Esfuerzo y determinación
En el libro La ciencia del alma, en el apartado denominado: Un ramillete espiritual, se recogen diversas citas seleccionadas de las charlas impartidas por el maestro Sardar Bahadur Jagat Singh. Son muy inspiradoras además de ser todo un tratado de Sant Mat. Concretamente la cita nº 63, empieza así:
Hemos de trabajar con ahínco para someter a la mente y hacer valerosos esfuerzos para eliminar las malas cualidades que nos dominan…
Sardar Bahadur nos indica aquí que debemos trabajar con ahínco para someter a la mente. Y lo primero, como él dice, es esforzarnos por eliminar las malas cualidades que la dominan. Esta es una realidad a la que debemos despertar: nunca controlaremos a la mente sin esforzarnos primero por dominar sus tendencias negativas. Somos esclavos de nuestros deseos, nuestras pasiones… y por eso vivimos de manera descontrolada.
Antes de la iniciación ignorábamos este hecho, caminábamos de la mano de la mente felizmente, capricho que teníamos: capricho que satisfacíamos… Nuestra mente estaba completamente de acuerdo con el resto de nuestro yo: cualquier meta que planteaba estábamos dispuestos a conseguirla. Igualmente satisfacíamos cualquier deseo físico que sintiéramos… Por lo tanto, no había conflicto alguno entre la mente, el cuerpo y nuestro endiosado ego, había un ‘entente cordiale’. Íbamos allá adonde nos apetecía ir, persiguiendo el espejismo de una felicidad que nunca lográbamos plenamente… Así discurría nuestra vida antes de la iniciación.
Cuando llegamos al sendero de Sant Mat y pedimos la iniciación, no éramos plenamente conscientes de las dificultades que iba a entrañar este camino, no éramos conscientes del dominio total que ejerce la mente sobre nosotros. Por eso, nos llenamos de sorpresa cuando intentando controlarla se nos escapa una y otra vez y actúa por su cuenta. Así, muchas veces comprobamos que nuestra moral no está a la altura de las enseñanzas, otras que nos falta empatía hacia los demás…, pero sobre todo siempre salimos derrotados cuando nos enfrentamos a concentrarnos en el centro del ojo durante la meditación. Dolorosamente comprendemos que elevarnos interiormente es una lucha que durará, posiblemente, toda una vida.
Pero ¿cómo acallar a esta indómita mente? ¿Cómo dominar este cuerpo que creíamos nuestro? Descubrimos que entraña grandes dificultades una meditación cuya base es muy sencilla, pero tan difícil de realizar adecuadamente. Elevar la atención mediante el simran se nos hace imposible porque repetimos escenas del mundo… Estarse quieto también es una batalla que hemos de ganar a diario… Y en cuanto a la audición del sonido, la mayoría de las veces ni siquiera somos capaces de mantener la atención en cualquier sonido que podamos percibir… No nos damos cuenta y han pasado las dos horas y media de meditación, pero verdaderamente ¿qué hemos hecho durante este tiempo? Nos hemos puesto a practicar, sí, pero ¿hemos meditado realmente? No, la mente ha ganado la batalla. ¡Este es nuestro campo de batalla diario! Y comprendemos que, como nos decía Sardar Bahadur, hemos de trabajar con ahínco para someter a la mente.
La cita de Sardar Bahadur continúa:
Pero si, después de luchar duramente, aún vemos que no hemos avanzado un solo metro en este largo viaje, no debemos desalentarnos.
Recordemos que el maestro dice que ningún esfuerzo queda sin recompensa, y que todos aquellos que trabajan reciben un salario. Por lo tanto, todos nuestros esfuerzos serán recompensados, y además en este caso generosamente. Pero debemos ser conscientes, como dice Baba Ji, de que con nuestra meditación pagamos una fracción, de una fracción de fracción de nuestra deuda kármica, ¿cómo podríamos pretender, pues, con unas cuantas horas de práctica espiritual llegar a unirnos con el Padre? Es prácticamente imposible. Sin embargo, no debemos sentirnos descorazonados por reconocer nuestra incapacidad para lograr interiorizarnos con tan solo nuestro esfuerzo, sino que debemos modestamente aferrarnos a la mano del maestro para que nos ayude a ser más humildes.
Sardar Bahadur continúa diciendo:
El maestro sabe muy bien que, con nuestros débiles pies y manos, no seremos capaces de realizar este viaje ni aun cuando estuviésemos viajando durante cien mil años. Él quiere hacernos ver que si no interviene la gracia del Señor, nadie puede caminar por el sendero de la inmortalidad.
Esta es la enseñanza básica para todo discípulo: si no hay gracia, no hay progreso en el sendero para ninguno de nosotros incluso aunque meditemos cien mil años. ¡Gracia y esfuerzo son las dos alas que han de permitirnos volar hasta el Padre! Hazur Maharaj Ji siempre decía que necesitamos volar con dos alas, que con una sola ningún ave ni siquiera remonta el vuelo. Necesitamos las dos alas, nuestro esfuerzo siempre presente y la gracia del Señor, sin la que nada es posible. A propósito de la gracia, a Hazur Maharaj Ji le pregunta un discípulo en el libro Así habló el maestro:
Maestro, lo que yo no entiendo es de dónde viene el esfuerzo, ¿no viene de la gracia?
Y Hazur Maharaj Ji responde:
Ambas cosas van juntas. Sin gracia no vendrá el esfuerzo, y sin esfuerzo no conseguirás la gracia. Sin la gracia del Señor nunca estarás en el sendero ni encontrarás nunca al maestro, ni tendrás deseos de meditar. Así que primero vino su gracia y ahora tiene que llegar el deseo de meditar.
Como vemos, el maestro insiste una y otra vez: gracia y esfuerzo, ambas van de la mano. Es nuestro esfuerzo el que nos hace dignos de la gracia que recibimos y la gracia a su vez retroalimenta el esfuerzo. Es como un círculo, uno y otra se retroalimentan. Lo cierto es que la gracia está siempre ahí. La gracia ha sido derramada, sin embargo, ¿qué nos dice a veces el maestro? Él nos pone un ejemplo muy claro. Nos dice que la gracia es como lluvia que cae permanentemente del cielo, no obstante, si tenemos un recipiente boca abajo nunca podremos recoger esa agua que cae abundantemente del cielo. Tenemos que reorientar nuestra atención para poder percibirla.
Ahora surge una cuestión sobre la que tenemos que estar muy alertas: si por la gracia del maestro meditamos con ardor cada día y el ego se arroga el mérito, llegaremos a pensar que se trata de un mérito personal y, de esta forma, nos estaremos alejando del propósito por el que efectuamos la práctica espiritual. Nos equivocamos gravemente cada vez que calculamos nuestro esfuerzo, nuestro amor al maestro y nuestra devoción a Dios. Sardar Bahadur expresa en este sentido en su Ramillete espiritual:
Cuando un hombre presume de que ha dominado su mente con sus propios esfuerzos y poderes, el Señor vuelve inútiles todos sus esfuerzos con el fin de matar su ego. Cuando cae en la desesperanza y toma consciencia de su extrema debilidad, se le otorgan todos los dones y la gracia del Señor.
Reconocer que dependemos de la gracia de Dios y de la misericordia del maestro es un grado en el sendero del discipulado. Una de las primeras cosas que debe aprender todo iniciado es humildad. Es nuestro enorme ego el que nos tiene separados del Padre, el que cree que nosotros somos artífices de nuestros actos, dueños de nuestro destino. Humidad es precisamente la gran virtud que debemos adquirir de todos nuestros pretendidos esfuerzos.
Afrontar nuestros fracasos, ver que somos incapaces de conseguir cualquier logro personal sin ayuda del maestro, nos conduce a la humildad. Sin embargo, decir: ‘No puedo más, este camino me supera’, es la respuesta que la mente nos susurra para seguir controlándonos y alejarnos del esfuerzo que requiere este sendero. Fracasamos, sí, pero no nos damos por vencidos, por eso con más fuerza que nunca debemos decir: ‘Sí puedo… Puedo porque no estoy solo y cuento con la ayuda de mi maestro’. Y con la fuerza de nuestra fe, le decimos: ‘Maestro soy incapaz de cualquier logro en este sendero, por eso me pongo en tus manos: ayúdame a mantenerme a tu lado todo el tiempo pase lo que pase’. Esa es la respuesta adecuada, la que está esperando el maestro para darnos ese empujón espiritual que necesitamos.
A veces, cansados de tanto esfuerzo, nos preguntamos por qué el maestro no nos eleva interiormente sin tener que trabajar tanto. Sabiendo que el Shabad, la corriente audible de la vida es nuestra esencia interior, ¿por qué el maestro si tiene el poder de llevarnos inmediatamente no lo hace?
La respuesta a esta pregunta es cruda pero realista: No nos eleva de inmediato porque no estamos preparados. No es que el maestro no quiera o no pueda, la realidad es que nosotros no estamos preparados. Sería como conectar una bombilla de baja tensión a una corriente de alta tensión… La bombilla no soportaría la tensión y estallaría. Hazur Maharaj Ji solía poner un ejemplo que es muy gráfico y fácil de entender. Él decía que somos como un pañuelo de tela fina que cae en una zarza. Podemos retirar la tela de un tirón, pero ¿qué conseguiremos con eso? Destrozar el pañuelo. ¿Qué tenemos que hacer para liberar ese pañuelo de las zarzas sin desgarrarlo? Desprender, poco a poco, el pañuelo espina por espina para recuperarlo sin dañarlo.
Nosotros somos ese pañuelo, por eso el maestro nunca dará un tirón demasiado fuerte para llevarnos. Esperará a que estemos preparados, esperará a que con nuestro esfuerzo y con su gracia podamos desprendernos uno a uno de los apegos y deseos que nos atan a la creación. ¿Cómo podemos hacer todo eso? La respuesta es sencilla: siguiendo las enseñanzas y practicando diariamente la meditación. Esa es la panacea: nuestro esfuerzo y su gracia, que se hace visible a través de la meditación. En el libro Muere para vivir leemos:
Con la meditación estamos demostrando nuestro compromiso con el sendero. Es el testimonio de que realmente queremos hacer este viaje espiritual, queremos llegar a la meta final de la unión con el Padre. Porque no son las palabras las que nos llevan al él sino las obras, las que hablan por nosotros.
Como dice el maestro, este es un camino de acción. Si las palabras no están avaladas por la acción no sirven de nada. Sardar Bahadur dice de manera muy directa en la cita de su Ramillete espiritual:
Con frecuencia me llegan quejas de satsanguis de que la mente no les deja sentarse a meditar. Están demasiado dispuestos a dejarse llevar por sus sugerencias. Si el espíritu no está determinado y la carne es débil, ¿dónde está el remedio? Ante la más ligera incomodidad causada por el mantenimiento de la postura y la retirada de la corriente del alma, la mente urge al practicante a abandonar la meditación. Recordemos la infalible sentencia: No hay ganancia sin dolor.
Efectivamente, porque somos débiles, porque nuestro amor no es suficientemente fuerte y nuestro anhelo limitado, tendemos a quejarnos enseguida. Seguramente esos discípulos en sus cartas a Sardar Bahadur le decían: Maestro no puedo meditar… El cuerpo me duele, la mente se me escapa… Sin embargo, Sardar Bahadur y todos los maestros verdaderos solo tienen una contestación a estas quejas, solo nos ofrecen un remedio: Continúa con tu meditación, persevera, sigue interiorizándote. Si la mente se escapa, vuelve a recogerla, mantenla repitiendo el simran en el centro del ojo, observa la oscuridad que ella te ofrece y quédate cada día un poquito más quieto y concentrado en la audición del sonido, en el Shabad. Sé fuerte, continúa con tu práctica diaria. No hay otro remedio.
Recordemos que en la espiritualidad ningún esfuerzo se pierde, todo esfuerzo tiene su recompensa. Puede ser que el progreso en este sendero no sea evidente para nosotros, y que incluso debamos acostumbrarnos a que pase toda la vida sin que obtengamos resultados aparentes a nuestros ojos, puede ser… Pero eso no debe preocuparnos, porque los tropiezos son parte del camino y las apariencias engañan. Como decía el Gran Maestro en una carta de Joyas espirituales:
No hay fracasos en Sant Mat. Más tarde o más temprano, el alma que mantiene su contacto con la corriente del sonido alcanzará su morada. Cuando se conoce el camino hacia la morada, y nos mantenemos en él, ¿qué duda puede haber de que esta morada se alcanzará?
No hay fracasos en este sendero, y lo podremos comprobar si continuamos practicando nuestra meditación diaria. Nuestro compromiso en este sendero de Sant Mat es adquirir la humildad necesaria para estar en la puerta divina esperando, pues como dice Cristo en la Biblia (Mt. 7:7):
Pedid y se os dará, buscad y hallareis, llamad y se os abrirá, porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre.
Esa es la cuestión, seguir pidiéndole al maestro que su amor nos haga regresar al Padre. Seguir llamando a su puerta a través de la meditación en el Shabad: eso es lo que nos corresponde a nosotros, y si lo hacemos con fe y amor la respuesta está garantizada. Solo debemos llamar continuamente, una y otra vez, con nuestro simran, con nuestro bhajan, incansablemente, cada día, en cada momento: llamar y llamar, porque ‘a quien llama se le abre’. Sardar Bahadur termina la cita inicial de su Ramillete espiritual diciéndonos:
Cuando nos debilitamos y caemos, sin fuerzas para seguir luchando, la gracia y la bondad del maestro nos conducirán, igual que una madre lleva en sus brazos a un niño vacilante.
Esto es lo que hará el maestro cuando vea que nuestros esfuerzos son sinceros, cuando vea que nuestra determinación es real y auténtica. Si nos comportamos como personas maduras en el sendero, estaremos preparados para corresponder al amor del maestro. Solo tenemos que ‘dejarnos ir’, como el maestro nos recuerda muchas veces: dejarnos ir en sus brazos. Somos como niños en este sendero, estamos en el ABC espiritual y somos débiles y frágiles todavía, pero con la misma inocencia de un niño, si nos inundamos del amor del maestro, su fuerza y amor lograrán abrir esa puerta divina, porque solo el amor es la llave que nos permitirá cruzarla y llegar hasta el Padre.