Identidad
Sin un maestro la ilusión nunca se disipa,
sin el Shabad el alma debe continuar
sus interminables rondas en la creación.
Por todo esto busco refugio en ti;
¿de qué otro modo podría despertar
de mi profundo sueño?
Soami Ji. Sar bachan
Cambio constante, inestabilidad, separación, diferencia… ¿nos suenan estas palabras? Todas estas palabras identifican a la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Todas son signos de identidad de los tiempos que corren, y todas ellas con la palabra conflicto formando parte de su esencia.
Nosotros nos esforzamos cada día en llevar una vida equilibrada, en armonía, sin conflicto, pero nos cuesta encontrar ese equilibrio que se ve alterado con frecuencia por imponderables que aparentemente escapan a nuestro control. Hazur Maharaj Ji nos dice en la carta 270 del libro En busca de la luz:
El conflicto que tú experimentas es creación de tu mente. (…) No hay conflicto en el alma, que no es sino una gota de aquel océano de completa gloria y felicidad. La mente, que no está nunca satisfecha con nada, es la que siempre está en conflicto.
Cuando el cambio sucede en nuestras vidas hay conflicto, cuando se nos desestabiliza hay conflicto, cuando se nos separa o se nos diferencia hay conflicto… y, en este mundo, todos estamos expuestos constantemente al cambio, a la separación, a la desestabilización y, por tanto, al conflicto.
¿Qué propósito tiene?, ¿qué objetivo?, ¿quién gana con todo este conflicto? Nosotros no, está claro. Aquí la única que gana es la mente. Porque como nos dice el maestro, es quien lo crea. Nunca está satisfecha, nunca está en paz, se ha instalado en él y a nosotros con ella.
El conflicto es sin duda una de las armas fundamentales en el arsenal de la mente que en beneficio suyo y en detrimento nuestro, con la debida diligencia, viene utilizando desde que llegamos a esta creación. Y ¿con qué fin? ¿Qué es lo que la mente gana con todo esto? El Dr. Johnson, en el libro El sendero de los maestros nos dice:
… Su acción [la de la ira] consiste en promover disputas, causar confusión y dispersar la mente, que entonces no puede concentrarse.
El conflicto genera dispersión, y a una mente dispersa le resultará imposible concentrarse. En efecto, es una de sus grandes armas. Pero eso no es todo. La mente utiliza la dispersión y nosotros le dejamos hacerlo, caemos presa de sus garras porque la mayoría no estamos muy dispuestos a admitir que padecemos ese tipo de desorden mental. La dejamos hacer y decimos: ‘No, eso no va con nosotros…, nosotros no nos comportamos así’. Pensamos que son los demás los que lo padecen y nos vemos a nosotros mismos, la mayor parte de las veces, como víctimas inocentes.
Siempre tratamos de engañarnos a nosotros mismos… Como se suele decir: el mayor engaño del diablo es el de hacernos creer que no existe; y ese autoengaño, ese falseamiento de la realidad hace a la mente todavía más peligrosa porque le permite obrar con total libertad y con total impunidad. Si no sabemos que tenemos un problema, ¿cómo vamos a buscar los medios necesarios para ponerle fin?
La mente crea conflicto y nos desestabiliza, pero nosotros no nos damos cuenta, con el resultado de que es ella la que gana y nosotros los que siempre perdemos. La mente crea en nosotros la ilusión de que pertenecemos a este mundo, nos hace sentir parte de él y nos crea la mayor de las ilusiones: la de la identidad, la de la individualidad.
¿Qué identidad?, ¿de qué individualidad estamos hablando? La identidad es territorio de la mente…, que es la que divide, la que separa y la que diferencia. La que hace que nos veamos a nosotros mismos diferentes y separados del resto, la que nos hace sentirnos superiores o inferiores, la que hace que nos identifiquemos con nuestra familia, con nuestra profesión, con nuestro grupo…
Todo ese sentimiento de pertenencia, toda esa individualidad, toda esa identidad es ilusión. Hazur Maharaj Ji dice en el libro Spiritual Perspectives, Vol. II, p. 119:
El alma mantiene su individualidad hasta que se vuelve a fundir en el Creador. El propósito de la meditación es el de perder esa identidad (…) y hacernos uno con el Creador. Ese es todo el propósito.
El alma solo mantiene su individualidad hasta que se vuelve a fundir con el Creador, entonces, ¿de qué identidad estamos hablando? Y añade en la página 269 del mismo libro:
La mente es nuestro obstáculo. A este ego no le gusta perder su identidad (…) es la identidad la que no queremos perder.
Es esta individualidad, esta mal llamada identidad la que nos mantiene alejados del Padre, de hecho, es nuestro principal obstáculo. No es nuestra aliada, es el enemigo a vencer.
Nosotros queremos salir de ahí. Queremos salir de ese campo de influencia, queremos salir de la mente…, quitarnos todas esas capas que envuelven y ocultan nuestro verdadero ser. Pero es difícil, porque hemos hecho mucho para crear y mantener esa identidad que nos define en el mundo. Nos hemos pasado la vida intentando ser alguien, siguiendo un guión muy bien orquestado por nuestra mente, y nos hemos esforzado mucho por conseguirlo…, y ¿por qué?
¿Nos lo hemos preguntado alguna vez? ¿Por qué nos esforzamos tanto? ¿Por qué necesitamos ser aceptados en este mundo? ¿Por qué necesitamos sentirnos queridos por él, sentirnos parte de él? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez?
Detrás de todo ese esfuerzo hay una gran necesidad, una necesidad que sí es real. Es posible que nuestra identidad no sea real, pero nace de una necesidad auténtica, de una necesidad que sí lo es: la necesidad de sentirnos aceptados, queridos, la necesidad que tenemos de formar parte de algo.
Es un poco una paradoja ver que la enfermedad de la que adolece el mundo es la de la individualidad y, sin embargo, nosotros necesitamos sentirnos aceptados por el grupo, por la sociedad. Pero esa necesidad tiene un origen muy profundo que nos pasa desapercibido. Necesitamos sentirnos parte de algo porque estamos separados de nuestro origen, de nuestro verdadero hogar. Al nacer nos separaron de él, y es ese sentimiento de soledad, ese vacío que sentimos en nuestro interior el que tira de nosotros con fuerza y hace que intentemos llenar nuestra vida de la única manera que sabemos: intentando sentirnos queridos y aceptados por el mundo, por las personas que nos rodean. Hazur Maharaj Ji nos dice en Spiritual Perspectives, Vol. II, p. 329:
Y al no estar apegados a nadie sentimos un vacío en nuestro interior, ¿adónde pertenecemos? Es natural sentirse vacío.
Ese sentimiento nos acompaña desde el momento en que nacemos y es algo natural, nos dice el maestro, estando como estamos separados de nuestro verdadero origen. Por eso es fácil apegarnos a nuestra identidad en este mundo: porque lo necesitamos para llenar ese vacío.
Un bebé nace, y lo natural para una mente nueva que lo está aprendiendo todo es empezar a llenarse con lo que le rodea, con lo que ve a su alrededor. De hecho no hace otra cosa… Y así, poco a poco y de una forma muy sutil, sin que apenas nos demos cuenta, el mundo nos va enseñando a apegarnos y a identificarnos con él, y van surgiendo en nosotros todas nuestras identidades: primero somos hijos, somos estudiantes, somos amigos, después somos padres, nos identificamos con nuestra profesión, etc., y al final de nuestra vida cuando estamos a punto de irnos, esos apegos son tan fuertes, esas identidades ficticias que la mente ha ido creando para poder sobrevivir en este mundo se han arraigado tanto en nosotros que nos lo ponen muy difícil, y nos hacen volver a este mundo una y otra vez. Ese es su juego, y nosotros simplemente estamos jugando a él.
Cuando se trata de llenar ese vacío existencial con el que todos nacemos, la paradoja es que todas esas identidades que hemos tenido a lo largo de nuestra vida no han sido capaces de hacerlo. Nos han mantenido entretenidos en el mundo y nos han apegado a él, pero a pesar de nuestros esfuerzos, nuestro vacío sigue estando ahí. Y nuestra necesidad de llenarlo, también. Hazur Maharaj Ji sigue diciendo en la cita anterior:
A no ser que nos aferremos al Shabad, al Nam del interior, será difícil que podamos deshacernos de este vacío, deshacernos de ese sentimiento de que no pertenecemos a nada ni a nadie y de que ni nada ni nadie nos pertenece. Cuando nos aferremos al Shabad tendremos ese sentimiento de pertenencia (…) que somos parte integrante de él. Entonces ese sentimiento de soledad, ese vacío (…) se desvanecerá.
Él nos prepara para volver a conectar con nuestro verdadero ser, y mediante ese gran vacío que sentimos, nos damos cuenta del poco valor que tiene el mundo que nos rodea y todo lo que conocemos. Ese sentimiento nos lo infunde el Señor para hacernos conscientes de la necesidad de ser uno con él.
Cuando eso sucede, cuando nos unimos con él, ese sentimiento de vacío desaparece, en palabras del maestro, se desvanece. Es entonces cuando sentimos que estamos en el lugar al que pertenecemos y que, a su vez, nos pertenece.
Mientras no lo consigamos, mientras no seamos capaces de identificarnos con nuestra esencia como seres humanos, seguiremos intentando llenar ese vacío buscando la aceptación en el mundo, uniéndonos a grupos que nos definan y nos den una identidad, que nos hagan sentir parte de algo, aunque ese algo sea ficticio.
En algún momento la representación que hoy por hoy es nuestra vida acabará y el telón caerá, aunque a nosotros, viviendo como vivimos en la ilusión a la que la mente nos tiene sometidos, nos sorprenderá. Hacer frente a la realidad siempre es difícil.
El mundo tampoco ayuda mucho y nos dice: hay que vivir el día a día, no se puede vivir con esa profundidad de pensamiento, queriendo decir: si piensas en estas cosas no vives…, pero Hazur Maharaj Ji nos recuerda en Spiritual Perspectives, Vol. II, p. 329:
… siempre nos engañamos a nosotros mismos. (…) siempre buscamos a alguien o algo a lo que aferrarnos: hijos, esposa, parientes, país, riqueza, casa y tantas otras cosas.
Nos engañamos a nosotros mismos, y tarde o temprano tendremos que hacer frente a la realidad. Ignorarlo solo hará que nuestro problema sea más grande. Es como si la mejor forma que tenemos de sobrevivir en este mundo es la de mentirnos a nosotros mismos, como nos decía el maestro, pero cuanto más tardemos en afrontar la realidad, más difícil nos resultará hacerlo.
Vemos como las personas que conocemos hacen frente a situaciones dolorosas o poco a poco se van yendo, pero nosotros seguimos obviándolo, y vivimos con el sentimiento subconsciente de que a nosotros no nos tocará nunca, de que siempre les tocará a los demás. Esa es la ilusión, la falta de realidad, el sueño en el que hemos convertido nuestras vidas. Hazur Maharaj Ji de nuevo nos dice en Spiritual Perspectives, Vol. I, p. 22-23:
La pena es que lo que vemos, lo que existe, de hecho no tiene realidad. Lo que no vemos es la realidad (…) este cuerpo que te parece real se convertirá en cenizas, volverá al polvo y dejará de existir. ¿Dónde está la realidad? (…) La pena es que lo que vemos, lo que sentimos, lo que tocamos no es real. Lo que no vemos es lo que es real, lo que no tocamos… esa es la pena.
Esa es la pena. Este mundo existe, pero como Hazur Maharaj Ji dice eso solo es una forma de hablar, porque parece real mientras el alma está aquí y solo a modo de sueño. Un sueño que para nosotros es muy real y con el que nos identificamos, pero un sueño al fin y al cabo.
Ahora no nos damos cuenta, no somos conscientes de que estamos soñando pero cuando despertemos, entonces nos daremos cuenta de que solo era un sueño, de que nunca tuvo ninguna realidad, de que solo fue una representación de nuestra mente.
¿Quiere eso decir que nos tenemos que olvidar de cuál es nuestro papel en la función, de cuál es nuestra responsabilidad? No, porque el actor solo se puede bajar y salir del escenario una vez que la obra ha concluido, no antes, y hasta que ese momento llegue él tiene que representar su papel lo mejor que pueda. Hazur Maharaj Ji nos dice en Spiritual Perspectives, Vol. III, p. 209:
Tenemos que ser buenos actores en el escenario de la vida representando bien nuestro papel. Sea lo que sea lo que el destino nos haya traído, deberíamos aceptarlo alegremente como la voluntad del Señor.
Buenos actores. Eso es lo que nos dice el maestro que tenemos que ser. Buenos actores que representan bien su papel. Pero un buen actor no es solo alguien que representa bien su papel, un buen actor es alguien que sabe que es un actor, que no se confunde y cuando acaba la obra se baja del escenario y se olvida de ella.
Un buen actor es alguien que sabe que no debe salirse del guión que marca el papel que le han asignado en la obra, porque la identidad a la que da vida es irreal, tan falsa como la de todos los actores de la obra, y como si de una pompa de jabón se tratara, en el mismo momento en el que termine y caiga el telón desaparecerá, y también lo harán las demás pompas que son sus compañeros en dicha obra.
¡De verdad, vale la pena todo el sufrimiento y el estrés y la forma en la que complicamos nuestras vidas por una frágil pompa de jabón!
Probablemente no. Pero nosotros tenemos que seguir actuando, como nos decía el maestro, con la mejor de nuestras habilidades sin perder nunca de vista que solo somos actores.
Y eso que parece fácil, probablemente sea una de las cosas más difíciles de hacer, porque el mundo todavía nos pesa mucho y nos sigue confundiendo. Solo hay una manera. Hazur Maharaj Ji nos la recuerda cuando sigue diciendo en la cita anterior:
Y solo lo podremos conseguir si practicamos la meditación. No hay otra manera. De lo contrario nos identificaremos con la actuación y la tomaremos por real, olvidándonos de que solo estamos actuando.
Solo la meditación lo puede conseguir, porque solo la meditación hará que podamos ver lo que sucede cuando cae el telón antes de que caiga, antes de que las luces se apaguen, antes de que la función termine. El actor sabe que representa una obra y es consciente de la realidad que está al otro lado del escenario. Eso es lo que la meditación hará por nosotros: nos enseñará la realidad que se esconde al otro lado del escenario.
Entonces podremos decir que estamos preparados para vivir. Podremos ver lo real como real y lo irreal como irreal, no sobrevaloraremos la vida en este mundo, no nos identificaremos con la actuación, no la viviremos como si nos fuera la vida en ello y estaremos preparados para salir de ella en cualquier momento. Hazur Maharaj Ji nos dice en el libro Spiritual Perspectives, Vol. I, p. 181:
Si juntas la llama de una vela con la del fuego, ¿puedes distinguir cuál es la llama de la vela y cuál la del fuego? Si vuelves a separar la vela del fuego volverás a tener una llama individual e independiente. Pero si la devuelves al fuego y se funde en él, ya no será la llama de una simple vela. De igual forma el alma se funde en el Señor.
Ahí se acaba nuestra individualidad, ahí se acaba el espejismo sin realidad ninguna que nos está condicionando la vida, y que como la llama de la vela desaparecerá en cuanto se funda con el Señor. Hazur Maharaj Ji nos dice en Spiritual Perspectives, Vol. I, p. 27:
Solo el Señor existía antes de la creación, todo lo que vemos es su proyección. Todo procede del Señor (…) cuando hay uno no hay individualidad (…) todo nuestro esfuerzo es convertirnos en uno, perder esta individualidad (…) y fundirnos en el Creador para volver a ser uno con él (…) ahora estamos limitados, pero después seremos ilimitados, nos habremos convertido en uno.
Nos habremos convertido en uno. La llama de la vela, habrá dejado de ser esa llama limitada y se habrá convertido en ese fuego poderoso y sin límites del que todos procedemos.
Cuando hay uno, cuando hay unidad no hay individualidad, no hay dualidad y Dios es solo uno. Nosotros, como la llama, somos parte de ese Uno y no tenemos ninguna identidad si no es la suya, ni grupo al que pertenecer si no es el suyo, ni hogar al que volver si no es el suyo. Solo tenemos un grupo, un hogar y un Padre y, como seres humanos, solo tenemos una obligación: la de volver a él.
Toda la aparente multiplicidad es falsa,
es una ilusión.
Solo la unidad es verdadera; es realidad.
Mientras continuemos en la ignorancia,
viviremos una vida de multiplicidad.
Cuando permanezcamos en la unidad,
empezaremos a ver las cosas
tal y como son en realidad.
Entonces solo veremos a ese Uno
presente en todas partes.
El Señor es todo lo que existe.
Sultán Bahu
Si un hombre no logra, en vida,
cortar el lazo mortal de la ilusión,
pero espera la liberación tras la muerte,
es como el hombre sediento
que aunque en sus sueños
visualiza el agua,
sigue teniendo sed.
Kabir, El tejedor del Nombre de Dios
La espiritualidad es real cuando se experimenta,
e irreal mientras no se ha experimentado.
El ser humano tiene la capacidad
de experimentarla
porque es un conjunto de espíritu,
mente y materia:
primero espíritu, segundo mente
y tercero materia.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales