Vuelve a él
Nuestra única preocupación debe ser mantener
la mente en simran en el centro del ojo y ser
receptivos al sonido. De eso, y solo de eso,
somos responsables.
Meditación viva
¿Quién puede penetrar en los designios del Señor? ¿Quién puede saber cuánta gracia le ha otorgado el Señor? ¿Quién está capacitado para juzgar su progreso en el sendero espiritual, para saber lo cerca que está de Dios? ¿No es esto lo que nos dice constantemente el maestro? Solo Dios y el maestro saben el progreso que estamos logrando.
Hay discípulos que se desaniman y que creen no lograr ningún progreso espiritual; incluso dudan y pierden su fe. Hay otros en quienes se ha desvanecido la fuerza de la llamada que sintieron al acercarse a Sant Mat, aquel ardor, aquella incontenible atracción, aquellas maravillosas emociones... Puede que todo aquello se haya transformado en desencanto y desidia. Si es así, ¿por qué sucede esto? Sencillamente, por haber permitido que el mundo haya vuelto a tomar las riendas de nuestras mentes, de nuestras vidas y de nuestras almas. Y eso nos aleja de Dios.
Si las dudas, si la pérdida de confianza nos lleva a dejar de practicar la meditación sin la regularidad y dedicación necesarias, si hacemos caso a las razones argumentadas por el ego, si nos alejamos, volveremos a la confusión de antes de haber sido iniciados, y la distancia entre nuestra mente, entre nuestro corazón y Sant Mat se hará más grande y más difícil de superar.
“¿Cómo puedo rezar en este estado, cuando no tengo fuerzas para hacer ningún tipo de inclinación, ni tan solo puedo levantar la mano para santiguarme?”. [Argüía el remolón del peregrino]. Y la respuesta del sacerdote era: “Bueno, sea como fuere, reza de un modo u otro”.
El peregrino ruso
¡Reza de una u otra forma, pero reza! Vuelve. No hagas caso a las razones que tu mente esgrime para eludir la tarea, medita; como sea, pero medita. Si no puedes sentarte en el suelo, siéntate en una silla; si no puedes cruzar las piernas, tenlas estiradas; si no puedes levantarte de la cama, medita tumbado; si no puedes de noche, hazlo de día. Si de verdad, pero de verdad, no puedes meditar dos horas y media seguidas, hazlo en varias veces, pero medita, medita profunda y sinceramente.
Cada vez que pronuncias el Nombre de Dios con sincero propósito, das un gran paso hacia él…, y no sabes cuán grande.
Nancy Pope. El hambre del alma
¡Hay que mantener vivo el recuerdo del Nombre del Señor en nuestros corazones! Con esta frase podríamos dar por concluido este texto, ¿qué más podríamos añadir? ¿Cuál es el epítome de todos los discursos y respuestas del maestro? Meditar, meditar y meditar. Meditar con paciencia y perseverancia, dejando en sus manos los resultados. Como él dijo con su proverbial ingenio cuando, en cierta ocasión, alguien le pedía insistentemente un par de palabras en español, meditación, meditación y más meditación.
Hay dos cosas absolutamente necesarias en la vida espiritual: paciencia y perseverancia. Ser pacientes, perseverar, meditar, meditar.
Nancy Pope. El hambre del alma
Que te asaltan las dudas, medita; que te agobian los problemas, medita; que te duele la espalda o los pies, o la cabeza, o las rodillas, o el cuerpo entero de arriba abajo, medita; que la enfermedad te consume, medita; que te ahoga la pena, medita; que te falla el amor, medita; que la muerte te acecha, medita. En cualquier situación, ya sea favorable o no, la solución es siempre la misma: meditación, meditación y más meditación.
Cuando las inquietudes y la ansiedad nos atormenten, cuando el cuerpo contraiga una enfermedad, cuando estemos inmersos en problemas domésticos, cuando nos hallemos a merced de los golpes de la tristeza, cuando vaguemos de un lugar a otro y no encontremos cobijo alguno donde poder descansar, aun entonces, si se lleva a cabo la meditación en el Señor, se obtendrán calma y paz interior.
M. Sawan Singh. Filosofía de los maestros (Abrev.)
Dios, que ha predestinado la salvación del hombre, no le ha impuesto, por descontado, mandamientos impracticables con la intención de hacer de él un transgresor. ¿En qué cabeza cabe tal pensamiento, si ha sido él, precisamente, quien nos ha señalado para que nos salvemos? ¿Por qué dudar, entonces, de la gracia del Señor, de la gracia del maestro? Él no pondrá en nuestro camino nada que no seamos capaces de superar y, además, todo será para nuestro bien, una bendición para nosotros tanto en esta vida como en la eterna.
Si deseamos llenarnos con la gracia de Dios, tendremos que desterrar de la mente todo lo demás. Hay que dejar a un lado las demás cosas y mantener vivo en el corazón el Nombre del Señor. Tan pronto como vaciemos la mente de todos los pensamientos a través del simran, hallaremos el camino que lleva a la mansión del Señor.
M. Sawan Singh. Filosofía de los maestros (Abrev.)
La solución –y la salvación– no está en rendirse, sino en volver, en repetir. En nuestra mente, en nuestro corazón, se arraiga solo aquello que se repite; lo que se ejercita con asiduidad y constancia. Meditar, meditar y más meditar. Medita lo que puedas, como puedas y donde puedas.
En cualquier situación, ya sea favorable o no, la solución es siempre la misma: mantener vivo el Nombre del Señor en nuestros corazones, por medio de la repetición sincera de su Nombre.
Cuando menos lo esperas, él se hará cargo de ti por completo. Entonces no habrá más dudas, ni más desánimo, ni más miedo.
Nancy Pope. El hambre del alma
Paulo Coelho recrea literariamente una de esas situaciones de vacilación que puede experimentar el seguidor de la senda del espíritu:
Envuelto en la oscuridad, el guerrero de la luz se comunica con su maestro. “Maestro, he caído de nuevo en el abismo”, dice. “Las aguas son profundas y oscuras”. “Recuerda una cosa –responde el maestro–, lo que ahoga no es la zambullida, sino permanecer bajo el agua”. Y el guerrero emplea el resto de sus fuerzas para salir de la situación en que se encuentra.
Empleemos el resto de nuestras fuerzas, todos los recursos que tengamos, y volvamos a la superficie. ¡Lo que ahoga no es caer en la pereza, sino permanecer sumidos en ella!
Yo vi llorar a Dios
y al preguntar por qué lloraba
me contestó el Señor
que por nosotros se apenaba,
porque ya no seguimos
sus santos mandamientos
y nuestros pensamientos
se alejan de su amor.
Julio Jaramillo
Dios se lamenta porque al no seguir sus mandamientos nos alejamos de él, de su amor. La forma de terminar de hacer llorar a Dios es acabar con la pereza, el desencanto y el egoísmo, es cambiar nuestras tendencias, salir del mundo y volver a sus mandamientos. Volver a Dios meditando.
En una sesión de preguntas y respuestas con el maestro, una hermana dijo que aunque estaba enferma no tomaba medicinas. El maestro le preguntó por qué, ya que él cuando tenía dolor de cabeza tomaba un analgésico. Entonces, ella le preguntó qué es lo que podía producirle dolor de cabeza al maestro, y el maestro contestó que nosotros, su sangat.
Él vive por y para nosotros, para su sangat, nos ama infinitamente. Nosotros decimos amarle, entonces, ¿por qué no se lo demostramos cumpliendo con nuestro compromiso, ahorrándole así dolores de cabeza?
¿Por qué si le queremos,
si le necesitamos,
por qué no terminamos
de hacer llorar a Dios?
No nos perdamos en razones mundanas, deseos e ideales mundanos, objetivos mundanos, sueños mundanos, amores y desamores mundanos, emociones, pasiones mundanas…
Nos llenamos del mundo y nos vaciamos de Dios. ¡A cuántas cosas estamos ligados! Estamos atados con infinidad de apegos. Y no se trata ya de los apegos que podríamos llamar ‘grandes apegos’: nuestros padres, nuestras parejas, nuestros hijos, nuestras familias y amigos… No se trata solo de eso que podríamos llamar las posesiones ‘importantes’: nuestras casas, negocios, cuentas bancarias, ahorros… Tan fuerte o más que estas cosas, nos ligan naderías, cosas aparentemente sin importancia alguna. La fuerza de la costumbre nos amarra a cosas tan sumamente fútiles como este sitio en la mesa, este sillón, ese programa de radio o televisión…
Mafalda, el maravilloso personaje del genial Quino, ve a su padre dando con gran placer una profunda calada a su cigarrillo, y le pregunta:
“¿Qué hacés (con acento argentino) papá?”. El padre contesta: “Fumo un cigarrillo, ¿por qué?”. A lo que la niña responde: “No, por nada. Me pareció que era el cigarrillo el que te estaba fumando a vos, pero no me hagás caso”.
La siguiente imagen muestra al padre cortando apresuradamente todos sus cigarrillos con unas tijeras. ¡Una acción inteligente! ¡Cojamos las tijeras de la meditación y cortemos apresuradamente todos los lazos que nos atan al mundo! Llenemos nuestras mentes, lo más a menudo posible, con pensamientos de cosas celestiales –con el nombre de Dios– y el amor, derramado desde lo alto en nuestros corazones, se inflamará dentro de nosotros.
Hazur Maharaj Charan Singh Ji nos dice que para despejar nuestras dudas y saber cómo debemos actuar en todo momento, nos hagamos una pregunta muy sencilla y de fácil respuesta: ‘¿Lo que hacemos nos acerca a Dios?’. Si nos acerca a él estará bien, y si nos separa de él no.
¿Nuestros deseos, sueños, amores, nuestros objetivos, nuestros pensamientos, palabras y acciones, nos acercan a Dios? ¿Atarnos más y más a los apegos mundanos, nos acerca a Dios? ¿Amaremos a nuestro gurú incumpliendo nuestro compromiso con él?
¿Por qué si le queremos,
si le necesitamos,
por qué no terminamos
de hacer llorar a Dios?
¿Terminaremos con su llanto separándonos de él? Hay que volver a él, tantas y cuantas veces nos separemos.
El alma que está unida interiormente con Dios se vuelve, por ser tan grande su gozo, como un niño bondadoso e ingenuo, y ya no condena a nadie.
El peregrino ruso
Queda claro: meditación, meditación y más meditación.
¡Vuelve, déjate hacer y medita!, medita, y medita más…, y, en algún momento, cuando menos lo esperes, él se hará cargo de ti por completo. Entonces, no habrá más dudas ni más desánimo, ni más miedo.
Nancy Pope. El hambre del alma