Vivir las enseñanzas
El actual maestro ha dicho: El papel del místico es ayudarte a realizar la Verdad, no llevarte de una ilusión a otra. Sant Mat se fundamenta en sí mismo, es un camino espiritual, puro y sencillo, que cada iniciado tiene que recorrer individualmente.
A Wake up Call
En el satsang (discurso espiritual) de un maestro verdadero siempre encontramos una valiosa inspiración. Las palabras de los maestros nos ayudan a reflexionar sobre nuestra dedicación al sendero místico, pues suele ocurrir que tendemos a olvidar cuál es el objetivo de seguir un camino espiritual, a saber: liberarnos de lo temporal e irreal y conocer, por propia experiencia, la realidad permanente.
¡Es verdad! Perdemos objetividad, como suele decir el maestro, perdidos entre los mil quehaceres e intereses de la vida… Si no fuera por la influencia y fuerza renovadora del satsang del maestro, difícilmente superaríamos el decaimiento y la desorientación. De ahí que los maestros nos sugieran ‘volver a la base de las enseñanzas’; ‘basar nuestro recorrido del sendero en la experiencia y no en los conceptos’. También nos animan a reflexionar sobre la sinceridad de nuestro esfuerzo en la práctica espiritual al vivir la forma de vida de Sant Mat. Las palabras de los maestros no son baladíes, tienen la intención de reorientar nuestra vivencia del sendero, pues ellos saben que a pesar de nuestras buenas intenciones iniciales, con el paso del tiempo y el propio devenir de la vida, la superficialidad acaba instalándose en nuestra dedicación a la práctica de la disciplina espiritual.
Volver a lo básico de las enseñanzas empieza con algo tan sencillo como dedicarnos a ellas de manera honesta y sincera, sin perder de vista que disfrutamos de unas oportunidades y condiciones óptimas para practicarlas. No deberíamos subvalorar, en ningún momento de nuestra vida, la inexplicable fortuna de haber conocido a un guía espiritual que nos ha enseñado el camino místico. Si valoramos nuestra suerte: el nacimiento humano y disfrutar de la compasiva y amorosa guía del maestro espiritual, deberemos sacar fuerza interior para corresponder, con todo lo que está a nuestro alcance, a tamaño privilegio al disponer de una oportunidad excepcional.
El siguiente texto de las enseñanzas budistas ahonda en este aspecto, con la conocida imagen del océano, una tortuga y un aro. Así leemos en el libro: Budismo: Camino al nirvana:
El Buda habla de la singularidad de la vida humana mediante el siguiente símil: Supongamos, monjes, que un hombre lanza en el vasto océano un yugo con solo un hueco. El viento del este puede llevarlo hacia el oeste, y el viento del oeste puede llevarlo hacia el este, el viento del norte puede llevarlo hacia el sur, y el viento del sur llevarlo hacia el norte. Supongamos que una tortuga ciega saliese a la superficie del océano una vez cada cien años. ¿Qué se puede opinar sobre esto, monjes? ¿Podría esa tortuga ciega meter su cuello a través de ese único hueco del yugo?
Los elementos de esta analogía tienen el siguiente significado: El océano es el estado del samsara (ciclo interminable de existencia); la tortuga, nosotros; su ceguera, la ignorancia; y el yugo, las enseñanzas del Buda. El Buda reconociendo estas dificultades dice:
Difícil es obtener un nacimiento humano;
difícil es la vida humana.
Difícil es poder escuchar las enseñanzas verdaderas;
y rara es la presencia de los seres iluminados.
Nos encontramos en un nacimiento humano y ese ser iluminado, el maestro espiritual, guía nuestros pasos en el camino hacia la eternidad. Así que esta es nuestra situación: tenemos esta suerte merecida o no aunque real para nosotros. La cuestión que se suscita es si aprovechamos realmente unas circunstancias tan favorables. En este punto, viene a colación la analogía que el Gran Maestro solía explicar en sus satsangs acerca de un preciado puñal que un rey le entrega a uno de sus oficiales y que finalmente acaba utilizándolo para cortar vegetales en la cocina, cuando su finalidad era ennoblecer la lucha del oficial para ganar heroicamente la batalla. Igualmente sucede con nosotros, no debemos hacer un mal uso del nacimiento humano destinándolo a seguir el curso del placer pasajero del mundo, sino que debemos dirigirlo hacia el logro de algo mucho más noble. Todas las cosas relacionadas con el mundo y sus afanes ya las hemos hecho. Ahora estamos en el sendero interior que nos lleva a la reunión con nuestro Creador, a la verdadera vida en la eternidad; y con ella, al final de las vueltas interminables de esta experiencia pasajera en incontables vidas en esta creación.
Ahora es oportuno, recordar las reveladoras palabras de Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol. I, cuando señala:
Estar en el sendero espiritual en esta vida significa literalmente que debido a la acumulación de ciertos karmas buenos somos merecedores de seguir el sendero. […] No es pura coincidencia el que vengamos al sendero o al maestro.
Y en otro apartado, aclara que también estamos en el sendero por:
Muchos méritos haciendo muchos karmas buenos y por la sinceridad de nuestra devoción.
Pensémoslo muy bien: tenemos un pasado bien orientado en el viaje evolutivo de nuestra alma hacia su regreso a Dios, ya hemos andado una parte, ¿acaso vamos ahora a dar pasos atrás y desandar lo andado? No, no deberíamos equivocarnos y retroceder.
Pero como los místicos señalan, desde que vinimos a la creación nos hemos estado equivocando. Se nos dan oportunidades, hacemos nuestras elecciones, y cada vez nos apartamos más de la senda de la verdad; se nos ofrecen nuevas opciones y seguimos escogiendo erróneamente. Ahora tenemos la oportunidad de aceptar la voluntad del Señor. Y ¿cuál es su voluntad? Que sigamos las enseñanzas, algo tan elemental y fácil como esto. ¡No tenemos conciencia de lo arduo, esforzado y costoso que ha sido a lo largo de nuestra evolución en esta creación, llegar hasta el sendero de un maestro espiritual! Como nos falta esa conciencia, seguimos dejando que nuestra mente decida. Pero entonces convendría que nos preguntáramos: si hasta ahora la mente no ha hecho más que desviarnos, ¿por qué deberíamos continuar siguiéndola? El maestro, lleno de una misericordia que desborda cualquier muestra de compasión que conozcamos, nos ha iniciado y quiere que permanezcamos en su voluntad cumpliendo con el propósito por el que nos ha dado esta vida, y no dirigiéndonos hacia otros objetivos.
Dios ha hecho una creación muy hermosa y un mundo interior por descubrir totalmente accesible para nosotros, siempre que sigamos la debida práctica espiritual. Una práctica de meditación sencilla que consiste simplemente en recordar al maestro, y por la fuerza de su recuerdo a través de los cinco nombres sagrados, que se nos revelan el día de nuestra iniciación, aprender a abandonar el cuerpo y la mente para así reunirnos con él en el centro del ojo. Con esta práctica vendrá todo lo demás: vendrán las buenas cualidades como seres humanos, desarrollaremos un amor más profundo por Dios y sus criaturas, y alcanzaremos la paz interior. Así es como llegaremos a ser personas de verdad y no falsos seres atrapados en el mundo material.
A través del satsang, el maestro también nos ayuda a abandonar los conceptos y a darle valor a la experiencia para estabilizarnos verdaderamente en el camino. Por eso, constantemente, él nos insta a que toda la teoría que barajamos acerca de la eternidad, el amor y la paz que se asocian a la espiritualidad las encontremos ahora, aquí en este mundo. En otro caso, somos como esas personas que se pasan la vida expresando ideas y metas maravillosas acerca de un cielo o paraíso que nunca llegan a conocer. Pensamos que en el otro mundo o en otra dimensión encontraremos lo que no somos capaces de hallar aquí, pero si no encontramos esa paz aquí, ¿cómo podremos encontrarla allí?
Nos entusiasma la teoría de Sant Mat, es esperanzadora, pero ¿vamos a quedarnos tan solo en los conceptos? Es necesario que nos afiancemos en la experiencia, no sea que tengamos que oír lo que el maestro le respondió a un discípulo, cuando este expresó sus dudas acerca del camino espiritual después de bastantes años en el sendero. El maestro le explicó que esto le ocurría porque había basado su vivencia de las enseñanzas en los conceptos. Y las experiencias vienen de la práctica. La práctica nos dará la experiencia, y con ella vendrá el verdadero entendimiento, la certeza y la fe auténtica.
¿No estamos deseando experimentar de una vez por todas la divinidad de la que estamos hechos? El cielo no está allí en un lugar distante –lejos de nosotros–, ni la verdad, ni el equilibro. Todo podemos conocerlo ahora, esta es la oportunidad que no podemos desperdiciar. No podemos contentarnos dejando que el día a día nos arrebate nuestra sincera dedicación a la meditación y, de esta forma, perdamos la oportunidad de conocer de primera mano nuestro mundo interior junto al maestro. El Gran Maestro dice en Joyas espirituales:
Deseo que todos los que han recibido la iniciación puedan entrar dentro del centro del ojo, convertirse en los moradores de las hermosas mansiones que el Creador ha hecho para todos, y ser dueños de estas por derecho propio. En cierto modo no es difícil. Solo tenemos que mirar dentro de nosotros, en lugar de mirar hacia fuera. No obstante, en cierto modo, es difícil debido a que tenemos muy poco control sobre nuestra mente. […] Mediante la repetición de los nombres y la audición de la corriente del sonido –y todo esto para su propio beneficio–, la mente puede ser entrenada para mantenerse en el centro del ojo y gozar de esa dulzura y felicidad que no ha experimentado antes.
Igualmente, como se ha indicado, reflexionar sobre la sinceridad de nuestro esfuerzo en la práctica espiritual al vivir la forma de vida de Sant Mat es muy necesario. Deberíamos tener mucho cuidado en no relajar la disciplina que requiere el camino, para evitar así caer en vivir unas enseñanzas maravillosas sumidos en una monótona rutina en la que todo esfuerzo en la meditación decrece: falla el ímpetu y como consecuencia nos damos por vencidos, acabando en la peligrosa trampa de ser satsanguis de nombre y ritualistas de práctica. Lo reducimos todo a cuatro rondas irregulares de simran aquí y allá, sin proponernos ser más exigentes; asistimos al satsang más por motivaciones o gratificaciones sociales que por buscar realmente fuerza e inspiración; y hacemos algún servicio simplemente porque otros lo hacen, sin más implicación.
La reflexión sobre nuestro esfuerzo y dedicación a las enseñanzas es un imperativo. No deberíamos continuar engañándonos ni un segundo más, porque la soledad, la tristeza y el vacío interior que sentimos –reflejo de la aflicción del alma por volver a su fuente– no nos abandonarán hasta que vivamos las enseñanzas de verdad y con autenticidad. Solo así, la necesidad que nos ha movido a buscar la espiritualidad podrá satisfacerse plenamente. Eso es lo que el maestro nos recuerda y quiere que nos planteemos. Así se recoge en el siguiente fragmento del libro A Wake Up call:
¿Por qué vinimos a Sant Mat? Él señala que cada uno de nosotros ha venido de alguna tradición religiosa o cultural. Es probable que hayamos sido miembros de alguna comunidad con sus propias observancias, rituales y formas de pensar sobre la vida. Si hemos pedido la iniciación debe haber sido porque alguna de nuestras necesidades no estaba siendo satisfecha. ¿Cuál era esa necesidad? Y nos pregunta: ¿Dejamos un conjunto de tradiciones solo para aferrarnos a otras? ¿Pedimos la iniciación solo para unirnos a otra comunidad cuyas convenciones sociales y valores pondrían orden en nuestras vidas? ¿O vinimos a Sant Mat por algo más?
Sí, hay que volver a lo básico, dicen los maestros, y esto es sencillamente vivir las enseñanzas las 24 horas del día, es vivir la meditación. Y como todo en la vida, hay un proceso a seguir: la clave está en el periodo regular de meditación. Si ahí estamos presentes y conscientes, la delicia de ese momento bañará e influenciará el resto de las horas. Dentro de ese círculo florecerá la verdad y el maestro será nuestra constante compañía, nunca más nos sentiremos solos y la tristeza desaparecerá de nuestros corazones para siempre. La verdad, la voz de Dios, su susurro, lo que nos armoniza y a lo que pertenecemos, nos envolverá definitivamente y nos transportará a la dimensión verdadera donde nada hará desfallecer nuestros esfuerzos. Al experimentar una fracción de la melodiosa voz de Dios, de la música interior, conoceremos para siempre la eternidad. Hazur Maharaj Ji dice en Discursos espirituales, vol. II:
Únicamente con la práctica del Verbo recibiremos lo que tengamos que ganar.
Meditar cada día es una bendición, es el encuentro más afortunado que el día nos ofrece con el maestro, aquel que es nuestra fuerza y que nos sostiene en los constantes ajetreos y vaivenes de la vida. El maestro, aunque no seamos conscientes, nos está cuidando y amando más que el familiar más querido de este mundo. Meditar es estar con él, encontrarle en la oscuridad de nuestra mente, y su luz es lo que devuelve la alegría y felicidad a nuestra vida. Hemos de cuidar nuestra dedicación a las enseñanzas, procurando caminar por la vida unidos al maestro, ya que eso y solo eso es lo más importante en esta vida.
Una vez el maestro actual definió ‘la espiritualidad’ como el tomar conciencia de la presencia de lo divino en cada momento de nuestra vida cotidiana. Crecer espiritualmente es crecer en conciencia. El maestro nos recuerda que él es el más cercano de los cercanos; está a nuestro lado en todo momento, cada minuto, cada día, pero no físicamente. Necesitamos sentir su presencia donde realmente está: en nuestro interior. El maestro verdadero, como él tan a menudo nos recuerda, es el Shabad interior. Cada uno tenemos la oportunidad de pasar tiempo con nuestro maestro en privado, cada día, en la meditación. A través del simran podemos ser capaces de desarrollar la conciencia de la presencia del maestro, dándonos cuenta de que está con nosotros todo el tiempo.
A Wake up Call