Fundirse en el océano
En uno de sus poemas, Soami Ji hace la siguiente pregunta: “Alma, ¿quién eres? ¿De dónde vienes?”, apelándonos claramente para que recordemos nuestro verdadero origen, para que recordemos que somos hijos del Señor y que una vez fuimos residentes de Sach Khand.
Sócrates, el filósofo griego, escribió que el más elevado de todos los conocimientos era: “¡Conócete a ti mismo!”. Escribió esto porque él también creía que existe un ser verdadero del que no somos conscientes. Él creía que si no nos conocemos a nosotros mismos, si no buscamos conocer a nuestro verdadero ‘yo’, entonces, no sabemos nada y esta vida no vale la pena vivirla.
Ahora bien, para obtener este conocimiento de nuestro verdadero ‘yo’, necesitamos primero entender qué es lo que se interpone en nuestro camino, y luego aprender el método para superarlo.
Paltu en el libro: San Paltu, su vida y enseñanzas, de manera sabia nos dice:
Al único y maravilloso Señor puedes verle
si entras en tu interior.
Su refulgencia se hace visible
cuando se domina la mente y el ego desaparece.
Aparta el velo que cubre los reinos interiores
y el Señor aparecerá en tu interior.
En este verso explica que el obstáculo que se interpone en nuestro camino es nuestro ‘yo’, en otras palabras, nuestra mente o ego; este es el velo que nos oculta al Señor.
Apartar el velo que nos separa de él, significa simplemente alejarse de esta mente que ha creado la creencia errónea de que existe un ‘yo’ separado, un ‘yo’ y un Dios separado; alejarse de este ego que se proyecta o se ve a sí mismo superior a Dios. Las escrituras nos explican con profundidad la naturaleza del ego o ‘yo’, y en ellas se afirma que cada acción que realizamos nace de este ego y se hace solo para satisfacerlo. Completamente esclavizado a las cinco pasiones y los sentidos, el ego sigue deseo tras deseo, tentación tras tentación ciegamente, dictando y controlando todo lo que hacemos, decimos y pensamos.
Cada conocimiento que tenemos, cada concepto, cada idea es de nuestro ego –nuestra mente–. El ego es la ignorancia de quienes somos en realidad. Es como si nosotros fuéramos el agua dentro de una botella de vidrio que está flotando en el océano, y pensáramos que somos la botella en vez del agua. Es como una máscara que imita o pretende ser real. Pero la realidad es lo que hay detrás de la máscara.
Los místicos llaman al ego un ‘muro de falsedad’, porque nos oculta la verdad. Si nos alejamos de este muro y apartamos este velo, entonces, el secreto de los secretos, nuestra verdadera identidad aparecerá milagrosamente en nuestro interior, tan clara como nuestro propio reflejo en un espejo.
¿Cómo, entonces, nos apartamos de la mente y rasgamos el velo del ego? En Filosofía de los maestros, vol. IV, leemos:
Es solo el Shabad, el Nombre de Dios lo que quema el ego y somete y calma a la mente. Y es solo por la gracia del Señor, que obtenemos el conocimiento del Shabad.
Los emisarios o mensajeros del Señor, aquellos a quienes llamamos maestros vivos realizados, son enviados para despertarnos, para enseñarnos cómo reconectarnos con la corriente del sonido, y para hacernos conscientes de la verdad de nuestra unidad con Dios. Nos enseñan que la única manera de encontrarnos realmente a nosotros mismos es invirtiendo la dirección de nuestra atención o consciencia. Hasta ahora la mente o ego nos ha mantenido atrapados, apegados a este mundo físico exterior. Ahora, nos dicen: “¡Vuélvete hacia adentro, ve hacia adentro y experimenta tu verdadero ser!”.
El método que los maestros enseñan se llama Surat Shabad Yoga, y es el proceso de unir el alma, el surat, con el Shabad (Dios) a través de la práctica de la repetición del verdadero nombre de Dios, la concentración, la contemplación y la audición de esa corriente de vida.
Gurú Arjan Dev nos dice que aquellos que se dedican al nombre del Señor en su interior, sincera y completamente, aquellos que se concentran y escuchan el Shabad todos los días, aquellos que lo convierten en su compañero constante en su vida diaria, no solo se liberarán del ego, sino que gradualmente se volverán semejantes al Señor.
El espejo de nuestra alma que durante tanto tiempo tan solo ha reflejado las tinieblas exteriores, finalmente se volverá hacia el sol y brillará tanto como su fuente. Pero para que esto suceda, tenemos que trabajar muy duro.
Los maestros explican que este viaje espiritual hacia adentro es en realidad el proceso de lograr que todas nuestras debilidades e impurezas gradualmente desaparezcan. Es, metafóricamente, el proceso de disolver este viejo ‘yo’ en el océano del amor y experimentar el nacimiento de un nuevo ‘yo’.
Del mismo modo que una madre no puede dar a luz sin dolor, así también en este viaje para que nazca el nuevo ser, las dificultades tienen que soportarse hasta que finalmente estemos completamente puros y limpios; dignos de estar ante el Señor.
Ahora bien, por difícil que parezca el camino, por larga que sea la lucha, los maestros nos aseguran que todo discípulo es capaz de alcanzar esta meta. Todo lo que necesitamos hacer es poner toda nuestra fe y confianza en el maestro y nunca perder de vista nuestra prioridad.
Un día, el Señor Krishna estaba sentado a orillas de un río con su amada Radha. Estaba apoyado en un árbol tocando la más maravillosa y dulce de las melodías. Radha, sentada a su lado, observó cómo sostenía amorosamente la sencilla flauta de bambú, y se dio cuenta de cómo sus manos tocaban suavemente cada orificio, creando exquisitos sonidos. Cuanto más tocaba, más profundamente lo observaba, hasta que en algún momento se dio cuenta de que no podía ver la diferencia entre el intérprete y el instrumento.
A medida que las magníficas melodías resonaban por todos lados, transformadas cada vez más en una delicada sinfonía, parecía como si los dos se hubieran fusionado y convertido en un solo ser. Tan absorto estaba Krishna, tan completamente ajeno a todo lo que le rodeaba, que Radha comenzó a sentirse muy sola. Levantando la mano, ella trató de captar su atención una, dos veces, y luego una tercera vez. Finalmente, ella tocó suavemente la mano de Krishna. Él a regañadientes separó la flauta de sus labios, miró a Radha y preguntó: “¿Qué pasa, querida? ¿Por qué estás tan triste?”.
“Estoy sentada delante de ti, ¡pero tú no me ves! Sin embargo, mira esa flauta; tus labios siempre descansan sobre ella. ¿Qué ha hecho la flauta para merecer la bendición de ser llevada a tus labios tan amorosamente, mientras la tocas hora tras hora? ¿Qué ha hecho para lograr tu más profunda atención?”. En respuesta, Sri Krishna dijo: “Cuando estás tan llena de ti misma, pensando en ti todo el tiempo, ¿cómo puede siquiera brotar de mí un suspiro por ti?”.
Luego tomó la flauta de bambú y la giró para que Radha pudiera ver su interior, diciendo: “Mira, está completamente vacía, así que es fácil para mí llenarla con la melodía de mi divina canción”. El Señor Krishna le dio a Radha, de esta manera, la clave que puede ayudar a cada discípulo que lucha por progresar en este camino.
Krishna sabía que aunque Radha estaba sentada ante él, su mente estaba tan llena de pensamientos de sí misma, que no había lugar para nada más. Sin embargo, esa simple flauta de bambú que no tenía pensamiento alguno, que estaba vacía de sí misma, se había puesto en las manos de Krishna, se había entregado totalmente a él, confiaba completamente en él.
Esa es la razón de que la flauta captara la atención de Krishna, y por eso Radha los vio a los dos como un solo ser.
Los místicos hablan de la entrega y la sumisión como las actitudes por excelencia que conquistan el amor del Señor, en el camino de regreso a él. Aquí, rendirse significa confiar completamente en el Señor, aceptar todo lo que él decida darnos o negarnos, poniéndonos completamente en sus manos; al igual que esa delicada flauta de bambú.
Los místicos a menudo nos recuerdan que el progreso espiritual se basa en el mismo principio que cualquier otra cosa que emprendemos en este mundo. Solo sacaremos de él lo que pongamos en él.
El maestro de Rumi, Shams Tabriz en el libro: The Forty Rules of Love, nos aconseja:
No te preocupes ni analices a dónde te llevará el camino. En lugar de eso, concéntrate en el primer paso. Es el más difícil de dar.
Esa es la parte más difícil y de esa somos responsables, no hay duda. Una vez que demos ese paso, dejemos que el Shabad siga su curso natural: no luchemos contra la corriente del sonido. ¡Dejémonos llevar!
Y para dejarse llevar por esa corriente audible de la vida, todo lo que realmente necesitamos hacer es aceptar la voluntad de Dios y concentrarnos en dar ese primer paso, que es simplemente meditar. Cuando invertimos nuestra atención al interior, cuando comenzamos a practicar nuestra meditación no solo como un deber o como una tarea rutinaria, sino que la practicamos con pasión, con amor, entonces, como leemos en el Antiguo Testamento (Malaquías 3:3): “Y se sentará para afinar y limpiar la plata, porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata…”.
Así como un platero sostiene cada pieza de plata en el centro del fuego, donde las llamas son más calientes, para quemar todas las impurezas y purificarla, así como mantiene su mirada todo el tiempo en esa plata ardiente hasta que se refina por completo, así también el maestro sostendrá cada alma en sus brazos, protegiéndola, velando por ella hasta que esté perfectamente pura, hasta que finalmente se funda con ella, al haberla transformado en el Shabad.