Más meditación; más paz y amor
No se llega a la paz y al contento a través de
afirmaciones o deseos mentales, sino como
resultado natural de una mente tranquila que
se ha asentado en la meditación.
Meditación viva
La vida en un mundo caracterizado por la constante actividad y el cambio, no es fácil. Nos damos cuenta como todo el tiempo reclama nuestra energía en todo momento, hasta el punto que llegamos a sentirnos abrumados. Nuestras mentes arden en el fuego de la preocupación por los cuidados de nuestra existencia. He perdido mi trabajo, ¿cómo puedo pagar el alquiler, cómo puedo cuidar de mi familia? Mi marido está enfermo, se está muriendo; ¿qué haré cuando se haya ido? Puede que externamente aparentemos estar tranquilos y alegres, pero es solo una fachada que oculta la confusión y la angustia interior en la que estamos sumidos. El miedo, la preocupación y el sufrimiento nunca nos abandonan.
Cuando le preguntaron al maestro actual acerca de la existencia del infierno, él explicó que el infierno es una mente en llamas. Ciertamente, vivimos en el infierno de las preocupaciones, las cuales no nos conceden ni un minuto de paz. Y la verdad es que no sabemos si hay otra manera de vivir hasta que encontramos a un verdadero maestro vivo, y en su compañía, en su satsang, nos damos cuenta de que es un ser que desprende absoluta tranquilidad y ecuanimidad. La paz que irradia se siente inconfundiblemente en su presencia. Su buen humor contagia y anima, y su amabilidad y compasión alcanzan hasta al más desapacible de los corazones. Sí, conocerle es quererle. No solo eso; es querer ser como él y tener lo que él tiene. El santo indio del siglo XVIII, Paltu Sahib, dice:
Frescos como el sándalo,
serenos cual la luna son los santos;
serenos cual la luna,
ellos calman el febril calor del mundo.
Todo el que ardiendo llega hasta ellos,
encuentra alivio en la dulzura de sus palabras.
Su paciencia es infinita,
ilimitado su amor y compasión.
Amables, tiernos y misericordiosos,
hasta las piedras se derriten
con sus amorosas y dulces palabras.
El modo como viven, el modo en que sonríen,
añade fragancia a su sabiduría.
Las enfermedades –físicas, mentales y espirituales–
todas se desvanecen cuando los ojos
contemplan al santo.
Incluso el fuego del hambre, oh Paltu,
se sacia en un instante.
Frescos como el sándalo,
serenos cual la luna son los santos.
La mera lectura de estas palabras de San Paltu transmite una onda de frescura que penetra en nuestras febriles mentes. Pero cuando nos encontramos con un maestro así, el impacto es mucho mayor. En este hombre realizado –este ser bondadoso, tierno y compasivo– encontramos un modelo a seguir, una meta a la que aspirar. Queremos lo que él tiene, queremos sentir la frescura del sándalo recorriendo el abrasivo calor de nuestra preocupación, y ansiamos que la serenidad de la luna calme la confusión de este mundo.
En realidad, lo que el maestro ofrece es mucho más que poder gestionar las tensiones del mundo con serenidad. El maestro viene a recordarnos quienes somos y la verdadera razón por la que estamos aquí en este mundo. Nos lo recuerda porque una vez supimos quienes éramos, sin embargo, hemos estado en esta creación desde el principio de los tiempos, involucrados en la fascinante experiencia de nacer, crecer, encontrar pareja, tener hijos, envejecer y morir una y otra vez, en todas las formas de vida imaginables, y hemos olvidado quienes somos: somos seres espirituales pasando por una existencia humana.
Maharaj Jagat Singh en Discursos sobre Sant Mat, vol. II, explica:
Viendo el alma de su hijo amado en tan mala situación, ese océano de misericordia y compasión (…) asume una forma humana, [viene] al mundo para salvarnos.
Este es el maestro, el santo, el ser humano realizado que es el Señor manifiesto en un cuerpo. La encarnación física del Shabad. Él es ese ser tan fresco como el sándalo, tan sereno como la luna.
Maharaj Jagat Singh continúa explicando en Discursos sobre Sant Mat, vol. II:
Cuando la buena suerte te ponga en contacto con un verdadero maestro, ofrécele todo tu amor. Renuncia al apego al mundo y a los objetos mundanos, y descarta el camino de la mente y los sentidos.
Esto es amar solo al maestro, vivir en el mundo cumpliendo con nuestras responsabilidades, pero siempre mirando al maestro. Lo que muchos místicos han expresado con la conocida expresión: “Estar en el mundo pero sin ser de él”. Y sobre todo esforzándonos en la meditación, intentando alcanzar el centro del ojo y la plena interiorización de la atención.
Y sigue el maestro en Discursos sobre Sant Mat, vol. II:
Llévate al maestro contigo y ve al interior. Él te unirá al Shabad. Identifícate con él. Poco a poco serás capaz de retirar tu conciencia... No te desanimes y ten paciencia. A su debido tiempo podrás concentrar tu atención en el centro del ojo. Entra dentro y abandona todos los pensamientos del mundo exterior. Lo conseguirás todo.
Es interesante que Maharaj Jagat Singh diga: “Llévate al maestro contigo y ve al interior”. ¡Como si pudiéramos tratar de ir hacia adentro por nosotros mismos! Sin embargo, nunca debemos pensar que estamos solos en este camino. ¡Nunca estamos solos! El verdadero maestro es el Shabad; él está en nuestro interior en la forma de sonido y luz, y como Shabad también está en cada célula de nuestro cuerpo. Él está más cerca de nosotros que las manos y los pies, más cerca que nuestra respiración. Él está en nosotros y nosotros en él. El hecho de que no podamos verlo es nuestra gran desgracia. Solo la meditación abrirá nuestra visión interior y nos mostrará la verdad. Hasta que no hayamos experimentado la verdad, debemos pensar que el maestro está constantemente con nosotros, constantemente ayudándonos, porque, en realidad, no podría ser de otra forma. A través de nuestra meditación, con su gracia y misericordia, lo lograremos todo.
Maharaj Jagat Singh termina diciendo en Discursos sobre Sant Mat, vol. II:
Primero viene jyoti, la llama celestial, de la cual emana la divina melodía. Concentra tu atención en ella y enfoca tu mente sutil en la visión, penetra en ella. Continúa esta práctica todos los días, renunciando al amor por el mundo y aumentándolo por el Nam (Shabad). El deseo por el Nam crece solo en virtud del contacto constante con el maestro interior.
¿No es cierto que si amamos a alguien, queremos estar todo el tiempo con él? Seguramente, en nuestras relaciones mundanas hemos sentido está necesidad de estar cerca, bien sea con nuestro esposo o nuestros hijos. Es por eso que un maestro vivo es tan importante. Porque, ¿cómo podemos enamorarnos del Shabad al que no podemos ver, con el que no podemos hablar, con el que no podemos interactuar? El maestro en el cuerpo nos da esta oportunidad. Su personalidad es tan magnética que nos encanta estar con él. Recordemos las características del maestro que nos dio Paltu:
‘Fresco, sereno, paciente, compasivo, tierno, misericordioso, lleno de dulces palabras de amor que derriten hasta las piedras’. ¡No es de extrañar que queramos estar con el maestro físico en Dera o cuando viene a cualquiera de nuestros países!; estar con su forma física es parte de la creación de esa relación. Hacerle preguntas es parte de la relación que estamos creando con él.
Amar al maestro externo es bueno, pero nuestra meta es enamorarnos del maestro interior. Baba Ji ha explicado que el propósito de la meditación es crear una relación con el maestro interior, y añade que repitiendo el simran establecemos una conversación con él. Hablando con él de esta manera, estamos consolidando nuestra relación con él continuamente. Nuestra relación con el maestro, nuestro amor por él tiene que ser tan fuerte que nos impulse hacia arriba y hacia adentro, y aleje nuestra atracción por el mundo y los sentidos. Cuanto más meditamos, más fomentamos la relación y más amor y devoción sentimos, más cerca estamos de la unión con el maestro interior y, por tanto, más nos imbuimos de sus cualidades.
¡El amor es crucial! No podemos seguir el camino sin él. La convicción intelectual de que este camino nos conduce a nuestro origen solo nos llevará hasta cierto punto. Cuando la vida nos pone problemas en nuestro camino, el intelecto nos decepciona. Cuando la tragedia golpea a un niño que muere, por ejemplo, estamos tentados a recriminar al maestro y decirle: “¿Cómo pudiste dejar que esto ocurriera?”. Pero cuando amamos al maestro también confiamos en él, y cuando confiamos en él sabemos que nunca hará nada que no sea lo mejor para cada uno de nosotros.
Cuanto más nos volvemos hacia el maestro, más fácil es seguir el camino. Volvernos hacia él nos permite dejar de preocuparnos por lo que está sucediendo en nuestras vidas. Él está a cargo de todo y nos ha dicho que si hacemos nuestra meditación, él se encargará de todo lo demás. Cuando vivimos así, poniendo toda nuestra confianza en él y todo nuestro esfuerzo en el camino, podemos vivir tranquilamente como el sándalo y serenamente como la luna, tal como lo hace nuestro maestro.
Frescos como el sándalo,
serenos cual la luna son los santos;
serenos cual la luna,
ellos calman el febril calor del mundo.
Todo el que ardiendo llega hasta ellos,
encuentra alivio en la dulzura de sus palabras.
Su paciencia es infinita,
ilimitado su amor y compasión.
Amables, tiernos y misericordiosos,
hasta las piedras se derriten
con sus amorosas y dulces palabras.
El modo como viven, el modo en que sonríen,
añade fragancia a su sabiduría…
Paltu