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Octubre 2017
Introducción…
Insólitas creencias
Entregárselo todo al Señor
Cualquier cosa que hagas, que comas, que des, que adores, cualquier penitencia que realices …
No yo, sino Tú
Repite el Nombre verdadero noche y día …
Cartas espirituales
Presunción o entrega
¿Qué es vivir en su voluntad?
Quien vive absorto en el simran siquiera un instante, vive en eterna bienaventuranza …
Marionetas en la creación
Nadie se inicia a no ser que tenga que iniciarse …
El maestro responde
Solo cuando la mente se vuelve al interior se obtiene la bienaventuranza …
La ignorancia nunca es excusa
La caridad hacia uno mismo
La verdadera riqueza
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Insólitas creencias
¿Cuál es el concepto del alma? Hemos visto
morir a mucha gente. Pero ¿hemos visto
alguna vez salir algo del cuerpo a la hora
de la muerte, o sabemos de algún testigo
que lo haya visto? No tenemos ningún
concepto del alma, y eso quiere decir que
no tenemos ningún concepto de nosotros
mismos. Entonces, ¿cómo podemos tener algún
concepto del Señor?
M. Charan Singh, The Master Answers
Nos consolamos con interpretaciones erróneas de lo que leemos en la literatura de Sant Mat, la más insólita de ellas es la creencia de que una vez que seamos iniciados tendremos como máximo cuatro nacimientos. ¡Esto es un gran error!
Se cita al Gran Maestro respecto de su afirmación en el libro La llamada del Gran Maestro: “No se necesitan más de cuatro nacimientos…”. ¡Sí, el maestro realmente dijo eso! Es fácil para nosotros malinterpretar las palabras de un maestro porque nuestra perspectiva es limitada. ¡Las palabras del maestro tienen una profundidad e intensidad –una divinidad– que está más allá de nuestra comprensión!
Los maestros se expresan de diversas formas en momentos diferentes para llegar a la gente de su tiempo, pero el mensaje en sí no varía. Los maestros expresan el mismo mensaje a través de diferentes épocas.
El maestro se refiere a nuestra vida después de la iniciación como una ‘vida meditativa’; una vida en la que seguimos sus instrucciones de meditar todos los días y vivir estrictamente dentro de los otros votos a los que nos comprometemos.
Fijémonos en la confianza implícita que el maestro deposita en sus discípulos: Tiene la fe en que una vez iniciados sus discípulos cambiarán, canalizando su vida materialista hacia una vida meditativa, una vida espiritual. El maestro no duda de nuestro afán e intención. Él cree en nosotros. Así que dice que una vez iniciados, si vivimos en la meditación, solo entonces, después de un máximo de cuatro vidas podremos alcanzar la liberación y llegar a Sach Khand.
Tenemos que comprender el significado: meditación, no significa estar sentados en un cojín mirando el reloj, repitiendo el simran de forma mecánica de vez en cuando.
Simplemente estar iniciado no garantiza la realización de Dios y la liberación espiritual dentro de un término de cuatro vidas. Tenemos que entregarnos a la meditación. Si solo el hecho de ser iniciado garantizara la liberación, entonces:
¿Por qué los maestros nos recuerdan tan persistentemente que meditemos? Si tan solo la iniciación fuera la clave para la salvación, ¿por qué molestarse en despertarse a horas tan tempranas: las tres de la madrugada? ¿Por qué pasar por la tortura de estar sentados durante dos horas y media todos los días?
¡La iniciación es el medio; la meditación es el fin!
Vivir en un ‘estado meditativo’ durante cuatro vidas garantizará nuestra salvación, no solo recibir la iniciación. La meditación es la única solución y la única manera.
Si tenemos la llave de la puerta de nuestra casa, mover la llave en nuestro bolsillo y esperar que la puerta se abra mágicamente es una locura. Debemos poner la llave en la cerradura para que se abra. Si un médico nos prescribe medicamentos para una enfermedad y compramos la medicina pero no nos la tomamos, ciertamente nuestra enfermedad no se curará. Podemos adquirir un libro, pero si no lo leemos no es de ninguna utilidad; es tan solo una pertenencia. Es la lectura del libro lo que nos beneficiará, no el hecho de tener el libro. Lo mismo ocurre con la iniciación. Es necesario que pongamos la iniciación en acción meditando: si no lo hacemos, la iniciación no tiene utilidad.
Tenemos la extraordinaria capacidad de convertir los conceptos que nos conviene en interpretaciones de lo más inventivas, pero eso no los convierte en verdades. Swami Vivekananda dijo: “Incluso los devas (dioses) tienen que descender nuevamente y alcanzar la salvación por medio del cuerpo humano”.
Y Kabir dice:
Incluso los devas anhelan tener este cuerpo.
Así que mediante este cuerpo tuyo,
realiza tu devoto servicio al Señor.
¡Palabras profundas! Incluso los devas tienen que nacer en la forma humana para alcanzar la salvación. ¡La forma humana es suprema! Mediante la forma humana tenemos la capacidad de meditar, y así purificar y purificar nuestra alma. El único criterio para liberarnos del ciclo de la existencia es la meditación.
Concepts & Illusions, A Perspective
Entregárselo todo al Señor
Cualquier cosa que hagas, que comas,
que des, que adores,
cualquier penitencia que realices,
¡oh Arjun!, somételas todas a mí,
porque al hacerlo estarás libre
de las consecuencias de las acciones
y, atravesando el sendero de la renunciación,
obtendrás la liberación y te fundirás en mí.
El Bhagavad Gita. Citado en Philosophy of the Masters, vol. I
El primer paso hacia el sendero de la devoción es entregárselo todo al Señor, si se lo entregamos con humildad nos liberamos de la carga de karmas y nos hacemos dignos de realizarle interiormente. Pero en tanto no se elimine internamente el registro de karmas destruyendo así nuestro ego, no podremos ir más allá de las tres gunas, y consecuentemente no podremos dejar de hacer acciones sin sufrir sus consecuencias. Las acciones son puras solo si se realizan sin ningún deseo de recompensa. Y aquel que ejecuta sus acciones de esta forma no crea karmas, incluso mientras está actuando. Tal persona alcanza la realización de Dios.
¿Cómo podemos alcanzar este estado de ausencia de reacciones? ¿Cómo puede liberarse una persona del cautiverio de los apegos? ¿Cómo puede detenerse el ciclo de nacimientos y muertes, que es la consecuencia ineludible de nuestras acciones? Y ¿quién puede comprender el enigma de la ‘acción sin reacción’ incluso mientras se actúa? Todas estas preguntas tienen una sencilla respuesta en las escrituras, donde se nos indica que estas cosas solo pueden comprenderse si nos convertimos en devotos del Señor o gurmukhs. ¿Quién es un gurmukh? Aquel que se entrega a un maestro espiritual. Es decir, aquel que amorosa e implícitamente sigue las instrucciones de un maestro espiritual. El maestro otorga el regalo de la iniciación del Shabad por cuya práctica se trasciende el alcance de los tres gunas, se elimina el ego y se obtiene el estado verdadero de actuar sin crear consecuencias. De este modo y por la gracia del maestro, se aligera la carga de karmas.
El karma o acción es de tres clases: sinchit, pralabdh y kriyaman (…) Los karmas almacenados, o de reserva (sinchit), son el resultado de acciones en vidas anteriores que aún no han sido pagadas ni asignadas. Los karmas del destino (pralabdh) constituyen la parte de los resultados de las acciones de las vidas anteriores que se han asignado a la vida presente, a causa de los cuales se nos ha proporcionado este cuerpo con el fin de experimentar los resultados de los buenos y malos karmas de acuerdo a nuestro destino. El kriyaman está constituido por los karmas recientes, consecuencia de acciones que se han llevado a cabo en esta vida. En otras palabras, al mismo tiempo que pasamos por nuestro destino (karmas de destino) también contraemos nuevos karmas diariamente, cuyas consecuencias las padeceremos como destino en la próxima vida o como parte del destino en alguna vida futura.
Nuestras propias acciones son las responsables de lo bueno y de lo malo, del placer y del dolor que padecemos aquí, así como del nacimiento en este mundo en una especie superior o inferior. “Lo que sembremos, eso es lo que cosecharemos” (Gálatas 6:7). Somos felices como consecuencia de las buenas acciones y desgraciados a causa de malas acciones, debido a que debemos vivir el resultado de nuestras acciones en pensamiento, palabra y obra. No podemos escapar del efecto de nuestras acciones por realizarlas en secreto. Tarde o temprano, las consecuencias de tales acciones deben sufrirse. Por lo tanto, está claro que cualquier bienestar o aflicción, felicidad o desgracia que experimentamos, se debe todo a nuestras propias acciones y no podemos culpar a nadie más por ello. ¿Cómo podría una persona obtener buenos resultados de sus malas acciones? Quienquiera que tenga esa idea está más que equivocado. (…) Y ¿qué podemos hacer con respecto a la acumulación de karmas que están esperando germinar a través de cientos de vidas anteriores? El ciclo de karmas está constantemente en movimiento y los resultados de nuestras acciones se manifiestan, teniendo estas que pagarse aún después de cientos de vidas.
El océano de los karmas es muy profundo, insondable. Es casi imposible borrar todos los karmas de reserva. Pero cuando encontremos a un maestro verdadero, él se encargará de las cuentas de todos nuestros karmas, inculcando en nosotros el espíritu de realizar acciones sin ningún deseo de recompensa. Cuando hagamos nuestra práctica espiritual según las instrucciones del maestro y nos sometamos completamente a él, pasaremos con alegría por nuestros karmas de destino y no crearemos nuevos karmas que nos hagan sufrir en una vida futura. Los karmas almacenados de vidas anteriores se destruyen gradualmente mediante la práctica de la audición del Shabad o Nam.
Algunas veces el maestro nos ayuda a soportar la carga de nuestros karmas de destino, con el fin de que lo que pudiera haber sido una herida mortal se convierta en el pinchazo de una aguja, con el efecto de que padecemos nuestros karmas sin demasiado sufrimiento o angustia mental. De esta forma, todos nuestros karmas se pagan mediante la gracia del maestro. Al final se nos libera de la carga de nuestros karmas y alcanzamos la salvación, cruzando el océano de la vida.
M. Sawan Singh, Philosophy of the Masters, vol. I
¿Por qué estás marchito,
oh loto, por qué triste,
cuando el lago de frescas aguas,
la fuente de tu vida,
está siempre contigo?Nacido en el agua,
en el agua floreciste,
y el agua es tu hogar.
¿Por qué, oh loto, estás triste?
No hay fuego en tu raíz,
ni llamas en tu cabeza;
¿dime a quién, oh loto,
has entregado tu corazón
para así arder en agonía?Aquellos que, como el agua,
se vuelven serenos y tranquilos,
aquellos que en el agua se funden,
ellos, oh Kabir, ni se marchitan ni mueren.
Kabir, el tejedor del Nombre de Dios
No yo, sino Tú
Repite el Nombre verdadero noche y día;
agárrate a él firmemente;
la mente se irritará y luchará,
pero no te dejes influenciar por ella.
Kabir Sahib. Citado en Sultán Bahu
Sant Mat es un sendero de devoción, y los principios que seguimos nos ayudan a desarrollarla gradualmente sobre la base del ‘contento’ con la vida. Esto significa que al margen de nuestros propios puntos de vista sobre el mundo y más allá de las circunstancias que nos corresponde vivir, es muy conveniente aceptar las cosas como la voluntad de Dios. “No yo, sino Tú”. Cuanto más esté él, menos estamos nosotros con nuestros líos mentales. En Philosophy of the Masters, Vol. II, Kabir dice:
En todos los aspectos he comprobado que cuando Tú estás, yo no estoy. Cuando yo estaba, el maestro no estaba. Cuando el maestro está, yo no estoy.
Una de las fuentes de amargura más comunes en el ser humano son sus expectativas, su deseo de que las cosas sean diferentes a como realmente son, sobre todo cuando vive circunstancias indeseadas. ¿Quién no ha querido en alguna ocasión que la realidad fuera otra distinta a la que vive?
Tal vez sea sensato reconocer, en este punto, que no tenemos plena seguridad respecto a lo que nos conviene en cada momento. Veamos. La mente es el resultado de la actividad del cerebro, y nuestro cerebro tiene cien mil millones de neuronas –“microprocesadores”– que se distribuyen en una especie de entramado de redes y nódulos conectados entre sí. Según la ciencia actual, el pensamiento y las decisiones parecen generarse de conjunto, de modo que ni una sola de esas neuronas sabría, por sí sola, quién eres tú ni le preocuparía lo más mínimo. ¿Dónde está la certeza absoluta acerca de lo que nos conviene? Quizá sea mejor dejarse fluir en el contento, surfeando las olas de la existencia lo mejor que sepamos y podamos. El contento podría ser una estupenda actitud mental ante la vida, que podemos ir construyendo día a día.
En este sentido, los maestros afirman que todo lo que ocurre tiene su propósito y que, aunque muchas veces no lo veamos así, es para nuestro propio bien. Sobre todo cuando la realidad nos pone a prueba con periodos de sufrimiento y dolor, siempre ayuda el aceptar que todo eso sobreviene para mejorar y elevar la condición de nuestra mente, que es realmente la que debe convencerse de colaborar en la tarea espiritual. El estado de la mente se puede elevar tanto a través de las alegrías como de los sufrimientos. De todo podemos aprender y tomar dirección, claro está, si queremos.
A este proceso de aceptación mental de la voluntad de Dios lo llaman los maestros aceptar su bhana o mauj, o vivir en ella. Significa estar contento con el ‘lote’ que nos corresponde en la vida, tomándolo de la mejor manera posible, y eligiendo encarar las cosas siempre por el flanco de menor resistencia. Dadas nuestras limitaciones y debilidades, al librar las batallas de la vida, no sería lógico atacar los problemas por el frente donde el rival es más poderoso, ni tampoco actuar por sistema como un pasota. En los momentos difíciles, la aceptación de la voluntad de Dios no significa ‘pasar de todo’ ni tampoco caer en la negatividad de lo irremediable, como si se tratase de un destino fatal, sino tratar de aplicarnos, en la medida de lo posible y de modo práctico, como ilustra la archiconocida plegaria de la serenidad:
Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia.
A la hora de utilizar esta especie de máxima global, la experiencia al respecto de la primera parte parece clara: sabemos que preocuparnos por lo que no se puede cambiar no ayuda para nada, tampoco el estar resentidos o amargados por ello, o el sentirnos culpables. Así que, pasado el necesario duelo, lo mejor es aceptar la situación y decir: “Está bien así”. La otra parte de la plegaria hace referencia a tener el valor para cambiar lo que sí podemos, pero, ¡claro!, eso si Dios nos concediera siempre la sabiduría para ‘reconocer la diferencia’ entre lo que sí podemos y no podemos cambiar. Y puesto que –seamos sinceros– esa sabiduría está ausente muchísimas veces, quizá sea mejor que añadamos a la plegaria la siguiente coletilla: “… y resignación para aceptar su voluntad cuando no puedo reconocer la diferencia”.
En términos generales, si proclamamos que Dios lo sabe todo y que hay que aceptar su voluntad, no tiene demasiado sentido tratar de imponer la nuestra por sistema, pues ello sería como dedicarse a elegir los flancos de mayor resistencia y, muy probablemente, aumentar nuestro desasosiego. La auténtica devoción, elemento importante en la práctica de la meditación, se alimenta y crece de vivir naturalmente en el contento. En Philosophy of the Masters, Vol. IV, leemos la siguiente cita de un místico persa:
El trabajo que no tuvo éxito conforme a nuestro deseo, fue bueno que no lo tuviera.
Así pues, el ‘no yo, sino Tú’ es un enfoque muy ventajoso para el discípulo. ¿Por qué? Porque cuando vivimos creyendo que somos nosotros los que hacemos las cosas, automáticamente creamos expectativas que incluyen siempre el riesgo de producir frustraciones y amarguras, y por ese camino Dios nos parece ‘indiferente’ a nuestras historias personales. De esta supuesta indiferencia hablan todas las tradiciones espirituales. Por ejemplo, aludiendo a las escrituras de los Vedas, en cierta ocasión un discípulo realizó la siguiente pregunta a su maestro en Hunger of the Soul, A Spiritual Diary de Nancy Pope Mayorga:
“Dios me parece indiferente a mis sufrimientos y problemas, ¿cómo puedo entonces rezarle para que me ayude?”. El maestro respondió: "Verás, tú sufres conforme a la ley del karma. Si pones el dedo en el fuego, seguro que se quemará. ¿Acaso es culpa del fuego? Nos creemos independientes de Dios. Así que mientras tenemos el sentido de que ‘yo soy el hacedor’, disfrutamos o sufrimos de acuerdo con nuestros actos y, en ese caso, Dios se mantiene observante, esperándonos. Sin embargo, cuando damos un paso en su dirección, él da miles hacia nosotros.
Indudablemente es nuestra mente la que ha de llegar a aceptar y vivir en ese ‘no yo, sino Tú’, así que en la vida del buscador espiritual es fundamental dónde pone su atención mental. Y esto puede entenderse, por ejemplo, bajo la óptica de los vasos comunicantes: nuestra atención mental es como el líquido que se reparte entre dos depósitos que comunican entre sí: mundo exterior-material y mundo interior-espiritual. Lo que baja en uno, sube en el otro, y viceversa. En el primero está el ‘yo lo hago’; en el segundo, el ‘Él lo hace’.
Cuando la atención mental se va acostumbrando a ir al mundo interior, ese camino conduce progresivamente al discípulo a anularse a sí mismo, al tiempo que esa especie de vacío (‘no yo’) se va llenando de Dios o Shabad (‘sino Tú’). Por eso en Sant Mat los maestros nos enseñan a redirigir la atención desde el mundo exterior al mundo interior.
Sin embargo, aunque el destino final del discípulo es trasladar toda su atención al mundo interior-espiritual y quedarse en él (el llamado ‘retorno del alma a la fuente’), no cabe duda de que la atención mental oscila en un proceso de dispersión (exterior) y concentración (interior) con el que el discípulo ha de luchar toda la vida. Lo que también es cierto, es que cuando su mente saborea los beneficios de la atención concentrada en el interior, crece su deseo de trasladarla en esa dirección, porque ‘cuando has probado el dulce, ya no te conformas con la receta’. ¿Qué pedirle entonces a Dios? Nada por debajo de él.
¿Cómo podemos tratar de mantenernos en una lucha espiritual ‘sana’? Estando contentos con nuestras circunstancias externas, pero no con nuestro compromiso y esfuerzo espiritual. El contento hacia el exterior, el descontento divino en el interior. Este planteamiento es muy útil, pues cuando estamos descontentos con el grado de nuestro compromiso y esfuerzo en el interior, eso nos mueve a aumentar la lucha. Otra cosa, bien diferente al contento, es el conformismo. En la lucha espiritual no es sano. No digamos que cuando Dios desee que meditemos, ya meditaremos, pues en ese caso, cada vez nos molestaremos menos en hacerlo. Este es un enfoque que no nos lleva a ninguna parte. Entrega y aceptación no es pasotismo ni conformismo. Estos dos ‘ismos’ los vamos a borrar de nuestro ideario.
En The Master Answers, Maharaj Charan Singh dice:
Te aseguro que, si realmente pedimos de todo corazón, él siempre está dispuesto a dar. Si nosotros damos un paso hacia él, él da diez pasos hacia nosotros para recibirnos. Pero nuestra devoción ha de ser pura; nuestra nostalgia, nuestro deseo de volvernos a unir con él debe ser totalmente genuino. Tenemos que amarle por él mismo.
Así que la verdadera oración es aquella en la que pedimos únicamente reunirnos con Dios. Y esto es la meditación del Surat Shabad Yoga: un proceso de reeducación de la mente, de concentración interior de la atención mental, que lleva gradualmente a la experiencia de la unión del alma con Dios.
Los humanos somos una especie única. Somos la cima de la creación, al tiempo que tenemos numerosos y enormes defectos; dos, seguro: lo que hacemos y lo que decimos. Además, como no hay contento en nuestra mente, a nadie puede sorprenderle que a veces vivamos con demasiada ansiedad e incluso nos irritemos y peleemos con la vida. ¿Alguien lo duda todavía? ¿Sí? Pues basta con recordar los cinco motivos principales por los que nos enfadamos: “Por todo, por nada, porque sí, porque no, y por si acaso”. No es sorprendente, entonces, que cuando le preguntamos al maestro cómo nos ve, muestre infinita benevolencia y se refiera a nuestras potencialidades, a lo que somos en potencia, a lo que podemos llegar a ser. ¡Es genial que nos vea así! Él confía más en nosotros que nosotros mismos…
En esta situación no debiéramos permitirnos el lujo de desaprovechar ‘espiritualmente’ esta corta vida humana. Sabemos que si nos dejamos ir, nos metemos hasta el cuello en los inagotables asuntos del mundo, ponemos toda nuestra atención mental en ellos y acabamos creyéndonos los autores de nuestra vida diaria. La atención se traslada excesivamente al mundo exterior y en consecuencia se aparta del Shabad, y lo que al final le va quedando al discípulo son ‘ratos de meditación desenfocada’.
¿Qué hace Dios entonces? Pues Dios nos deja hacer: “Está bien, hijo, si tanto lo deseas, hazlo”, y se mantiene al margen de nosotros, observándonos a la espera de nuestro retorno. A ese proceso paulatino de alejamiento mental del Señor, de ‘apatía o dejadez espiritual’ del discípulo, se refiere Lao-Tse al afirmar en el Tao Te Ching lo siguiente:
Cuando se pierde el Tao (Shabad), se recurre a la virtud como sustituto. Cuando se pierde la virtud, se recurre a la compasión. Cuando se pierde la compasión, se recurre a la moral. Y cuando se pierde la moral, se recurre al ritual.
Sí, por supuesto, hay dificultades relacionadas con el sendero espiritual y la meditación. Bien que lo sabemos por experiencia propia. El movimiento en el desarrollo espiritual no es siempre ascendente. No solo hay subidas, sino también muchas bajadas, periodos calmos sin progreso visible y momentos de aferrarse a lo que sea para no perder lo logrado, por no hablar también de esos oscuros periodos de dudas. Esto es como cuando vamos de excursión a la montaña: es verdad que para alcanzar finalmente la cima prevista hemos tenido que subir muchas rampas, pero, ¡ojo!, también hemos necesitado recorrer tramos de bajada y llanuras, e incluso superado momentos de desorientación y de desvíos innecesarios. De todo tiene que aprender la mente del discípulo para continuar con su recorrido espiritual: “No yo, sino Tú”. En Mi sumisión, leemos la siguiente cita de Gurú Nanak:
… quien conoce la voluntad del Señor
puede encontrar su secreto.
Los maestros nos dicen que todas las actividades deben realizarse de modo que complazcan a Dios. Gurú Nanak, en la primera estrofa del Japji Sahib, ha planteado los diferentes métodos generalmente utilizados para realizar a Dios, e insiste en la supremacía del “no yo, sino Tú”. En el Gurú Granth Sahib, Gurú Nanak dice:
Él no puede ser comprendido no importa cuán arduamente podamos pensar. Él no puede ser alcanzado guardando silencio no importa por cuánto tiempo. Tampoco el contento puede ser comprado por toda la riqueza del mundo. De miles de habilidades, ni una sola funciona. ¿Cómo podemos ser verdaderos? ¿Cómo pueden las cortinas de la falsedad ser desgarradas en pedazos? Siguiendo la voluntad divina.
Todos los que han sido puestos en el sendero espiritual están siendo constantemente ‘preparados’ por el maestro completo interior para ser mejores personas y lograr la madurez espiritual suficiente para valorar el tesoro espiritual que un día obtendrán. Si ponemos esfuerzo en la meditación diaria, sean cuales sean las circunstancias reinantes en cada momento, no hay de qué preocuparse. Como dice un proverbio hindú: “La más larga caminata comienza con un paso”.
La concentración es difícil de alcanzar hasta en las mejores circunstancias, pero nunca debemos dejar de intentarlo. Cuando nos negamos a rendirnos a la mente, la mente comienza a perder su control sobre nosotros. Cuando dejamos que se salga con la suya, la mente nos atrapa con más fuerza. La lucha con la mente es tremenda, dentro y fuera de la meditación, pero podemos tener la seguridad de que al final ganaremos la batalla. Que no nos quepa duda: ciertamente es el trabajo más duro que podemos enfrentar en la vida; así que tratemos de actuar lo mejor que podamos de acuerdo con nuestras fuerzas y luego dejemos que del resto se ocupe Dios.
Recordemos esa sentencia tan conocida: “¿Piedras en el camino? Guárdalas todas, un día construirás un castillo”.
Es más sencillo concentrar la mente con el
simran que con cualquier otra práctica. Los
santos no desperdician ni un solo minuto, sino
que mantienen su atención fija, ya sea en el
simran, en el dhyan (contemplación) o en el
Dhun (Shabad, sonido).
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
Algunos divagan sobre complicadas disciplinas;
otros parlotean y charlan hasta perder la voz;
algunos recurren a arduos métodos;
mas a mí el maestro me dijo:
Absórbete en el simran para alcanzar tu meta.
Kabir, el tejedor del Nombre de Dios
Tenemos que penetrar profundamente
en nuestro interior y una vez que adquirimos
este hábito, quedamos protegidos
de lo que nos acontece o sobreviene en el
mundo. Nos resignamos a la voluntad del
Señor y renunciamos a todo deseo de cambiar
nuestros karmas de destino. Lo que llamamos
frustraciones ya no son capaces de turbar
nuestra serenidad de ánimo. Por el contrario,
nos impulsan con más fuerza hacia el maestro
interior. El centro de los ojos se convierte
en nuestro cielo, donde podemos retirarnos
en busca de tranquilidad y paz
todas las veces que lo deseemos.
M. Charan Singh, En busca de la luz
Cartas espirituales
Tenemos que atender a la meditación con la
mente completamente relajada, limitándonos
a cumplir con nuestro deber. Cuando la
experiencia viene, simplemente viene. Nuestra
agitación o nuestra ansiedad no nos traerán
nada. Es la concentración la que lo trae; la
concentración con amor y anhelo, y su gracia,
lo traen. Así que cuando tenga que venir,
vendrá automáticamente.
M. Charan Singh, The Master Answers
Puedes continuar con tu práctica paciente y perseverantemente, aumentando el tiempo gradualmente, pero sin someterte a mucha tensión. Hay que evitar demasiada tensión. El maestro está siempre contigo y te proporciona la ayuda y la guía necesarias. Si a veces las cosas no salen como tú quieres, es para tu beneficio. Porque el maestro hace lo que él cree mejor para ti y no lo que tú puedas pensar que es más conveniente para ti.
Persevera con amor y fe, y todo saldrá bien. Gurú Nanak dice: “En este sendero sigue siempre adelante y nunca mires atrás. Alcanza tu propósito en esta misma vida para que no tengas que volver a nacer”. Maulvi Rum también dice: “En este sendero nunca dejes de luchar ni descanses hasta la última respiración”. Es el debilitamiento de la mente lo que conduce al fracaso. El éxito, incluso en este mundo material, nos llega cuando seguimos esforzándonos con toda nuestra mejor voluntad.
Joyas espirituales, fragmento carta 209
Preguntas ¿por qué hay tantos impedimentos, cuando estamos intentando con tanto interés avanzar espiritualmente? ¿Por qué se interponen tantísimas cosas en nuestros mejores esfuerzos por elevarnos espiritualmente? Solo hay una respuesta, la oscuridad o el poder negativo que dirige la mayoría de los asuntos mundanos no desea que ningún alma contacte con un satgurú que pueda liberarla de las regiones del poder negativo. Este desea retener a todo el mundo aquí. Y aunque este poder negativo esté sometido al poder supremo, no obstante, dentro de su propio territorio, tiene cierto grado de poder discrecional.
Es únicamente cuando el alma contacta con un santo o satgurú verdadero cuando su liberación de las regiones de los poderes negativos está asegurada. Por supuesto que esos poderes, harán todo lo que puedan para mantener al alma alejada del satgurú. Pero, en ese empeño, los poderes negativos no pueden tener éxito si mantenemos la mente fija en el gurú y persistimos en la determinación de llegar hasta él. Si hacemos esto, no existe poder en el universo que pueda mantenernos alejados del gurú, y una vez que hemos sido iniciados por él, e incluso antes, cuando hemos confiado nuestra vida al gurú, entonces y después de eso, el poder negativo ya no tiene poder para vencer nuestros esfuerzos por la liberación espiritual. Debemos tener éxito…
Joyas espirituales, fragmento carta 207
Has nacido con miríadas de oportunidades, semejantes a joyas diseminadas alrededor de una isla; no te marches con las manos vacías. Llévate algo de valor cuando mueras; usa este nacimiento para atesorar la fuente de la felicidad y el objetivo supremo de la iluminación.
G. A. Thubten Loden. Citado en Buddhism: Path to Nirvana
Presunción o entrega
El Nombre es su mandato.
Cuando lo escuchamos, conocemos
su voluntad; cuando lo vemos,
conocemos la Verdad.
San Paltu: su vida y enseñanzas
Se cuenta que cuando Sheikh Farid era joven se sentía lleno de fervor espiritual, por lo que fue a ver al conocido Khwaja Muinud-Din Chishti para pedirle la iniciación. Cuando Farid llegó a Ajmer, en Rajputana, donde vivía Chishti, se encontró al gran maestro apoyado en un árbol que estaba totalmente seco. A Farid le sorprendió que el árbol en el que descansaba un gran santo estuviera seco. Queriendo mejorar las cosas, miró al árbol con su poder espiritual e instantáneamente se volvió verde y lleno de vida. El Khwaja vio lo que había ocurrido y, sin decir nada, le dirigió una mirada al árbol, y volvió a secarse inmediatamente. Farid, todavía descontento con que el árbol estuviese muerto, volvió a mirarlo y lo resucitó de nuevo. Entonces el Khwaja lo secó otra vez con una mirada instantánea.
“Hijo mío, ¿has venido aquí para aprender humildad en el sendero y ser iniciado en los misterios? –le preguntó el Khwajaa Farid– ¿O has venido a encontrarle defectos a las leyes de la naturaleza? Es la voluntad divina que este árbol esté seco. Entonces, ¿por qué tienes que interferir en esa sabia decisión y empeñarte en revivirlo? Ve a ver a Qutub-ud-Din BakhtiyarKaki, en Delhi, y él te iniciará según tus méritos y habilidades”. Consecuentemente, Farid fue a Delhi y encontró a Bakhtiyar Kaki, que entonces solo era un niño, jugando con otros niños. Farid le miró con desprecio durante unos minutos, preguntándose cómo ese aparentemente niño ignorante podía enseñarle algo. Pero Bakhtiyar no era el niño que aparentaba ser, y leyó instantáneamente los pensamientos de Farid. Dejó a los otros niños, se fue a su cercana choza y regresó inmediatamente, esta vez con la forma de un anciano que llevaba una larga y florida barba blanca, el Qutub Sahib de la historia.
“¿Soy ahora lo suficientemente viejo y sabio como para ser tu maestro?”, le preguntó a Farid, que se dio cuenta en seguida de lo ignorante y orgulloso que había sido y se sintió avergonzado. Echándose a sus rodillas, le pidió perdón a Qutub Sahib. Se quedó con el santo, se convirtió en su discípulo, y a su debido tiempo se convirtió en un santo.
Adaptado del libro Cuentos del Oriente místico
En esta historia encontramos un paralelismo entre la actitud de Farid y la que los discípulos pueden llegar a tener, pues en su imperfección y mal dirigidos por debilidades y pasiones mentales, se atreven a cuestionar el comportamiento del maestro. Considerar al maestro espiritual como un mero ser humano y juzgar sus acciones bajo nuestra limitada percepción, tan solo pone de manifiesto nuestra ignorancia.
Hasta que no haya una sumisión total, será muy difícil avanzar en el sendero espiritual. Este es un sendero de entrega, donde la primera rendición del discípulo es aceptar la guía y por tanto la sabiduría del maestro. Después, por más inverosímil que nos parezca, debemos confiar en el modo en el que el maestro dirige la vida y vela por el progreso de cada discípulo. Sin embargo, en nuestra prepotencia podemos llegar a contravenir su voluntad, pero ¿hemos venido al sendero a imponer nuestra voluntad o a suplicarle que abra nuestro corazón para que su amor y gracia puedan colmarlo? Necesitados como estamos, debemos ser prudentes y no entorpecer su sabio designio en nuestro camino.
Amigo mío, vive en la voluntad del maestro
y mantenla cerca de tu corazón.
Considera un favor lo que el maestro haga,
y acepta de corazón lo que diga.
¡Oh inconsciente!, aprende lo que es gratitud.
Él te dará dicha o dolor,
lo que en su sabiduría considere mejor.
Tu condescendencia con los placeres
sensuales es perversa,
y en aras al amor que siente por ti
puede reprenderte.
No puedo dejar de insistir lo suficiente:
dale las gracias a cada momento,
pues sin el maestro nadie te puede ayudar.
No te alegres en exceso en momentos de felicidad
y asume el pesar sin amargura.
No te olvides de él ni por un instante,
en la felicidad o en el dolor confía solo en su ayuda.
El maestro y el Shabad son tus amigos.
Tenlos en tu corazón, nada más importa.
Ellos son el único Señor, el verdadero Creador
que un día te llevarán a través del océano.
Entrégate a ellos en mente y alma,
pues nadie más existe para ti en este mundo.
El maestro y el Shabad
cuidan constantemente de lo que más te conviene;
son los protectores de tu cuerpo y de tu mente.
Sé agradecido y llévalos siempre en tu corazón,
ellos apartarán todo dolor de tu vida…
Bachan 18, shabad 8 Soami Ji, Sar Bachan Poetry
¿Qué es vivir en su voluntad?
Quien vive absorto en el simran siquiera un
instante, vive en eterna bienaventuranza.
Gurú Arjan. Citado en Kabir, el tejedor del Nombre de Dios
Los santos nunca vienen a este mundo para hacer de él un cielo o un paraíso. Solo vienen a sacarnos de este lugar de adversidad, a liberarnos de este lugar de lo bueno y lo malo, que está lleno de altibajos, de ricos y pobres, y cosas semejantes. La única finalidad de su venida es devolvernos al Señor. Si nos propusiéramos resolver nuestros problemas en el mundo, jamás lo conseguiríamos; pero los santos nos ofrecen ciertos asideros o palancas, un método de meditación mediante el cual podemos remontar esos problemas. Si quisiéramos arrancar todas las espinas del mundo, no lo conseguiríamos. Pero calzando unas resistentes botas, esas espinas no nos lastimarán los pies. Los santos nos arman con la meditación (las botas resistentes), así que no nos inquietarán en absoluto los altibajos de la vida. Alcanzamos ese estado, ese nivel, en el que las situaciones mundanas no nos hacen felices ni desdichados.
La verdadera felicidad solo podremos tenerla cuando nos hayamos unido nuevamente con el Señor. Por tanto, mientras estamos en este mundo hemos de amoldarnos a los vaivenes de la vida; unas veces somos ricos, otras pobres; ahora somos felices, después nos sentimos desgraciados. Pero no debemos perder la calma. Mantengamos continuamente nuestros pensamientos en la meditación. Por eso, los santos nos aconsejan que permanezcamos en su voluntad. Que aceptemos los karmas de buen grado, manteniendo nuestra atención en la meditación. Eso es vivir en su voluntad.
¿Por qué es tan importante permanecer en su voluntad? Si debido a nuestros karmas buenos nos entregamos a los placeres sensuales y a las ambiciones mundanas, nos olvidaremos del Señor. Si por causa de nuestras adversidades, de nuestros malos karmas, nos inquietamos, lloramos, gritamos y nos quejamos de nuestros males, en este caso también nuestros pensamientos se dispersan por el mundo, y así nunca podremos meditar. Entonces, ¿cuándo vamos a meditar, si lo bueno y lo malo siempre estará aquí mientras vivamos en este cuerpo? De aquí que los santos nos aconsejan que mantengamos constantemente nuestra atención en el Señor, tanto si estamos cosechando los frutos de los karmas buenos, como si nos encontramos sufriendo los resultados de los karmas malos. Esto es lo que se denomina bhana. Tenemos que permanecer en su voluntad. Tenemos que someternos incondicionalmente a su voluntad.
Sea cual fuere nuestro karma de destino, bueno o malo, hemos de pasar por él. Pero te aseguro que por medio de la meditación, nuestra voluntad se fortalece tanto que los karmas buenos y malos no nos afectan para nada. Nos elevamos por encima de los efectos de los karmas, y gozosa y fácilmente saldamos todas esas deudas kármicas con la ayuda de la meditación. Y a veces el Señor, por su amor y con su gracia, nos ayuda a reducir esta carga de karmas, o más bien a compensar nuestros karmas sin tener que pasar por ellos. Así que no perdamos nuestra calma al afrontar adversidades, cuando tenemos que soportar las consecuencias de nuestros karmas malos. Por el contrario, este es el momento en que debemos dedicar más tiempo a la meditación. Conviene que destinemos más tiempo a la devoción, a nuestros ejercicios espirituales, para que se disipen los efectos de esos karmas y estemos de nuevo en pie.
M. Charan Singh, The Master Answers
Marionetas en la creación
Nadie se inicia a no ser que tenga que
iniciarse. El discípulo no tiene elección
ni tampoco la tiene el maestro.
M. Charan Singh, Spiritual Perspectives, vol. I
Un día llegamos al sendero espiritual sin saber muy bien porqué. A nosotros nos puede parecer que todo es repentino y que la casualidad ha querido que lleguemos a este sendero. Sin embargo, muchas veces sin planteárnoslo siquiera, sin saber nada acerca de él o del maestro, sin haber leído nada, sin buscar…, de repente se dan las circunstancias y nos encontramos en él.
Si nos paramos a pensar e intentamos analizarlo con nuestra mente racional, no podemos encontrarle una explicación. ¿Por qué yo? Nos preguntamos: ¿Qué he podido hacer para haber encontrado este sendero? O ¿por qué le encuentro sentido a todo y, sin embargo, todo lo que está tan claro para mí parece no motivar a los demás?
Hazur Maharaj Ji explica en Spiritual Perspectives, vol. I, que no es algo que suceda de la noche a la mañana, no es algo que suceda al azar, sino que “… Es el efecto acumulado de nuestro karma”. Y añade en el mismo libro:
Sea cual sea la forma en la que buscamos al Padre, si somos sinceros y honestos estamos invocando su gracia y entonces él nos marca (…) en ese momento es cuando nos sentimos atraídos por un místico o santo y, de forma automática, empezamos a seguir el sendero. Esa marca no es resultado de una o de dos vidas, sino de muchas.
Así que aunque nosotros no le encontremos una explicación desde el punto de vista lógico y racional, ni es casualidad que nos sintamos atraídos por el sendero ni podemos decir que se trate de algo repentino. Si hemos sido honestos y sinceros en nuestra búsqueda, si de verdad hemos querido profundizar en nuestra condición de seres humanos y hemos querido de corazón encontrar respuestas, Dios crea en nosotros ese anhelo de volver y nos pone en contacto con el sendero.
En efecto, nuestra situación actual es el resultado de una larga búsqueda y, aunque nosotros no seamos conscientes a nivel racional, sentimos esa atracción de la que habla el maestro. Una atracción que es tan intensa y tan profunda que no se puede ignorar.
En este sentido, Hazur Maharaj Ji continúa diciendo en Spiritual Perspectives, vol. I:
Todas las almas pertenecen al Padre, y el maestro está encargado de recogerlas y de llevarlas de vuelta a él. No pertenecen al maestro. Pertenecen a aquel que las ha marcado para un pastor en particular. Así que cuando el pastor silba, todas las que llevan su marca acuden automáticamente y se reúnen a su alrededor. El pastor no tiene derecho a rechazar a ninguna, y ellas no tienen otra opción más que la de acudir a él.
Jesús dice en la Biblia: Yo no hago nada por mí mismo. Hago lo que mi Padre quiere que haga. No tengo voluntad propia. Y no tengo ningún derecho a rechazar a nadie. Y cuando silbo mis ovejas reconocen mi silbido y corren hacia mí.
Es el ejemplo del pastor que hemos oído tantas veces. Las ovejas no le pertenecen. No son del pastor. Las ovejas son de Dios y él se las confía a un pastor para que las guíe, para que las cuide, para que se responsabilice de ellas y para que, en última instancia, las lleve de vuelta a casa.
Si hemos visto alguna vez pastar a las ovejas, sabremos que aunque haya dos o tres rebaños pastando a la vez en el mismo prado, cuando uno de los pastores a los que pertenecen los rebaños silba o las llama, solo las ovejas de su rebaño correrán a reunirse con él. Puede que haya cientos de ovejas pastando juntas, pero solo las de su rebaño dejarán de pastar y atenderán a su llamada. El resto ni siquiera oirán el silbido y continuarán pastando ajenas a él. Es por eso que en la Biblia leemos: “… las ovejas le siguen porque reconocen su voz” (Jn. 10:4).
De repente reconocemos ese silbido y todo empieza a cobrar sentido… Reparamos en cosas que antes pasaban desapercibidas para nosotros, las preguntas que no podíamos contestar se responden ahora de una manera natural y continuada, y también nos sentimos capaces de hacer el esfuerzo que requiere vivir las enseñanzas; un esfuerzo que antes ni pensábamos ni nos planteábamos hacer.
Todas las piezas del puzle encajan como nunca antes lo habían hecho, todo tiene sentido… ¿Por qué creemos que es? ¿Por qué ahora lo entendemos todo tan bien? ¿Creemos que es porque nosotros lo hemos decidido, porque nuestro intelecto ahora es capaz de entenderlo? ¡No! Esto no tiene nada que ver con el intelecto. Dios nos llama y nosotros no podemos hacer nada más que responder a esa llamada.
Todo empieza a moverse en dirección hacia él. Somos como ‘marionetas’ en sus manos y cuando él quiere los hilos empiezan a moverse.
No importa lo alejados de las enseñanzas que podamos estar, no importan las dificultades u obstáculos que nos retengan, cuando el Señor quiera y con tan solo un pequeño tirón del invisible hilo de su amor nos tendrá donde él nos quiera tener.
Nosotros no nos damos cuenta porque él va soltando el hilo y no podemos verlo, pero está ahí, y está en sus manos… ¡Qué sencilla y fácil sería nuestra vida si fuéramos lo suficientemente sabios como para caer en la cuenta de que todo lo que nos pasa es porque él quiere que nos pase, y que siempre que le da un tirón al hilo, aunque nos duela, es con el único objetivo de acercarnos cada vez más a él y acortar la distancia que todavía nos separa!
Él va tirando de nosotros y nosotros simplemente nos dejamos llevar. Y nos dejamos llevar complacidos y alegres porque es lo que queremos hacer. No somos nosotros los que atrapamos Sant Mat, es Sant Mat, es él el que nos atrapa a nosotros, con solo darle un pequeñito tirón al hilo. Ese tirón que sentimos en el interior y que ahora ya no podemos ignorar por más tiempo.
Alguien puede haberse preguntado alguna vez, si es imposible renunciar al sendero. La respuesta de los maestros, en este sentido es muy clara: esa marca es tan profunda que no puede borrarse. Por mucho que nos empeñemos… no podremos borrarla. Llevamos la voz de nuestro maestro tan grabada a fuego que no podremos evitar oírla; porque no somos nosotros, es él el que crea ese sentimiento, ese deseo en nuestro interior de amarle, el que nos pone la comida en el plato y el que nos da el hambre para poder comérnosla. Siempre ha sido así. Hazur Maharaj Ji dice en Spiritual Perspectives, vol. II:
Ese tirón (esa llamada) se tiene que sentir desde el interior y, entonces, automáticamente, nos veremos atraídos por él, incluso desde el exterior.
Hazur Maharaj Ji se refiere de nuevo en Spiritual Perspectives, vol. I, a cómo el Señor atrae al alma:
La coincidencia no existe en Sant Mat. No encontramos a un maestro por casualidad. No llegamos al sendero por casualidad. Hay una cuerda en la espalda de la que se está tirando.
De hecho, desde un punto de vista más elevado todos somos marionetas… Todos somos marionetas.
Creemos que somos nosotros los que decidimos, los que hacemos y deshacemos. No sentimos su ausencia. No notamos la cuerda en la espalda. El ego nos insensibiliza a ella. El ego hace que nos sintamos satisfechos con la vida que tenemos. Ese es el gran engaño. Esa es la gran ilusión.
Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol. I, cita a Gurú Nanak, afirmando que ni siquiera una hoja se mueve sin que Dios lo ordene, y nos da un bonito ejemplo:
En los espectáculos de marionetas hay una gran bolsa, y todas las marionetas están en ella. El titiritero las saca y las pone en el escenario. Cada una de las marionetas lleva una cuerda en su espalda y el titiritero detrás de la cortina, con la cuerda, las va moviendo a todas. Todas las marionetas bailan sin reparar en la cuerda que llevan en la espalda.
Y continúa:
El alma realizada sabe que lleva una cuerda en la espalda y que alguien está tirando de ella haciéndola bailar a su son. El alma no realizada piensa: ‘¿Quién puede hacerme bailar? Yo soy quien baila’, pero en realidad está bailando con su ego. Para la persona que contempla el espectáculo no hay ninguna diferencia, todas las marionetas están bailando…
… esa es la única diferencia entre un gurumukh y un manmukh. Los dos viven en este mundo (…) Pero uno se ha dado cuenta de que solo es una marioneta (…) y se ha entregado a él (…) El otro es esclavo de su ego y cree que es él el que está bailando.
El alma realizada sabe que lo único que puede hacer es bailar al son que toquen… Y es esa toma de conciencia, esa comprensión la que simplificará nuestras vidas y nos quitará muchos problemas. Nos hará fuertes, porque como leíamos anteriormente el ego nos ciega y nos impide sentir la realidad de la marioneta que todos llevamos dentro.
El ego, el sentido de autoimportancia y el intenso amor hacia él, crea en nosotros la ilusión de que estamos separados de Dios y nos hace muy débiles. La constante necesidad de satisfacer a nuestro ego nos coloca en una situación en la que somos muy, muy vulnerables. Y es esa importancia que nos damos a nosotros mismos y a lo que nuestro ego necesita la que nos hace sufrir constantemente. Somos demasiado importantes para nosotros mismos. Y ¿por qué nos deberíamos conceder tanta importancia? La marioneta tiene la importancia que tiene…
¿Cuál es el bienestar que le puede preocupar a una marioneta? La marioneta es feliz bailando, actuando, dejándose llevar. Porque, ¿qué preocupaciones puede tener una marioneta?, ¿las de bailar y actuar en una representación que no es real, en una representación que en algún momento terminará?
Por muy mal que vaya la obra, por muy frustrante que sea el guion, la dirección de esta representación no es nuestra. Nosotros tan solo actuamos de acuerdo a nuestros karmas, pero él tira de los hilos en cada una de las escenas de la obra.
En esta creación hemos sido marionetas desde el principio, nunca hemos tenido elección. Hazur Maharaj Ji dice en The Master Answers:
¿Cómo pudimos haber tenido elección cuando estábamos con el Señor? La elección aparece con la mente, y allí no hay mente. Hemos sido enviados… La cuestión de la elección, pues, no se plantea.
La cuestión de la elección, de la opción no se plantea. Cuando no hay mente, no se decide, no se opta por nada: simplemente se hace. Fue de esta manera como llegamos a esta creación; la elección es territorio de la mente, y allí no hay mente, no hay ego, por tanto no hay nada que elegir.
Ser conscientes de que somos marionetas es la mayor realización que podríamos tener en esta vida. Por mucho que nos duela, por mucho que le duela a nuestro ego, solo hay una forma de deshacernos de él y de adquirir esa consciencia: a través de la meditación.
Hazur Maharaj Ji nos explica en Spiritual Perspectives, vol. I:
Todos somos marionetas, y la mayor realización que podríamos alcanzar en este mundo es la de que somos marionetas. Por medio de la meditación aprenderemos que somos marionetas, que no podemos hacer nada. Nos desharemos de nuestro ego y empezaremos a darnos cuenta de que todo lo que se hace lo hace Él.
La meditación es lo único que nos ayudará a alcanzar esa conciencia. Porque cada día y poco a poco irá quitándonos todas esas capas de ego que nos sobran y que no son en realidad nuestras; todas esas capas de mente que se interponen y que nos nublan la visión, que impiden que veamos que somos todos rayos de un mismo sol; y cuando al final del día el sol se ponga y la obra termine volverán a ocupar el lugar que les corresponde, volverán a su lugar con el Padre.
Así pues, cuando el telón esté a punto de cerrarse y estemos a solas en meditación, no tengamos ningún sentimiento de lamento; no nos quedemos con la sensación de que no hemos hecho todo lo que hubiéramos podido hacer.
Hazur Maharaj Ji nos decía que al principio de la creación hicimos lo que se nos dijo que hiciéramos; éramos almas puras, sin mente y por tanto, igual que las marionetas, sin elección. No tuvimos elección entonces y tampoco la tendremos cuando la obra termine. Y nuestra obra terminará algún día…
Como leemos en la Biblia: “El Señor lo dio, y el Señor lo ha quitado. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!” (Job 1:21).
El Señor nos puso en esta obra y, en su momento, también nos sacará de ella. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!
Toda esta representación no es sino
el sueño de una noche,
y ahora te he despertado.
Falso es el cuerpo, falso el mundo
y falsa la mente que nos atrae…
Soami Ji. Citado en Sultán Bahu
Es cierto que nuestra alma está muy
enmarañada en las redes de la ilusión, pero
en todas las personas, incluso en el más
despiadado de los pecadores, siempre hay
cierta inclinación natural hacia su origen.
Por la gracia del Señor aumenta esa tendencia
a volver a la fuente y comenzamos a buscarle.
Por la gracia del Señor nuestra mente se torna
hacia él, y es él quien crea deseo y anhelo que,
a su debido tiempo, nos vuelven a él.
M. Charan Singh, En busca de la luz
Debes saber que de pies a cabeza
el místico verdadero encarna los atributos de
Dios, aun cuando lo ves en forma humana.
En tus ojos, él es como espuma,
pero él se describe a sí mismo como el océano;
a los ojos de los hombres está quieto,
pero en cada instante está viajando.
Aún te resulta difícil entender el estado del
místico verdadero, incluso cuando él despliega
un millar de los mayores signos de Dios;
¡qué torpe eres!
Jalaluddin Rumi. Citado en Vida honesta
No deberíamos hablar de ver,
sino en lugar de ver y vidente
hablar audazmente de una unidad simple,
ya que en esta visión ni distinguimos ni hay dos.
Plotino. Citado en Gurú Nanak, sus enseñanzas místicas
El maestro responde
Solo cuando la mente se vuelve al interior
se obtiene la bienaventuranza.
Fútiles son sus tendencias exteriores;
solo cuando la mente se interioriza,
ocupada en constante meditación,
entra en éxtasis noche y día.
El conocimiento surge en el interior
cual miríadas de olas se alzan en el océano.
San Paltu: su vida y enseñanzas
P. ¿Cuánto nos afecta el libre albedrío…, y es lo que nos hace incurrir en karmas?
R. Si lo consideramos a gran escala, si lo miramos desde arriba, apenas tenemos libre albedrío. Te darás cuenta, por ejemplo, de que no estuvo en nuestro poder nacer en los Estados Unidos, ni en una determinada familia, ni en determinadas circunstancias, ni en un ambiente particular. Todas estas cosas han condicionado nuestra mentalidad. Eso ha modelado nuestra mente, y ahora pensamos de cierto modo, teniendo siempre a la vista el origen del que procedemos. Puede que digamos: tal es mi decisión, tal es mi libre voluntad, pero olvidamos lo que nos ha movido a tomar esa decisión, a pensar de ese modo. ¿Sigues mi razonamiento?
Supón que una persona no haya tenido la oportunidad de recibir ese tipo de educación, de vivir en esa clase de ambiente, de tener ese buen origen familiar. Su mentalidad será totalmente distinta de la mentalidad de otra persona cuyas circunstancias sean diferentes. Así que aun cuando ambas digan: “Yo tengo libre albedrío”, en realidad ninguna de ellas lo tiene; porque el ambiente y las circunstancias sobre los cuales no han tenido control, han orientado su mentalidad en direcciones diferentes.
Tú has nacido en los Estados Unidos; otra persona ha nacido en Rusia. Tú piensas de una manera; ella de otra muy diferente. Ambos dicen que tienen libre albedrío. Sin embargo, si tú hubieras nacido allí y ella aquí, la manera de pensar no habría sido la misma de ahora. Hubiera sido distinta: la que hubieran impuesto las circunstancias, el ambiente, el entorno. Así que a gran escala, definitivamente no tenemos libre albedrío. Todo está planificado, por así decirlo. Pero con nuestro limitado alcance, mirando desde aquí, tenemos libre albedrío. A pesar del ambiente y las circunstancias, aún tenemos un poco de libre albedrío y hemos de usarlo…
P. Maestro, ¿cómo podemos saber cuándo estamos haciendo una elección y cuándo hay un resultado kármico? Cuando hacemos una elección, ¿interviene el karma para realizar algo que no podemos evitar?
R. Desde este punto de vista, no podemos pensar que debamos tomar una opción de acuerdo con nuestros antecedentes kármicos. No podemos saber cuál es nuestro karma ni qué nos está reservado. Tenemos que esforzarnos con sinceridad por hacer diligentemente todo lo que podamos, y dejarle luego los resultados al Señor. Si después las cosas no suceden de acuerdo con nuestros mejores esfuerzos e intenciones, debemos admitir que es la voluntad del Señor y hemos de sentirnos felices con lo que suceda.
No justifiquemos nunca nuestra elección alegando que es nuestro karma actuar de ese modo.
Es difícil para nosotros saber cuál es la opción correcta con arreglo a nuestros antecedentes kármicos, pero el karma orientará automáticamente nuestra elección. No necesitamos analizar cuál es nuestro karma y cuál no lo es, pues el karma se impondrá por sí mismo.
P. Si hacemos algo por alguien, pero resulta que las cosas salen mal y vemos más tarde que estábamos equivocados, y lo sentimos sinceramente, ¿cambia algo esto?
R. Esto es precisamente lo que intentaba explicar… Siempre debemos procurar obrar bien, intentarlo honradamente con las mejores intenciones. Pero si el resultado es distinto del que nos habíamos propuesto, no debemos preocuparnos. Debemos aceptarlo como nuestro karma pralabdh, hado o destino. No hay nada que rectificar. Tenía que suceder y ha sucedido. Nuestra conciencia está limpia. No lo hemos hecho a sabiendas. Pero no intentemos justificar tales debilidades.
Cuando somos sinceros en nuestros esfuerzos por obrar bien, le corresponde al Señor encargarse de eso. No podemos impedir que las cosas tomen un rumbo inesperado.
M. Charan Singh, The Master Answers
La ignorancia nunca es excusa
¿Actúa Dios arbitrariamente derramando
favores sobre uno y tratando brutalmente a
otro, o es que él comete errores…?
Únicamente la teoría del karma proporciona
una explicación satisfactoria.
La llamada del Gran Maestro
¿Tienen los seres humanos libre albedrío? Los filósofos y los científicos del comportamiento debaten esta cuestión incesantemente, pero siglos de argumentación no han proporcionado respuesta. Los místicos se abren camino a través de este espinoso enredo de especulación con una simple afirmación: En el pasado teníamos libre albedrío sin límites y ahora no. “Pasado” no quiere decir ayer, o desde que nacimos. Ese pasado lejano se refiere al momento en que la conciencia pura se separó por primera vez y descendió a la materia y la mente, emanando en otros estados del ser para entrar en contacto con las formas más burdas de la existencia.
Para hacer esta discusión más realista, imaginemos que en estos momentos se han eliminado todos los impedimentos de nuestro libre albedrío: cada influencia genética o ambiental, cada hábito, cada fuerza y debilidad personal que nos condiciona a pensar y actuar de una determinada manera. ¡Somos libres! Pero lógicamente las leyes de la naturaleza todavía continúan activas, así que no podemos saltar a la luna o tragarnos el océano de una bocanada. Sin embargo, dentro de los límites impuestos por estas leyes inmutables podemos hacer lo que se nos antoje. Este estado es muy parecido al que gozábamos en los albores de la creación. Inocentes, recién nacidos, llenos de potencial, listos para ejercitar la libertad que Dios nos dio.
Y así fue. Estimulada por la energía creativa de nuestra alma, nuestra mente naciente produjo un pensamiento. Luego estos pensamientos dieron lugar a acciones. (…) las acciones, sean mentales o físicas, no son neutrales moralmente. Son hasta cierto punto correctas o incorrectas. Esto es, que la acción aleja o acerca a nuestra conciencia de la realización espiritual. La acción puede también mejorar o dañar el bienestar de otro ser vivo. Todo lo que hacemos tiene algún efecto, aunque solo sea sobre nosotros mismos, y es “marcado” como correcto o incorrecto de acuerdo con las consecuencias que produce. De nuevo esta imputación no es una elección subjetiva, está basada en la estructura del cosmos. La moralidad es la ley de la existencia, no una invención humana.
La mayoría de las veces no intentamos conscientemente hacer algo bueno o malo. Por ejemplo, vamos al mercado simplemente porque necesitamos comida. Esto es ir de compras y no un juego moral. No obstante, elegir hamburguesas o tofu conlleva consecuencias morales, independientemente de que nuestra intención sea consciente o no.
En otras palabras, la ignorancia de la ley –la ley del karma– no es una excusa. El budismo enseña que tener una idea equivocada que niega la existencia de algo que existe es una acción mala o negativa en sí misma. Puede parecer injusto que la ignorancia (como es el caso de desconocer que matar animales para alimentarse es algo incorrecto) nos tenga enredados en las cadenas del karma, pero esta ley no es distinta a cómo funcionan otras leyes de la existencia. A la gravedad no le importa que un niño ignore que un ladrillo lanzado alegremente al aire lo lastimará seriamente cuando le golpee la cabeza. De igual forma, el karma no se inmuta si conocemos la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Recibimos, en justa medida, el placer y el dolor independientemente del conocimiento que tengamos de la ley kármica que los produce.
La vida es justa
La caridad hacia uno mismo
El servicio a la sociedad es beneficioso.
En parte purifica la mente, pero no eleva
ni a la mente ni al alma. Es solamente la
corriente la que eleva. Por consiguiente, el
tiempo reservado a la práctica espiritual no
debe utilizarse en hacer servicio a los demás.
Me agrada tu disposición caritativa, pero te
aconsejo que no dejes de realizar la práctica.
M. Sawan Singh, Joyas espirituales
El concepto general que se suele tener de la caridad tiende a quedarse corto, porque generalmente lo limitamos a dar dinero o ayuda material al prójimo que está necesitado. Pero esto es solo una pequeña parte de lo que significa caridad. En el Diccionario de la lengua española, leemos que la caridad es la actitud del que se interesa por los que se encuentran en situación precaria, se solidariza con ellos y les ayuda. ¡Interesante…! La caridad es una actitud.
La palabra caridad viene del latín caritas: carus, que significa querido y atis, que significa amor cariño. Así que podríamos decir que la caridad es una actitud… de amor, de cariño. También explica que la palabra caridad se refiere al auxilio que se presta a los necesitados, siendo una obra de caridad la acción desinteresada de un individuo en favor de otro que se encuentra desamparado. Por tanto, podríamos decir que la caridad es una actitud de amor y, evidentemente, si es de amor, debe ser también desinteresada. No podría ser de otro modo.
Séneca dijo:
No hay bien alguno que nos deleite
si no lo que compartimos.
En sí, es un acto de amor, un acto de compasión hacia alguien necesitado. Es el amor que toma la forma de ayuda monetaria, de donación de bienes, de apoyo hacia alguien que lo necesita. En realidad es un acto de amor hacia el prójimo. Es poner en acción ese amor. En la web oficial de rssb, vemos como el maestro envía a los sevadares a servir agua, comida y a hacer escuelas y servicios en las zonas próximas a Dera donde ha habido terremotos o desastres naturales. Recordemos cuando hubo un terremoto muy destructivo en Nepal, cómo el maestro envió allí a los sevadares para construir escuelas y servicios para la gente que los necesitaba. También podemos ver los hospitales gratuitos que se han construido para atender a la comunidad rural local más necesitada.
Él está dándonos a entender que la creación entera forma parte de Dios y que también es válida la forma en que ayudamos al prójimo fuera del entorno de Sant Mat. El maestro ha mencionado muchas veces que debemos entender el servicio al prójimo en el amplio sentido de la palabra, no solo en el sangat sino también fuera de él: hacia toda la humanidad, hacia toda la creación…
Una actitud caritativa hacia el prójimo nos ayuda a ser más desprendidos y como consecuencia más felices, porque no albergamos la necesidad de poseer más, de querer más, de hacer más acopio de bienes, propiedades o dinero. Sino más acopio de amor, de compasión y de ternura hacia la creación. Sin embargo, la práctica de la caridad a menudo puede verse truncada por el ego. Evitarlo es la tarea de todo buscador, para que este amor en acción sea limpio, puro y tenga sentido en sí mismo.
Básicamente el valor de la caridad se pierde por dos motivos. El primero: el deseo de recompensa. En el libro Luz divina, Hazur Maharaj Ji dice:
La limosna es una buena acción, pero no deben ponerse esperanzas en ella. No tiene que haber deseo de conseguir gratificación del hombre ni de Dios por nuestras limosnas.
No tendríamos que desear nada a cambio, no se piensa en una posible recompensa, se da por puro amor. Sí; todo lo que poseemos nos lo ha dado el Creador.
También puede perderse el valor de la caridad por un segundo motivo: el deseo de reconocimiento.
En la Biblia, en Mt. 6:3-4, leemos:
Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto.
Cuyo significado indica que si hacemos un acto de caridad, no debemos pensar en hacer ostentación de ello.
Cuando hay por medio alguno de estos deseos la caridad pierde su propósito, porque entonces en la medida en que esperamos algo a cambio se convierte en una acción que nos involucra en una reacción o karma; y karma, simplificando, ya sabemos que significa volver a nacer. Hazur Maharaj Ji lo explica en Spiritual Perspectives, vol.I:
Todos los karmas nos devuelven al nivel de la creación. Hemos de volver para pagar todos los karmas, ya sean buenos o malos. Incluso el resultado del buen karma nos puede causar sufrimiento al final. Debido a los buenos karmas puedes volver y ser un rey, o un líder, o el alto mando de cierta empresa. Pero así hay otro tipo de sufrimiento; tampoco eres feliz. En este mundo no hay más que sufrimiento, donde recoges el fruto de los karmas tanto buenos como malos. El propósito de los místicos es sacarnos de este reino de Kal. A menos que liquidemos todos los tipos de karmas, el alma nunca podrá escapar del reino de Kal.
Así que las palabras ‘bueno y malo’ son muy relativas. Desde un punto de vista mundano el karma bueno puede parecer beneficioso, pero la realidad es que karma siempre, siempre, siempre… implica volver a la creación.
Indiscutiblemente, esta idea provoca que reflexionemos acerca de qué acciones hemos de realizar, y como leemos en Spiritual Perspectives, vol I, también nos preguntamos:
Maharaj Ji, entonces, si me preocupo de progresar en el camino espiritual, ¿tengo que evitar hacer no solo las acciones malas sino también las buenas?
En la respuesta del maestro está la clave:
No, no tienes que evitar hacer buenas acciones. Lo único que no debes desear es el resultado de las mismas.
Y a continuación explica con algunos ejemplos cómo se hace:
Mira, no tienes que desear los resultados… Por ejemplo, si haces una donación por caridad, no quieres volver a cobrarla.
Solemos donar cosas en caridad a las personas con la esperanza de que, en el próximo nacimiento, se nos pague diez veces más. Siempre deseamos algo a cambio de hacer buenas obras: Voy a ayudar a mi amigo, para que él me ayude a mí cuando yo tenga dificultades. Entonces he sembrado una semilla. He creado un vínculo kármico. Pero si he realizado una buena acción para mi amigo y me he olvidado de ella, entonces no he sembrado ninguna semilla.
Si has donado algo en caridad y después lo olvidas por completo (o sea, que no deseas obtener resultados), no has sembrado semilla alguna que te haga volver.
La ayuda a los demás es solo una pequeña parte de lo que significa la caridad. En efecto, cuando desarrollamos una actitud caritativa, nos damos cuenta de que no existe diferencia entre el prójimo y uno mismo. Puesto que practicarla es como darte a ti mismo hacia los demás, es como darte a Dios. Es hacerlo todo en nombre del maestro; es servicio. Sin embargo para llegar a este punto, antes, como dice el refrán, hay que tener en cuenta lo siguiente: “La caridad bien entendida empieza por uno mismo”.
Este conocido refrán señala que se han de cubrir primero las propias necesidades antes de acudir a reparar las de los demás. Se aplica a los que se ocupan con largueza de los males ajenos, dejando sus problemas para que los solucionen otros. La caridad mal entendida puede llegar a convertirse incluso en una excusa para mirar hacia el exterior, como una forma de no comprometerse con las necesidades propias, evitando mirarse a uno mismo.
Hay que empezar a practicar la caridad hacia nosotros mismos… ¿Hacia nosotros mismos? Sí, suena raro pero es así. Aunque pensamos que la caridad empieza por el prójimo, no es así, empieza primero por nosotros mismos. Por eso, podemos empezar a preguntarnos: ¿Cuánto nos amamos a nosotros mismos en el sentido más espiritual? ¿En qué medida satisfacemos nuestras necesidades más profundas? Recordemos diversos comentarios del maestro en este sentido cuando nos recuerda que nadie puede dar lo que no tiene; solo si tengo cien puedo dar noventa, o si te estás ahogando, no puedes salvar a otro que también se ahoga…
Es fácil decir que amamos a los demás, pero amarnos a nosotros suena extraño, así, ¿qué significa realmente amarnos a nosotros mismos? Cualquier persona pensará que ya se quiere a sí misma mucho, porque se da o proporciona –dentro de sus posibilidades– todo lo que la mente le pide: los caprichos, los deseos, los antojos, en definitiva lo que le apetece. A eso comúnmente se le llama quererse o cuidarse a uno mismo.
¡Pero que equivocados estamos! Actuando así estamos cubriendo, ocultando –por decirlo de alguna manera– a nuestro espíritu de más mente, más deseos, más tentaciones, más caprichos. El alma está prisionera en estos planos inferiores por su asociación con la mente. Lo menos que podemos rogarle a nuestra mente es que sea caritativa con su propia alma: o sea que medite, que siga las instrucciones que le dio el maestro.
¿Qué le podemos aconsejar a nuestra mente?: “Mente, tienes que tener caridad con tu alma. No la puedes dejar abandonada por las acciones cometidas bajo la influencia de tus deseos y pasiones. Tienes que atender a la meditación diaria, todos los días de tu vida”. Es lo menos que la mente puede hacer para salvar al alma de este embrollo donde la ha metido y del cual no puede salir por su cuenta. Eso sería empezar a practicar la caridad para uno mismo. Eso es quererse a uno mismo, intentar satisfacer la necesidad de nuestra alma.
Ahora bien, ¿qué necesidad tiene el alma…?
El alma anhela volver con su Creador, no desea otra cosa. Pero la mente le pone muchos impedimentos a este regreso. Por eso hay que ponerla en acción, en movimiento, en la dirección correcta, si quiere ayudar al alma. Y lo primero que tenemos que hacer es vivir dentro de las instrucciones que nos da el maestro, vivir siguiendo el modo de vida de Sant Mat.
Cuando hacemos la meditación, estamos atendiendo a nuestras necesidades más profundas, es la forma de caridad hacia nosotros mismos más elevada; ¡seamos caritativos con nuestra alma! El alma está ansiosa por volver a su hogar. Démosle en abundancia ese tiempo de meditación, sin escatimar amor y devoción.
En el libro Luz sobre Sant Mat, Hazur Maharaj Ji dice:
A menos que seamos dueños de nosotros mismos, ¿cómo vamos a ofrecer lo que en realidad no es nuestro? La caridad empieza por uno mismo, y hay que servirse a sí mismo antes de servir al prójimo. Este servicio consiste en liberar al alma de la mente, lo que solo es posible cuando nos dedicamos regularmente a la práctica del Shabad, sin descuidar nuestro deberes mundanos. Por consiguiente, te aconsejo que para conseguir tu objetivo de servir al maestro y servir a los demás, comiences a servirte a ti mismo, es decir: dedícate al bhajan y simran el máximo de tiempo y vive consecuentemente, para desarrollar así la conciencia del Shabad.
El maestro lo explica con mucha claridad. Hay un ser en nuestro interior que es el alma, y por culpa de los deseos y caprichos de la mente está ahogada, encarcelada, y ni siquiera la escuchamos. El alma anhela estar con Dios, y hay que liberarla de la mente, dedicándonos a la práctica del Shabad que es la verdadera caridad hacia nosotros mismos.
El Shabad purifica gradualmente nuestra mente, y es entonces cuando de forma natural llegará el día en que brotarán en nuestro interior no solo la caridad sino el resto de virtudes: humildad, compasión, empatía, desapego, castidad, perdón, contento…, y no podremos evitar convertirlas en la base de nuestro comportamiento con todos los seres.
Todo empieza por un acto de amor hacia nosotros mismos, hacia nuestra alma, prisionera y largamente ignorada. Amor… amor… amor. Esta es la clave.
Cuando ponemos en acción, en práctica, la caridad, empezamos a sentirnos más felices, empezamos a tener más amor, primero hacia nosotros mismos y después hacia el resto de la creación. Seguro que lo habremos experimentado alguna vez cuando hemos practicado la caridad de manera anónima, cuando solo lo sabemos nosotros y Dios.
Cuando hacemos pasar un haz de luz blanca a través de un prisma, vemos que se descompone en los sietes colores que forman el arco iris. Podemos comparar a la luz blanca con el amor, y a los colores con las virtudes positivas que salen de él cuando se aplica a través del prisma, es decir cuando lo ponemos en acción.
Pero es muy importante que seamos conscientes, y no olvidemos que la forma más alta de amor es hacia nosotros mismos, hacia nuestra alma. Por eso Hazur Maharaj Ji afirma que la caridad empieza por uno mismo.
La verdadera riqueza
Hay siete continentes y océanos,
tú puedes extraerles todas sus riquezas;
pero los devotos no las desean;
ellos piden la ambrosía divina.
M. Sawan Singh, Philosophy of the Masters, vol. IV
Para fomentar el desapego del mundo y estimular el amor al Creador, la mayor parte de las tradiciones espirituales nos exhortan a desprendernos de una parte de nuestros ingresos. La caridad expresa el amor, que es el Creador proveyendo a otros cuyas circunstancias materiales les hacen difícil la vida. La caridad no es cuestión de cuánto damos; sino del amor con que damos. En la Biblia, este punto está bien ilustrado en un célebre pasaje:
Jesús se sentó frente al arca del tesoro y miraba cómo la gente echaba monedas en el arca del tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: "Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, esta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.
Lc. 21:1-4
Lo que constatamos en la práctica es que incluso deseando dar limosna, nos resulta difícil hacerlo porque estamos apegados a todo lo que poseemos:
Nosotros, que proclamamos estar buscando la vida eterna, no miramos con desapego ni siquiera al objeto más insignificante…
Desnudémonos de todo, ya que nuestro adversario está desnudo frente a nosotros. ¿Acaso los atletas compiten con su ropa puesta? No… Ahora bien, nosotros también proclamamos que somos atletas, y estamos luchando contra adversarios mucho más hábiles que todos los que son visibles. Sin embargo, en vez de desnudarnos, entramos en la contienda llevando innumerables cargas en los hombros, y así damos a nuestros adversarios muchas oportunidades para que nos agarren.
La Filocalia
No somos conscientes de que la caridad trae consigo sus propias recompensas. Cuando damos a otros sin ningún deseo ni expectativa, cuando nos desprendemos de nuestros apegos, nos sentimos aliviados de las complicaciones que frecuentemente los bienes mundanos traen consigo. En palabras del filósofo Martin Heidegger:
La renuncia no quita. Da.
Da el inagotable poder de las cosas sencillas.
Y con palabras de Mirdad:
Más posesión; más poseído.
Menos posesión; menos poseído.
Mikhail Naimy
El repartir parte de los ingresos que hemos ganado con grandes esfuerzos, inculca en nosotros el convencimiento de que en realidad no somos dueños de nada de lo que tenemos. En los momentos en que nos encontremos totalmente metidos en las cosas del mundo, y que por causa de ello nos sintamos estresados o afligidos, sería bueno pensar: si me dijeran que me queda un día de vida, ¿en qué pondría mi energía?, ¿qué haría con mi tiempo?
Es muy fácil olvidar que somos custodios, no propietarios, de nuestra riqueza material, y que algún día la muerte nos separará de ella. Todo lo que pensamos que es nuestro, ya sea familia, amigos, posesiones u otras formas de riqueza, son regalos que se nos han prestado. Si entendemos esto, desarrollaremos en nuestros corazones un espíritu de caridad hacia todas las formas de vida. Entonces podremos disfrutar de todo lo que tengamos sin ser poseídos.
Lo único que en verdad poseemos es nuestra riqueza espiritual, la cual nos ganamos adorando al Creador. Dar algo de nuestra riqueza material es un modo de acordarnos de este hecho y de expresar nuestra reverencia y gratitud al Creador.
El hacer partícipes de una parte de nuestros ingresos a aquellos que no utilizarán nuestra limosna para ningún fin inmoral, apoya nuestro trabajo espiritual; pero siempre debemos guardarnos del orgullo. (…) La verdadera caridad es liberadora y vigorizante. Libera la mente y refuerza nuestra decisión de unir nuestra suerte con la de un poder que promete infinitamente más de lo que pueda proporcionarnos toda la riqueza del mundo.
Vida honesta