La verdadera riqueza
Hay siete continentes y océanos,
tú puedes extraerles todas sus riquezas;
pero los devotos no las desean;
ellos piden la ambrosía divina.
M. Sawan Singh, Philosophy of the Masters, vol. IV
Para fomentar el desapego del mundo y estimular el amor al Creador, la mayor parte de las tradiciones espirituales nos exhortan a desprendernos de una parte de nuestros ingresos. La caridad expresa el amor, que es el Creador proveyendo a otros cuyas circunstancias materiales les hacen difícil la vida. La caridad no es cuestión de cuánto damos; sino del amor con que damos. En la Biblia, este punto está bien ilustrado en un célebre pasaje:
Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba cómo la gente echaba monedas en el arca del tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: "Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, esta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.
Lc. 21:1-4
Lo que constatamos en la práctica es que incluso deseando dar limosna, nos resulta difícil hacerlo porque estamos apegados a todo lo que poseemos:
Nosotros, que proclamamos estar buscando la vida eterna, no miramos con desapego ni siquiera al objeto más insignificante…
Desnudémonos de todo, ya que nuestro adversario está desnudo frente a nosotros. ¿Acaso los atletas compiten con su ropa puesta? No… Ahora bien, nosotros también proclamamos que somos atletas, y estamos luchando contra adversarios mucho más hábiles que todos los que son visibles. Sin embargo, en vez de desnudarnos, entramos en la contienda llevando innumerables cargas en los hombros, y así damos a nuestros adversarios muchas oportunidades para que nos agarren.
La Filocalia
No somos conscientes de que la caridad trae consigo sus propias recompensas. Cuando damos a otros sin ningún deseo ni expectativa, cuando nos desprendemos de nuestros apegos, nos sentimos aliviados de las complicaciones que frecuentemente los bienes mundanos traen consigo. En palabras del filósofo Martin Heidegger:
La renuncia no quita. Da.
Da el inagotable poder de las cosas sencillas.
Y con palabras de Mirdad:
Más posesión; más poseído.
Menos posesión; menos poseído.
Mikhail Naimy
El repartir parte de los ingresos que hemos ganado con grandes esfuerzos, inculca en nosotros el convencimiento de que en realidad no somos dueños de nada de lo que tenemos. En los momentos en que nos encontremos totalmente metidos en las cosas del mundo, y que por causa de ello nos sintamos estresados o afligidos, sería bueno pensar: si me dijeran que me queda un día de vida, ¿en qué pondría mi energía?, ¿qué haría con mi tiempo?
Es muy fácil olvidar que somos custodios, no propietarios, de nuestra riqueza material, y que algún día la muerte nos separará de ella. Todo lo que pensamos que es nuestro, ya sea familia, amigos, posesiones u otras formas de riqueza, son regalos que se nos han prestado. Si entendemos esto, desarrollaremos en nuestros corazones un espíritu de caridad hacia todas las formas de vida. Entonces podremos disfrutar de todo lo que tengamos sin ser poseídos.
Lo único que en verdad poseemos es nuestra riqueza espiritual, la cual nos ganamos adorando al Creador. Dar algo de nuestra riqueza material es un modo de acordarnos de este hecho y de expresar nuestra reverencia y gratitud al Creador.
El hacer partícipes de una parte de nuestros ingresos a aquellos que no utilizarán nuestra limosna para ningún fin inmoral, apoya nuestro trabajo espiritual; pero siempre debemos guardarnos del orgullo. (…) La verdadera caridad es liberadora y vigorizante. Libera la mente y refuerza nuestra decisión de unir nuestra suerte con la de un poder que promete infinitamente más de lo que pueda proporcionarnos toda la riqueza del mundo.
Vida honesta