La resolución de sentarse
Cuando el cuerpo está inmóvil y la mente en calma, y cuando el surat y el nirat están también en calma, oh Kabir, la gloria de ese momento no puede igualarla la felicidad de un billón de años en el paraíso.
Kabir: El tejedor del Nombre de Dios
La iniciación por un verdadero maestro es un acontecimiento cuyo significado es insondable. Una carta personal de Maharaj Charan Singh a un discípulo, publicada con permiso, dice: “La iniciación no es solo una ceremonia. El Señor te ha hecho suyo. Te ha elegido para la liberación eterna y desea que vuelvas a él”.
Servimos con la mente cuando abordamos la meditación siendo conscientes de la magnitud del don que se nos ha concedido, y cuando aportamos a nuestro seva interior algunas de las cualidades que desarrollamos y perfeccionamos en el seva exterior: responsabilidad, dedicación, autodisciplina, obediencia y la determinación de escuchar de verdad.
Meditar con responsabilidad es ser consciente de que, cuando fuimos iniciados, asumimos un compromiso solemne con el maestro, y ahora nos corresponde cumplirlo cada día, durante el resto de nuestras vidas. Es cierto que en el momento de la iniciación el maestro también se compromete a llevar nuestra alma al Señor. Y el maestro cumplirá su compromiso; como decía el Gran Maestro, en Sant Mat no hay fracasos. Pero esto no significa que nosotros no hagamos nada y que el maestro lo hará por nosotros. Hazur Maharaj Ji, aclara en Perspectivas espirituales, vol. II, que la garantía del Gran Maestro depende de nuestro esfuerzo:
Fracaso significa que he hecho todo lo posible por hacer la meditación, pero no he podido lograrlo. Fracaso no significa que nunca he hecho la meditación. Eso no es fracaso. Eso ni siquiera es intentarlo.
No podemos abdicar de nuestra responsabilidad porque creamos que el maestro cumplirá la suya. La responsabilidad del maestro es completamente diferente de la del discípulo, y el Gran Maestro en Joyas espirituales, explica maravillosamente la diferencia:
Es obligación y deber de cada discípulo inmovilizar su mente y alcanzar el centro del ojo. El deber del maestro es ayudar y guiar en el sendero (…) El factor principal para el éxito es el esfuerzo del discípulo (…) El maestro enseña y el discípulo aprende. El progreso del discípulo depende de la rapidez con que aprenda sus lecciones. Los esfuerzos del discípulo y la gracia del maestro se dan la mano.
El maestro nos dice a menudo que un profesor puede enseñar a un niño, pero no puede estudiar o aprender por él. Dice que una persona puede cocinar una comida, servírnosla e incluso dárnosla de comer; pero no puede digerirla por nosotros. Lo mismo ocurre en el camino espiritual: tenemos un papel que desempeñar en nuestra propia liberación.
Servir con responsabilidad no es solo tener una comprensión amplia del compromiso que hemos adquirido, también se trata de las pequeñas elecciones que hacemos a diario. En el libro Kabir the Great Mystic, leemos:
Kabir Sahib observó una vez a una hormiga que llevaba un grano de arroz. Por el camino vio una lenteja, y parecía desconcertada sobre cómo llevar ambas cosas. Kabir dice que no es posible que lleve las dos cosas; tendrá que tomar la decisión de dejar una y aferrarse a la otra. Del mismo modo, dice Kabir, un practicante espiritual tendrá que elegir entre el Señor y el mundo.
Con cada acción damos un paso hacia Dios o nos alejamos de él. La configuración por defecto de la mente es moverse hacia fuera, así que elegir redirigir la mente hacia dentro requiere esfuerzo, a veces un esfuerzo tremendo. Aunque nos parezca insignificante, los místicos subrayan lo importante que es nuestro esfuerzo:
Quien cree que puede llegar a Dios por su propio esfuerzo, trabaja en vano; quien cree que puede llegar a Dios sin esfuerzo es un simple viajero en el camino de la intención.
Abu Sa’id al-Jarraz
Esto nos lleva al poder de la autodisciplina y la obediencia. Entre la intención y la acción hay una brecha, y el seva de la mente salva esa brecha. A menudo decimos que estamos muy ocupados en la vida, que no tenemos tiempo para meditar. Pero el maestro nos recuerda que veinticuatro horas al día son suficientes para trabajar, dormir, cumplir con nuestras obligaciones y meditar. Muchas veces, decimos que meditaremos cuando nuestras circunstancias mejoren, pero el maestro nos dice que cuando las circunstancias mejoren no sentiremos necesidad de meditar; la necesidad de meditar es ahora, cuando las circunstancias no son buenas.
Nuestro maestro nos pide que pensemos profundamente en lo que queremos de la vida, porque tarde o temprano obtendremos con toda seguridad todo aquello en lo que pongamos nuestro esfuerzo. Podemos pensar que amamos al maestro, pero ¿reflejan nuestras acciones que lo amamos realmente? Siempre encontramos tiempo para hacer las cosas que son importantes para nosotros, así que si nos cuesta encontrar tiempo para meditar, puede que el problema no sea la falta de tiempo, sino nuestras prioridades.
Haciendo hincapié en la necesidad de hacer de la meditación nuestra máxima prioridad, el Gran Maestro dice en Joyas espirituales: “Haciendo esto, se ha hecho todo; si no se hace esto, es como si todo lo demás no se hubiera hecho”. Y Baba Ji, citando a Gurú Nanak Dev, nos recuerda con frecuencia que conectar con el Nam es el mayor privilegio y la mayor responsabilidad de un iniciado:
El Nam es el mandato del Señor.
Oh Nanak, el verdadero gurú me ha dado este entendimiento.
Gurú Nanak Dev. Adi Granth
El amor significa obediencia, y la obediencia implica sacrificio. Si no tenemos tiempo para meditar, tenemos que buscar el tiempo para hacerlo, sacrificando otros aspectos de nuestra vida. Hazur Maharaj Ji dice en Perspectivas espirituales, vol. II:
El tiempo que dedicamos a la meditación supone un sacrificio. Tenemos que abstenernos de las relaciones sociales para poder dedicar y adecuar nuestro tiempo para la meditación. Evitamos ciertas compañías con las que ya no disfrutamos, que no nos gustan, que nos distraen del Padre, que nos alejan, que nos hacen resbalar. Esta es la clase de sacrificios que tenemos que hacer.
A la mente le gusta correr por los caminos que ya conoce, y cuando tratamos de entrenarla para hacer algo nuevo pone excusas: No tengo tiempo; tengo demasiadas responsabilidades; tengo dolores físicos; simplemente no puedo hacerlo; no avanzo; es demasiado árido; no puedo concentrarme; no siento la “atracción” de hacerlo; el maestro lo hará por mí de todos modos; cuando él quiera que lo haga, me forzará a hacerlo; o, definitivamente lo haré, pero empezaré mañana.
Reconozcamos estos pensamientos como lo que son: excusas de la mente, y cuidadosa pero implacablemente redirijamos la mente hacia el maestro. Recordémonos a nosotros mismos que no podemos permitirnos transigir con lo que es más importante para nosotros. Tal vez podamos posponer otras cosas, pero no podemos posponer el amor; amamos al maestro y queremos recordarlo, hoy. Hazur decía a menudo que si la mente está bajo control no podemos tener un mejor amigo, y si no lo está, es nuestro peor enemigo. Para ayudar a conseguir el control sobre la mente, podemos ejercer la autodisciplina y la obediencia de forma que convirtamos la meditación en un hábito. Este hábito crea un nuevo y poderoso surco en la mente y, poco a poco, las excusas cesan. El poder del hábito es la razón por la que se nos aconseja que seamos regulares y puntuales, es decir: fijar una hora para meditar y mantener el compromiso.
Hazur diría que tanto si la mente lo acepta como si no, debemos sentarnos, considerándolo nuestro deber. Esta es la disciplina del amor. Al fin y al cabo, lo único que el maestro nos pide realmente en la meditación es que tengamos la autodisciplina de ‘presentarnos’ y dar lo mejor de nosotros mismos. Y no lo hacemos para los demás, sino para nosotros. Es un compromiso que hemos adquirido con nuestra propia alma.
Cuando una vez le preguntaron a Hazur Maharaj Ji, según consta en el libro Muere para vivir, si había un castigo por no meditar, él respondió: “El castigo es que hemos perdido la oportunidad. No hay castigos en Sant Mat… No hay castigos en el camino del amor. Hemos perdido la oportunidad. ¿Qué mayor castigo puede haber?”.
El seva de la mente incluye la resolución mental de practicar no solo el simran y el dhyan, sino también el bhajan; escuchar en nuestro interior, aunque todavía no podamos oír la melodía divina. Durante el bhajan es cuando hacemos el gran trabajo de la vida, desarrollando la habilidad de escuchar en nuestro interior:
Solo este es el servicio del Señor por el cual su Nombre mora en ti.
Gurú Amar Das. Adi Granth
Sin embargo, la mente es poderosa y prefiere tomar el camino más fácil. Así que cuando todavía no escuchamos el Shabad interior, podemos sentir la tentación de saltarnos la parte del bhajan de nuestra práctica. Podemos decirnos a nosotros mismos que cuando logremos cierto grado de concentración con el simran y dhyan, entonces nos sentaremos en bhajan. Pero si hacemos esto, ¡perderemos todo el sentido de la práctica espiritual! Todo lo que hacemos en el camino: darshan, satsang, seva, e incluso simran y dhyan, son todos medios para un fin. El objetivo final es el seva del surat Shabad –el seva de conectar el alma con el Shabad– y esto ocurre durante el bhajan. Así que si hacemos todo lo demás, pero no nos sentamos en bhajan, es como correr una carrera todos los días, pero pararnos siempre justo antes de la línea de meta, y decir: “¡He terminado!”.
El maestro nos dice que si queremos obtener todo el beneficio del simran, tenemos que completarlo con el bhajan. De lo contrario, es como cocinar una comida una y otra vez, pero nunca comérnosla. Él nos dice que creemos el hábito de hacer el bhajan, igual que un tendero abre su tienda. Tanto si vienen clientes como si no, el tendero abre la tienda todos los días.
El principal seva de la mente es acercarse a la meditación con la resolución de escuchar interiormente y nunca realizar la práctica del bhajan con falta de atención e interés. Sentarse en bhajan cuando podemos oír el Shabad es fácil de hacer, porque la melodía divina es tan dulce que mantiene nuestra atención enfocada. Pero sentarse cuando no podemos oír nada en nuestro interior no es nada fácil. Justo aquí es donde entra en juego el seva de la mente. Por tanto, empezamos a meditar apoyándonos en actitudes como la responsabilidad, la autodisciplina, la dedicación, la obediencia y la determinación de escuchar en nuestro interior. Y continuamos así hasta que el Shabad toma el control y el seva de la mente ya no es necesario. Finalmente llegará el día en que no podremos imaginarnos cómo poder existir sin esta conexión vital con el Shabad:
¡Oh Amado mío! Vivo meditando en tu Nam.
Sin tu Nam, mi vida ni siquiera existe.
Mi verdadero gurú ha implantado tu Nam dentro de mí.
Gurú Ram Das. Adi Granth
La mayoría de nosotros evolucionamos lentamente hacia esta etapa, pero podemos estar seguros de que, aunque todavía no oigamos la melodía interior, nuestro esfuerzo diario por escuchar el Shabad no pasa desapercibido para el Amado. Además, aunque todavía no podamos oír la melodía interior durante el bhajan, esto no significa que el Shabad no esté haciendo su parte. En el silencio y la oscuridad, ese poder primordial nos está limpiando y aquietando, separándonos de este mundo, haciéndonos poco a poco dignos del Señor. El silencio del bhajan no es un silencio corriente.
¿No es una inmensa suerte que mientras vivimos nuestras vidas cotidianas, ruidosas y agitadas, tengamos la oportunidad de sentarnos en silencio y conectar con el poder divino que creó y sostiene toda la creación? En última instancia, ¿qué es el Shabad sino Dios tendiéndonos su mano?
Lo sorprendente es que cuando hacemos simran y dhyan, alcanzamos la mano de Dios. Y cuando hacemos bhajan, tocamos la mano de Dios.
Extractos del libro Seva