En el Café Maya
Un cuento cósmico que subraya la ilusión en la que vivimos, puede ayudarnos a poner las cosas en una perspectiva más clara.
Dice la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en el futuro, en una lejana dimensión, Jiva y su gurú Murshid caminaban por la rambla de la Bahía Dos Lunas cuando, entre los rascacielos, se encontraron con el Café Maya.
Fatigados tras el viaje astral realizado, se refugiaron con gran contento en la acogedora atmósfera del café. Una vez en el interior, Murshid preguntó: “Jiva, ¿esta lujosa cafetería es Starbucks?”.
El discípulo respondió: “Por supuesto que no, Murshid”.
Pero tan pronto como pronunció estas palabras, percibió la inconfundible sonrisa traviesa de su gurú y añadió: “Oh Murshid, soy tan lento…, naturalmente tú sabías que este era el Café Maya. Me estabas tomando el pelo”.
“No te preocupes, Jiva, en cualquier caso, todo es una ilusión”. Dijo Jiva: “Esto es algo que realmente no comprendo, Murshid. ¿Por qué dices que es ilusión cuando todo aquí es tan real? El aroma del café fresco, la música, la gente, todo es tan real… ¿Por qué dices, entonces, que todo es ilusión?
A lo que Murshid replicó: “Mira, desde tu punto de vista, desde donde tú estás, se ve y se siente muy real, pero desde el punto de vista de la eternidad, todo lo que es transitorio es como un sueño y, por tanto, una ilusión. El sufrimiento que experimentas dentro de la ilusión es muy real. Cuando soñamos, consideramos real todo lo que soñamos. Si durante el sueño sufrimos, nuestro sufrimiento es muy real. Solo al despertar comprendemos que no era más que un sueño. Del mismo modo, cuando despertemos de la ilusión en la que ahora nos encontramos, comprenderemos que todo en nuestra vida fue un sueño. Ahora, tú debes encontrar la sabiduría para conocer la diferencia entre lo que parece real y lo que realmente lo es”.
“Para comprender lo que estoy diciendo –prosiguió–, necesitas dejar de pensar que eres tu cuerpo y tu personalidad, y eso solo puedes hacerlo cuando estableces tu mente en el Shabad. Cuando lo hagas, despertarás de la ilusión de este reino de consciencia y experimentarás una dimensión de conciencia totalmente nueva, que trasciende el sufrimiento y el cambio”.
“En todo caso –dijo Jiva–, yo todavía no veo como todo puede ser una ilusión. Por favor, muéstrame cómo todo aquí es una ilusión”.
“Bien, como gustes Jiva, tú lo has querido. Voy a mostrarte el poder de la ilusión. Tráeme, por favor, un chai con leche de soja y pide lo que quieras para ti”.
Jiva dio un brinco y se puso en la larga cola. Jiva comenzó a pensar: “Aquí estoy, un recientemente cualificado Ingeniero de Inteligencia Artificial Astral, un IIAA; amo mi trabajo, pero lo que realmente deseo es tener una esposa e hijos a quienes cuidar y amar”. Mientras pensaba estas cosas, una mujer se unió a la cola y, accidentalmente, se topó con él. A los ojos de Jiva ella era muy atractiva. Sin perder tiempo, Jiva dijo: “Mi nombre es Jiva, ¿cuál es el tuyo?”. “Mi nombre es Maya”, dijo ella. Ella le miró –qué guapo era–, y él la miró –era tan hermosa–. Ambos comprendieron que estaban hechos el uno para el otro. Tras un breve intercambio de cumplidos, él no pudo evitar decirle: “No tengo ninguna duda. Tú estás hecha para mí, ¿me dejarás ser para ti?, ¿te casarás conmigo?”. Llena de dicha, ella exclamó: “Sí, lo haré”. Jiva dijo: “Mis padres estarán encantados”. “También los míos; –dijo Maya– hablemos con ellos y dispondremos los esponsales”.
Al poco tiempo se casaron. Juntos trabajaron duramente, formaron una familia y se convirtieron en una pareja exitosa. Se compraron un lujoso ático en una moderna zona de la Bahía Dos Lunas donde vivieron felices con sus cinco hijos.
Las cosas no podían ir mejor para Jiva y Maya, hasta que un día cuando Jiva estaba trabajando, sintió una sacudida. Miró hacia arriba. Las lámparas del techo oscilaban como péndulos. La gente comenzó a gritar. Todo se movía. Se oyó un tremendo sonido. Él miró hacia afuera y vio las ventanas de todo un rascacielos romperse y caer en picado como una cascada.
Un devastador terremoto estaba sacudiendo toda la isla espacial. Parecía como si la disolución del universo hubiese llegado. Había caos y gritos por todas partes. Al poco rato los temblores remitieron y Jiva corrió hacia el edificio donde vivía su familia. Por el camino, todo lo que vio fue caos absoluto. Los edificios se habían desplomado. Solo había escombros, fuego, humo y gritos de auxilio. Cuando finalmente llegó a casa, aunque ya se temía lo peor, no estaba preparado para lo que vio: el terremoto había derribado el alto edificio donde vivía su familia. En pie ante el ruinoso edificio, el hogar familiar convertido en un montón de escombros polvorientos. Todas sus posesiones, esperanzas y sueños habían sido destruidos. Comprendió que lo inimaginable había sucedido. Su amada esposa y sus cinco hijos estaban en la casa y habían perecido. Sin hogar, desamparado, impactado, devastado, y con lágrimas en los ojos, se hundió en el abismo de la desesperación.
De pronto, sintió que alguien tocaba su hombro. Se dio la vuelta y comprendió, con gran asombro, que estaba de vuelta en el Café Maya, haciendo cola para comprar las bebidas. ¿Y quién le estaba sonriendo? El mismísimo Murshid, su maestro espiritual diciéndole: “Jiva, vas a pedir mi chai con leche de soja o te quedarás ahí plantado como un zombi? Otros esperan para ser atendidos. Por favor, pide ya y dejemos la cola. De camino dime: ¿cómo resultó la experiencia sobre el poder de la ilusión? ¿Creíste realmente, querido Jiva, que eras un cualificado IIAA y que estabas casado con la preciosa Maya?”.
“Eso fue increíble… ¡Impresionante! ¿Ocurrió realmente?”.
“Sí y no”, dijo el Murshid. “Recuerda, querido, que en esta dimensión todo es y todo no es. Maya, o la ilusión, no es fácil de comprender. Lo que tú creíste experimentar durante un largo periodo de tiempo, duró solo el tiempo que te llevó hacer la cola. Esto es semejante a lo rápido que pasa nuestra vida. Todo parece tan real y, sin embargo, todo es temporal. Es una intrincada telaraña de ilusión en las redes del tiempo. Tu experiencia, pareciendo real, no lo era. Tu esposa no era real. Ni tú ni tus ocupaciones eran reales, ni lo eran tu hermosa y amante familia, tu éxito material, el sólido edificio y su derrumbe, ni el sufrimiento que sentiste, ni el caos. Nada de todo eso fue real”.
“No lo capto”. “Lo sé. Es difícil comprender que nada de esto es real. Pero, querido Jiva, todas las cosas por las que pasas en esta dimensión del tiempo tiene lugar en campos de energía que crean la ilusión de que las cosas están ocurriendo. Parece que hay personas y que pasan cosas cuando, en realidad, todo es un gran espejismo que se proyecta a sí mismo, en un campo electromagnético de energía sin forma y sin materia. Todo es una enorme ilusión, y la ilusión ocurre en muchos niveles. La buena noticia es que a pesar de las densas capas de ilusión, tú puedes despertar dentro del sueño”.
“¿Cómo puedo despertarme?”.
“Manteniendo tu mente completamente inmóvil en la sede de la consciencia”.
“Pero ¿cómo puedo hacerlo cuando estoy inmerso en algo que no es real?”.
“Jiva, tú piensas que solo puedes llevar a cabo una práctica de meditación cuando eres un ser realizado. Pero esto no es así. La verdadera práctica espiritual se realiza en la ilusión, dentro del sueño, con todas sus frustraciones. Ahí es donde haces tu práctica. La práctica espiritual continua es necesaria. No descanses. Si mantienes tu atención en la repetición del simran o en escuchar el Shabad, te garantizo que nunca te aburrirás. El simran y el bhajan te llevarán a la fuente del sonido y despertarás de tu sueño”.
“¡Si pudieras tener un vislumbre de la maravillosa realidad que eres!”, prosiguió Murshid. “Cuando eres capaz simplemente de sentarte y permanecer inmóvil, te liberas de todo. Si deseas comprender quién eres en realidad, tienes que ir ahí por ti mismo, sin el cuerpo. Para ir ahí sin el cuerpo, necesitas comprender que tú no eres cuerpo ni nada relacionado con él. ¿Comprendes eso, Jiva?”.
“Es realmente difícil de asimilar, Murshid. Lo que quiero decir es que es más fácil de tragar esta gran cantidad de café con leche de soja que tus conceptos”.
“Mira, Jiva, tu intelecto te ha traído hasta aquí, pero no te llevará más lejos. Por el momento, tu espiritualidad se basa en los conceptos que te han enseñado, no en tu propia experiencia. No hay nada malo en los conceptos. Apuntan a la realidad. Pero lo que tú necesitas experimentar es solo lo que los conceptos señalan. Llega un momento en el que para evolucionar espiritualmente, tienes que olvidar todo lo que has aprendido. Presta atención a lo que el maestro dice a propósito de la verdadera identidad, sobre la importancia de inmovilizar la mente y la utilidad de aceptar la ley del karma. Pero por encima de todo, lleva sus instrucciones a la práctica”.
“Lo comprendo, Murshid. Dime, ¿las enseñanzas que me das son nuevas?”.
“No, Jiva, estas enseñanzas no son nuevas. Se encuentran entre las más antiguas y profundas enseñanzas que el mundo ha conocido. A veces parece que las enseñanzas desaparecen o que se pierde el mensaje fundamental, pero mientras haya un verdadero maestro espiritual vivo en el mundo, las enseñanzas estarán a nuestra disposición. Tan solo tenemos que prestar atención y hacer el esfuerzo para experimentarlas por nosotros mismos”.
“Murshid, ¿puedes resumirme en pocas palabras lo que dicen estas antiguas enseñanzas?”.
“Las enseñanzas dicen: Mi gurú me inició en el conocimiento de mi verdadera naturaleza. Yo no soy mi cuerpo ni mis sentimientos, ni mis pensamientos. Yo soy la consciente, informe, resplandeciente sonoridad del Shabad. Eso es lo que soy y lo que dicen las enseñanzas”.
El Murshid tomó un sorbo de su taza y prosiguió: “Ahora dime, Jiva, ¿cuál fue la mayor lección que sacaste del extraordinario encuentro que tuviste con Maya, cuando estabas haciendo cola para comprar las bebidas aquí, en el Café Maya, y te encontraste casado y con cinco hijos?”.
“Me alegro, Murshid, de que nunca ocurriera, incluso si ocurrió. Pero de ese mal viaje que tuve, diría que la mayor lección llegó cuando te compadeciste de mí –estando yo en pie como un zombi ante la caja del café– y me despertaste. Eso fue genial. Y puesto que ya me despertaste una vez, ¿no podrías hacerlo de nuevo, tocando simplemente mi hombro y despertándome de esta dimensión?”.
“No, Jiva, yo solo te estaba demostrando lo que es la ilusión, ya que me lo pediste. Tú ya has despertado de esta dimensión. Es por eso que pudiste regresar aquí tan fácilmente. Despertar de esta experiencia ilusoria y comprender tu realidad espiritual es algo que has de hacer por ti mismo. Si tienes sed, ¿cómo calmará tu sed que yo beba? Para despertar a esa dimensión superior, necesitas mantener tu atención en el Shabad. Si lo haces, el contacto con el Shabad te despertará de la ilusión”.
“Entretanto –dijo Murshid–, disfrutemos de la música, saboreemos nuestras bebidas y esperemos a que el lector se una a nosotros, en nuestra mesa, al final del siguiente capítulo”.
From self to Shabad