¡Estamos de suerte!
Difícil es obtener un nacimiento humano;
difícil es la vida humana.
Difícil es poder escuchar las enseñanzas
verdaderas;
y rara es la presencia de los seres iluminados.
Budismo: Camino al nirvana
Entre los seguidores de un maestro espiritual nos encontramos personas de diferentes culturas, edades, educación, objetivos, intereses, gustos…, hay grandes diferencias entre todos nosotros, sin embargo, tras estas diferencias externas que tienen que ver con aspectos de nuestro cuerpo, personalidad y mente, estamos en el satsang de un maestro porque internamente, en esencia, somos iguales: somos ‘almas’.
Como se expresa en las siguientes citas del libro Mi sumisión:
Eres una partícula del Señor por lo que al alma se refiere.
El alma es esencia de Dios, (…) Reconoce lo divino dentro de ti.
El siguiente texto del Bhagavad Gita, citado en el libro Mi sumisión, hace referencia a la inmortalidad del alma:
Las raíces del hombre están en la divinidad invisible. Puede que su cuerpo esté esclavizado en este mundo, pero su alma es inmortal. Detrás de nuestras concepciones mentales hay un secreto ilimitado, sin el cual la mente no puede funcionar. Debemos entrar en contacto con esa consciencia (dentro de nosotros) que es independiente del cuerpo y de los sentidos.
En profundidad, el significado de esto es que aunque estamos en un cuerpo no somos este cuerpo. Somos el alma que habita en este cuerpo. También sabemos que el cuerpo un día morirá, y cuando esto ocurra ya no seremos más lo que ahora somos o fuimos. No seremos ni el padre de familia, ni el trabajador especializado, ni el hermano bondadoso o el jefe autoritario…, pero el alma sobrevivirá a la desaparición del cuerpo.
Los místicos suelen utilizar la metáfora de la escenificación de una obra de teatro para explicar la idea de que no hay realidad en las relaciones de este mundo, así Hazur Maharaj Ji nos dice en el libro El maestro responde:
En realidad, no estamos en modo alguno destinados uno para el otro; estamos exclusivamente destinados para el Padre. En el teatro a cada actor se le asigna un determinado papel para que lo interprete; una persona hace de héroe, otra de heroína y una tercera de villano; y terminada la representación, abandonan el escenario y concluyen las relaciones entre ellos; ya no son marido, esposa, o villano y héroe. Similarmente, los místicos nos dicen que este mundo no es más que un teatro, en el que nos han asignado una determinada parte que debemos interpretar.
En cuanto somos alma, está claro que nuestra relación verdadera es con el Padre. Y la labor de los místicos es enseñarnos a descubrir la relación verdadera con el Padre mientras nos desapegamos de las relaciones temporales de este mundo. El propósito principal de vivir en un cuerpo, es decir, en la forma humana, es llegar a percibir al Señor a través del espíritu interior.
Por tanto, todos aquellos que asistimos al satsang de un maestro espiritual, hemos sentido que hay verdad en sus palabras, en sus enseñanzas. Compartimos la alegría y la esperanza de que con la guía del maestro y cumpliendo los requisitos que él nos pide, llegaremos a conocer la verdad en nosotros, el alma, siguiendo el camino de unión a Dios. Creemos que esto será una experiencia real para cada uno de nosotros.
Seguimos al maestro, porque en cierto momento de la vida hemos sentido la necesidad y el impulso de buscarle un sentido a nuestra existencia. El ser humano está desamparado en esta creación y cree que tiene que existir algo superior a él en quien poder encontrar el sentido a esta existencia, a menudo vacía y triste.
Por tanto, lo que nos hermana es esa ‘inquietud de conocernos a nosotros mismos, así como nuestra relación con el poder absoluto o Creador’. Y eso es lo que recibe el nombre de ser buscadores de la espiritualidad, buscadores de la verdad. Justamente, el satsang de un maestro espiritual es el foro o plataforma donde es posible recibir las enseñanzas de la espiritualidad.
En el libro Mi sumisión leemos:
Los santos miran al alma y no al cuerpo. Muestran el sendero para la evolución del alma. Y reúnen para el Señor a las almas extraviadas, restableciendo la verdadera fraternidad. Su trabajo es unir a la humanidad con el lazo del amor.
En el satsang obtenemos la información y el conocimiento necesarios para poner en práctica lo que nos conducirá a la consecución de la más alta aspiración del alma, que no es otra que la reunión con Dios. El Gran Maestro, nos habla de este conocimiento en el libro Joyas espirituales:
El hombre está dotado con el poder de desprenderse del cuerpo y de la mente: por eso, le corresponde desarrollar este poder y librarse de los males del cuerpo y de la mente. La forma más fácil de hacerlo es la de adherirse a algo que esté más allá del cuerpo y de la mente, y eso es la corriente del sonido. Cuanto más grande sea la adhesión a la corriente, mayor será el desprendimiento del cuerpo y de la mente.
Y llegados a este punto, si conocemos la información y tenemos la confianza de que el maestro espiritual responde a nuestra inquietud, encauzándonos hacia la búsqueda de la verdad, debemos admitir que ¡estamos de suerte! Nuestros días ya no pasarán en el desierto de la inconsistencia y la temporalidad, como suelen decir los místicos. Lo que significa que no desperdiciaremos nuestras ‘respiraciones’ recogiendo arena inútilmente en el desierto de la vida; nuestro cuerpo habrá sido útil, respondiendo a la búsqueda de la verdad.
De nuevo, esta forma humana, este cuerpo –que tiene una caducidad y al cual calificamos de frágil como el papel y perecedero como una hoja– tiene un extraordinario valor mientras vivimos en él. Es solo en este lapso o duración de la vida humana cuando podemos materializar el propósito para el cual el Creador la ha diseñado: para reunirnos con él; el resto es secundario ¡No se puede pasar por alto la gran oportunidad y bendición que significa que el alma esté en un cuerpo humano!
Por eso, estamos de suerte. Gracias a la asociación con el maestro espiritual recibimos el conocimiento de las enseñanzas y la iniciación. Con ella se nos concede la técnica para interiorizarnos y recorrer la senda que nos lleva, sin más dilación, a nuestro propio conocimiento como seres espirituales o autorrealización. Después, alcanzamos el conocimiento de nuestro Creador o lo que se denomina realización.
Hazur Maharaj Ji comenta en Discursos espirituales, vol. II:
Después de muchas dificultades, el Señor nos ha bendecido con una forma humana. Quién sabe si nos volverá a conceder alguna vez más esta bendición; o si lo hace, si naceremos en algún lugar donde nuestros pensamientos no se dirijan a él ni siquiera inadvertidamente.
Debemos ser conscientes de la importancia de nuestro nacimiento en la forma humana y no tomarlo como algo corriente. Es una rara oportunidad, es un don excepcional que merece nuestra máxima consideración y agradecimiento. Por eso, nunca deberíamos olvidar la razón por la que el Señor nos ha bendecido con esta vida humana: nuestras relaciones con las personas son simplemente relaciones de dar y tomar, parte de nuestro destino o cadena kármica, mientras que la realidad es únicamente la relación del alma con el Ser supremo.
Soami Ji describe el cuerpo humano como una ciudad muy hermosa, porque mientras vivimos en ella podemos encontrar la ganga final: Dios. La única ganga verdadera que podemos obtener en la forma humana es el amor y la devoción por el Señor, y la unión con él. Por este motivo, los santos nos advierten que si deseamos realizar el propósito para el que se nos dio una vida humana, debemos aprovechar plenamente la ventaja de esta oportunidad, mantener claramente nuestro objetivo ante nuestros ojos, buscar nuestro punto de destino y, así, completar nuestro viaje espiritual.
M. Charan Singh. Discursos espirituales, vol. II