El poder del anhelo
El anhelo crea amor y devoción por el amado.
Dios es amor. Por consiguiente, el devoto se
acerca más al Señor en proporción al grado de
su anhelo.
Filosofía de los maestros (Abrev.)
Hay una historia muy popular sobre Gurú Ram Das, el cuarto gurú de los sijs. Gurú Ram Das tuvo tres hijos: Prithia, Mahan Dev y Arjan. Arjan era el más joven de los tres y Prithia el mayor. Gurú Ram Das amaba mucho a Arjan porque siempre trabajaba muy duro y pasaba gran parte de su tiempo en oración. A Prithia no le gustaba este comportamiento de su hermano, y además tenía el temor de que como Gurú Ram Das amaba especialmente a Arjan, lo convirtiera en el próximo gurú, así que odiaba a Arjan y sentía celos de él.
Una vez, Gurú Ram Das envió a Arjan a Lahore y le pidió que no volviera hasta que él se lo ordenara. Pasó mucho tiempo y el joven Arjan no recibió ninguna orden de su padre para volver. Esto lo entristeció. Entonces, pensó que su padre había olvidado enviarle sus órdenes.
Arjan sentía un gran anhelo por volver a ver a su padre, y un día decidió escribirle una carta. “Como el pájaro chatrik que clama por las gotas del agua de lluvia, así suspiro por verte a ti, oh padre mío”, escribió.
La carta llegó a Amritsar donde vivía Gurú Ram Das. Pero, desafortunadamente, cayó en manos del celoso Prithia, quien no le entregó la carta al gurú. En cambio, envió un mensaje a Arjan para que se quedara en Lahore y esperara las órdenes del gurú. Arjan se entristeció más todavía.
Después de un tiempo, Arjan escribió otra carta. “Te anhelo como el pájaro sarang anhela el agua, oh padre mío”, escribió. Una vez más Prithia escondió la carta y no dejó que le llegara al gurú. Arjan recibió de nuevo órdenes de Prithia en nombre del gurú, de quedarse en Lahore.
Después de algún tiempo, Arjan volvió a escribir una carta y en esta ocasión escribió en la parte superior el número 3. Además, le dijo al mensajero que le entregara la carta solo al gurú y a nadie más. Esta vez la carta realmente encontró su camino hacia el gurú. El gurú adivinó inmediatamente el significado del número 3: ‘Esta es la tercera carta’, pensó. Así que quiso saber qué había pasado con las dos primeras.
Le preguntó a Prithia sobre las dos cartas, pero él respondió: “No sé nada de ninguna carta”. “¿Estás seguro?”, preguntó el gurú. “Sí, lo estoy. ¿Crees que soy un mentiroso?”, contestó Prithia. Ante esto, el gurú sonrió y envió a uno de sus sirvientes para que las buscara en el baúl de la alcoba de Prithia. Por supuesto, las dos cartas pérdidas estaban allí escondidas. Prithia se avergonzó, pero aún así dijo: “Esto no son cartas. Son poemas que yo he escrito”. “Muy bien”, dijo el gurú, y ordenó que fueran a buscar a Arjan para que volviera a Amritsar.
Cuando Arjan llegó, el gurú también llamó a Prithia y les pidió a ambos que recitaran el cuarto poema que seguía a los tres que estaban escritos en las cartas que él sostenía en su mano. Prithia resultó ser un mentiroso, pues no pudo pronunciar ni una sola palabra. Arjan, inmediatamente, recitó la cuarta estrofa: “Por una gran fortuna he encontrado al santo, realmente he hallado la fortuna en mi casa”. Y completó la estrofa. El gurú estaba tan complacido que abrazó a Arjan y dijo. “Solo el que es grande, bondadoso y honesto puede ser el gurú de los sijs”. Así como una vela enciende a otra, también la grandeza de Gurú Ram Das pasó a Arjan, quien se convirtió en el quinto gurú de los sijs.
Aunque aparentemente esta es una historia entre un padre y dos hermanos, su trasfondo ilustra la historia de la separación mística entre un maestro, Gurú Ram Das, y uno de sus devotos predilectos, Arjan. El hecho es que este discípulo es separado de su gurú a propósito y con una intencionalidad: procurar que en la distancia surja un creciente anhelo por su gurú. Efectivamente, algunos santos mantuvieron con frecuencia a sus discípulos lejos de ellos durante muchos años. No fue culpa de los discípulos, sino el designio divino para llenarles de más anhelo, más amor y más devoción, preparándolos de este modo para algo mucho más elevado.
Es en la distancia donde podemos ver si persiste el recuerdo y el anhelo de encontrarnos con el maestro. Si el amor se desvanece, entonces, ¿qué profundidad tiene ese amor? Por eso, los discípulos que son separados de su maestro y tienen que vivir inmersos en circunstancias cotidianas, si aún en la distancia no le olvidan, ellos dan sentido al propósito de la separación entre maestro y discípulo.
En realidad, sin que importen las circunstancias en las que nos encontremos, nos corresponde cultivar el amor al maestro, pues finalmente es en el interior donde nos reuniremos con él sin tener que sufrir más separaciones. Si determinadas circunstancias externas nos distancian del maestro pero favorecen que decididamente profundicemos en nuestra meditación, esa distancia ha sido lo mejor que podía ocurrirnos.