Entregarse solo al Señor
Hacer servicio es fácil para los que quieren dar. Hacer servicio es difícil para los que quieren conseguir algo.
A Wake up Call
Cierto día, Gurú Gobind Singh estaba reunido en público, y se mantenía una discusión sobre el discipulado. El gurú explicaba que, salvo raras excepciones, todos somos esclavos de nuestra mente o de nuestros familiares. Decidió probar a un discípulo que presumía de ser un gran devoto.
“Necesito urgentemente un rollo de tela”, le dijo.
El discípulo le prometió que se lo llevaría a la reunión al día siguiente. Saludó con una reverencia al maestro y se fue al mercado. Cuando llegó a su casa con la tela, su mujer le preguntó: “¿Para qué es esta tela?”.
“La he comprado para el gurú y se la llevaré mañana a la reunión”, respondió.
“¡Oh, no; no se la lleves! Es una pieza de tela especial y muy bonita”.
“No pienso quedarme sin ella”, le dijo la mujer. “Necesito tela para los niños y esta pieza es de excelente calidad. Puedes comprar más para el gurú”.
“Pero el tendero solo tenía un rollo de esta tela...”, le respondió el discípulo.
“Entonces, mayor motivo para que me la quede”, dijo su mujer.
Intentó persuadirla por todos los medios, pero ella se mantuvo inflexible. Lo dejó de lado mientras decía: “¿Qué sabe el gurú? Mañana, cuando te la pida, basta con que le digas que la tela que le gustaba se acabó”. El discípulo guardó silencio.
“¿Me has traído la tela que te pedí?”, le preguntó el gurú al día siguiente, cuando el discípulo acudió a la reunión.
“No, señor, se acabó”, contestó el desdichado.
Un discípulo le entrega su cuerpo y sus bienes al maestro, pero es difícil entregarle la mente. Cuando le entrega su mente, se convierte en un verdadero devoto.
Cuentos del Oriente místico
Esta historia muestra con claridad algo común: somos esclavos de nuestra mente. Creemos que somos dueños de nuestros actos y pensamientos, pero llegado el momento nosotros mismos vemos como una cosa es nuestra intención y otra bastante diferente lo que acabamos haciendo.
La mente es descontrolada, poderosa y muy arrogante. Apenas llevamos un breve tiempo de discipulado y creemos que lo sabemos todo y que seremos capaces de servir y dedicarnos al maestro hasta el fin de nuestra vida, como si nada más existiera en el mundo.
Y hacemos muchas promesas que nunca se cumplen –como el hombre de nuestra historia, que tan solo tenía que cumplir con la simple promesa de traer la tela que le prometió al maestro–, porque como no controlamos a la mente se pierden en el desgaste y cansancio que nos provoca la vida. En efecto, la vida sigue su curso, y con ello los karmas se agitan indefectiblemente, las relaciones se complican, las ocupaciones se multiplican, y como consecuencia se debilita nuestra fuerza y se nos confunde el pensamiento y hasta el entendimiento. Y entonces…, se nos olvidan nuestras promesas. A pesar de todo, la mente sigue haciéndonos creer que lo estamos haciendo bien.
Esta es una de las razones por las que los maestros nos recomiendan además de la práctica de la meditación para el logro gradual del control de la mente, la realización de algún servicio. La razón de la recomendación del servicio es porque necesitamos preparar y acompañar nuestra vida de una actitud más favorable a la meditación. No desde la ignorancia y el desconocimiento de lo dominados que nos tiene la mente, sino desde la aceptación de que sin la ayuda del maestro estamos en problemas. Con su gracia y nuestro esfuerzo podremos, poco a poco, convertirnos en personas cuyos actos se correspondan con un pensamiento correcto.
El servicio al maestro tiene una fuente de inspiración, un eje que lo aclara y orienta todo. Cuando servimos al maestro es como si la luz de su conciencia, cual faro luminoso, nos iluminara y permitiera vernos a nosotros mismos, ver nítidamente nuestras debilidades, sin dejar espacio para que la mente justifique o argumente ninguna de sus actitudes negativas, sean presunción, hipocresía u orgullo. Al servir al maestro, inmediatamente todo se pone en la perspectiva correcta y somos capaces de servir con dignidad y desde la actitud que más nos beneficia, que no es otra que la humildad.
No en vano, los maestros recomiendan que todos deberíamos hacer algún seva. En las siguientes líneas del libro A Wake Up Call, se ponen de relieve algunas de las premisas sobre las que se asienta el seva:
Los maestros nos explican que estamos acostumbrados a trabajar en nuestros trabajos o servir en nuestras comunidades y que si de repente, si por alguna circunstancia dejáramos de cumplir con nuestro deber, habría una brecha. El trabajo se detendría. Así son las cosas en el mundo.
Así que traemos esta misma forma de pensar al seva. Pero el seva no funciona así. En realidad, en el seva ninguno de nosotros es indispensable, y la obra del maestro no se detendrá por nuestra ausencia. La obra del maestro es la liberación de nuestra alma. El trabajo del maestro es trabajo divino, trabajo espiritual; no una actividad terrenal o física. Todo lo que el maestro hace, y todo lo hace por nosotros, es con el único propósito de liberarnos de la oscuridad de la ignorancia en la que vivimos. Solo se preocupa por la medida en que el trabajo exterior está fomentando la liberación de nuestro ser limitado y egoísta.
Seva, verdadero seva, es el amor del Señor en acción en la tierra, un amor que es la fuerza vital de la creación. Sin ese amor, la creación no existiría. Si nos entregamos al seva, el seva seguirá viniendo y viniendo. Como un río, seguirá fluyendo. Y estaremos en ese río, un río de gracia. Si dejamos de hacer seva, no nos echarán de menos. El seva continuará. El río seguirá fluyendo.
Como dice el maestro actual, necesitamos el seva; el seva no nos necesita.