¿Qué queremos de verdad?
Busca primero el reino de Dios.
Y todo lo demás te será dado por añadidura.
Mateo 6:22
Nuestro verdadero ser no tiene límites. Pero hemos trasladado nuestra atención desde esa naturaleza absoluta y sin límites a la condición ordinaria, relativa y limitada de nuestras personalidades.
Mientras mantengamos nuestra atención alejada de nuestra verdadera naturaleza, continuaremos viviendo en la dualidad, ignorantes del gozo interior que está a nuestro alcance. Desperdiciamos nuestras vidas distraídos por el mundo y sus objetos. Una y otra vez, caemos bajo los encantos y las ilusiones del mundo material.
El místico sufí Rumi decía que nuestra situación es parecida a la de un sirviente que es enviado por un rey a un país para desempeñar una labor determinada. El sirviente va a ese país y hace muchas cosas asombrosas y maravillosas, y después vuelve con el rey. Ya de regreso en la corte, el rey le pregunta:
“¿Realizaste la labor que te encomendé?”. El súbdito responde:
“Su majestad, antes de nada, permítame darle las gracias. El lugar al que me envió es maravilloso. Conocí a una joven bellísima y me casé con ella. Después tuvimos hijos, y con ellos mis responsabilidades aumentaron, así que abrí una tienda”.
El rey lo interrumpe y le pregunta:
“¿Pero ¿qué pasó con la labor que te encomendé? ¿La hiciste o no la hiciste? No te envié a que te casaras, a que tuvieras hijos, hicieras dinero o te inmiscuyeras en otros tipos de negocios”.
El súbdito, avergonzado, baja su cabeza y dice: “Lo siento, mi señor, me olvidé…”. El rey lo interrumpe: “¿Cómo te pudiste olvidar de la única cosa que te mandé hacer? Tendrás que regresar y hacerla de nuevo”. ¡Y así es como volvemos una y otra vez a este mundo!
A medida que pasa la vida y que los años transcurren, confundimos nuestras prioridades y nos distraemos con los asuntos del mundo, alejándonos más y más de nuestro objetivo espiritual.
Pronto ya no podremos distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es. La meditación es esencial. Si nos olvidáramos de todo lo demás y recordáramos esta única cosa esencial, entonces, todo iría bien en nuestra vida. Si hiciéramos otras mil cosas maravillosas y nos olvidáramos de esta única cosa esencial, entonces, al final de nuestras vidas, no habríamos hecho absolutamente nada.
La meditación es lo que nos despierta a la realidad de nuestro ser. Esta debe ser nuestra prioridad. Podemos tener un trabajo muy importante… ¿y qué? Podemos tener el mejor coche… ¿y qué? Podemos tener muchísimo dinero… ¿y qué?
Podemos tener la mejor esposa o esposo y la mejor familia… ¿y qué? Podemos ir de retiro a un ashram, o a Dera todos los años… ¿y qué? Podemos ver la forma física de nuestro maestro cada día durante el resto de nuestra vida… ¿y qué?
Una vez que hemos sido iniciados, ¿qué es lo que en verdad queremos? Ninguna de estas cosas puede, por sí misma, despertarnos a la realidad de nuestro verdadero ser. Todas estas cosas son ayudas externas y, como mucho, medios para ayudarnos a alcanzar un fin. Todo lo que podamos realizar de valor real y duradero, lo obtendremos únicamente al ir al interior a través de la meditación.
Nuestras vidas reflejan nuestras prioridades. Nuestras acciones hablan más fuerte que nuestras palabras, pues todo lo que hacemos, lo hacemos de acuerdo a nuestras prioridades. La hora en que nos levantamos, lo que comemos, lo que pensamos, lo que hacemos y lo que nos abstenemos de hacer, todo proviene de nuestras prioridades. Por nuestras acciones determinamos cuál es nuestra prioridad principal, y esto se convierte en lo más importante que queremos en la vida.
Meditación viva
Nunca debemos olvidar la razón por la que el Señor nos ha bendecido con esta vida humana: que nuestras relaciones con las personas son simplemente relaciones de dar y tomar, parte de nuestro destino o cadena kármica, y que nuestra realidad es únicamente el Ser supremo.
M. Charan Singh. Discursos espirituales, vol. II