra vez con una mirada instantánea.
“Hijo mío, ¿has venido aquí para aprender humildad en el sendero y ser iniciado en los misterios? –le preguntó el Khwajaa Farid– ¿O has venido a encontrarle defectos a las leyes de la naturaleza? Es la voluntad divina que este árbol esté seco. Entonces, ¿por qué tienes que interferir en esa sabia decisión y empeñarte en revivirlo? Ve a ver a Qutub-ud-Din BakhtiyarKaki, en Delhi, y él te iniciará según tus méritos y habilidades”. Consecuentemente, Farid fue a Delhi y encontró a Bakhtiyar Kaki, que entonces solo era un niño, jugando con otros niños. Farid le miró con desprecio durante unos minutos, preguntándose cómo ese aparentemente niño ignorante podía enseñarle algo. Pero Bakhtiyar no era el niño que aparentaba ser, y leyó instantáneamente los pensamientos de Farid. Dejó a los otros niños, se fue a su cercana choza y regresó inmediatamente, esta vez con la forma de un anciano que llevaba una larga y florida barba blanca, el Qutub Sahib de la historia.
“¿Soy ahora lo suficientemente viejo y sabio como para ser tu maestro?”, le preguntó a Farid, que se dio cuenta en seguida de lo ignorante y orgulloso que había sido y se sintió avergonzado. Echándose a sus rodillas, le pidió perdón a Qutub Sahib. Se quedó con el santo, se convirtió en su discípulo, y a su debido tiempo se convirtió en un santo.
Adaptado del libro Cuentos del Oriente místico
En esta historia encontramos un paralelismo entre la actitud de Farid y la que los discípulos pueden llegar a tener, pues en su imperfección y mal dirigidos por debilidades y pasiones mentales, se atreven a cuestionar el comportamiento del maestro. Considerar al maestro espiritual como un mero ser humano y juzgar sus acciones bajo nuestra limitada percepción, tan solo pone de manifiesto nuestra ignorancia.
Hasta que no haya una sumisión total, será muy difícil avanzar en el sendero espiritual. Este es un sendero de entrega, donde la primera rendición del discípulo es aceptar la guía y por tanto la sabiduría del maestro. Después, por más inverosímil que nos parezca, debemos confiar en el modo en el que el maestro dirige la vida y vela por el progreso de cada discípulo. Sin embargo, en nuestra prepotencia podemos llegar a contravenir su voluntad, pero ¿hemos venido al sendero a imponer nuestra voluntad o a suplicarle que abra nuestro corazón para que su amor y gracia puedan colmarlo? Necesitados como estamos, debemos ser prudentes y no entorpecer su sabio designio en nuestro camino.
Amigo mío, vive en la voluntad del maestro
y mantenla cerca de tu corazón.
Considera un favor lo que el maestro haga,
y acepta de corazón lo que diga.
¡Oh inconsciente!, aprende lo que es gratitud.
Él te dará dicha o dolor,
lo que en su sabiduría considere mejor.
Tu condescendencia con los placeres
sensuales es perversa,
y en aras al amor que siente por ti
puede reprenderte.
No puedo dejar de insistir lo suficiente:
dale las gracias a cada momento,
pues sin el maestro nadie te puede ayudar.
No te alegres en exceso en momentos de felicidad
y asume el pesar sin amargura.
No te olvides de él ni por un instante,
en la felicidad o en el dolor confía solo en su ayuda.
El maestro y el Shabad son tus amigos.
Tenlos en tu corazón, nada más importa.
Ellos son el único Señor, el verdadero Creador
que un día te llevarán a través del océano.
Entrégate a ellos en mente y alma,
pues nadie más existe para ti en este mundo.
El maestro y el Shabad
cuidan constantemente de lo que más te conviene;
son los protectores de tu cuerpo y de tu mente.
Sé agradecido y llévalos siempre en tu corazón,
ellos apartarán todo dolor de tu vida…
Bachan 18, shabad 8 Soami Ji, Sar Bachan Poetry