La experiencia no dual
Cuanto más alto es el árbol, más profundamente se hunden sus raíces en la tierra. Del mismo modo, para crecer espiritualmente y alcanzar los reinos más elevados de nuestro ser, necesitamos llegar a lo más profundo de nuestro ser. Tenemos que plantar la semilla de la meditación muy dentro nuestro para alcanzar los reinos superiores de la conciencia.
Conceptos e ilusiones
En este sendero, nos interesa profundizar en la experiencia humana. Nos interesa ir más allá de la superficie y de las apariencias. Trascender teorías, conceptos e ideas para llegar a la esencia misma de toda experiencia.
Llegamos a un punto en el que las experiencias y las respuestas superficiales del mundo no nos son suficientes. Vivir solo para este personaje mundano se vuelve pesado. Nos interesa saber qué es en realidad esta experiencia de existir. ¿De dónde emerge? ¿De qué está hecha? ¿Cuál es su realidad? ¿Qué es cierto y qué es falso? Si hay algo de lo que podemos estar seguros es de que existimos. Hay muchos detalles cambiantes con los que a veces nos identificamos como humanos, pero el hecho de que somos es incuestionable. De ahí que todo ser humano vivo comparta la experiencia del “yo soy”. Lo que viene después del “yo soy” es lo variable. Puede ser “yo soy joven”, o “yo soy viejo”, o “yo soy hombre”, o “yo soy mujer”, etc. Pero el “yo soy” es común a todos.
Se dice que la muerte es la única certeza de la vida, pero incluso la muerte sigue siendo solo un concepto incierto para los que estamos vivos. La única certeza real para quien vive es su propia vida. Este milagro inexplicable de la existencia es nuestra única certeza, y sentimos que vale la pena investigarlo más a fondo.
¿Qué es entonces este milagro? ¿Qué hay detrás de toda experiencia? ¿Cuál es el ingrediente esencial? ¿Cuál es la constante en la vida? Si buscamos lo más fundamental en toda experiencia, veremos que la consciencia es lo esencial. No puede haber experiencia sin un grado mínimo de consciencia. La consciencia es la luz que ilumina toda experiencia. Sin embargo, también vemos que nuestra consciencia puede existir independientemente de cualquier experiencia externa, ya que esa luz es nuestra verdadera identidad.
Entonces, si deseamos conocer nuestra esencia, los místicos, que son los expertos en este tema, nos indican que el camino comienza con la consciencia o atención. Si logramos separar nuestra consciencia del resto de nuestra experiencia física y mental, podemos tener experiencia de esa esencia pura. Este proceso se lleva a cabo en el interior de este templo humano mediante la meditación y el silencio mental, puesto que la consciencia proviene del interior y no del exterior. En el libro Bulleh Shah, leemos:
Quienquiera que haya encontrado el secreto místico buscó el sendero en el interior de sí mismo. Él es el que mora en ese templo bendito que no conoce ni el ascenso ni el declive.
Todos los místicos coinciden en que dentro de este cuerpo mortal está el acceso al templo o morada eterna del alma. Y únicamente profundizando en esa experiencia de consciencia pura mediante la meditación, podremos entender por qué los místicos nos dicen que ‘no somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, sino seres espirituales pasando por una experiencia humana’. O dicho de manera más precisa, nos dicen que no somos un fragmento de la multiplicidad buscando la experiencia del Ser supremo, sino que en realidad siempre hemos sido el Ser único viviendo en la experiencia de la multiplicidad. En relación con esto en el libro San Paltu: su vida y enseñanzas, leemos:
En los muchos está el Uno y en el Uno están los muchos; nadie más existe. Él es uno para los santos; para el mundo Él es muchos. Para los santos Él es real; para el mundo un mito.
Pero si esa es la verdad, ¿qué nos hace olvidarla? ¿Qué nos impide verla? Los santos nos dicen que el mundo entero está bajo el hechizo de la dualidad. Que esta ilusión nos impide recordar la realidad de la unidad subyacente y nos mantiene en un estado de amnesia. En la conocida afirmación del Brhadaranyaka Upanishad, publicada en el libro del yo al Shabad, leemos:
Mientras haya dualidad uno ve al otro, uno escucha al otro, uno piensa en el otro, uno conoce al otro. Pero cuando, para el alma iluminada, la dualidad se disuelve en el Uno, ¿quién ve a quién? ¿Quién escucha a quién? ¿Quién piensa en quién? ¿Quién conoce a quién?
Similarmente, Shankara, el místico hindú del siglo VIII, expresa en la siguiente cita publicada en el libro del yo al Shabad:
Yo soy la realidad sin principio y sin igual. No tengo parte en la ilusión de yo y tú, esto y aquello. Vivo en todos los seres como el alma, la conciencia pura, la base de todos los fenómenos internos y externos. Soy el que disfruta y soy lo disfrutado. En mis días de ignorancia veía estas cosas como separadas de mí mismo. Ahora sé que yo soy todo.
Mientras nos identifiquemos exclusivamente con los contenidos de la experiencia mundana, incluyendo el cuerpo, seguiremos sujetos a esta ilusión de dualidad. Mientras estemos identificados con el ego y su interpretación y su narrativa de la experiencia, estaremos sujetos a esta ilusión y sus pesares, aunque cerremos los ojos o nos alejemos del mundo. Para hacernos ver esta penosa condición, Tulsi Sahib: el santo de Hathras, dice:
Mira con el ojo de la mente
y contempla la portentosa visión;
¡qué fascinantes escenas tienes ahí
para cautivar tu corazón!
Un corazón con incontables deseos,
y avaricia aún creciente.
La raíz de todo sufrimiento e inquietud es el pensamiento que se resiste a lo presente o que desea lo ausente, y esa es justamente la naturaleza del pensamiento egocéntrico. Produce una interpretación de la situación presente, y luego se queja de ella. Si su interpretación de las cosas es demasiado aburrida, dolorosa, trágica, etc., entonces busca la forma de escapar de ella pensando o deseando aún más. Su función original es resolver necesidades, por eso el ego hace juicios constantes sobre lo que sucede, y cree tener la razón sobre lo que debería o no debería estar sucediendo. Así es que gran parte del sendero espiritual consiste en dejar ir el ego y sus historias.
Sin embargo, al estar identificados con el ego en lugar de con la consciencia pura, surge también un miedo a desaparecer junto con él si dejamos de pensar y, así, pensar se vuelve una especie de adicción. ¿Cómo superamos ese hábito? Como veíamos, todo cambio comienza con la consciencia. Para trascender esa adicción, hace falta identificarnos de nuevo con la consciencia pura. Y para lograr eso, los místicos del sendero de Sant Mat nos dan dos herramientas muy poderosas.
La primera herramienta sirve para reemplazar la narrativa del ego, es decir, su diálogo interno que nos mantiene envueltos en su historia. Y lo tenemos que reemplazar por algo que no tenga relación con el mundo que conocemos. Para este fin los maestros nos dan cinco nombres que podemos repetir en cualquier momento del día, y que además los repetimos durante la meditación. La repetición de los nombres se llama simran. La palabra simran se traduce literalmente como “recuerdo”, y corresponde a la primera parte del proceso de meditación.
Los cinco nombres corresponden a etapas del viaje interior del alma o atención. Al repetirlos con devoción se vuelven efectivos para llevar nuestra atención al interior y silenciar a la mente. A pesar de esto, la mente seguirá inclinada hacia el exterior y puede distraerse con frecuencia, requiriendo que volvamos una y otra vez al recuerdo o simran. Ante esto, tener una actitud de compasión y paciencia hace que el proceso de transformación sea más suave y efectivo.
La segunda herramienta, y la más poderosa, tiene que ver con conectar la conciencia con su propio origen, el Shabad o Verbo. En esto consiste la segunda parte de la meditación, y es la característica distintiva de este sendero espiritual. Todos los maestros de este sendero han alabado el Verbo, al cual identifican como el poder creador y sustentador de todo. De igual forma, en la Biblia también se afirma que: “Todas las cosas fueron hechas por el Verbo, y sin él no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1:3). Entonces tiene mucho sentido que, si queremos encontrar la esencia de toda experiencia y de nuestra propia existencia, busquemos contactar con ese poder inmanente.
El nombre para la práctica impartida en este sendero es Surat Shabad Yoga, que significa unión del alma o atención, con el Shabad o Verbo. El Verbo se percibe en el interior como una corriente de sonido. En el libro Joyas espirituales, el Gran Maestro dice:
La práctica del Surat Shabad Yoga consiste en retirar la mente de los objetos externos y apegarla a lo que se encuentra en el interior, para aferrarse a la corriente del sonido y viajar en ella.
La audición del sonido es la segunda parte de la meditación. A esa práctica de escuchar atentamente se le llama bhajan, y significa literalmente “adoración”. Su nombre se refiere a que debe hacerse con amor para ser realmente efectiva. Si pensamos en la meditación como ‘destilación’ de la conciencia, en esta metáfora el amor es como el fuego: aporta el calor que hace posible que la consciencia se evapore y se eleve a estados más sutiles.
El amor es dulce y unificador, por eso es el principal medio para trascender la dualidad. El amor unifica porque cuando es puro, nos hace perder la identidad en aquello que amamos. En el libro Sultán Bahu, leemos:
Debes suspirar de dolor y quemarte el corazón de amor, antes de que puedas practicar el Nombre y resolver el misterio de la vida. Si contemplas al Amado, y ni siquiera por un momento apartas tu mente de él, en verdad recordarás.
Cuando Sultán Bahu menciona la contemplación del Amado, se refiere también a su propio maestro, ya que la única forma de encender ese fuego de anhelo en el alma es mediante un maestro espiritual vivo que nos instruya en la meditación.
Un maestro verdadero es un ser humano intachable con una combinación irresistible de majestuosidad y dulzura, lo cual lo convierte en el objeto ideal de nuestra gratitud y devoción. Además, si el ego se llegara a considerar a sí mismo responsable de algún logro espiritual, en ese mismo momento se perdería todo el progreso. Esto es lo que Jesús expresó a sus discípulos cuando dijo: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mi causa, la encontrará” (Mt 16:25).
En otras palabras, quien viva a través del ego perderá la vida espiritual, pero quien pierda su ego gracias a su maestro espiritual, la encontrará. El maestro vivo es la prueba de que lo que estamos buscando existe, y está a nuestro alcance en esta vida. Él da fe de la unidad del alma con Dios a través de su propia experiencia. Además, nos enseña cuál es la forma de adorar al Señor. Los maestros espirituales lo explican diciendo que el Señor es la sustancia básica o esencia de todas las formas y de lo que no tiene forma. Entonces, ¿cómo podemos adorarlo? Si el Señor, como Shabad o Nombre, impregna todo el universo, el Nombre y el Shabad son el Señor, y rendirles culto es adorarle a él. La verdadera adoración, pues, consiste en recordar y repetir el Nombre del Señor.
Tal adoración nos posibilita la experiencia no dual, porque tiene el poder de restaurar la luz de nuestra consciencia a su estado original. Buscamos reconocer esa luz que somos y que ilumina nuestra experiencia. A esto se refería Cristo cuando dijo: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;” (Mt 6:22).
El ojo al que se refiere es el punto en medio de la frente que también se conoce como el asiento del alma. A su vez, la palabra bueno es equivalente a puro, o “sin mezcla”, es decir, sin mezclarse con los contenidos de la experiencia mundana del cuerpo y la mente, en un estado de perfecta pureza alcanzado mediante la devoción. Sin embargo, actualmente nuestra devoción todavía está en gran parte enfocada en el mundo. Nuestro cuerpo y mente filtran nuestra experiencia con el lente de la dualidad y mantienen nuestra consciencia dividida. A no ser que unifiquemos nuestra consciencia mediante una devoción superior al maestro-Shabad, nuestra atención seguirá esclavizada por la experiencia dual. Incluso la forma física del maestro está sujeta a la dualidad, por eso los maestros nos recuerdan que la verdadera relación es con el Shabad. En palabras de Maharaj Charan Singh en Spiritual Perspectives, vol. III:
Ni el cuerpo del discípulo es el verdadero discípulo, ni el cuerpo del maestro es el verdadero maestro. El alma es el verdadero discípulo y el Shabad es el verdadero maestro. Así que la verdadera relación del discípulo con el maestro es apegar el alma al Shabad en el interior.
Conforme seguimos las instrucciones del maestro, vamos teniendo más y más muestras de la experiencia no dual, que es independiente de las limitaciones de mente y materia, de tiempo y espacio. Hace falta practicar esto como un hábito constante a lo largo de nuestras vidas, recordando que la meditación, igual que el amor, es un proceso dinámico y vivo, no algo rutinario.
Gradualmente, veremos que la meditación además nos capacita para vivir lo cotidiano con mayor plenitud. Hace que nuestras vidas sean más plenas y armoniosas, a la vez que más ligeras, por librarnos del peso del ego. La meditación purifica nuestra mente y nos hace más aptos para la contemplación plena del presente. Vivir el presente en su plenitud regenera el proceso mismo de estar vivos, y de contactar con el mundo de forma armoniosa. En palabras de Sultán Bahu:
Aquellos que albergan al Señor en sus corazones, tienen ambos mundos a su disposición.
Si a través de la meditación cultivamos nuestra propia experiencia interior de la unidad, podremos cada vez percibir la realidad mucho más profundamente tanto adentro como afuera.