No yo, sino Tú
Repite el Nombre verdadero noche y día;
agárrate a él firmemente;
la mente se irritará y luchará,
pero no te dejes influenciar por ella.
Kabir Sahib. Citado en Sultán Bahu
Sant Mat es un sendero de devoción, y los principios que seguimos nos ayudan a desarrollarla gradualmente sobre la base del ‘contento’ con la vida. Esto significa que al margen de nuestros propios puntos de vista sobre el mundo y más allá de las circunstancias que nos corresponde vivir, es muy conveniente aceptar las cosas como la voluntad de Dios. “No yo, sino Tú”. Cuanto más esté él, menos estamos nosotros con nuestros líos mentales. En Philosophy of the Masters, Vol. II, Kabir dice:
En todos los aspectos he comprobado que cuando Tú estás, yo no estoy. Cuando yo estaba, el maestro no estaba. Cuando el maestro está, yo no estoy.
Una de las fuentes de amargura más comunes en el ser humano son sus expectativas, su deseo de que las cosas sean diferentes a como realmente son, sobre todo cuando vive circunstancias indeseadas. ¿Quién no ha querido en alguna ocasión que la realidad fuera otra distinta a la que vive?
Tal vez sea sensato reconocer, en este punto, que no tenemos plena seguridad respecto a lo que nos conviene en cada momento. Veamos. La mente es el resultado de la actividad del cerebro, y nuestro cerebro tiene cien mil millones de neuronas –“microprocesadores”– que se distribuyen en una especie de entramado de redes y nódulos conectados entre sí. Según la ciencia actual, el pensamiento y las decisiones parecen generarse de conjunto, de modo que ni una sola de esas neuronas sabría, por sí sola, quién eres tú ni le preocuparía lo más mínimo. ¿Dónde está la certeza absoluta acerca de lo que nos conviene? Quizá sea mejor dejarse fluir en el contento, surfeando las olas de la existencia lo mejor que sepamos y podamos. El contento podría ser una estupenda actitud mental ante la vida, que podemos ir construyendo día a día.
En este sentido, los maestros afirman que todo lo que ocurre tiene su propósito y que, aunque muchas veces no lo veamos así, es para nuestro propio bien. Sobre todo cuando la realidad nos pone a prueba con periodos de sufrimiento y dolor, siempre ayuda el aceptar que todo eso sobreviene para mejorar y elevar la condición de nuestra mente, que es realmente la que debe convencerse de colaborar en la tarea espiritual. El estado de la mente se puede elevar tanto a través de las alegrías como de los sufrimientos. De todo podemos aprender y tomar dirección, claro está, si queremos.
A este proceso de aceptación mental de la voluntad de Dios lo llaman los maestros aceptar su bhana o mauj, o vivir en ella. Significa estar contento con el ‘lote’ que nos corresponde en la vida, tomándolo de la mejor manera posible, y eligiendo encarar las cosas siempre por el flanco de menor resistencia. Dadas nuestras limitaciones y debilidades, al librar las batallas de la vida, no sería lógico atacar los problemas por el frente donde el rival es más poderoso, ni tampoco actuar por sistema como un pasota. En los momentos difíciles, la aceptación de la voluntad de Dios no significa ‘pasar de todo’ ni tampoco caer en la negatividad de lo irremediable, como si se tratase de un destino fatal, sino tratar de aplicarnos, en la medida de lo posible y de modo práctico, como ilustra la archiconocida plegaria de la serenidad:
Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia.
A la hora de utilizar esta especie de máxima global, la experiencia al respecto de la primera parte parece clara: sabemos que preocuparnos por lo que no se puede cambiar no ayuda para nada, tampoco el estar resentidos o amargados por ello, o el sentirnos culpables. Así que, pasado el necesario duelo, lo mejor es aceptar la situación y decir: “Está bien así”. La otra parte de la plegaria hace referencia a tener el valor para cambiar lo que sí podemos, pero, ¡claro!, eso si Dios nos concediera siempre la sabiduría para ‘reconocer la diferencia’ entre lo que sí podemos y no podemos cambiar. Y puesto que –seamos sinceros– esa sabiduría está ausente muchísimas veces, quizá sea mejor que añadamos a la plegaria la siguiente coletilla: “… y resignación para aceptar su voluntad cuando no puedo reconocer la diferencia”.
En términos generales, si proclamamos que Dios lo sabe todo y que hay que aceptar su voluntad, no tiene demasiado sentido tratar de imponer la nuestra por sistema, pues ello sería como dedicarse a elegir los flancos de mayor resistencia y, muy probablemente, aumentar nuestro desasosiego. La auténtica devoción, elemento importante en la práctica de la meditación, se alimenta y crece de vivir naturalmente en el contento. En Philosophy of the Masters, Vol. IV, leemos la siguiente cita de un místico persa:
El trabajo que no tuvo éxito conforme a nuestro deseo, fue bueno que no lo tuviera.
Así pues, el ‘no yo, sino Tú’ es un enfoque muy ventajoso para el discípulo. ¿Por qué? Porque cuando vivimos creyendo que somos nosotros los que hacemos las cosas, automáticamente creamos expectativas que incluyen siempre el riesgo de producir frustraciones y amarguras, y por ese camino Dios nos parece ‘indiferente’ a nuestras historias personales. De esta supuesta indiferencia hablan todas las tradiciones espirituales. Por ejemplo, aludiendo a las escrituras de los Vedas, en cierta ocasión un discípulo realizó la siguiente pregunta a su maestro en Hunger of the Soul, A Spiritual Diary de Nancy Pope Mayorga:
“Dios me parece indiferente a mis sufrimientos y problemas, ¿cómo puedo entonces rezarle para que me ayude?”. El maestro respondió: "Verás, tú sufres conforme a la ley del karma. Si pones el dedo en el fuego, seguro que se quemará. ¿Acaso es culpa del fuego? Nos creemos independientes de Dios. Así que mientras tenemos el sentido de que ‘yo soy el hacedor’, disfrutamos o sufrimos de acuerdo con nuestros actos y, en ese caso, Dios se mantiene observante, esperándonos. Sin embargo, cuando damos un paso en su dirección, él da miles hacia nosotros.
Indudablemente es nuestra mente la que ha de llegar a aceptar y vivir en ese ‘no yo, sino Tú’, así que en la vida del buscador espiritual es fundamental dónde pone su atención mental. Y esto puede entenderse, por ejemplo, bajo la óptica de los vasos comunicantes: nuestra atención mental es como el líquido que se reparte entre dos depósitos que comunican entre sí: mundo exterior-material y mundo interior-espiritual. Lo que baja en uno, sube en el otro, y viceversa. En el primero está el ‘yo lo hago’; en el segundo, el ‘Él lo hace’.
Cuando la atención mental se va acostumbrando a ir al mundo interior, ese camino conduce progresivamente al discípulo a anularse a sí mismo, al tiempo que esa especie de vacío (‘no yo’) se va llenando de Dios o Shabad (‘sino Tú’). Por eso en Sant Mat los maestros nos enseñan a redirigir la atención desde el mundo exterior al mundo interior.
Sin embargo, aunque el destino final del discípulo es trasladar toda su atención al mundo interior-espiritual y quedarse en él (el llamado ‘retorno del alma a la fuente’), no cabe duda de que la atención mental oscila en un proceso de dispersión (exterior) y concentración (interior) con el que el discípulo ha de luchar toda la vida. Lo que también es cierto, es que cuando su mente saborea los beneficios de la atención concentrada en el interior, crece su deseo de trasladarla en esa dirección, porque ‘cuando has probado el dulce, ya no te conformas con la receta’. ¿Qué pedirle entonces a Dios? Nada por debajo de él.
¿Cómo podemos tratar de mantenernos en una lucha espiritual ‘sana’? Estando contentos con nuestras circunstancias externas, pero no con nuestro compromiso y esfuerzo espiritual. El contento hacia el exterior, el descontento divino en el interior. Este planteamiento es muy útil, pues cuando estamos descontentos con el grado de nuestro compromiso y esfuerzo en el interior, eso nos mueve a aumentar la lucha. Otra cosa, bien diferente al contento, es el conformismo. En la lucha espiritual no es sano. No digamos que cuando Dios desee que meditemos, ya meditaremos, pues en ese caso, cada vez nos molestaremos menos en hacerlo. Este es un enfoque que no nos lleva a ninguna parte. Entrega y aceptación no es pasotismo ni conformismo. Estos dos ‘ismos’ los vamos a borrar de nuestro ideario.
En The Master Answers, Maharaj Charan Singh dice:
Te aseguro que, si realmente pedimos de todo corazón, él siempre está dispuesto a dar. Si nosotros damos un paso hacia él, él da diez pasos hacia nosotros para recibirnos. Pero nuestra devoción ha de ser pura; nuestra nostalgia, nuestro deseo de volvernos a unir con él debe ser totalmente genuino. Tenemos que amarle por él mismo.
Así que la verdadera oración es aquella en la que pedimos únicamente reunirnos con Dios. Y esto es la meditación del Surat Shabad Yoga: un proceso de reeducación de la mente, de concentración interior de la atención mental, que lleva gradualmente a la experiencia de la unión del alma con Dios.
Los humanos somos una especie única. Somos la cima de la creación, al tiempo que tenemos numerosos y enormes defectos; dos, seguro: lo que hacemos y lo que decimos. Además, como no hay contento en nuestra mente, a nadie puede sorprenderle que a veces vivamos con demasiada ansiedad e incluso nos irritemos y peleemos con la vida. ¿Alguien lo duda todavía? ¿Sí? Pues basta con recordar los cinco motivos principales por los que nos enfadamos: “Por todo, por nada, porque sí, porque no, y por si acaso”. No es sorprendente, entonces, que cuando le preguntamos al maestro cómo nos ve, muestre infinita benevolencia y se refiera a nuestras potencialidades, a lo que somos en potencia, a lo que podemos llegar a ser. ¡Es genial que nos vea así! Él confía más en nosotros que nosotros mismos…
En esta situación no debiéramos permitirnos el lujo de desaprovechar ‘espiritualmente’ esta corta vida humana. Sabemos que si nos dejamos ir, nos metemos hasta el cuello en los inagotables asuntos del mundo, ponemos toda nuestra atención mental en ellos y acabamos creyéndonos los autores de nuestra vida diaria. La atención se traslada excesivamente al mundo exterior y en consecuencia se aparta del Shabad, y lo que al final le va quedando al discípulo son ‘ratos de meditación desenfocada’.
¿Qué hace Dios entonces? Pues Dios nos deja hacer: “Está bien, hijo, si tanto lo deseas, hazlo”, y se mantiene al margen de nosotros, observándonos a la espera de nuestro retorno. A ese proceso paulatino de alejamiento mental del Señor, de ‘apatía o dejadez espiritual’ del discípulo, se refiere Lao-Tse al afirmar en el Tao Te Ching lo siguiente:
Cuando se pierde el Tao (Shabad), se recurre a la virtud como sustituto. Cuando se pierde la virtud, se recurre a la compasión. Cuando se pierde la compasión, se recurre a la moral. Y cuando se pierde la moral, se recurre al ritual.
Sí, por supuesto, hay dificultades relacionadas con el sendero espiritual y la meditación. Bien que lo sabemos por experiencia propia. El movimiento en el desarrollo espiritual no es siempre ascendente. No solo hay subidas, sino también muchas bajadas, periodos calmos sin progreso visible y momentos de aferrarse a lo que sea para no perder lo logrado, por no hablar también de esos oscuros periodos de dudas. Esto es como cuando vamos de excursión a la montaña: es verdad que para alcanzar finalmente la cima prevista hemos tenido que subir muchas rampas, pero, ¡ojo!, también hemos necesitado recorrer tramos de bajada y llanuras, e incluso superado momentos de desorientación y de desvíos innecesarios. De todo tiene que aprender la mente del discípulo para continuar con su recorrido espiritual: “No yo, sino Tú”. En Mi sumisión, leemos la siguiente cita de Gurú Nanak:
… quien conoce la voluntad del Señor
puede encontrar su secreto.
Los maestros nos dicen que todas las actividades deben realizarse de modo que complazcan a Dios. Gurú Nanak, en la primera estrofa del Japji Sahib, ha planteado los diferentes métodos generalmente utilizados para realizar a Dios, e insiste en la supremacía del “no yo, sino Tú”. En el Gurú Granth Sahib, Gurú Nanak dice:
Él no puede ser comprendido no importa cuán arduamente podamos pensar. Él no puede ser alcanzado guardando silencio no importa por cuánto tiempo. Tampoco el contento puede ser comprado por toda la riqueza del mundo. De miles de habilidades, ni una sola funciona. ¿Cómo podemos ser verdaderos? ¿Cómo pueden las cortinas de la falsedad ser desgarradas en pedazos? Siguiendo la voluntad divina.
Todos los que han sido puestos en el sendero espiritual están siendo constantemente ‘preparados’ por el maestro completo interior para ser mejores personas y lograr la madurez espiritual suficiente para valorar el tesoro espiritual que un día obtendrán. Si ponemos esfuerzo en la meditación diaria, sean cuales sean las circunstancias reinantes en cada momento, no hay de qué preocuparse. Como dice un proverbio hindú: “La más larga caminata comienza con un paso”.
La concentración es difícil de alcanzar hasta en las mejores circunstancias, pero nunca debemos dejar de intentarlo. Cuando nos negamos a rendirnos a la mente, la mente comienza a perder su control sobre nosotros. Cuando dejamos que se salga con la suya, la mente nos atrapa con más fuerza. La lucha con la mente es tremenda, dentro y fuera de la meditación, pero podemos tener la seguridad de que al final ganaremos la batalla. Que no nos quepa duda: ciertamente es el trabajo más duro que podemos enfrentar en la vida; así que tratemos de actuar lo mejor que podamos de acuerdo con nuestras fuerzas y luego dejemos que del resto se ocupe Dios.
Recordemos esa sentencia tan conocida: “¿Piedras en el camino? Guárdalas todas, un día construirás un castillo”.
Es más sencillo concentrar la mente con el
simran que con cualquier otra práctica. Los
santos no desperdician ni un solo minuto, sino
que mantienen su atención fija, ya sea en el
simran, en el dhyan (contemplación) o en el
Dhun (Shabad, sonido).
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
Algunos divagan sobre complicadas disciplinas;
otros parlotean y charlan hasta perder la voz;
algunos recurren a arduos métodos;
mas a mí el maestro me dijo:
Absórbete en el simran para alcanzar tu meta.
Kabir, el tejedor del Nombre de Dios
Tenemos que penetrar profundamente
en nuestro interior y una vez que adquirimos
este hábito, quedamos protegidos
de lo que nos acontece o sobreviene en el
mundo. Nos resignamos a la voluntad del
Señor y renunciamos a todo deseo de cambiar
nuestros karmas de destino. Lo que llamamos
frustraciones ya no son capaces de turbar
nuestra serenidad de ánimo. Por el contrario,
nos impulsan con más fuerza hacia el maestro
interior. El centro de los ojos se convierte
en nuestro cielo, donde podemos retirarnos
en busca de tranquilidad y paz
todas las veces que lo deseemos.
M. Charan Singh, En busca de la luz