La solución es siempre la misma
Solamente te puedo decir una cosa: tan
solo atiende a tu meditación. No existe otro
camino, no existe otro atajo. Al atender a
tu meditación, automáticamente, estarás
progresando hacia tu meta.
M. Charan Singh. Muere para vivir
Entre la realidad y nosotros se interpone la mente. La mente es la impulsora del karma y está directamente asociada al sufrimiento y al dolor. En diferentes épocas y tradiciones los místicos han utilizado símiles para explicar su naturaleza, porque si la mente es el problema, una buena gestión de la mente puede llevar a la solución.
En la tradición judeocristiana, la mente se compara directamente al demonio, ‘un hombre feo con cuernos y cola cuyo único fin es hacer el mal’. Nos susurra al oído sus maldades y utiliza todos sus recursos y poderes, que son muchos, para hacernos caer en la tentación y acabar ardiendo en el infierno eternamente.
Es un símil bastante acertado si tenemos en cuenta que escuchar la ‘vocecita’ de la mente nos mantiene prisioneros en este mundo, vida tras vida.
En el Evangelio según San Juan (8:43-45) leemos:
¿Por qué no entendéis lo que digo? Porque no podéis oír mi Palabra. Sois de vuestro padre el diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él fue un homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira.
John Davidson, en su libro The Gospel of Jesus afirma:
A nivel humano, la mente incluye memoria, intelecto, emoción, pensamiento, previsión, discriminación, intuición y demás facultades mentales, energías y tendencias. Esto abarca las debilidades, las fortalezas y todo lo que reconocemos como humano. Todo esto se exterioriza a través del cuerpo y las diversas funciones sensoriales y motrices. De hecho, el propio cuerpo es la expresión o manifestación externa de las tendencias y características de la mente. Todo parte integrante del sistema de Satán.
Asociar la mente a Satán significa directamente verla como la causante de todos nuestros males. Satán, la mente, es el enemigo por excelencia al que hay que plantarle cara y vencer.
Si vosotros permanecéis en mi Palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Jn. 8:31
Es una clara invitación a seguir al maestro y a escuchar la Palabra o Shabad.
También se compara la mente a una peligrosa serpiente. La serpiente se enrosca a modo de abrazo y puede acabar estrangulando. Además es vistosa, sutil, sinuosa, y con su baile hipnotiza. Alguien puede quedarse mirándola y cuando se quiere dar cuenta ya le ha inyectado su veneno. Un veneno que puede matar.
La mente también es muy poderosa, tiene el arte de convencernos de cualquier cosa, tiene argumentos para todo, nos domina, nos lleva de un estado de ánimo a otro: de la ira a la euforia y del amor al odio.
Gurú Nanak solía dar el ejemplo de una serpiente en el árbol de sándalo. Decía que la madera del sándalo es aromática y tiene propiedades refrescantes, y por eso la serpiente, ardiendo de calor a causa de su veneno, se suele enroscar en su tronco. Si alguien quiere conseguir un trocito de sándalo no dirá: “Disculpe señora serpiente, ¿podría apartarse que voy a arrancar una ramita?” Quien quiera una ramita de sándalo tiene que matar a la serpiente.
Hazur Maharaj lo explica en el libro Spiritual Perspectives, vol. II:
Este cuerpo humano es como el árbol de sándalo. La fragancia del Señor está aquí, en nuestro interior, siempre, y esta vida es la oportunidad más valiosa que se nos ha dado, pero la serpiente de la mente se ha enroscado a nuestro alrededor. A menos que capturemos a la mente y la sometamos, no podremos alcanzar aquello que el Señor ha guardado dentro de cada uno de nosotros.
Esta es la historia de nuestra vida. Si manda la serpiente, la mente, no hay sándalo, el camino al espíritu está cortado. Podemos hablar del sándalo, de cómo cuentan que es, podemos cantar canciones que hablen del sándalo, podemos ignorarlo incluso y mirar para otro lado…, podemos hacer muchas cosas, pero no podemos acceder al espíritu. El camino al espíritu está cortado por la mente. Todo lo que el Señor tiene guardado para nosotros en nuestro interior, ahí se queda. Como un regalo que se queda por abrir olvidado en el fondo de un armario. El armario es de nuestra propiedad, el regalo también, pero si no podemos acceder a él es como si no lo tuviéramos.
El mensaje que nos llega desde esta perspectiva es que la mente es traicionera, el matiz es que en este caso cortarle la cabeza a una serpiente es más accesible, se ve más viable. Una serpiente al fin y al cabo es un ser vivo, como nosotros. No es un ente sobrenatural dotado de un ejército como el diablo. De todos modos, ambas comparaciones nos invitan a protegernos, a defendernos, e inspiran en nosotros una actitud guerrera. Hazur Maharaj Ji continúa en Spiritual Perspectives, vol. II:
Gurú Nanak, dice: Acude a un místico, él te dará la espada del Nam. Corta la serpiente de tu mente y, entonces, sea cual sea el tesoro que el Señor ha guardado en tu interior es todo tuyo.
Vemos que el símil es diferente, pero el consejo sigue siendo el mismo: acudir a un maestro e iniciarse en la práctica del Nam o Shabad.
En la literatura mística también se ha comparado la mente a un mono. Se dice que la mente es como un mono loco que va de rama en rama, de pensamiento en pensamiento sin ton ni son, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. La figura del mono define nuestros pensamientos incontrolados, artífices de nuestras emociones y que son, en definitiva, los que dominan nuestra vida. Se dota de personalidad a ese loco parloteo que sucede dentro de nuestra cabeza.
Por lo visto, una técnica para cazar monos es meter una pieza de fruta dentro de un jarro de boca estrecha donde solo entra una mano. El mono mete el brazo, agarra la fruta y con el puño cerrado no la puede sacar. El mono es tan tonto, que prefiere dejarse atrapar por los cazadores a soltar la fruta y liberarse. Así de tonta es también la mente, que por no soltar sus apegos se queda atrapada en este mundo.
Si se piensa en la mente como un monito juguetón, se consigue que no parezca un enemigo invencible sino un aliado que hay que domesticar. Es un enfoque más reposado y pacífico. A un mono juguetón se le puede incluso tener cariño y se puede ser paciente con él. Con la serpiente poco, y con Satanás menos. Y en este caso el matiz es que no hay que matar ni destruir a nadie, aquí se trata más bien de domar a la mente. Gurú Nanak en un fragmento del Sidh Gosht explica:
Así es como yo he domado a mi propia mente: Me conecté con el Verbo que mi maestro me dio, y por su gracia el Señor me unió consigo mismo. Entonces, me volví omnisciente, omnipresente, y gracias a una completa buena suerte me fundí en el Señor.
De nuevo el símil es diferente, pero la solución es la misma: busca un maestro que te conecte con el Verbo o Shabad.
Otro símil para explicar la naturaleza de la mente se lo habremos oído a Baba Ji. Él a menudo compara la mente con un ordenador. Un ordenador es un aparato que no tiene vida propia, que responde a las situaciones en función de la información que han introducido previamente: la programación. Del mismo modo, la mente va recibiendo información a través de las cosas que ve, las cosas que oye, las sensaciones que percibe, etc., y en base a toda esta información genera una respuesta. Si la información que entra es violenta, la respuesta generada será violenta. De nosotros depende el tipo de información que metemos en el ordenador.
Desde esta óptica es muy fácil desvincularse de la mente, verla como algo externo, como algo bobo y sin poder propio. Y parece incluso viable el hecho de programarla adecuadamente y controlarla. Por cierto, la expresión ‘controlar a la mente’ es muy significativa: a menudo decimos controlar a la mente, como si la mente tuviera personalidad propia, como si fuera alguien. Se controla el coche, el ordenador, un avión. Se dice controlar la pelota, controlar el tiempo, controlar la pierna... Son todo cosas o términos abstractos, pero en cambio a menudo decimos ‘controlar a la mente’, cuando esta expresión se utiliza para seres animados: controlar al equipo de personas, controlar al niño, controlar a los trabajadores… Inconscientemente le estamos dando un poder a la mente que por sí sola no tiene.
Por tanto, este símil considera a la mente como un ordenador. Pero la solución que propone Baba Ji para controlarla sigue siendo la misma: maestro y meditación en el Shabad.
Hemos visto cuatro formas de abordar la naturaleza de la mente:
- Vencer al diablo.
- Cortarle la cabeza a la serpiente.
- Domesticar al mono juguetón.
- Controlar el ordenador.
La mente es la misma, los matices muy diferentes. Cada uno según su forma de ser se sentirá más identificado con una comparación que con otra. Unos preferirán emprender la cruzada de su vida y vencer a la mente como si del propio diablo se tratara. Otros preferirán empuñar la espada del Nam y cortarle la cabeza a esta mente viperina. Otros, quizás, hacerse amigos del monito juguetón, al que con cariño y paciencia irán domesticando. Y puede ser que los más tecnológicos opten por manejar el mando de la mente a su manera y llevar ellos el control. Sea como sea, la clave para conseguirlo seguirá siendo la misma: meditar en el Shabad bajo la protección de un maestro verdadero.