La caridad hacia uno mismo
El servicio a la sociedad es beneficioso.
En parte purifica la mente, pero no eleva
ni a la mente ni al alma. Es solamente la
corriente la que eleva. Por consiguiente, el
tiempo reservado a la práctica espiritual no
debe utilizarse en hacer servicio a los demás.
Me agrada tu disposición caritativa, pero te
aconsejo que no dejes de realizar la práctica.
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
El concepto general que se suele tener de la caridad tiende a quedarse corto, porque generalmente lo limitamos a dar dinero o ayuda material al prójimo que está necesitado. Pero esto es solo una pequeña parte de lo que significa caridad. En el Diccionario de la lengua española, leemos que la caridad es la actitud del que se interesa por los que se encuentran en situación precaria, se solidariza con ellos y les ayuda. ¡Interesante…! La caridad es una actitud.
La palabra caridad viene del latín caritas: carus, que significa querido y atis, que significa amor cariño. Así que podríamos decir que la caridad es una actitud… de amor, de cariño. También explica que la palabra caridad se refiere al auxilio que se presta a los necesitados, siendo una obra de caridad la acción desinteresada de un individuo en favor de otro que se encuentra desamparado. Por tanto, podríamos decir que la caridad es una actitud de amor y, evidentemente, si es de amor, debe ser también desinteresada. No podría ser de otro modo.
Séneca dijo:
No hay bien alguno que nos deleite
si no lo que compartimos.
En sí, es un acto de amor, un acto de compasión hacia alguien necesitado. Es el amor que toma la forma de ayuda monetaria, de donación de bienes, de apoyo hacia alguien que lo necesita. En realidad es un acto de amor hacia el prójimo. Es poner en acción ese amor. En la web oficial de rssb, vemos como el maestro envía a los sevadares a servir agua, comida y a hacer escuelas y servicios en las zonas próximas a Dera donde ha habido terremotos o desastres naturales. Recordemos cuando hubo un terremoto muy destructivo en Nepal, cómo el maestro envió allí a los sevadares para construir escuelas y servicios para la gente que los necesitaba. También podemos ver los hospitales gratuitos que se han construido para atender a la comunidad rural local más necesitada.
Él está dándonos a entender que la creación entera forma parte de Dios y que también es válida la forma en que ayudamos al prójimo fuera del entorno de Sant Mat. El maestro ha mencionado muchas veces que debemos entender el servicio al prójimo en el amplio sentido de la palabra, no solo en el sangat sino también fuera de él: hacia toda la humanidad, hacia toda la creación…
Una actitud caritativa hacia el prójimo nos ayuda a ser más desprendidos y como consecuencia más felices, porque no albergamos la necesidad de poseer más, de querer más, de hacer más acopio de bienes, propiedades o dinero. Sino más acopio de amor, de compasión y de ternura hacia la creación. Sin embargo, la práctica de la caridad a menudo puede verse truncada por el ego. Evitarlo es la tarea de todo buscador, para que este amor en acción sea limpio, puro y tenga sentido en sí mismo.
Básicamente el valor de la caridad se pierde por dos motivos. El primero: el deseo de recompensa. En el libro Luz divina, Hazur Maharaj Ji dice:
La limosna es una buena acción, pero no deben ponerse esperanzas en ella. No tiene que haber deseo de conseguir gratificación del hombre ni de Dios por nuestras limosnas.
No tendríamos que desear nada a cambio, no se piensa en una posible recompensa, se da por puro amor. Sí; todo lo que poseemos nos lo ha dado el Creador.
También puede perderse el valor de la caridad por un segundo motivo: el deseo de reconocimiento.
En la Biblia, en Mt. 6:3-4, leemos:
Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto.
Cuyo significado indica que si hacemos un acto de caridad, no debemos pensar en hacer ostentación de ello.
Cuando hay por medio alguno de estos deseos la caridad pierde su propósito, porque entonces en la medida en que esperamos algo a cambio se convierte en una acción que nos involucra en una reacción o karma; y karma, simplificando, ya sabemos que significa volver a nacer. Hazur Maharaj Ji lo explica en Spiritual Perspectives, vol.I:
Todos los karmas nos devuelven al nivel de la creación. Hemos de volver para pagar todos los karmas, ya sean buenos o malos. Incluso el resultado del buen karma nos puede causar sufrimiento al final. Debido a los buenos karmas puedes volver y ser un rey, o un líder, o el alto mando de cierta empresa. Pero así hay otro tipo de sufrimiento; tampoco eres feliz. En este mundo no hay más que sufrimiento, donde recoges el fruto de los karmas tanto buenos como malos. El propósito de los místicos es sacarnos de este reino de Kal. A menos que liquidemos todos los tipos de karmas, el alma nunca podrá escapar del reino de Kal.
Así que las palabras ‘bueno y malo’ son muy relativas. Desde un punto de vista mundano el karma bueno puede parecer beneficioso, pero la realidad es que karma siempre, siempre, siempre… implica volver a la creación.
Indiscutiblemente, esta idea provoca que reflexionemos acerca de qué acciones hemos de realizar, y como leemos en Spiritual Perspectives, vol I, también nos preguntamos:
Maharaj Ji, entonces, si me preocupo de progresar en el camino espiritual, ¿tengo que evitar hacer no solo las acciones malas sino también las buenas?
En la respuesta del maestro está la clave:
No, no tienes que evitar hacer buenas acciones. Lo único que no debes desear es el resultado de las mismas.
Y a continuación explica con algunos ejemplos cómo se hace:
Mira, no tienes que desear los resultados… Por ejemplo, si haces una donación por caridad, no quieres volver a cobrarla.
Solemos donar cosas en caridad a las personas con la esperanza de que, en el próximo nacimiento, se nos pague diez veces más. Siempre deseamos algo a cambio de hacer buenas obras: Voy a ayudar a mi amigo, para que él me ayude a mí cuando yo tenga dificultades. Entonces he sembrado una semilla. He creado un vínculo kármico. Pero si he realizado una buena acción para mi amigo y me he olvidado de ella, entonces no he sembrado ninguna semilla.
Si has donado algo en caridad y después lo olvidas por completo (o sea, que no deseas obtener resultados), no has sembrado semilla alguna que te haga volver.
La ayuda a los demás es solo una pequeña parte de lo que significa la caridad. En efecto, cuando desarrollamos una actitud caritativa, nos damos cuenta de que no existe diferencia entre el prójimo y uno mismo. Puesto que practicarla es como darte a ti mismo hacia los demás, es como darte a Dios. Es hacerlo todo en nombre del maestro; es servicio. Sin embargo para llegar a este punto, antes, como dice el refrán, hay que tener en cuenta lo siguiente: “La caridad bien entendida empieza por uno mismo”.
Este conocido refrán señala que se han de cubrir primero las propias necesidades antes de acudir a reparar las de los demás. Se aplica a los que se ocupan con largueza de los males ajenos, dejando sus problemas para que los solucionen otros. La caridad mal entendida puede llegar a convertirse incluso en una excusa para mirar hacia el exterior, como una forma de no comprometerse con las necesidades propias, evitando mirarse a uno mismo.
Hay que empezar a practicar la caridad hacia nosotros mismos… ¿Hacia nosotros mismos? Sí, suena raro pero es así. Aunque pensamos que la caridad empieza por el prójimo, no es así, empieza primero por nosotros mismos. Por eso, podemos empezar a preguntarnos: ¿Cuánto nos amamos a nosotros mismos en el sentido más espiritual? ¿En qué medida satisfacemos nuestras necesidades más profundas? Recordemos diversos comentarios del maestro en este sentido cuando nos recuerda que nadie puede dar lo que no tiene; solo si tengo cien puedo dar noventa, o si te estás ahogando, no puedes salvar a otro que también se ahoga…
Es fácil decir que amamos a los demás, pero amarnos a nosotros suena extraño, así, ¿qué significa realmente amarnos a nosotros mismos? Cualquier persona pensará que ya se quiere a sí misma mucho, porque se da o proporciona –dentro de sus posibilidades– todo lo que la mente le pide: los caprichos, los deseos, los antojos, en definitiva lo que le apetece. A eso comúnmente se le llama quererse o cuidarse a uno mismo.
¡Pero que equivocados estamos! Actuando así estamos cubriendo, ocultando –por decirlo de alguna manera– a nuestro espíritu de más mente, más deseos, más tentaciones, más caprichos. El alma está prisionera en estos planos inferiores por su asociación con la mente. Lo menos que podemos rogarle a nuestra mente es que sea caritativa con su propia alma: o sea que medite, que siga las instrucciones que le dio el maestro.
¿Qué le podemos aconsejar a nuestra mente?: “Mente, tienes que tener caridad con tu alma. No la puedes dejar abandonada por las acciones cometidas bajo la influencia de tus deseos y pasiones. Tienes que atender a la meditación diaria, todos los días de tu vida”. Es lo menos que la mente puede hacer para salvar al alma de este embrollo donde la ha metido y del cual no puede salir por su cuenta. Eso sería empezar a practicar la caridad para uno mismo. Eso es quererse a uno mismo, intentar satisfacer la necesidad de nuestra alma.
Ahora bien, ¿qué necesidad tiene el alma…?
El alma anhela volver con su Creador, no desea otra cosa. Pero la mente le pone muchos impedimentos a este regreso. Por eso hay que ponerla en acción, en movimiento, en la dirección correcta, si quiere ayudar al alma. Y lo primero que tenemos que hacer es vivir dentro de las instrucciones que nos da el maestro, vivir siguiendo el modo de vida de Sant Mat.
Cuando hacemos la meditación, estamos atendiendo a nuestras necesidades más profundas, es la forma de caridad hacia nosotros mismos más elevada; ¡seamos caritativos con nuestra alma! El alma está ansiosa por volver a su hogar. Démosle en abundancia ese tiempo de meditación, sin escatimar amor y devoción.
En el libro Luz sobre Sant Mat, Hazur Maharaj Ji dice:
A menos que seamos dueños de nosotros mismos, ¿cómo vamos a ofrecer lo que en realidad no es nuestro? La caridad empieza por uno mismo, y hay que servirse a sí mismo antes de servir al prójimo. Este servicio consiste en liberar al alma de la mente, lo que solo es posible cuando nos dedicamos regularmente a la práctica del Shabad, sin descuidar nuestro deberes mundanos. Por consiguiente, te aconsejo que para conseguir tu objetivo de servir al maestro y servir a los demás, comiences a servirte a ti mismo, es decir: dedícate al bhajan y simran el máximo de tiempo y vive consecuentemente, para desarrollar así la conciencia del Shabad.
El maestro lo explica con mucha claridad. Hay un ser en nuestro interior que es el alma, y por culpa de los deseos y caprichos de la mente está ahogada, encarcelada, y ni siquiera la escuchamos. El alma anhela estar con Dios, y hay que liberarla de la mente, dedicándonos a la práctica del Shabad que es la verdadera caridad hacia nosotros mismos.
El Shabad purifica gradualmente nuestra mente, y es entonces cuando de forma natural llegará el día en que brotarán en nuestro interior no solo la caridad sino el resto de virtudes: humildad, compasión, empatía, desapego, castidad, perdón, contento…, y no podremos evitar convertirlas en la base de nuestro comportamiento con todos los seres.
Todo empieza por un acto de amor hacia nosotros mismos, hacia nuestra alma, prisionera y largamente ignorada. Amor… amor… amor. Esta es la clave.
Cuando ponemos en acción, en práctica, la caridad, empezamos a sentirnos más felices, empezamos a tener más amor, primero hacia nosotros mismos y después hacia el resto de la creación. Seguro que lo habremos experimentado alguna vez cuando hemos practicado la caridad de manera anónima, cuando solo lo sabemos nosotros y Dios.
Cuando hacemos pasar un haz de luz blanca a través de un prisma, vemos que se descompone en los sietes colores que forman el arco iris. Podemos comparar a la luz blanca con el amor, y a los colores con las virtudes positivas que salen de él cuando se aplica a través del prisma, es decir cuando lo ponemos en acción.
Pero es muy importante que seamos conscientes, y no olvidemos que la forma más alta de amor es hacia nosotros mismos, hacia nuestra alma. Por eso Hazur Maharaj Ji afirma que la caridad empieza por uno mismo.