El maestro responde
Como seres humanos tenemos la opción de escoger en cada instante qué dirección tomar: ¿Este camino o aquel? ¿Hacia la libertad o la esclavitud? ¿El espíritu o los sentidos? ¿Compasión o dureza de corazón? Decide cuidadosamente qué rumbo quieres tomar.
La vida es justa
P. Hay un tipo de karma que el maestro verdadero neutraliza y perdona. Y, sin embargo, hay otro tipo de karma que solo se salda cuando el cuerpo ha sufrido las consecuencias.
R. Verás, está muy claro, algunos karmas forman parte de nuestro destino y hay que pasar por ellos. En ocasiones queda un karma muy pequeño antes de que el alma abandone el cuerpo. En interés del discípulo, si el maestro piensa que por una poca cantidad de karma el discípulo no debería nacer de nuevo, el maestro le hace pasar por estos karmas de muchas maneras diferentes mientras está en el cuerpo.
Hay algunos karmas que han de liquidarse en el cuerpo; no tienes opción, es el destino. Por ejemplo, tienes que nacer de una cierta madre y un cierto padre. Este karma no se puede perdonar porque está interconectado con muchas personas. Algunos karmas pueden ser solo individuales y se pueden perdonar, pero cuando estás conectado a una cadena con otras personas tienes que sufrir estos karmas. Por tanto, no puedes decir: hay que sufrir este karma y este otro será perdonado; solo el maestro sabe lo que mejor nos conviene.
P. Si un maestro disminuye o reduce la carga kármica de un satsangui, ¿tiene el maestro que sufrir las consecuencias siempre en su cuerpo?
R. Verás, los karmas que generalmente los santos nos ayudan a atravesar, a eliminar o que comparten ellos, son los karmas sinchit: los karmas de reserva que nos empujan a volver a la creación una y otra vez. En general recibimos ayuda para estos karmas. En cuanto a los karmas de destino debemos pasar por ellos, pero recibimos fuerza para poder afrontarlos sin perder demasiado el equilibrio. En general, la verdadera ayuda la recibimos para los karmas sinchit, los karmas de reserva. Intentamos quemarlos mediante la meditación, pero a veces no podemos. Entonces es cuando recibimos ayuda para quemarlos con la meditación.
P. Entonces, ¿Dios no nos perdona, si por cada acción que cometemos nos atribuye un karma?
R. Hermana, el Señor es todo amor, es todo gracia. No sabemos ni podemos comprender qué es esta gracia y este amor. Pero si no somos buenos hijos, hemos de pagar por ello. Por ejemplo, si un niño no obedece a su madre o intenta hacer daño a alguien, y ella no puede corregirle razonando, lo castiga. Y lo hace no porque no lo quiera sino porque quiere corregirle, quiere que se comporte como un buen chico. De la misma forma, el Señor es todo amor, pero hay que ser receptivo, hay que obedecer las leyes de la naturaleza, hay que vivir como buenos ciudadanos en este mundo. Si somos traviesos y no nos comportamos bien, nos castigará. Esto no significa que empiece a odiarnos. Se nos tiene que corregir, y él ha establecido ciertos mecanismos que se encargan de todas estas cosas; pero Dios es todo amor.
P. Si morimos y al final de esta vida no tenemos apegos fuertes, ¿puede haber apegos fuertes de vidas anteriores que podrían hacernos retroceder, o tenemos que preocuparnos solo de esta vida?
R. Nuestro almacén kármico de vidas pasadas también nos hace retroceder. Esos apegos también vuelven a traernos a la creación. En realidad, toda la meditación (el 99.90 por ciento de ella) está destinada al karma de reserva: los karmas sinchit. Así pues, con una fuerza de voluntad firme puedes pasar por tu destino sin perder el equilibrio y también puedes disciplinarte para no sembrar más semillas en este mundo, pero no puedes controlar lo que has hecho en vidas pasadas. No tienes control sobre esas acciones.
Todos los karmas acumulados están en tu cuenta y tiran de ti hacia esta creación, una y otra vez. Así que tienes que quemarlos todos, y la finalidad de la meditación es quemar todos estos karmas. La meditación no es otra cosa que arrepentimiento. Los apegos, sin lugar a duda, nos arrastran a esta creación. Esos apegos son nuevas semillas. También podemos deshacernos de ellas con una firme fuerza de voluntad. Pero ¿qué ocurre con las semillas que ya hemos sembrado y sobre las que ahora no tenemos ningún control? Ahora no podemos arrancarlas. El tiempo ha pasado. Tenemos que cosechar lo que hemos sembrado, y solo con la meditación podemos quemar esta cosecha. Así que la meditación, de hecho, está destinada a los karmas sinchit.
Spiritual Perspectives, vol. I