Seres extraordinarios
Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra
ley: ¿Yo dije, dioses sois?
Jn. 10:34
A través del tiempo, los místicos han intentado explicarnos que no somos seres humanos corrientes que buscan una experiencia espiritual, sino que en realidad somos seres espirituales ‘extraordinarios’ a quienes se les ha dado la excepcional oportunidad de experimentar una existencia humana.
Pero este es un concepto que al ser humano le resulta difícil entender. La verdad es que la mayoría de nosotros creemos que somos simplemente seres humanos corrientes; que somos como nos vemos a nosotros mismos externamente.
¿Y qué es lo que vemos? Vemos que somos seres que nacemos, creamos relaciones, estudiamos y nos formamos profesionalmente, pasamos por la vida tratando de ser honorables y honestos, seguimos lo que nuestros padres y maestros nos enseñan, somos buenos ciudadanos, podemos creer o no creer en Dios…, y entonces, un día, morimos. ¡Creemos que esto es todo lo que la vida puede dar de sí para nosotros!
No tenemos un entendimiento verdadero de quienes somos realmente o de lo que los santos quieren decir cuando nos definen como seres espirituales ‘extraordinarios’. Y extraordinario significa: ir más allá de lo corriente; tener los atributos y características, la naturaleza y el poder de aquello que es mucho más grande que cualquier cosa que hayamos podido imaginar o experimentar.
Uno de los grandes y más antiguos debates de la humanidad ha sido, y sigue siendo, si el ser humano es un ‘yo o ser’ corriente o algo mucho más trascendente, o dicho de otro modo, ¿somos algo más de lo que ven nuestros ojos?
En la Biblia (Gn. 1:26) leemos:
Dios dijo: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…’.
Se explica que Dios es espíritu…, y que él creó al hombre del polvo de la tierra y luego insufló en su nariz el aliento de vida; y el hombre se convirtió en un ser vivo. Por tanto, cuando los santos nos llaman ‘seres espirituales extraordinarios’ se refieren a este aliento divino. En lo más profundo de nuestro ser, cada uno de nosotros es ese aliento, esa gota de conciencia divina a la que llamamos Dios; una gota tan extraordinaria, tan poderosa, tan radiante que es capaz de elevarse al nivel del Señor.
Esta gota, esta esencia a la que se refieren los santos, no es otra cosa que nuestra alma. Pero el alma y Dios son solo conceptos, ideas en nuestra mente. Los santos explican que no tenemos alma –somos alma– ¡tenemos cuerpo! Y aunque a menudo usamos palabras espirituales como ‘inmortales’ o ‘divinos’ para definir al alma y a Dios, o los imaginamos como ‘una forma llena de energía radiante’, ni el alma ni Dios son formas, porque ‘forma’ significa ‘limitación’. El alma y Dios están más allá de toda limitación: ‘no tienen forma’. No pueden verse con los ojos físicos ni conocerse a través de los sentidos o el intelecto limitado, solo pueden experimentarse.
Las escrituras hindúes explican que la verdadera naturaleza e identidad del alma sin forma es ‘espíritu puro’; es parte del todo sin forma al que llamamos Dios, el Ser supremo –la única realidad– o cualquier otro nombre que queramos darle: Espíritu Santo, Palabra, Shabad, Kalma, corriente del sonido, música de las esferas, melodía divina…
El Shabad es el origen, la raíz y el fundamento de toda existencia. Es el núcleo fundamental y vital de cada partícula de la existencia. No hay nada creado que no contenga esta esencia. Es la única constante. No nace ni perece, existe eternamente. Por esta razón las escrituras lo denominan la única realidad, la Verdad. Las escrituras describen las cualidades del Shabad o Sat-Chit-Ananda como: ‘Sat’, que significa Verdad inmutable o Ser absoluto; ‘Chit’ que significa conciencia pura; y ‘Ananda’ que significa bienaventuranza.
Este ser, este Espíritu Santo es un estado de conciencia pura y sin forma en el que solo la Verdad absoluta está presente, y del cual fluye la esencia de la bienaventuranza y la luz de la conciencia pura. Tal es la verdadera naturaleza de nuestra alma. Vivimos, funcionamos, respiramos solamente porque la esencia de este Espíritu Santo es la esencia de nuestro ser; solamente porque provenimos de él y estamos intrínsecamente conectados a él en todo momento.
Esto es lo que significa este pasaje de la Biblia (Lc. 17:21):
¡He aquí! El reino de Dios está dentro de ti.
Y más adelante en Los hechos (17:28) leemos: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: porque linaje suyo somos”.
El alma y el Shabad son de la misma esencia. Esto es lo que significa ser un ‘ser espiritual extraordinario’ Y… ¡eso somos! Tal es nuestra verdadera naturaleza que en el libro Gospel of Jesus se expresa:
Es una maravilla que el alma divina, el tesoro de toda riqueza espiritual, haya venido a morar en el cuerpo espiritualmente empobrecido.
Aquí se plantea el hecho de que esta chispa divina y eterna se haya alojado en una vasija temporal de barro; en esta forma humana sujeta al nacimiento y a la muerte, que no es permanente. Y expresa que es una maravilla, porque ambos (cuerpo y alma) son esenciales para su mutua supervivencia.
Sin alma, esta forma humana no tendría vida. Pero el alma también necesita el cuerpo –porque la forma humana es el único peldaño hacia Dios–, y solo cuando nosotros, el alma, estamos en la forma humana podemos volver a nuestro origen. De ahí que a la forma humana se la califique como: ‘la cima de la creación’. Los santos explican que el propósito de la vida es que el alma se reconozca a sí misma como este ‘ser extraordinario’. Solo cuando el alma sea consciente de sí misma podrá ser consciente de su Creador. Esta es la verdad que libera al hombre de la oscuridad e ignorancia en la que vive, viéndose a sí mismo como un ser limitado, corriente, sujeto al nacimiento y la muerte.
Tristemente, nuestra alma está dormida a su verdadera naturaleza. Hafiz expresa:
Eres un elefante divino con amnesia
¡intentando vivir en un hormiguero!
Compara el alma con un ‘elefante divino’ que ha olvidado quién es realmente; y compara este mundo, que consideramos nuestro verdadero hogar, con un ‘hormiguero’.
Los santos nos dicen que en algún momento de nuestras vidas, esta amnesia desaparece y el alma comienza a recobrar la conciencia; vuelve a recordar lo que una vez fue y a sentir una atracción de regreso a su origen.
El místico Sri Ramakrishna explica esto a través de una historia sobre una muñeca hecha de sal:
Esta muñeca de sal no tenía idea de quién o qué era, y por eso siempre se sentía incompleta. Su único y anhelado deseo era conocerse a sí misma. Y así viajó muchos, muchos kilómetros…
Un día llegó a la orilla del océano y quedó fascinada al contemplar una inmensa masa líquida en movimiento. ¡Era tan diferente a todo lo que había visto antes que la cautivó completamente!
“¿Qué eres?”, preguntó en voz alta. Una suave ola se levantó del océano ante ella y dijo amorosamente: “Entra, hija mía, y mira”. Así que sin miedo la muñeca entró y, al hacerlo, se dio cuenta de que empezaba a sentirse más ligera. Mirando hacia abajo vio que empezaba a disolverse. Cuanto más lejos iba, más se disolvía, hasta que solo quedaba una pizca de ella. Antes de que la última parte se diluyera en el océano, la muñeca, finalmente en paz, exclamó con asombro: “Ahora sé lo que soy”.
De la misma manera, hasta que nuestra alma no se conozca a sí misma permanecerá en un estado de pobreza espiritual, en ese estado ‘limitado’, ‘corriente’. Y esta es la razón por la que está teniendo o pasando por una experiencia humana.
Así que ahora surge la pregunta: ¿Cómo o cuándo comienza el alma a despertar, a recobrar la conciencia y recordar…? Los místicos explican que todo comienza con la gracia del Señor. Él planta la semilla de la insatisfacción, de sentirse incompleto interiormente; y cuando eso sucede, el alma siente una profunda ansia y anhelo por buscar su verdadera identidad. Además, las escrituras nos explican que la única razón de que el alma ignore su identidad como espíritu es debido a su unión o asociación con la mente. Cuando la mente moraba en su hogar original en el plano mental (trikuti), solo experimentaba bienaventuranza –este era su estado natural–. Cuando llegó al cuerpo físico, naturalmente continuó buscando esa misma bienaventuranza. Pero, una vez en el cuerpo, los cinco sentidos se apoderaron de esta nueva amiga y la llevaron, por decirlo de algún modo, al carrusel de la vida. Saltando de la experiencia material de objeto en objeto, de la experiencia mundana a la experiencia de la mente y bajo el pleno dominio de los sentidos, comenzó a probar y disfrutar de los placeres de este mundo.
Y a pesar de que, en comparación, cada placer era más insatisfactorio y de menor duración respecto al que la mente había experimentado, la mente se absorbió completamente y se intoxicó con los objetos imperfectos y temporales de esta creación material, olvidando poco a poco lo que una vez había probado. En efecto, la mente se convirtió en esclava de los sentidos, y en la dueña de nuestras emociones, deseos y apegos. En este curso destructivo, comenzó a acumular capas de suciedad o karma a lo largo del camino y arrastró al alma consigo hacia abajo.
Así que ahora, para que el alma despierte y se dé cuenta de su verdadera identidad, estas capas de suciedad y karma tienen que limpiarse. Una vez que esta carga comienza a aligerarse, el nudo que mantiene al alma atada a la mente comienza a desatarse. Entonces, la mente regresa a su estado original, liberando al alma de su esclavitud.
Así como el alma tiene la capacidad de retornar a su Creador, la mente también puede retornar a su estado natural u original, pero para esto necesita pasar primero por un proceso de purificación, un proceso que implica tres pasos: apego, desapego y purificación.
El proceso de purificación mental comienza por detener o calmar a la mente. Cada karma, cada impureza que recogemos, se produce solamente debido a la constante e interminable actividad de los pensamientos y deseos de la mente.
Los místicos comparan a la mente con un charco de agua. Cuando el agua está agitada y en constante movimiento, todo lo que podemos ver es agua fangosa. Pero cuando el agua está perfectamente quieta, el barro se asienta en el fondo y el reflejo del agua del charco se vuelve cristalino. Así ocurre con la mente. Ahora estamos tan llenos de pensamientos, preguntas, argumentos, debates, análisis, emociones, reacciones y deseos que nuestra atención está completamente desorganizada, desenfocada y no podemos ver nuestro verdadero ‘yo’. Solo cuando el proceso de pensamiento se ralentiza y gradualmente se detiene, la atención puede recogerse y concentrarse. Esta es la parte más crucial del primer paso en el proceso de purificación mental: enfocar la atención. Hazur Maharaj Ji, en el libro El maestro responde, aclara todo el proceso y nos da la clave:
Para poder someter y purificar a nuestra mente, tenemos que unirla a la corriente de sonido. Cuando se adhiere al Shabad o sonido, toda la suciedad comienza a eliminarse y se vuelve más y más pura. Cuando estamos en contacto con el sonido, el apego al sonido separa a la mente de los sentidos y la lleva de vuelta a su hogar original en trikuti.
Sin apego al sonido, la mente nunca podrá volver a su propio origen, porque la mente es muy aficionada a los placeres y a cada momento corre hacia los sentidos. A menos que demos a la mente un placer mejor y superior al de los sentidos, no abandonará los sentidos.
Por lo tanto, es como un mendigo que se aferra desesperadamente a algunos céntimos de cobre porque piensa que son de mucho valor. Sin embargo, cuando se le ofrece una moneda de oro suelta rápidamente esos céntimos y se da cuenta del poco valor que tienen en comparación con la moneda de oro. Así es como funciona el proceso de apego, desapego y purificación. En síntesis, la única manera de quitar la atención o el apego de una cosa es transfiriendo la atención o apego a algo de más valor. Primero la mente entra en contacto con la corriente del sonido, continuamente y tanto como sea posible. Mientras más saborea la dulzura del Shabad, más fortalece el vínculo y apego a él. Este apego gradualmente la apartará de todos los deseos, pensamientos y emociones que la mantienen cautiva.
¿Cómo encontrar el Shabad y apegarse a él? En Filosofía de los maestros, vol. IV, leemos:
Cuando él derrama su gracia, el Shabad mora en el corazón; entonces, el Nombre mora en la mente y en el cuerpo. Así la mente y el habla se vuelven puros.
Cuando el Señor derrama su gracia nos envía un maestro o gurú verdadero, nos da el regalo de los cinco nombres sagrados y conecta nuestra alma con el sonido interior. Él nos enseña el arte de la meditación, y con ella podemos desarrollar el apego al Shabad.
El apego a ese dulce sonido del Shabad se hace más fuerte, hasta que gradualmente el constante apego a los deseos que nos arrastran a la creación material comienza a disminuir, y lentamente la mente comienza a desapegarse del mundo.
Como el místico Rumi expresa:
Una vez tuve mil deseos,
pero en mi único deseo de conocerte,
todo lo demás se desvaneció.
Una vez que la mente se absorbe interiormente en la divina melodía del Shabad, ocurre lo mismo que si acercamos una cerilla a un montón de paja, en un instante prende el fuego y reduce el montón de paja a cenizas. Igualmente todas esas impurezas y karmas se queman, purificándose entonces la mente y liberando al alma. Y esto es lo que el proceso de meditación nos ayuda a hacer. En el libro Awakening to the Natural State (cita adaptada) leemos:
La comprensión de nuestra verdadera naturaleza, del camino de regreso, nunca puede venir de leer libros o de pensar en lo que está escrito en ellos. Esta verdad nunca puede encontrarse en la mente; no puede entenderse… Solo se puede experimentar a través de esta práctica.
Y solamente un maestro verdadero vivo, alguien que ha realizado completamente su verdadera naturaleza, puede guiar y asistir a un buscador en el camino espiritual. Solo un gurú verdadero puede conectar al buscador con el Shabad y hacer que se vuelva consciente de ese ‘yo’ espiritual extraordinario oculto en su interior. Siguiendo las instrucciones de tal maestro, el buscador llega a la conciencia de su propia realidad, de su verdadero ser extraordinario; finalmente reconoce que él es alma, y exclama: ‘¡Oh, eso soy yo!’.
Así como una cueva puede haberse mantenido oscura durante miles de años pero cuando se enciende una antorcha dentro de ella la luz instantáneamente elimina la oscuridad, de la misma manera, la misión de todo gurú verdadero es sacarnos de la oscuridad y llevarnos a la luz. Todo lo que se requiere es ese sincero deseo de conocerse a uno mismo, de conocer la verdad, de seguir el impulso interior.
Libre es, ciertamente,
quien comprende su verdadero ser
y sabe lo que le es ajeno;
¿qué saben de la liberación
quienes siguen atrapados en el engaño?
Kabir, el tejedor del Nombre de Dios
Me agrada leer en tu carta: Nada en la vida
es tan importante para mí como el acercarme
cada vez más a la morada de mi Padre. Este
es el objetivo de la vida humana, pues solo al
hombre, y a ninguna otra forma de vida, se le
ha otorgado el don de alcanzar la morada de
su Padre.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
El maestro siempre instruye de acuerdo con la
capacidad del estudiante.
Budismo: Camino al nirvana