La presencia
Al igual que un cisne nada en un excelso lago, o una abeja saborea el néctar de las flores, nunca te canses de estar con tu maestro; recibe su inspiración y sé siempre receptivo a él. Con tal devoción experimentarás todas sus cualidades.
Patrul Rinpoche. (Citado en Budismo: Camino al nirvana)
Los místicos y los santos de todos los tiempos nos han dado siempre las mismas enseñanzas y han revelado las mismas verdades. Nos dicen que la experiencia de la espiritualidad es el proceso mediante el cual pasamos de la separación de Dios a la unión con él.
Un día, alguien le preguntó a Hazur Maharaj Ji cómo era posible vivir en el presente. A lo cual respondió que él no vivía en el presente sino en la ‘presencia’. Esta es una gran diferencia entre un maestro espiritual y nosotros discípulos.
El maestro ha alcanzado la conciencia divina, se ha fundido y convertido en ella y, por tanto, nunca está separado de esa conciencia. Además, él se ha convertido en uno con su amado, y en todo momento están uno frente al otro. Ahora bien, ¿cómo podemos conseguir nosotros vivir en esta presencia continuamente, como lo hacen las almas realizadas de los maestros? Recordando nuestra verdadera realidad y meta. Recordándonos a nosotros mismos que somos alma, somos espíritu y no cuerpo o mente. Y que nuestra realidad, nuestro verdadero hogar, nuestra meta se encuentra por encima del centro del ojo. Y es justo ahí donde tenemos que intentar pasar nuestros días…
Si nos concentramos plenamente en el centro del ojo y conseguimos acallar a la mente, nos encontramos en un oasis donde no existen los pensamientos. Este es un lugar agradable para estar.
del yo al Shabad
El simran es el regalo personal del maestro hacia el discípulo, por eso repetir el simran es recordar al maestro; es la llave que nos abre todo el potencial de este sendero mientras estamos en el cuerpo humano. El poderoso simran del maestro es protector, nos proporciona equilibro y eleva nuestra atención, porque en realidad el maestro está plenamente contenido en esas cinco palabras. Cuando repetimos las palabras en el centro del ojo, ‘el cielo se abre’ y conectamos con el maestro; su presencia se hace realidad en un instante de forma completa. La experiencia de los beneficios de repetir el simran no es algo que vaya a lograrse simplemente por leerlo en los libros o creerlo, tenemos que comprobarlo viviendo la experiencia de esta verdad.
Un cantante famoso francés llamado Jacques Brel escribió en una de sus canciones: “… no me abandones. Te daré palabras que no tendrán ningún sentido y que solo tú entenderás…
Las cinco palabras o simran que se nos dan a todos los iniciados son las mismas, pero por otro lado estas palabras se nos dan de forma muy individual y se convierten en una de nuestras más preciadas posesiones. Es nuestro tesoro personal. Cada uno de nosotros le damos forma y lo entretejemos en nuestras vidas. Cada uno de nosotros lo hace vibrar para evitar que el corazón se enfríe y se aleje de su amado.
Aquellos que contemplan al Señor,
dedicando cada aliento de sus vidas a su recuerdo,
siempre lo llevan en sus corazones.
Sultán Bahu
El simran es el antídoto del olvido. Y este olvido no es otra cosa que soledad para un discípulo. Esta repetición espiritual es como una sortija mágica, aquí en el mundo, que nos capacita para alcanzar nuestra aspiración espiritual. Nada es más grande que el simran, y nada más efectivo para refugiarnos instantáneamente en el maestro. Sin embargo, si vemos que hacer simran todo el tiempo se hace difícil, ¿qué ayuda podemos buscar? Pues podemos procurar sentir la presencia del maestro simplemente pensando en él, buscando complicidad con él, desarrollando nuestro mundo alrededor de él e incluyéndole en todo lo que hacemos. De esta manera confluiremos en el simran, y ahí siempre encontraremos al maestro.
Un buen ejemplo de esta práctica fue Fray Lorenzo de la Resurrección, que vivió su vida en continua conversación con su amado. Cualquier tarea que hacía, por pequeña que fuera, la hacía con la consciencia de que era para el Señor y con el Señor. Igualmente, podemos repetir nuestro simran y de ese modo vivir nuestra vida entera en la compañía de Dios.
Podemos vivir nuestra existencia junto al maestro, llenándonos en todo momento de pensamientos que nos colman de esperanza. Estar en su presencia libera al alma, y su recuerdo dentro de nosotros nos da el calor espiritual que cura el frío exterior del mundo. No obstante, después de buscarlo interiormente de manera cada vez más intensa, podríamos preguntarnos: ¿Por qué se esconde? Hazur Maharaj Ji solía mencionar que Bulleh Shah se quejaba de esto, y se refería a su maestro como un ladrón que había tomado posesión de su cuerpo y mente y moraba en él escondido.
El verdadero amor me ha engañado, ¡oh amigo!
Revélame el país de mi amado.
[…] Él con amor me ha robado el corazón.
Bulleh Shah
Mira Bai solía llamar al maestro un amante sin corazón que nos llamaba por nuestro nombre, atravesaba nuestros corazones y luego desaparecía. Sin embargo, el maestro no se ha ido a ningún lugar en particular, no se esconde, lo que ocurre es que buscamos una puerta abierta sin saber que ya estamos en la entrada de la puerta. Hay que recordar que el maestro está siempre en nuestro interior y a nuestro alcance cuando lo deseamos, basta repetir los cinco nombres para encontrarle.
Lo importante es permanecer cerca del amado… de una forma u otra. Pero cuando divagamos en el exterior, fuera de nosotros mismos, es ahí que le olvidamos. Entonces es cuando comprobamos la desolación que sentimos al alejarnos de nuestro centro interior, de esa presencia espiritual. Ahora bien, ¿qué es lo que nos hace sentir la necesidad de que el maestro esté cerca de nosotros todo el tiempo? Es el amor. Esa pequeña palabra que causa estragos en los corazones que conquista, pero que también los recompensa abundantemente y de formas inimaginables.
El amor al maestro nos empuja a jugar este juego interminable, porque el amor lo es todo y se encuentra en todo. Cuando lo experimentamos comprobamos que nunca está lejos de nosotros y que en realidad, aunque queramos, no podemos escapar de este sentimiento. Baba Ji se ha referido alguna vez a que todo empieza y termina con amor. No obstante, ¿cómo podemos reconocer este amor a nuestro nivel de consciencia? ¿Cómo lo sentimos? En una palabra, ¿cómo es para nosotros el amor?
A nivel general tal vez es difícil definirlo, pero lo importante es que sabemos a nivel individual que crea diferentes emociones y sentimientos que son únicos para cada uno de nosotros. El amor se manifiesta en algunas personas como un dolor agudo, debido a la separación que indudablemente llega un día u otro. En otras, es ardiente e intenso y casi enloquece al amante… Mira Bai escribió muchos poemas expresando estos sentimientos:
¿Adónde te has ido, querido Señor,
después de plantar tu amor en mi corazón?
Amado Señor, ¿cuándo me encontrarás?
Mira no puede vivir más sin ti.
Mira: la divina amante
Como discípulos, seguimos avanzando en el sendero sin que nos importe cómo se va manifestando este amor en cada uno. Al igual que los animales, algunos se arrastran, otros corren y los hay que hasta vuelan…, pero no importa cómo, ya que no existe el cálculo o la comparación del avance interior, solo el maestro lo conoce. Sencillamente, la belleza yace en el hecho de que el discípulo se convierte en amante y simplemente disfruta de encontrarse en este estado envolvente…, en este amor. Hazur Maharaj Ji solía decir que: Dios está enamorado de su amor.
El Señor se deja amar. Él no juzga la calidad del amante o del amor que recibe, solo observa cómo nuestro dolor desaparece cuando nos acercamos a él. Él no ve falta alguna, ninguna grieta en nuestros corazones, porque cierra sus ojos ante nuestra vergüenza y nos susurra al oído: sujétate a la esperanza y cambia tu forma de ser. La misma vergüenza que sentimos por nuestros fallos y que nos aleja del maestro es la que nos trae de vuelta a él. El Señor no solo nos perdona, revela Sarmad, sino que ni siquiera ve nuestras faltas. Las palabras de admiración y gratitud se entrelazan como un hilo luminoso en cada uno de los versos de Sarmad. Independientemente de lo olvidadizos o rebeldes que seamos, o de lo ignorantes y arrogantes, el amado interiormente solo nos muestra misericordia, perdón, gracia y amor.
Aunque mis pecados sean muchos,
su compasión es todavía mayor.
Yo nado en mares de desobediencia,
pero no me ahogo.
Sarmad, Martyr to Love Divine
Y esta es la verdadera realidad de nuestra existencia: el amor y el hecho de que la presencia del maestro es real y se encuentra en nuestro interior. Así que tenemos que mirar hacia dentro…, recordarle. Esbocemos esa sonrisa eterna, sabiendo que él está dentro de nosotros en todo momento.
Hay una historia que cuentan de Rumi:
Escuché que había dos grandes maestros en Egipto, así es que me apuré para llegar a su presencia. Cuando llegué, vi a dos maestros magníficos que meditaban. Yo les saludé tres veces, pero no me respondieron. Entonces medité con ellos durante cuatro días. Cada día les suplicaba que me hablaran, ya que yo había venido de tan lejos para verlos. Finalmente, el más joven abrió sus ojos y dijo: “Rumi, la vida es corta. Usa lo que te queda de ella para profundizar en ti mismo. No desperdicies tu tiempo en saludar a la gente”. Le pedí que me diera algún consejo y me dijo:
“Quédate siempre en la presencia de aquellos que te recuerdan al Señor, aquellos que no solo hablan con sabiduría, sino que son la sabiduría encarnada”. Luego volvió a su meditación.
Si realmente creemos en los maestros y los santos, entonces, tenemos que creer en todo aquello que nos dicen o enseñan. Y es así como describen nuestro destino final:
Caminaremos en campos de oro, nuestra mirada fija el uno en el otro, en un firmamento con millones de estrellas, volando con alas de luz brillante, directo a nuestro hogar original.